El teatro de Rossana Hernández encara la realidad venezolana

El 15 de octubre se estrenó en Trasnocho Cultural el nuevo montaje de esta actriz y directora que escoge las obras según su resonancia íntima y social

Rossana Hernández es de esos teatreros que saben hacer de todo y que creen que el teatro debe ayudarnos a entender lo que nos está pasando como sociedad

Foto: Shonny Romero

“El director crea la magia y el actor la vive”, dice la directora y actriz venezolana Rossana Hernández (Caracas, 1974).

Hernández quiere que cada texto que dirige se conecte con nuestro contexto. Para ella también es importante encontrar relaciones personales en esas historias de ficción, tal vez porque su acercamiento a la dirección se hizo desde la actuación. Esa búsqueda la sitúa entre los creadores teatrales de referencia en la escena actual, pero también la calidad de lo que hace.

Tebas Land fue la primera obra que vi dirigida por Rossana Hernández, y la primera que la directora montó a partir de un texto del dramaturgo francouruguayo Sergio Blanco. Su escenografía me impresionó, porque el Espacio Plural del Trasnocho Cultural se había convertido en una cárcel. También las actuaciones destacadas de Elvis Chaveinte y Kevin Jorges.

El 15 de octubre pasado estrenó El Bramido de Düsseldorf, también original de Sergio Blanco. En este montaje, el grupo Deus Ex Machina sienta al público frente a la autoficción característica de los textos del autor. Blanco protagoniza sus propios relatos y deja al espectador con la duda de si lo que allí ocurre es real o no. El francouruguayo representa al hijo que ve morir a su padre, y en esa situación que recrea por dos horas, reflexiona sobre la fe y el arte.

El Bramido de Düsseldorf es la tercera obra del autor que Hernández dirige. Con este ha creado una relación especial basada en sus historias, las cuales tienen eso que ella quiere y necesita decir. Actúan en esta oportunidad, Carolina Torres, Elvis Cheveinte y Djamil Jassir.

 

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En Venezuela, el dramaturgo ha recibido excelentes críticas cada vez que una obra suya aparece en cartelera. Genny Morales dice: “Sergio Blanco siempre nos conmueve. Su nueva apuesta, El Bramido de Düsseldorf, forma parte de su repertorio autoficcional, que nos cautiva con su maestría. Desde ese lugar nos convoca a dilucidar lo verdadero y lo falso, invitándonos a pensar, único acto que nos hace verdaderamente libres”.

Para Luis Alberto Rosas, dramaturgo, director y crítico de teatro, Hernández junto a su grupo, Deus Ex Machina, “han reivindicado el trabajo del teatro de autor, de tesis. Han marcado la diferencia con sus puestas en escena, ya que se preocupan por realizar espectáculos de autores contemporáneos latinoamericanos y europeos”.

Dirigir desde lo más íntimo

Hernández nació en Caracas pero su infancia y adolescencia la vivió en Carúpano, estado Sucre. Allá vio clases de ballet y danza interpretativa. Al finalizar el bachillerato regresó a la capital para estudiar Derecho en la Universidad Santa María. Durante el tiempo que cursó la carrera se alejó de las disciplinas artísticas, un poco por concentración en los estudios y otro poco por desconocimiento de lo que era posible hacer en Caracas.

En el último semestre de su carrera acompañó a una amiga que ensayaba para una obra de teatro. Ahí recordó cuánto le gustaba estar sobre un escenario. Días después fue invitada por la actriz de teatro y televisión Flor Colmenares a participar en una obra. Su primer personaje fue un cadáver, pero igual la experiencia la animó a formarse en actuación. Entonces entró al Taller Nacional de Teatro de Rajatabla y luego hizo la licenciatura en el Instituto Universitario de Teatro (Iudet). Todo ese tiempo se mantuvo ejerciendo el derecho a media jornada.

Comenzó a hacer tareas de producción con algunos grupos y se acercó por primera vez a la dirección con Orlando Arocha, en el primer Taller Superior de Dirección. “Quería hacer todo lo que estuviera relacionado al teatro”, recuerda. En este taller cada participante debía elegir un texto. Hernández se decidió por La Cocinera de Eduardo Machado. “Cuando leí el texto me conectaba con lo político y con mi experiencia de vida. Mi abuela, que me crió, se llamaba Gladys como la protagonista de esa historia. Hay un vínculo entre los temas que te interesan y lo que está en un texto. Si no es así no sé cómo montar, yo necesito que me ocurra eso a mí, que el texto me resuene mucho y que hable de las cosas de las que, sin saberlo, yo necesitaba hablar”.

La Cocinera fue la segunda dirección de Hernández, porque La Caja de Fósforos (Orlando Arocha, Diana Volpe y Ricardo Nortier) la convocó a participar en el Festival El Piquete, organizado por 4×4 Producciones, que ofreció lecturas dramatizadas de obras de dramaturgos venezolanos. Así fue como debutó con Niños Lindos de Fernando Azpúrua.

Un espacio de expresión propio

Durante su participación en Rajatabla, como parte del taller y como participante de sus montajes, conoció a dos artistas que la han acompañado desde ese momento. Gabriel Agüero y Elvis Chaveinte —quien también es su esposo— tuvieron y tienen las mismas ganas de saber y hacer teatro, de contar lo que les abruma del contexto actual y de no dejar de producir aunque la crisis económica del país se empeñe en obligarlos.

En 2008, los tres registraron un grupo propio: Deus Ex Machina. Para ese momento no tenían tanta experiencia y no fue hasta 2013 que presentaron su primer montaje, que a la vez fue el segundo que estrenó La Caja de Fósforos en su sede, en la Concha Acústica de Bello Monte.

“El grupo nace de la necesidad de hablar de todas aquellas cosas que sentíamos que la juventud necesitaba poner en escena”, dice Rossana.

El paro petrolero en 2002 y el inicio de las expropiaciones por parte del gobierno de Chávez hicieron que Hernández se fijara, con mayor atención, en su entorno. “Mientras estábamos en Rajatabla comenzamos a tener sueños, a comentar lo que nos gustaba y lo que no, lo que creíamos que queríamos hacer. Rajatabla en un momento comenzó a hacer remontajes (el equivalente teatral del remake de películas o la reedición de libros) que tuvieron mucho éxito, y en paralelo Venezuela empezaba a pasar por un proceso muy complicado. La debacle se veía, se nos venía el monstruo encima. Nosotros debíamos hablar de eso”.

Luego de crear Deus Ex Machina, Hernández, Agüero y Chaveinte trabajaron también por separado en otros proyectos, para formarse y ganar experiencia que le sirviera en su grupo. En ese tiempo llegó a ellos la obra Saverio, el cruel de Roberto Arlt.

La montaron y la dirigió Gabriel Agüero, con un elenco conformado por Hernández, Chaveinte y un grupo de jóvenes actores. En este tiempo, todos han probado diferentes roles en el teatro: dirección, producción, actuación, diseño de escenografía y dramaturgia.

Formar a otros

Rosanna ha dictado talleres con su grupo, participó en cátedras de Unearte, dio clases de Historia del teatro en Rajatabla, visitó con Fundación Amadeus escuelas y centros de acogida. Hoy es profesora de actuación en la Escuela de Teatro Musical, dicta la electiva de teatro en la Universidad Metropolitana (Unimet) y dirige el grupo de esa universidad, Thespis. “Tengo interés por la formación de las nuevas generaciones, a veces siento que hay mucho descuido en esta área y que los chicos merecen sentir un poco más de entrega, de respeto, de cuidado”.

La directora y actriz cuenta que de no haberse dedicado al teatro, igual se hubiera querido enseñar a otros en algún momento. Al terminar la carrera de Derecho y mientras se formaba en actuación, Hernández hizo un postgrado de docencia universitaria.

Aunque trabaja y está ansiosa de presentarse ante el público, teme contagiarse de covid-19. Ella y su equipo de trabajo están vacunados. La directora asegura que durante las funciones de la nueva obra en el Trasnocho Cultural serán estrictos con las medidas de bioseguridad, y que como son un elenco de tres personas se siente más segura.

El Bramido de Düsseldorf era una obra en la que ella y su grupo estuvieron trabajando desde antes de la pandemia. La intención era estrenarla en el primer semestre del 2020. En los primeros meses de la pandemia decidió parar, no quería arriesgar a su equipo. Solo a finales de 2020, además, el gobierno permitió que abrieran los teatros y otros centros culturales. En esos meses también tuvo problemas de salud, ajenos al coronavirus.

Aunque Hernández paró los ensayos de El Bramido de Düsseldorf durante el 2020, se fue adaptando a la modalidad virtual que surgió por la imposibilidad de espectáculos en vivo. Entre los proyectos que hizo se encuentra el Festival Zoom-In, que reunió cuatro obras de diferentes autores en formato virtual y la obra Emilia, del argentino Claudio Tolcachir, la cual se grabó y se estrenó en la página web del Trasnocho Cultural.

La conexión que Rossana busca al leer cada texto es lo que resaltan los actores que han trabajado con ella. Carolina Torres, quien interpreta varios personajes en El Bramido de Düsseldorf, dice: “Me atrae la mirada que tiene para escoger las obras. Lo hace desde un lugar muy visceral y para nada fortuito, eso garantiza que el proceso y el resultado, en mi opinión, sean muy interesantes y satisfactorios”. También destaca que “Siempre me piensa, y me gusta decirlo así, en personajes que normalmente otro director no me daría. Me reta”.

Sobre la actuación, que siempre destaca en estos montajes, Luis Alberto Rosas comenta: “En las obras dirigidas por Hernández se da primacía al trabajo con el actor en la interpretación del texto, para hacer llegar un mensaje más bien filosófico, social y político”. Carolina Rincón, productora del Grupo Actoral 80, dice del nuevo montaje: “Quedé especialmente sorprendida y satisfecha. La convicción de los personajes de Blanco, interpretado por la fuerza de sus actores, bajo la extraordinaria dirección de Rossana Hernández, hacen de El Bramido de Düsseldorf un momento irrepetible del teatro en Venezuela. Me impactó el personaje del rabino señalando ‘los límites del arte’”. Para la productora y redactora de El Teatro, Zara Fermín, El Bramido de Düsseldorf es “un texto de inteligente sentido del humor con reflexiones sobre todo lo que nos hace humanos”.

Aunque los reconocimientos están ahí, y Hernández suele recibir buenos comentarios de los proyectos que dirige, aún se siente insegura por la dirección. Puede que haya un poco, dice ella misma, del síndrome del impostor. “Cuando me llamaron para dirigir yo decía que no era directora, que yo era actriz, que yo no estaba preparada. Soy muy exigente. Hoy en día sigo diciendo que no soy directora. Es como que no termino de sentirme a mis anchas, que es algo que no me pasa con la actuación. La dirección me abruma porque implica muchas más cosas. Con la actuación no siento dudas”.

Debe ser por eso que Rossana Hernández disfruta del proceso de ensayos, de la investigación, el momento justo cuando va creando la “magia”. Pero al momento de estrenar, siente que su trabajo finaliza, aunque su nombre figure y sea, claro, la cabeza del proyecto. Durante las funciones se sienta justo al lado de la cabina de luces, en una esquina, y deja que al final todos los aplausos sean para el elenco. Y debe de tener razón: esos aplausos son los que cuentan al fin y al cabo.


El bramido de Düsseldorf está en la cartelera del Espacio Plural en el Trasnocho Cultural, en el Centro Comercial Paseo Las Mercedes, de viernes a domingo a las cuatro y media de la tarde.