Carabobo quiere a Drácula cuatro años más

Rafael Lacava no solo es un excéntrico muy popular en las redes, también es un chavista que capta voto opositor. En una tierra devastada material y políticamente, gana quien hace “al menos algo”

Carabobo
En Carabobo el fenómeno carismático sin marxismo de Lacava prevalece sobre los antiguos éxitos municipales de Scarano

Foto: Composición de Sofía Jaimes Barreto

En el calendario se van tachando los días que faltan para las elecciones de gobernadores, alcaldes y concejales el 21 de noviembre y la única posibilidad de cambio recae en esos mismos sectores de la oposición que hasta hace unos meses se mostraban renuentes a participar.

En este momento están dando la batalla, pero no la tienen fácil. La oposición centra sus menguadas fuerzas en un candidato a la gobernación que ya es conocido por la gente, Enzo Scarano, alcalde del municipio San Diego en dos oportunidades y jefe de una dinastía política en la que su hijo y esposa ya han tenido cargos públicos.

Rosa Brandonisio de Scarano fue también alcaldesa de San Diego, y León Jurado, el alcalde actual del municipio, fue el abogado que defendió a Scarano ante los tribunales venezolanos durante su presidio de más de diez meses, acusado de haber estimulado las violentas protestas en San Diego en 2014.

Luego de ser inhabilitado en 2017 para que no pudiera competir por la Gobernación, y de exiliarse en Estados Unidos, Scarano regresó al país a instancias de Henrique Capriles y de Henry Ramos Allup, que lo convencieron de volver. Ahora Scarano se enfrenta a otro exalcalde de origen italiano: el gobernador chavista actual, Rafael Lacava o “Drácula”, como lo llama una gran mayoría del país.

Con 53 años, Lacava, de Puerto Cabello, fue embajador en Italia y alcalde de su ciudad en dos periodos, aunque el segundo lo interrumpió para tratarse un cáncer. Ha utilizado el sobrenombre de Drácula como una marca personal que adhiere incluso a varios programas de gobierno. Sus detractores lo han acusado de hacer fraude electoral y en su frenética actividad en redes ha sido, por decir lo menos, un excéntrico más en una época en la que han prosperado políticos tan poco dados a lo que antes se consideraba la gravitas de la magistratura como Chávez, Maduro, Trump, Bolsonaro, Bukele o Milei.

 

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Lacava ha hecho pintar murciélagos negros en el túnel de La Cabrera e instalar murciélagos luminosos junto a la cruz del cerro El Trigal. Pero en agosto le ganó en las primarias del PSUV a un José Vielma Mora, que invocaba su pedigrí del 4F.

Derrotar a Lacava es un reto importante para Scarano, y lo emprendió sin unidad a su alrededor. Varios otros candidatos con porcentajes de popularidad muy inferiores según las encuestadoras como Datanálisis también pretenden ser los próximos inquilinos de la Quinta Carabobo, como Roberto Vernet, Armando Amengual y el pastor y diputado Javier Bertucci.

Eso ha pasado antes en la política venezolana del siglo XXI. Pero estas elecciones, igual que las anteriores para la Asamblea Nacional, están marcadas por una apatía sin precedentes, que se nota en las calles. En comparación con lo que suele ser una elección regional en Carabobo, casi no hay propaganda. Los postes de electricidad no están repletos de carteles, y en las vallas se ve sobre todo a Lacava y a su gente, seguido por algunas vallas de Bertucci. Hay muy poco espacio para Scarano.

Donde sí se los ve más es en las redes sociales y visitando ciertas comunidades. En todo caso, sus esfuerzos no han bastado para devolver el espíritu del voto a los carabobeños.

Tocando la puerta de la frustración

Enzo Scarano está acompañado por unos 50 militantes con la franela de la Unidad durante su recorrido por el sector 2 de Las Agüitas en Los Guayos, al sur de Valencia, cerca de la Autopista Regional del Centro. La comitiva llega a la casa de Janeth Alarcón.

—Ya conoces cómo está San Diego. Eso lo quiero hacer en Carabobo —le dice Scarano mientras le entrega un folleto de propaganda.

—Claro que sí —responde Janeth— pero yo no voy a votar por usted, voy a votar por los adecos.

Desde ese instante, Scarano intenta convencer a esta vecina que se describe como opositora, pero tiene suficientes argumentos para desarmar al exalcalde sobre su gestión.

—Señor, no todo San Diego está bello como usted dice.

—Entonces dígame cuáles son esos lugares que no le parece que están bien —Scarano hablaba como si hubieran pasado semanas desde que fue alcalde, y no siete años.

Enzo Scarano, en un casa por casa al regreso de tres años de exilio

Foto: Armando Díaz

Janeth no responde. Quizás el montón de militantes viéndola al otro lado de la reja de su casa la intimidan, pero aunque no da nombres es tajante.

—No voy a votar por usted porque yo votaré por un político cuando estos dejen de pensar primero en ellos, en vez de en el pueblo.

Scarano suelta una risa.

—Bueno chica, yo me voy, no voy a seguir perdiendo mi tiempo aquí porque ya veo que no te voy a convencer.

Si Janeth se había estado preguntando hasta entonces si debía votar por Scarano para gobernador, ese encuentro la termina de desencantar.

—Fatal —me cuenta poco después— , me parece fatal que se fuera, no solo de aquí hace unos minutos, sino del país, porque si aquí hay crisis y te dicen que los venezolanos la tenemos que enfrentar todos, tú lo enfrentas aquí, aquí. Aquí vives la crisis y ves cómo sales.

Es muy fácil irse al extranjero, regresar y luego decir “soy el candidato de la Unidad”. No tengo nada en su contra, pero él no está viviendo la situación como nosotros.

Janeth sabe muy bien cuál es esa situación: es enfermera y profesora universitaria, de la Universidad de Carabobo. Ella piensa que la gestión de Scarano fue exitosa, pero eso es el pasado; el presente es que él cayó en esta campaña como un paracaidista.

—¡Qué sabroso! Y uno haciendo colas en los supermercados. Nosotros sí nos hemos calado la crisis. Además ese habla como si San Diego fuera suyo, San Diego es de todos.

En ese momento dice que uno de los sitios que está más abandonado en la gran Valencia es el antiguo bastión de Scarano.

—Mira más allá de la Don Julio Centeno, por el Metro Plaza, eso es Los Magallanes, en donde está La Ciudadela, hay que meterse para allá para que vean cómo está la cosa, y eso no es de ahorita.

A Janeth no le sirve que le ofrezcan tapar huecos, ni pintar calles, ni mucho menos reponer un poste caído. Eso no mejora de inmediato su calidad de vida.

—Quiero ir a un ambulatorio y que haya la inyección que necesito, no me interesa que me tapen el hueco porque capaz no paso por ahí, pero si la gente no tiene bienestar, no tiene nada y bienestar es lo laboral, lo económico, la salud, lo social y educativo, pero sin trabajo y sin dinero nada es posible.

Janet se mete en su casa, pero pronto sale de nuevo para decirme esto:

—Por cierto, pregúntale a la gente de la zona sobre los cinco dolaritos que le ofrecieron para todo este show.

La soberbia de los ungidos

La franqueza con que Janeth se dirigió a Scarano no se ve mucho en los medios de aquí. El politólogo y también profesor de la UC, Calarca Mejías, siente que para todo el mundo está claro que un voto dividido entre los candidatos de oposición le da una gran oportunidad a Lacava para reelegirse: “Aquí hay gente que no se atreve a decir que habrá continuidad, producto de la desunión de los partidos”.

Mejías también critica cierto complejo mesiánico en políticos como Scarano, “la creencia de que cada candidato está ungido para llegar a la Gobernación”. No es cierto, advierte este profesor, que Scarano por sí solo aglutina el voto. Y el pastor Bertucci no puede contar tampoco con que los votos de los fieles de su iglesia lo puedan llevar a la gobernación; la intención de voto hacia él en las encuestas ronda el dos por ciento. Según una encuesta de Datanálisis de octubre, Scarano ronda el treinta por ciento de intención de voto. Lacava pasa del cincuenta por ciento.

Claro que una elección regional, aunque tradicionalmente genera más entusiasmo que una parlamentaria, no moviliza tanto a los electores como una presidencial. Pero sin duda hay un fuerte descontento ciudadano hacia los partidos mayoritarios, y son muchas las razones que esgrimen los venezolanos para no votar.

Hasta la polarización perdió fuelle; ya no basta con ser el representante oficial de la oposición, como no basta tampoco con serlo del chavismo. La gente, si vota, vota por quienes le hagan sentir que el voto tiene todavía algún sentido.

Es lo que estamos viendo en el caso Lacava. Incluso la zona norte de Valencia, tan fiel a la oposición como el norte de Maracaibo o el este de Caracas, ha sido seducida por el gobernador del PSUV. ¿Cómo ha ocurrido eso? “Ven en Lacava —dice Mejías— la oportunidad de que se mejoren las condiciones de vida y los espacios comunitarios. Su gestión le ha dado confianza al elector”.

El atractivo de la etiqueta “independiente”

Valentina Mieres es una de esas personas. Hasta la última elección siempre se consideró opositora; hoy por primera vez está por votar por alguien del chavismo. Ella no se identifica con el PSUV, sino con Independientes por Carabobo, un movimiento electoral que apoya a Rafael Lacava pero se muestra alejado de las líneas del partido de gobierno.

Valentina no solo va a votar por Lacava, sino que públicamente prestó su imagen para la propaganda en beneficio del actual gobernador. Una valla publicitaria la muestra a ella vestida con ropa deportiva y en compañía de otro hombre. La frase es clara: “Los independientes votamos por Lacava”. Esa misma valla se alza al otro lado de la casa de los padres de Scarano.

En la imagen izquierda, la valla de los independientes por Lacava desafía la propaganda de Scarano en la imagen derecha

Foto: Armando Díaz

Sin embargo, aunque votará por Lacava, Valentina coincide con que el país está sumido en un gran desinterés por todo lo electoral.

—Muchos no van a votar. Hemos pasado muchas situaciones y se entiende. Otros votarán porque quieren y ya, por el gobernador o por estos candidatos de oposición, que siempre tendrán su gente. También habrá otros como yo que no votábamos y ahora lo hacemos por el gobernador. Creo que de todos modos habrá mucha abstención.

A Valentina la enamoró el volver a ver que alguien en Carabobo comenzara a hacer algo.

Es un granito sobre granito y eso a mí me agrada. Uno ve la diferencia entre Carabobo y otros estados. Se está haciendo algo, y así la gente diga que eso es su deber y no es nada extraordinario, lo cual yo sé, es algo y eso a mí, me vale.

Sobre Scarano, dice “yo no soy quien para decir si es bueno o malo, soy una simple ciudadana”. Pero admite que lo que hizo Scarano en el municipio San Diego es lo mismo que Lacava lleva haciendo en el estado Carabobo desde hace cuatro años.

El costo de soltar el pulso de tu tierra

Enzo Scarano recorre el estado señalando todos los problemas que los granitos de Lacava no llegaron a solventar. En sus redes sociales Scarano ha enfocado su campaña en mostrar lo que se dejó de hacer y lo que quedó en el olvido.

El politólogo Edgar Pérez no cree que sea una buena estrategia de Scarano el que solo hable del pasado sin una sola propuesta nueva. “Además, gobernar un municipio no es lo mismo que gobernar todo un Estado. Eso es mucho más complejo, por la realidad y sus elementos de políticas públicas”.

San Diego es un municipio con predominio de clase media, residencial e industrial, bien conectado tanto con el norte como con el centro histórico de Valencia. Carabobo, por su parte, aunque no es muy grande, tiene unos dos millones de habitantes y es diverso: extensos barrios depauperados, un puerto de importancia, parques nacionales, pueblos costeros, zonas agrícolas, una cárcel de gran tamaño…

Pérez agrega que sin vinculación directa con el Ejecutivo, ser gobernador es mucho más difícil. Scarano responde a esta preocupación diciendo, lo cual es una práctica común, que está dispuesto a conversar con el Gobierno si eso ayuda a mejorar las condiciones de vida. El problema, claro, no es que él quiera tratar con Miraflores, sino que Miraflores quiera tratar con él. Cosa que los electores también saben.

Para Mejías, “son pocos los que en realidad están preparados para asumir una alcaldía. Hay gente que ni proyectos han presentado a sus electores, otros ni siquiera viven en las comunidades para las que se lanzan a concejal.

Los partidos se olvidan de los liderazgos propios de las zonas y escogen todo a dedo, eso molesta mucho. Hay candidatos desconocidos sin trabajo social, que aparecieron por el momento electoral. Eso siempre ha hecho mucho daño a la política”.

Para Pérez, solo en una lucha uno a uno Scarano podría arruinar el plan de Lacava. Ninguno de los dos ha perdido hasta ahora una elección en la que se haya presentado; con toda seguridad dejarán de tener eso en común a partir del 21 de noviembre. A Scarano le pesan los tres años fuera y los cuatro en que su esposa estuvo al frente de la alcaldía de San Diego. “Enzo dejó un vacío de liderazgo —dice Pérez—. Él trata de retomarlo criticando lo que Lacava no ha hecho, pero ese  periodo en el que no estuvo tomándole el pulso día a día al Estado, atenta contra sus aspiraciones a la Gobernación. No es menos cierto que la oposición en general va a una elección con desventaja. Eso no es nuevo”.

De la rabia a la esperanza

Corina De Sousa no va a votar por nadie este 21 de noviembre. Ni sabe los nombres de los candidatos a las alcaldías de la región metropolitana de Valencia.

—Sé que el tipo que va por la oposición a la alcaldía de Valencia es de estos diputados de 2015. No sé ni cómo se llama, lo descubrí porque hay un pendón de él colgado en el frente de una pizzería muy famosa.

Se refiere a Carlos Lozano, “el caminante”, un pintoresco político que fue diputado en la AN con el partido de Scarano y hoy tiene el apoyo de la MUD.

El «caminante» Lozano tiene años denunciando cosas desde el terreno y desarrollando un personaje público. Ahora intenta ser alcalde de Valencia

Foto: Armando Díaz

Sobre la Gobernación Corina sí dice saber más, aunque no ha visto las encuestas.

—Es Lacava el ganador. Bertucci no pinta nada aquí, ese se lanza a cualquier puesto, debe estar ahí para entorpecer las elecciones. Es pastor y tiene una labia excelente para engañar, pero yo también soy “iglesera”. No voy a la de él, pero me conozco la labia de los curas también.

Scarano le parece un buen gerente, pero no confía en él ni en sus aliados: “Llevan mucho tiempo queriendo chupar poder para hacer el clásico quítate tú pa’ ponerme yo”. Y sobre el apoyo a Lacava, a Corina le decepciona la actitud de la gente.

—No sabemos votar, somos un circo. Aquí viene un loco simpático y ese es el que va a mandar. ¿Qué me importa a mí si pintó una acera cuando el agua que llega a mi casa huele a mierda, si yo cocino un arroz casi en treinta minutos porque tengo que usar una cocinita eléctrica porque no puedo contar con el gas, que solo me dura 24 días, y para colmo se me va la luz seis horas al día? En Carabobo la gente lo que debería es conseguirse unos racimos de ajo y una buena estaca para acabar con ese tipo.

Mientras tanto, en Los Guayos, no muy lejos de la casa de Janeth, la familia Salas recibe con los brazos abiertos a Scarano.

—Ese es el hombre, hijo —dice Clarisa, una ama de casa de 59 años— . Yo veo lo que él ha hecho en San Diego y lo veo posible aquí. Quiero que vivamos bien de verdad.

Armida vive con un hijo de diecinueve años y un hermano que se mudó a su casa hace nueve meses desde Falcón: paciente renal, tuvo que venirse a vivir cerca de Valencia para poder dializarse. Por el calor está sin franela y puedo ver el parche junto a su clavícula, sobre el sitio en que le ponen la vía.

—Los Guayos es un asco —sigue Clarisa—. Mira cómo están estas calles, no sirven para nada. Siempre he creído en su proyecto y por eso yo voy a votar por él, porque por aquí jamás he visto a Lacava y a Enzo sí. Yo estoy y estaré con él.

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