La deforestación de Venezuela explotó en los últimos cinco años

Un informe de Clima21 muestra que desde 2016, cuando nació el Arco Minero, el país ha perdido tanta selva como en los quince años anteriores, una superficie equivalente a tres veces la Gran Caracas. Las causas: la agricultura migratoria, los incendios forestales y la minería  

Las tasas de deforestación varían con las regiones, pero la agricultura de subsistencia y la minería están dejando un daño particular, sobre todo en bosques naturales

Foto: Composición de Sofía Jaimes Barreto

En lo que va del siglo XXI, Venezuela no ha perdido tanto bosque como el promedio de la región amazónica. Pero desde 2016, se está talando en el país mucho más rápido que en los países vecinos. 

Según indica el  reporte Bosques en desaparición: deforestación en Venezuela 2016-2021, de la ONG de derechos humanos ambientales Clima21, entre 2001 y 2021 Venezuela perdió 4,1 por ciento de los bosques que tenía en 2000. Es una pérdida de cobertura boscosa relativamente baja comparada con el promedio regional, de 9,9 por ciento. Lo mismo sucede con la pérdida de bosques naturales o no intervenidos, que en Venezuela ha sido de 1,5 por ciento, mientras que el promedio regional es 6,6 por ciento. Pero en los últimos cinco años (2016-2021), Venezuela muestra la mayor velocidad de aumento en la deforestación: 170 por ciento anual.

En nuestro país se está talando mucho más rápido que en Colombia y Bolivia, los países amazónicos más próximos en velocidad de aumento.

Clima21 utilizó información obtenida de la herramienta digital Global Forest Watch, que genera datos que provienen de sensores remotos; de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (Raisg) —un consorcio de organizaciones civiles de países amazónicos— y del portal Map Biomas, que genera mapas anuales de la cobertura y uso del suelo. El estudio de Clima21 dividió su análisis en dos periodos: antes y después de la creación del Arco Minero del Orinoco: 2001-2015 y 2016-2021.

Según la información de GFW, entre 2001 y 2015 la cobertura forestal total de Venezuela disminuyó en 97.258 hectáreas por año: el equivalente a dos veces la superficie del Área Metropolitana de Caracas. Pero en el período 2016-2020, la disminución alcanzó 157.307 hectáreas por año: más de tres veces la superficie de la Gran Caracas. Es decir, que en los últimos cinco años hemos perdido tanta selva como en los 15 años anteriores. Desde 2016, la deforestación anual promedio ha sido mayor en casi un 60 por ciento que en el periodo anterior, que fue el triple de largo.

Extracción desenfrenada

La deforestación tiene efectos fundamentales en las poblaciones humanas. Contribuye a casi un quinto de las emisiones de gases de efecto invernadero que generan el cambio climático y tiende a incrementar la zoonosis (el brinco de virus y enfermedades de especies animales al ser humano) como demuestran las epidemias de malaria, Nipah y ébola. Según las investigaciones de la bióloga María Eugenia Grillet, por ejemplo, una disminución de 1,02 por ciento (más de 3.000 hectáreas) de cobertura vegetal en San Isidro, Bolívar, ha ido de la mano con un aumento del 746 por ciento de casos de malaria. 

La deforestación también impacta en la pérdida del acceso al agua, la erosión del suelo y el aumento de desastres naturales: por ejemplo,  los deslaves en El Limón por la pérdida de cobertura vegetal, que erosiona las serranías y permite el desvío de los ríos. Además, es una de las principales causas de la pérdida de biodiversidad.

A principios de los dos mil, por ejemplo, el biólogo alemán Winfried Meier señaló que en el Cerro La Chapa –además de la extracción de aves silvestres que presenció– las plantaciones de café habían alcanzado dimensiones que amenazaban con arrasar con las 14 especies endémicas de plantas que crecen en ese bosque nublado. También la erosión de suelos por la tala en Morrocoy y la Cordillera de la Costa incrementa la cantidad de sedimentos en los ríos que, al desembocar en el mar, literalmente ahogan amplias áreas de arrecifes coralinos.

En los últimos años –explica Alejandro Álvarez Iragorry, coordinador general de Clima21– tres razones han generado la aceleración de la deforestación. Primero, “el Estado se desentendió con el tema ambiental —dice—. Su prioridad es la extracción de recursos de cualquier manera”. En segundo lugar, explica que el colapso de la institucionalidad ambiental del país ha hecho que los organismos restantes —como el Ministerio del Ecosocialismo e Inparques— “no estén en capacidad de actuar frente a las situaciones que producen la destrucción de los bosques en el país”. La tercera razón es la emergencia humanitaria compleja, que ha empujado a las poblaciones a “extraer recursos de la naturaleza para poder sobrevivir”, como la leña y la fauna. 

Deforestación en aumento

En el primer período considerado (2001-2015), dice el reporte que la deforestación en Venezuela tuvo dos causas importantes. Primero, la agricultura migratoria, que practican campesinos sin planificación ni financiamiento. Estos van quemando bosque para sembrar y cuando que las posibilidades productivas de esas áreas sembradas se agotan, migran a otras áreas y replican el proceso. Esta agricultura “puede afectar territorios muy amplios sin ningún control de planificación estatal”, dice Álvarez Iragorry. Y hoy es la mayor  amenaza en Caparo, donde están los últimos bosques de los llanos orientales. La segunda razón de deforestación en ese período fue la obtención de productos básicos: extraer leña para servir como combustible, por ejemplo.

En el segundo período, 2016-2020, todo se aceleró. La agricultura migratoria aumentó un 73 por ciento cada año y la obtención de productos básicos un 41 por ciento. Además, la pérdida de bosques por incendios forestales y por causas desconocidas se incrementó en un 38 por ciento y en un 66 por ciento respectivamente. En cambio, la deforestación debido al crecimiento urbano tuvo un descenso del 66 por ciento anual en promedio. No se estaba talando para ampliar ciudades, sino para cocinar y comer.

El reporte advierte que en 2020 Venezuela fue el país amazónico con la mayor densidad de incendios forestales, medidos como número de focos de calor entre superficie. Aunque los incendios forestales están creciendo en toda la Amazonía, “en Venezuela pueden estar relacionados con la emergencia humanitaria compleja”, dice Álvarez Iragorry, “Personas buscando recursos en la naturaleza prenden fuego para obligar a animales a moverse para cazarlos o ‘limpiar’ zonas del bosque para poder sembrar”. 

En los años de escasez más severa, por ejemplo, se reportó caza para el consumo de flamencos y morrocoyes endémicos del sur del Lago de Maracaibo. Además, los períodos de sequía extendidos pueden hacer al bosque más sensible a cualquier incendio.

La deforestación en Venezuela es geográficamente desigual. Entre 2001 y 2021, cinco estados —Zulia, Monagas, Anzoátegui, Amazonas y Bolívar— concentraron casi el 60 por ciento de la deforestación nacional. Y entre 2016 y 2021, algunos estados superaron el cien por ciento de incremento en sus tasas de deforestación anual promedio: Sucre, Amazonas, Miranda, Carabobo y Yaracuy. En cambio, la tasa de deforestación de Guárico, Aragua, Táchira, Barinas, Mérida y Portuguesa parece haberse reducido en los últimos seis años.

La minería acaba con los bosques naturales

La deforestación en los últimos años en Venezuela se produce en los bosques naturales: es decir, en los ecosistemas naturales boscosos no intervenidos antes. De forma consistente, el bosque natural representó un 19 por ciento de toda la pérdida boscosa entre 2001 y 2015. El porcentaje aumentó a 35 por ciento en el período 2016-2020. 

“El aumento de deforestación de bosques naturales probablemente tiene que ver con los avances de la minería” en el sur del país, dice Álvarez Iragorry. Por ejemplo, en la cuenca del Cuyuní o del Caura, que se consideraban de las  más prístinas de Venezuela hasta el 2000. Otra hipótesis es que se debe “al incremento de agricultura por un aumento de la demanda de alimentos por parte de las comunidades mineras de esas zonas”, explica.  

Existen estudios que indican que la principal causa de la deforestación en el estado Bolívar es la ganadería y la agricultura, mientras que la minería solo sería responsable de un pequeño porcentaje de esta. Sin embargo, los trabajos más recientes han concluido que la agricultura ha reducido su tasa de expansión en Bolívar en la última década. Además, la minería de pequeña y mediana escala es la más frecuente en los estados sureños y esta puede ser subestimada en los estudios realizados a través de sensores remotos, como se ha observado en otros países amazónicos.

Esto representa un contraste con el aumento de la deforestación en Colombia, donde el proceso de paz liberó más tierra para la ganadería y la especulación a gran escala, y en Brasil, donde las políticas del gobierno de Jair Bolsonaro han reducido la protección de la selva. En Venezuela, son la minería y las actividades de subsistencia a pequeña escala las que impulsan la deforestación.

El colapso de Pdvsa también afecta los bosques

Las tasas altas en Monagas, Anzoátegui y Zulia —explica Álvarez Iragorry— podrían ser resultado de la pérdida de “la capacidad de generar empleo” por el colapso de la industria petrolera. “Muchas personas buscaron recursos en la naturaleza, abriendo conucos, extrayendo leña, cazando —dice—. Son estados donde la gente regresa al campo al perder su trabajo en las zonas petroleras”. Además, la deforestación en la cuenca del Lago de Maracaibo se ha acelerado para dar paso a la agricultura, la minería de carbón y la palma aceitera, lo cual ha aislado a las poblaciones de jaguares del sur del Lago.

El estado de la economía petrolera podría estar relacionado con las tasas de deforestación.

Según un estudio comparativo de 2003, del científico danés Sven Wunder, la deforestación de Venezuela se acelera en períodos de crisis mientras que los períodos de boom coinciden con períodos de deforestación desacelerada o reforestación. No en vano el Arco Minero es una respuesta del estado chavista al colapso de la industria petrolera que antes le había dado tanto poder.

De hecho, datos preliminares para el año 2021 indican una pérdida de cobertura boscosa de 64.424 hectáreas: un valor anual muy por debajo de los promedios para los períodos previos (lo mismo no sucede con la tasa de deforestación en bosques naturales, que son comparables a la tendencia observada en 2016-2020). Según Álvarez Iragorry, las razones de esta reducción reciente “no están claras, para nada”. Por un lado, dice, “la crisis de combustible, las dificultades de movilidad y violencia criminal en zonas mineras puede disminuir la cantidad de mineros” que van a esas zonas. Por otro, el pago que se hace a los mineros tuvo una reducción a principios de la pandemia —aunque en el mercado internacional aumentó. Del mismo modo, las “alianzas estratégicas” del gobierno con empresas privadas ha resultado en la expulsión de muchos mineros informales de zonas como El Callao.

Hacia una nueva institucionalidad ambiental

El reporte Bosques en desaparición: deforestación en Venezuela 2016-2021, de Clima21, termina con una serie de recomendaciones. Por ejemplo, que se elimine progresivamente el extractivismo minero como medio de financiamiento del Estado. Para Álvarez Iragorry, la minería y el petróleo han generado mucho más daño que beneficios para las comunidades locales. También se recomienda construir instituciones ambientales sólidas, que cuenten con capacidades, competencias y personal para enfrentar las causas que generan la deforestación y generar subsistencia económica en poblaciones cercanas al bosque, evitando que estas se vean forzadas a deforestar. Y establecer una política nacional integral de conservación y uso sostenible de los ecosistemas forestales y sus recursos como fundamento del desarrollo nacional.

“El estado tiene que considerar la protección ambiental como un pilar central de las políticas nacionales —dice Álvarez Iragorry—. Sin una protección nacional efectiva (del ambiente), el país no solo no va a salir de la crisis actual, sino que posiblemente se hunda en mayor pobreza”.