Al reencuentro de la Valencia de siempre

Con los recorridos que organiza por el casco histórico, Eduardo Monzón creó no solo un pequeño emprendimiento, sino una vía para que los valencianos se reconcilien con el presente de su ciudad al conocer su pasado

Eduardo Monzón, guía de la Valencia histórica: un caso de crisis convertida en oportunidad

Foto: Armando Díaz

Eduardo Monzón muestra la plaza Bolívar de Valencia y sus alrededores.

—Aquí tu oyes a la gente decir “el centro”, y te lo dicen con desprecio —dice Eduardo— «¡Ay, el centro, los buhoneros, la delincuencia!» No, el centro es más que eso y con mi equipo lo han descubierto.

—El trazado urbano de Valencia es reticular, cuadrangular, perfectamente ortogonal —comenta Eduardo con pasión— y sus calles están alineadas como un tablero de ajedrez.

A este joven periodista carabobeño siempre le gustaron dos cosas: el turismo y la historia. Pasar su infancia visitando el Campo de Carabobo para ver los desfiles militares le produjo un verdadero interés por el pasado de su país. Ya de adulto y como muchos jóvenes venezolanos, se debatió entre migrar o quedarse en Venezuela. Un viaje a la Gran Sabana le hizo pensar en todo lo que podía hacer en el futuro.

—No quería solo sobrevivir aquí —recuerda Eduardo—, sino disfrutar las cosas buenas del país. Entonces comencé a viajar por Venezuela. A pesar de las dificultades era posible. Conocí el país de punta a punta y eso hizo que me quisiera especializar, como periodista, en la fuente de turismo. 

Así que empezó a escribir sobre los paisajes del país, pensando en aportar un poco a la reconstrucción de nuestra idea de nación. Hasta que en 2018, al regresar de un viaje de México, se sintió frustrado porque la crisis hacía ya imposible viajar por Venezuela. 

—Me di cuenta de que conocía muchos lugares, pero jamás me había dado a la tarea de conocer Valencia. ¿Qué aportaba mi ciudad? Nunca he escrito sobre Valencia y bueno, para muchos eso es lo normal, uno vive en el sitio y, pues ignoramos la cantidad de cosas que se pueden hacer aquí. La cotidianidad acaba un poco con la curiosidad.

El redescubrimiento del centro

Eduardo se enrumbó al centro histórico de la ciudad y reencontró la misma curiosidad por el pasado de Venezuela que había sentido en los desfiles del Campo de Carabobo. Ese interés lo hizo visitar la zona muchas más veces. Aprovechaba que vivía en una urbanización aledaña y caminaba hasta la Plaza Bolívar. En cada visita cruzaban su mente más preguntas. Pasó a los libros. Empezó con la colección de biografías editada por El Nacional. Luego buscó la autobiografía de José Antonio Páez. Se acostumbró a consultar el Diccionario de Historia de Venezuela de la Fundación Empresas Polar, así como la Historia del Estado Carabobo, de Torcuato Manzo Núñez. Se enfocó en un período de los veinte años en el que Carabobo y Valencia jugaron un rol protagónico, entre 1811 y 1830. Fue ahí cuando se preguntó “¿Por qué quedarme con esto? Necesito hacer más. Quiero que la gente lo sepa y transformar esto en algo”.

Entonces Eduardo recordó los tours en Caracas que buscan dar a conocer otra cara de la ciudad. Le había gustado en particular uno que hizo en Petare. Recorrió el casco histórico y no lo robaron, ni le ocurrió nada. Eso lo entusiasmó más aún.

Sobre el Monolito del Libertador, un Bolívar pedestre señala la dirección en que se encuentra el Campo de Carabobo.

Foto: Armando Díaz

—No te voy a mentir. En ese momento para mí era imposible imaginar traer eso a Valencia por la falta de cultura, que todavía no lo hay, pero hay avances. 

El principal problema era una ciudadanía que ni valora ni conoce la historia o la trascendencia de Valencia. No obstante, fue esa adversidad la que le dio vida a su proyecto.

Concibió el Proyecto Más Valencia como un plan turístico para dar a conocer la ciudad desde su historia, que se remonta a tiempos mucho más antiguos que los de la época independentista. Consiguió las trazas de ese pasado siempre desapercibidas por la gente ocupada en diligencias o compras, atemorizada de que la roben. 

Más Valencia buscaba derribar esa barrera y construir una nueva visión mediante recorridos turísticos de una hora y media por el casco histórico. 

—Recuerdo que la primera vez, el 5 de enero de 2019, organicé una ruta muy extensa para explicar los sitios icónicos: la Catedral, el Teatro Municipal, el Capitolio, el Paraninfo de la Universidad de Carabobo. Pensaba que no iba a venir nadie. Hice la convocatoria por Instagram, comenzó a llegar la primera persona, la segunda y cuando vi eran más de 20 y no me lo podía creer. Creo que conocer la ciudad te fortalece como ciudadano, y en especial al patrimonio cultural.

En el segundo recorrido, el éxito fue el mismo. Eduardo estaba sorprendido de que una convocatoria en su cuenta de Instagram @mas.valencia pudiese tener tanto arrastre. 

Desde ese 5 de enero de 2019 hasta febrero de 2020, Eduardo Monzón ha hecho más de cuarenta recorridos, para casi ochocientas personas, sin ningún tipo de incidente. 

—¿Por qué tener miedo si esta es nuestra ciudad y estamos todos juntos?

La pregunta ha servido como un mantra que traspasa a los que quieren conocer más la ciudad. Tanto que hoy Más Valencia es un equipo de seis personas (Andry Gómez, de 34 años; Verónica Delgado, 35 años; Eduard Rebolledo y Roxy Pérez, 39 años y Rebeca Figueredo, 32 años) apasionadas por descubrir el casco histórico. Todos hacen de guías, aunque Roxi se ocupa de la administración, y Eduard y Verónica de las fotos para redes sociales. 

Entender el lugar en que vives

Una de sus rutas principales, “El origen de Valencia”, cuenta la historia de la ciudad desde el espacio urbano más antiguo, que es la Plaza Bolívar, y el edificio más antiguo que queda en pie, la catedral. Hay otra ruta concentrada en la catedral, debido a toda la historia que contiene. Una de las visitas más demandas es la de la parroquia San Blas: «San Blas, tesoro valenciano», un recorrido a lo largo de la calle Colombia desde la Plaza José Antonio Páez hasta la Plaza Negro Primero, que incluye cinco plazas y la iglesia de San Blas. También tienen una ruta en la parroquia Candelaria: «Historias de La Candelaria», que parte de su iglesia a la Plaza Miguel Peña y termina en el bar La Guairita, dos cuadras más abajo. 

Más Valencia diseñó rutas que llevan algún tiempo sin hacer, como la de Antonio Guzmán Blanco, que se concentra en las obras arquitectónicas de la Plaza Sucre, la Plaza Bolívar y el Teatro Municipal. O las del convento San Buenaventura, la Casa de La Estrella y la Casa Páez. La ruta Bicentenaria se desarrolla en cuatro estaciones de la Plaza Bolívar de Valencia y se concentra en la Independencia.

Durante el primer año las actividades fueron gratuitas, porque para Eduardo aquello era un pasatiempo que le permitió crear rutas, tantear a la gente y darse a conocer. Pero ahora sí están cobrando, entre dos y tres dólares cada recorrido. No obstante no dejarán de hacer actividades gratuitas, puesto que es también un servicio para la ciudad. 

A Eduardo le parece que aporta “frescura” que los jóvenes sean los que tomen la iniciativa de mostrar la ciudad. A su juicio la historia se percibe a menudo como “cuadrada y tediosa”, pero con el enfoque de ellos los paradigmas cambian y de pronto luce apasionante.

El confinamiento y el distanciamiento social dieron un vuelco inesperado a Más Valencia. 

—La pandemia por supuesto que nos frenó, porque lo más sabroso de esto es lo vivencial: aprender en el sitio. Pero ya nos estamos preparando para volver.

Eduardo comenta que de nada sirve tener un sitio bonito, pintado y arreglado pero que para la ciudadanía no signifique nada. 

—Cuando no significa nada para ti, no desarrollamos esa capacidad de anfitrión que tienen muchos extranjeros en sus países, que te muestran todo con emoción.

Por su situación estratégica, en pleno centro norte y conectada tanto con Caracas y Barquisimeto como con los llanos y al mar por Puerto Cabello, Valencia fue promovida por la Venezuela moderna como la ciudad industrial que protagonizaría el modelo de sustitución de importaciones. Hasta hace pocos años, de hecho, producía muchos vehículos y toda suerte de bienes de consumo. Pero con el desplome de la industria carabobeña, a partir de 2013, miles de fábricas cerraron sus puertas. 

—Entonces, si Valencia ya no es una ciudad industrial, ¿qué somos? —pregunta Eduardo. Para él la respuesta está en esas cuadras del centro, y en el rol de la ciudad en el ciclo independentista.

—Valencia no es la ciudad en donde se hacía la pasta de dientes o la mantequilla y la cerveza. Valencia es por excelencia la ciudad histórica de Venezuela. ¡Esa es nuestra identidad originaria!

En sus recorridos por el centro histórico, explica que Valencia no se fundó oficialmente en 1555 por Alonso Díaz Moreno, sino que más bien es un misterio, por la falta de actas y documentación oficial. Se sabe que los fundadores venían desde El Tocuyo y que encontraron en el sitio donde creció Valencia un lugar más protegido de los piratas que en la población previa de Borburata, al este de Puerto Cabello.

Eduardo, de pie sobre la calle Independencia, mira hacia el este y hacia al oeste. 

—Esto fue lo que vieron los primeros pobladores —dice— . El cerro La Guacamaya y el cerro El Copey. Un valle con un río que lo atraviesa, el Cabriales. Un lugar perfecto. Así nació Valencia, de a poco, una ciudad bastante autosuficiente e independiente de Caracas, con una sociedad en la que todos se conocían. Por eso cuando en los cincuenta empezó el boom industrial, Valencia se transformó, creció de forma acelerada y se creó el Norte y el Sur. El Norte para aquellas familias antiguas y el Sur para los que trabajaban en las fábricas. Ahí surgió esa imagen elitista de la ciudad, producto de haber pasado de pronto de una ciudad en la que todos se conocían a una con cada vez más forasteros.

Eduardo frente al portón de la catedral que empezó a construirse en 1580, basílica de la Virgen del Socorro

Foto: Armando Díaz

Para Eduardo Monzón su proyecto significaba disolver por un momento todos los problemas y enfocarse en algo tan sencillo y elemental como ver desde otra óptica el lugar en el que vives. 

—Necesitamos de esa identidad, porque si te quedas y toleras todas estas vicisitudes es porque crees en el país.