La peste, semana 2

Crecen los malos números y los nervios de los gobiernos responsables; crece la tensión por retener a los ciudadanos en sus casas; y crecen las brechas, porque la pandemia no es lo mismo para todos

Arturo Michelena, "El niño enfermo".

Esta fue la semana en que se registró la primera muerte en toda la provincia de Quebec (con ocho millones de personas en un área del tamaño de Colombia), luego de varias semanas desde el primer caso. 

La víctima fue una abuela de 82 años en una residencia de ancianos, de las muchas que hay en este país. Varias otras personas de ese mismo lugar estaban siendo observadas y aisladas, con temor de que aquí empiece a pasar lo que pasó en Seattle, 35 víctimas en una misma residencia. En el resto de la semana, otros tres ancianos en esa misma residencia sucumbieron al COVID-19. 

Este virus que hasta ahora ha tenido la mayoría de sus víctimas entre los ancianos está golpeando duro en esos países con mucha población mayor de 60 años que necesita inmigrantes jóvenes, en Europa Occidental y América del Norte. Pero los casos graves entre gente más joven están aumentando también: una médico china de 29 años, un guardia civil español de 37… Habrá que esperar semanas o meses para ver si en efecto este nuevo coronavirus es sobre todo una amenaza para los viejos, o si lo es para todos.

Habrá que esperar semanas o meses para entender mejor esta catástrofe. Todo indica que esto apenas comienza.

∴ ∴ ∴

El primer ministro de Quebec dijo en la tarde del domingo que los casos irán aumentando a medida que se vayan haciendo más pruebas. Ha sido claro sobre la intensidad de la pandemia, mientras hay tantas dudas sobre la franqueza que regímenes autoritarios como China, Rusia, Irán o Cuba tendrán a la hora de reportar sus bajas. 

¿Cuántos casos habrá en realidad en Venezuela, y cuántas víctimas? ¿Alguna vez lo sabremos, en el país donde no se sabe nada y donde los balances fatales de nuestras catástrofes —el Caracazo, el deslave de 1999, la emergencia humanitaria compleja— quedan solo como vagas leyendas y nunca como hechos históricos cuantificables?

∴ ∴ ∴

En Montreal, el frío llega en septiembre, y para noviembre es frío de verdad. Pasan diciembre, con sus noches eternas, y los feroces enero y febrero. Es a finales de marzo cuando el invierno empieza a retirarse, y aguantamos todos estos meses esperando la primavera. Ya está llegando, pero ahora no podemos disfrutarla, porque no debemos salir. Al menos no sin guardar la debida distancia.  

Veo a la gente llevando eso muy mal, resistiéndose a permanecer dentro. Hay jóvenes yendo a los bares y ancianos negándose a abandonar los centros comerciales. El gobierno provincial acudió primero a los ruegos, luego convenció a los influencers de las distintas generaciones (estrellas millennial por Instagram, viejas leyendas por la radio y la televisión) a que les ayudaran a regar el discurso de restez chez vous y lavez vos mains. Mientras escribo esto, en la tarde del domingo, al volver de darle una vuelta a la cuadra con mi hija de seis años, veo que el gobierno provincial ha ordenado cerrar los centros comerciales, los parques, las peluquerías, los restaurantes y los bares, al menos hasta el primero de mayo. Las guarderías y las escuelas ya estaban cerradas. La cuarentena total se avecina; será el único modo de aplanar la curva.

∴ ∴ ∴

Si en la casi ingobernable Venezuela es difícil forzar a la cuarentena a un población que en gran parte depende de la actividad económica informal en la calle para comer cada día, aquí en Canadá, donde también hay impactos productivos que manejar, el problema es convencer de la gravedad de la situación a una población tan poco acostumbrada a la catástrofe, tan habituada a una vida segura en la que el Estado resuelve los problemas. 

Siempre estoy mirando a mis dos países —mis dos planetas— a la vez, y en esta extrañísima ocasión en que ambos están sometidos al mismo tiempo a la misma contingencia las diferencias que los separan siguen siendo escandalosas. Mientras en Caracas los grupos armados regulares e irregulares están imponiendo la cuarentena a punta de pistola, en Montreal el gobierno muy gradualmente ha tenido que pasar de pedirlo por las buenas a exigirlo por las malas. Han tenido que arrestar a gente enferma de COVID-19 que irrespeta la orden de mantenerse aislada. Y esa diferencia se presenta en solo uno de los muchos factores involucrados en este problema global; no hablemos del contraste en la capacidad del sistema de salud de Canadá, frente a lo que quede de eso en Venezuela.

En la amplia y antigua literatura sobre las epidemias es común el tópico de que la peste iguala, porque mata tanto a ricos como a pobres. Es verdad, pero hasta cierto punto; es evidente que una cosa es aguantar esta coyuntura en un Estado de bienestar como Canadá, uno de los más altos en desarrollo humano, y otra hacerlo en la Venezuela de Maduro, con una emergencia humanitaria compleja.

∴ ∴ ∴

En Venezuela hay una dictadura y nadie se puede sorprender de que el totalmente incompetente régimen de Maduro esté manejando la pandemia como lo está haciendo: ocultando información, mintiendo, desplegando la fuerza bruta, lanzando medidas económicas absurdas. Pero en Canadá, el ciudadano estará viendo que su relación con el Estado está cambiando en el contexto de esta crisis. 

Uno de los supuestos de la vida en esta ciudad es que el Estado respeta tus derechos y que el espacio público es para ti. Hoy, el espacio público está siendo vedado por un Estado que se hace más duro, en principio para protegerte. ¿Cómo quedará esta democracia después de esto, qué heridas dejará el manejo de esta emergencia en las relaciones entre la institucionalidad política y la gente?

Y en términos más amplios, en este siglo XXI en que la democracia parece retroceder en casi todas partes, ¿cuánto prestigio ganarán los regímenes autoritarios que logren propagar una imagen de eficiencia ante la pandemia, como China y Singapur, mientras las democracias europeas son abrumadas por el coronavirus? ¿Cuánto ganará en prestigio China con esas operaciones tan publicitadas de asistencia, esos envíos de profesionales y de insumos que tanto contrastan con Estados Unidos cerrando sus fronteras y dándole la espalda a los demás?

∴ ∴ ∴

Si es verdad que uno conoce de verdad a la gente durante una crisis, algunos de nosotros conoceremos de verdad, o al menos más, a las sociedades en las que ahora vivimos como inmigrantes

En La Presse, Mario Girard cuenta cómo recorre el downtown de Montreal vacío y comenta que lo que más le impacta de su caminata es la fragilidad de nuestro mundo: con lo poco habituados que estamos a los dramas y a las catástrofes, dice, en pocos días nos hemos tenido que privar de cosas que considerábamos eternas e inamovibles. Ya no se ve a nadie corriendo, a nadie apurado. Estamos viviendo como en una escena a cámara lenta.

Solo encuentra una cola: enfrente de la tienda de la empresa provincial que vende los productos de cannabis. El equivalente local de la gente en Venezuela rodeando las licorerías, o de los muchos más grandes grupos de jóvenes en Florida celebrando el spring break

Los seres humanos son más o menos los mismos en todos lados: lo que varía son las instituciones.

∴ ∴ ∴

El primer reflejo como venezolano es pensar que uno ha vivido tantas cosas que esto también lo va a aguantar. Pero también puede ser que el haber acumulado tantos traumas te deja en cambio más vulnerable. 

Y no solo dentro de Venezuela. Aquí afuera podemos tener mejores posibilidades de ser atendidos si nos enfermamos si tenemos acceso a la seguridad social, pero nada nos puede salvar del miedo por los nuestros allá, ni de la idea de que ni siquiera podemos viajar a verlos o sacarlos de ahí. 

∴ ∴ ∴

A medida que pasan las semanas, se multiplican no solo las víctimas, sino las preguntas.

Hay tres que dan vueltas en mi cabeza, de día y de noche.

Una: ya que este es un evento global, que nos toca a todos de muchas maneras, es imposible pensar que saldremos de esto indemnes. ¿Cuáles serán las pérdidas, qué nos quitará el COVID-19, o sobre todo, a quiénes nos quitará?

Dos: sabemos que estamos al comienzo. ¿Cuánto va a durar, cuánto tiempo tendremos que pasar así?

Y tres: una vez que esto termine, porque pasará, ¿qué vamos a hacer? Si cuando un individuo se recupera de una enfermedad larga se levanta lleno de ganas de vivir, de salir, ¿cómo será eso con el mundo entero?