Nuestra violencia política también es violencia sexual

Detrás de los atentados contra los derechos humanos en Venezuela corre una oscura tradición de sometimiento sexual, como nos muestran investigaciones y análisis de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa

La vieja tradición militarista que ningún gobierno ha derrotado arrastra viejas prácticas relacionadas con el machismo y la violación como arma

Foto: Composición de Sofía Jaimes Barreto

Creo que formo parte de la primera generación de venezolanas agradecidas con la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa). 

Esta organización no gubernamental apareció en los años ochenta, cuando la pandemia del sida se extendía por el mundo. Pero antes de ella, avanzado el siglo XX, la sexualidad aún suponía riesgos, en particular para las mujeres. No había entonces contraceptivos perfectos, faltaba bastante para que llegara la píldora del día siguiente, el aborto era (y es¡qué verguenza!) una peligrosa práctica clandestina en Venezuela y no era cómodo hablar de tus problemas con ginecólogos conservadores, que te decían “señora” aunque tuvieras quince años. Así que entre las jovencitas de entonces corrió como pólvora la noticia de un servicio donde podían ayudarnos con nuestras dificultades. 

La “educación sexual alternativa” que proponía la organización era además una manera de conjurar la violencia irreflexiva que teñía y tiñe todavía la vida y los intercambios sexuales en Venezuela. Avesa fue una organización pionera en tratar la sexualidad como un problema de educación, de servicios y de investigación. Pero sobre todo, supo colocar en el centro de su tratamiento la perspectiva de los derechos humanos, y considerar que esta debía ser un aspecto central en las políticas de Estado y el desarrollo. Además, prestó atención con seriedad, por primera vez, a las mujeres violadas. De hecho, el primer gran resultado de sus programas fue que se empezara a hablar de la violación como de un asunto público.

Desde entonces, la Asociación ha participado en la elaboración de la Ley sobre Violencia contra la Mujer y la Familia, en el proceso constituyente de 1999, en la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente y en la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. También en las comisiones de trabajo en instancias gubernamentales asesorando en la definición de políticas públicas en materia de salud sexual y reproductiva y derechos humanos de las mujeres. Y en los últimos años ha contribuido, junto con otras organizaciones, en informar sobre la vulneración de los derechos humanos de las mujeres, ante diversas instancias internacionales especializadas que siguen la situación de Venezuela.

Magdymar León, coordinadora actual de la Asociación, me habla de tres trabajos publicados en su sitio web que resumen sus observaciones sobre el tema: “Violencia sexual en el contexto de represión política. Algunos datos de la prensa nacional”, “Poder y coerción en la base de la violencia sexual en contexto de represión política” y “Violencia sexual en la emergencia compleja venezolana”. Lo que estos escritos revelan no es poca cosa. Por un lado, que la violencia sexual es una forma de tortura sistemáticamente perpetrada o avalada por funcionarios públicos contra los civiles detenidos en nuestro país. Por otro, cuán falsas eran nuestras creencias sobre la modernidad de los venezolanos y las venezolanas —aquí es imperativa la duplicación—, en lo que se refiere a la violencia de género y al machismo.

La democracia no acabó con una tradición militarista patriarcal

Magdymar León recuerda que la violencia contra las mujeres se reconoce como delito y vulneración de derechos humanos en fecha muy reciente. Antes era vista como algo privado, como se asumía que en la “protección de su pareja” residía lo esencial de la condición femenina, era frecuente que la violencia se sufriera en silencio y durante muchísimos años. 

—Escuchar los relatos de las mujeres fue el primer paso para reconocer lo que ocurría, y esto lo vio Avesa en Venezuela, pero también lo vieron otras organizaciones de acá y del resto del mundo. Fíjate que apenas en 1979, Naciones Unidas aprobó la Convención para eliminar toda forma de discriminación contra las mujeres, y en ese momento se reconoció la condición desigual y de discriminación, pero todavía no se reconocía el problema de la violencia de género en sus diversas expresiones. 

Para entonces no había cifras ni registros, ni siquiera una instancia en la cual se pudieran denunciar los casos de discriminación o violencia. Avesa nace justamente en el momento en el que las mujeres del mundo se dan cuenta de que el derecho al voto no era todo y había que combatir la desigualdad, con la segunda ola del feminismo que les había enseñado a reorganizar las luchas. Surgieron entonces muchas ONG y grupos para llevar adelante ese proceso.

Pero en Venezuela teníamos la percepción de que estábamos muy adelante en lo relativo a los derechos de las mujeres, fundamentalmente por lo que la democracia significó para las venezolanas.

Me explica León:

—Es que nosotros vivimos un periodo de prosperidad, democracia y bonanza económica, y el acceso a la educación gratuita hasta la universidad permitió el desarrollo para la población, en particular de las mujeres. El cambio de Código Civil supuso mejoras para nosotras también. Comparando las condiciones de las venezolanas con la de las demás mujeres de la región, los indicadores nos favorecían, sobre todo los vinculados al acceso a educación y a salud (muerte maternoinfantil), que son importantes para evaluar la igualdad entre géneros. Pero pese a esas condiciones que favorecían la igualdad, la violencia contra las mujeres existía y ese hecho tiene bases culturales: estábamos y estamos inmersos en una cultura patriarcal en la que la supremacía masculina está presente. 

Hoy día, hablar con precisión de cifras en Venezuela es una misión casi imposible, no hay datos oficiales sobre los principales problemas que aquejan a la población, entre los cuales se deben incluir diversas formas de violencia contra las mujeres, algunas muy sutiles, otras obvias y terribles. Es una situación además que se ha profundizado en el contexto de una emergencia humanitaria compleja y con la pandemia, porque los sistemas de salud, educación, servicios, seguridad y alimentación están totalmente devastados. Esto ha afectado de forma muy particular a las mujeres, que ya estaban antes en situación vulnerable, y por eso han tenido menos posibilidades de responder en esta debacle.

—En efecto, las cifras de femicidios van en aumento —señala la psicóloga—, según lo que registran diversas ONG que han sistematizando la recolección de datos en años recientes. Por ello urge reconocer el problema de la violencia contra las mujeres y también enfrentarla y prevenirla.

La larga historia militarista de nuestro país, una cultura con fuerte arraigo que propicia la crueldad, no se pudo superar además en el corto período democratico que vivimos entre 1960 y 1998. Ese también es un aspecto que determina la recurrencia de la violencia sexual en los cuerpos de seguridad venezolanos. León me recuerda que la violencia sexual ha sido históricamente un instrumento de guerra, como lo reconoce incluso el Estatuto de Roma que da cuerpo a la Corte Penal Internacional para los crímenes de guerra y lesa humanidad y se refiere a sus causas:

—Hay que entender que la motivación de la violencia sexual no es necesariamente obtener placer sexual. Como en toda forma de violencia, busca imponerse sobre el otro, debilitar sus fuerzas, humillar, intimidar, someter. En la violencia sexual, la imposición es realizada mediante algún acto de naturaleza sexual. Así, la amenaza de violación a manifestantes, las violaciones y actos lascivos en contra de mujeres y hombres detenidos en manifestaciones, la desnudez forzada, son todas formas de violencia sexual recurrentes en Venezuela, pero sobre todo, en los últimos años en el país. La violencia sexual es una práctica lamentablemente muy frecuente en contextos militares que se extrapola a la población. Tanto en el militarismo, como institución vertical y de poder, como en la cultura patriarcal, la violencia sexual es una herramienta empleada para imponerse.

Los prejuicios contra el feminismo no tienen ideología

Desde su fundación, Avesa ha trabajado con diversas instancias legislativas para lograr avances en leyes y reglamentos, y no ha dejado de hacerlo en estos últimos veinte años, a pesar de las dificultades que ha significado trabajar con una institucionalidad tan precaria como la nuestra. León me explica que el signo político de los gobiernos no los ha amilanado nunca en Avesa, porque el feminismo ha tenido que enfrentar prejuicios desde siempre:

—La lucha feminista se ha caracterizado por enfrentar todo tipo de interlocutores, gobiernos de derecha, de izquierda, dictadores, gobiernos legítimos, gobiernos ilegítimos. Ningún partido político ha estado cabalmente del lado de la lucha de las mujeres. Sus intereses son otros, y sabemos que ningún derecho nos ha sido concedido sin luchar, ni en Venezuela ni en ningún país. Los derechos de las mujeres tienen muchos adversarios, y también lamentablemente adversarias, hay que decirlo. Así que hay que tener claro cuáles son los objetivos que nos planteamos, que no son los de mantener un determinado gobierno o una determinada estructura económica. Ya sabemos que el patriarcado tiene la capacidad de adaptarse a diversos modelos económicos y políticos, por lo que nos toca enfrentarlo siempre.

Sobrevivir o triunfar gracias al intercambio sexual

Hace poco participé con Magdymar León en un evento en la Sociedad Psicoanalítica de Caracas (SPC) donde la psicóloga relacionó de una manera magistral las intervenciones tempranas para cambiar de sexo con la presión que ejercen sobre las personas los estereotipos binarios de identidad, una presión que lleva a decantarse rápidamente por cambios corporales antes de lidiar con malestares que derivan de demandas colectivas. Cuando le pregunto por su experiencia en el campo, León me cuenta del trabajo hecho en Avesa en su desaparecido servicio de atención psicológica:

—La transexualidad y el transgenerismo, que ocurren en todas partes del mundo, demandan acompañamiento e inclusión, pero en la Venezuela de hoy casi no hay respuesta para estas personas, no hay espacios en los que puedan hablar con tranquilidad sin sentirse juzgados, rechazados o sancionados. Este es un tema del que poco hablamos, y si bien Avesa no es una organización cuyo objetivo es atender a esta población, reconocemos que desde un abordaje con una perspectiva de género, no hablamos solo de mujeres o de hombres, sino también de personas trans. 

Le señalo las analogías que veo entre las intervenciones a las que se refirió y las tan comunes cirugías plásticas, que se hacen para exacerbar los caracteres sexuales secundarios de las mujeres, y hasta de hombres, a veces a niveles francamente caricaturescos sino grotescos. León nuevamente identifica elementos de poder y violencia en el fenómeno tan común en nuestro país: 

Sin lugar a duda existe un gran entramado de factores que intervienen en generar y sostener la violencia contra las mujeres, entre ellos, los estereotipos de belleza. Pero peor aún es la idea, subyacente a estas búsquedas de belleza, de que el contacto o intercambio sexual son una herramienta para el éxito. Este es un elemento muy peligroso en nuestra sociedad, toda vez que todo esto ocurre dentro de la lógica patriarcal.

Avesa hoy: formar, documentar, apoyar

Como casi todas las organizaciones del país, Avesa ha tenido que adaptarse a privaciones. Desde 2010 tuvo que reducir el servicio de atención psicológica y en 2015 debió cerrarlo. No alcanzaban los recursos para sostenerlo y buena parte de su personal empezó a emigrar. Para sobrevivir se han concentrado en dos líneas de trabajo principales: producir materiales y capacitar en la atención de casos de abuso sexual y documentar la situación de los derechos humanos de las mujeres ante la emergencia humanitaria compleja. La elección se deriva de la factibilidad y pertinencia de esos proyectos. 

El servicio de atención psicológica de la Asociación atendía fundamentalmente a niños, niñas y adolescentes víctimas de abuso sexual y tras su cierre, optaron por transferir esa experiencia y conocimiento a profesionales de otros servicios que continúan haciendo esta labor con los materiales de capacitación, muchos de los cuales estan disponibles en su sitio web. Y la documentación sobre el estado de los derechos humanos de las mujeres, más que pertinente, la sintieron como una obligación:

—No podemos ser simples espectadoras de lo que ocurre en el país —dice León—. Había que sistematizar la información para mostrarlo a la población venezolana, pero también al mundo. Avesa participó en la elaboración de las dos entregas del informe «Mujeres al Límite» (años 2017 y 2019), que examina los derechos de las mujeres en materia de salud sexual y reproductiva, alimentación, violencia y migración, entre otras cosas. Además han solicitado audiencias ante la CIDH y entregado informes ante diversas instancias de derechos humanos, para exponer los datos recolectados y, por supuesto, exigir al Estado venezolano respuestas efectivas a estos problemas.

En este momento la Asociación se concentra en crear una nueva modalidad de atención telefónica para brindar primeros auxilios psicológicos a mujeres que han sufrido violencia. Esperan que la línea esté operativa a partir del 20 de octubre y funcione de martes a sábado de ocho de la mañana a ocho de la noche. Como parte de esos primeros auxilios, brindarán contención y apoyo emocional a las personas agredidas, orientarán sobre la situación de violencia reportada y sobre la forma de denunciar, entre otras cosas.