Cacao sostenible: bueno para la economía y vital para el bosque

Ayuda a restaurar una selva talada, a crear empleo e ingresos para comunidades rurales, y a restablecer un negocio histórico en Venezuela. Así se cultiva cacao de buen impacto ambiental

Con productos naturales para fertilizar y controlar las plagas, sin quema y reforestación rápida, el cacao ya está ayudando a restaurar zonas deforestadas

Foto: Composición de Sofía Jaimes Barreto

Se llama cinturón del cacao a la franja a lo largo del Ecuador que está entre los veinte grados de latitud norte y los veinte de latitud sur. A la velocidad en que se van manifestando los efectos del cambio climático, es muy posible que en las próximas cuatro décadas no solo se reduzca el área que hoy cubre ese cinturón, sino que el cacao se extinga. México y Nicaragua, por ejemplo, perderán sus cultivos. Venezuela podría ser otro de los siguientes países en perder los suyos.

Sería una desgracia más, porque el cacao, según el ingeniero agrónomo Francisco Betancourt, “es un cultivo conservacionista. En la medida en que nosotros sembramos cacao, hacemos bosques y plantaciones sostenibles”. 

En Venezuela, que el cacao sea un cultivo sostenible no es un plan para el futuro, sino una realidad que va ganando terreno. Sea porque aquí hay que aprovechar al máximo los materiales y los equipos agrícolas, por lo escasos y costosos que son, o porque es poca la tierra sembrada con cacao y hay que sacarle provecho, en Venezuela se sigue sembrando y plantando con estrategias de mínimo impacto ambiental.

Afirma el empresario Douglas Dager que a diferencia de otros países productores de cacao en la región, los terrenos en Venezuela no se podan con tractores, ni se les inyectan nutrientes artificiales a las plantas ni se emplean insecticidas químicos para convertirlas en pequeñas fábricas de cacao. Aquí, dice, “tratamos de que el ser viviente que está dentro de la planta se desarrolle lo más natural posible, entendiendo siempre que el cultivo que haga el ser humano es un agravio al ritmo natural del ambiente”.

Recuperando un bosque 

Al ambientalista Oscar Pietri se le ocurrió reforestar con cacao, porque se encontró con el cacao ancestral que se creía extinto y porque cree que el cacao puede volver a ser un cultivo productivo y cultural en las montañas de Guáquira, en Yaracuy. Cuenta Pietri: “Llegué hace treinta años y hace como veinte, comenzamos recuperando la genética de los árboles, a través de la reproducción de semillas de árboles viejos de Guáquira. Ahora soy un productor muy pequeño, de doce mil árboles más o menos. Siembro y planto matas de cacao en las montañas con fines conservacionistas, para recuperar la cobertura vegetal y el equilibrio ambiental. Para nosotros el espacio es para la conservación, el cacao es un subproducto de la reforestación”.

Doce mil árboles son más que menos. Pese a que Yaracuy es un estado lluvioso y que casi el 40 por ciento de su territorio es parque nacional, en 2015, de acuerdo a las autoridades regionales, los ríos registraron una merma entre 70 y 100 por ciento. 

Se estaba cumpliendo lo que ya advertía Pietri veinte años atrás, cuando presentaba el cacao yaracuyano a sus propias autoridades: “No se estaba viendo el valor de Guáquira. Estaban destruyendo las nacientes de agua, la biomasa, el hábitat de las especies nativas de allí, la posibilidad de conseguir medicinas y alimentos que hoy en día desconocemos, por una gramínea y cuatro vacas. Quizás a la gente no le parece importante, pero para mí, deforestar selvas vírgenes siempre es una mala idea”.

Se dice que así se perdieron más de trescientas mil hectáreas de bosque en Yaracuy, pese a que el artículo 207 de la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario de 2001 dice que hay que preservar los recursos naturales durante la producción agrícola y ganadera.

Al menos, se tomaron las primeras medidas: prohibir la tala, la deforestación y la ganadería extensiva, sobre todo en las zonas protegidas. Y se creó el decreto 3.203 de 2015 que, además de proteger las fuentes de agua, prohíbe la ganadería en alta montaña, que es uno de los mayores problemas de fondo.

“Hace como cinco años fue que las autoridades me empezaron a parar pelota ―recuerda Pietri― Ahora en Guáquira está penado talar los cerros y la pena por deforestar es reforestar. Entonces, promuevo que sea con cacao Guáquira o de la Marroquina, de forma estructurada, para propagarlos, pero también entendiendo la simbiosis en una zona megadiversa: aves, monos, roedores y especies endémicas conviven en el cacaotal… Quizás por esto, el modelo de Guáquira se está expandiendo a las zonas protegidas y protectoras circundantes, y no vendemos cacao a la industria, sino a los chocolateros que aprecien nuestro cacao”.

¿Y por qué no reforestar con las mismas especies de árboles que fueron talados? Porque es difícil convencer sembrar o plantar lo que no produce frutos. Entonces, como indica Pietri, es mejor una reforestación productiva que nada. A fin de cuentas, en la práctica, cuando el cultivo se cuida, también se va recuperando la cobertura forestal.

Sí, el cacao es conservación y turismo ecológico que, al menos en los predios de Pietri en Yaracuy, son actividades económicas todavía rentables.

Como cuenta el ambientalista, no le interesa tanto cuánto comercializar, sino cómo cultivar, mantener los trabajos de las treinta personas que lo acompañan y añadirle valor al cacao para que sea el top of the line y no tenerlo que regalar. 

Canoabo es el modelo

No hay cacaotero ni chocolatero en Venezuela que no mencione lo que está pasando en Canoabo, Carabobo. Entre 2018 y 2019 se desarrolló el proyecto Cacao Resiliente de la Fundación Tierra Viva, ganador del concurso de la iniciativa interamericana de promoción de inversiones BID Invest. Así, se ejecutaron prácticas agrícolas ecológicas y rentables para los cultivos de cacao que mitigaran los efectos del cambio climático.

De manera que el proyecto se concentró en el trabajo del y con el productor. Entonces, se creó la Asociación Única de Productores de Cacao de Canoabo (Auproca) con miembros con formación técnica y comercial decididos a modernizar el sistema de cultivos del valle. En 2020, la asociación armó el proyecto Bioinsumos y Sostenibilidad, concursó en el programa Pequeñas Donaciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y ganó el concurso.

Francisco Hernández, productor de cacao y directivo de Auproca, afirma que con este nuevo proyecto continúa el desarrollo agrícola, ahora con la fabricación y uso de biofertilizantes: “Pudimos montar la planta de bioinsumos y estamos fabricando un biofertilizante sólido y tres líquidos, no solo para los cacaos, sino para cualquier rubro, hasta para las casas con huerticos y para cualquier productor en el país”.

En Canoabo ya se están controlando las plagas y las enfermedades con productos naturales, porque es grande la diferencia entre los precios de los agroquímicos y los fertilizantes sintéticos, y los biofertilizantes, y que los primeros, además de ser más costosos contaminan la tierra, las aguas subterráneas y al ser humano. Además, se quema menos cuando termina la zafra, se reforesta más, se produce más y se educa más a quienes serán los próximos cacaoteros de la Escuela Técnica Agropecuaria Carlos Sanda y en la Universidad Simón Rodríguez, núcleo Canoabo.

Desde hace poco más de cinco meses, Canoabo organiza un comité del cacao para que la empresa privada presente ideas al Estado y así mejorar mucho más la producción y la comercialización. Dice Morales: “Ojalá vean el potencial con todo lo que estamos haciendo. Canoabo ha ido creciendo en número de hectáreas sembradas y con el procesamiento han surgido nuevas marcas de chocolate de aquí, de Carabobo… Somos un cacao que ya tiene cierto reconocimiento”.

Los buenos tercos

Dager tiene su propia versión del banco de Svalbard, o lo que es igual, un banco de germoplasma en Aragua y otro en Mérida que, aunque modestos, resguardan la genética de algunos cacaos criollos en peligro de extinción o que no se siembran en grandes cantidades, es decir, Dager recopila esas poquísimas plantas en el país que todavía están vivas precisamente para eso: mantenerlas vivas y reproducirlas.

“Hay que hacerlo para tener respaldo de esos cacaos criollos ―enfatiza Dager― porque estos bancos, en Venezuela, ya están en extinción por mengua y si viene una vaguada se lleva todas esas matas o si sigue el cambio climático como va, hasta ahí llegó la genética. Mientras se tengan más lugares de resguardo, más estamos resguardando su preservación”.

El cacaotero e investigador Calixto López en Paria es otro buen ejemplo. Cuenta que, con la Fundación Proyecto Paria, recopiló todos los cacaos que pudo en la península durante los años 2003 y 2013. Entonces, cuenta López: “Los injerté en mi finca, uno por uno. Esos tienen una numeración de cuántos son y allí están, ordenaítos”.

El chocolatero Jesús Méndez “Churri” explica los aportes de López con esa recopilación que tiene casi dos décadas: “Calixto hizo de su hacienda un sitio de estudio. Logró identificar cacaos criollos locales que ahora se conocen como Agua Fría 1. Los reproduce en su hacienda y en otros espacios de la península. Es un estudio limitado por las condiciones económicas, pero él es un investigador muy interesante, porque está absolutamente dedicado a esto y su proceso es de observación permanente”.

Otras iniciativas siguen echando raíces, pues como bien dice la chocolatera María Fernanda Di Giacobbe: “Somos un gentío que nos hemos metido en la cabeza mantener y demostrar que tenemos el mejor cacao del mundo”. 

Y en eso anda la Asociación de Cacao y Afines del estado Bolívar, que insiste en la seguridad de los cacaoteros y en la preservación de las tierras vírgenes de Guayana. Y la Red del Cacao Barinés, que promueve este cultivo en Barinas pese a los cambios en los patrones de lluvia y sequía. O la familia Vásquez, que produce en la sierra neoespartana para que sepamos que Margarita no es solo playa y ají. También la Fundación Nuestra Tierra, que nos recuerda la razón de tanto esfuerzo: sin cacao no hay chocolate… ni un aliado clave para el desarrollo económico, educativo, social y cultural de Venezuela.


Esta es la tercera y última entrega de esta serie sobre el cacao en Venezuela. Lee aquí la primera sobre las dificultades para producirlo y exportarlo, y aquí la segunda sobre cómo si riqueza genética explica su calidad. Comparte las versiones en inglés en Caracas Chronicles