El Banco del Libro: 62 años de magia en torno a la literatura infantil y juvenil

Seis décadas llevando libros a las manos de los niños ya es mucho. El legado del Banco del Libro ha beneficiado a pequeños y grandes por igual, y no solo en Venezuela

Comenzó como un programa de intercambio de libros y hoy es una de las más importantes instituciones de promoción de lectura de América Latina

Foto: Composición por Sofía Jaimes

Son muchas las historias que pueden salir de la experiencia del Banco del Libro. Primero, porque la influencia que ha tenido esta institución en las personas que han transitado sus pasillos trasciende fronteras y generaciones. Segundo, porque su alcance como organización pionera y vanguardista sigue reconociéndose hoy en día a escala internacional. Y tercero (y, podríamos decir, principal), por esa calidad única y especial que le aporta la disciplina de la que se ocupa. Porque la literatura infantil y juvenil tiene una magia que hace que, quien se mete a trabajar con ella, se comprometa en serio y ya no quiera dejarla nunca más. Un encantamiento parecido a esos que tienen lugar en los cuentos que más nos gustaban en la infancia. 

Este cuento comienza con un grupo de mujeres que se reúnen para “hacer algo”. Es 1959 y Venezuela acaba de salir de una dictadura. “Todos queríamos contribuir a mejorar la calidad de vida, sobre todo de la gente más humilde y a formar ciudadanos para fortalecer esa democracia que estaba renaciendo”, se oye decir a Virginia Betancourt, motor principal detrás del Banco del Libro y su directora durante muchos años, en el documental que se hizo para celebrar el medio siglo de la institución. 

La idea que se les ocurre es la de recolectar libros de texto usados y ponerlos en las manos de los escolares más necesitados. Tras finalizar el año de estudios, los alumnos podrán devolverlos para canjearlos por los del año siguiente. Los libros que sobren de cada ciclo de donación, serán para las bibliotecas escolares. Este concepto circular es el que le da el nombre a esta institución y a esta historia. Un banco de páginas, de conocimiento y de contacto con el instrumento más precioso que ha concebido la humanidad: el libro.

Así nace una idea que sigue siendo el centro de todas las acciones que conduce el Banco: “Formar ciudadanos críticos pasa por formar lectores”, como subraya María Beatriz Medina, la actual directora ejecutiva del Banco del Libro. 

Han transcurrido 62 años de apostar por la cultura ciudadana desde una institución cívica, privada y sin fines de lucro. No hace falta decir lo que ha vivido el país durante ese tiempo. Pero el Banco ha logrado mantenerse claro en su visión y, a pesar de las dificultades, sostener el foco en su labor primordial. Como lo expresa Medina: “Propiciamos el sentido del libro como bien común, para el desarrollo del pensamiento crítico y la reflexión y como una herramienta para la creación de vínculos amorosos”.

En el bosque de la literatura infantil 

Durante estas más de seis décadas, el Banco ha partido de una frase que es su propio eslogan y que se ha convertido en una de las premisas más resonantes entre las muchas generaciones de lectores que ha formado: “Leer es un placer”. Todo su trabajo gira en torno al propósito de hacer alcanzable esa afirmación para cualquier niño venezolano, independientemente de donde se encuentre.

Entre las primeras iniciativas del Banco estuvo la creación de modelos de biblioteca escolar y los famosos Bibliobuses (bibliotecas ambulantes que funcionaban dentro de un autobús), que se hicieron para Venezuela y otros países como Colombia. 

A finales de los setenta vino la creación de Ekaré, el sello editorial que a manos de Carmen Diana Dearden y Verónica Uribe llena un vacío en la edición de libros infantiles de calidad en la región. A partir de los ochenta, el Banco empezó a expandir sus horizontes y se enfocó en el estudio de la literatura infantil, que ha sido su fuerte desde entonces. Y aquí hay que hacer una afirmación importante.

No es una exageración decir que el Banco es una institución pionera a escala mundial.

“El Banco sirvió de modelo para otras grandes instituciones, que hoy en día están mejor posicionadas porque no cayeron en la debacle en la que cayó Venezuela, como es el caso de Fundalectura en Colombia, o la Fundación Germán Sánchez Ruipérez de Salamanca”, explica Sashenka García, especialista y profesora del área y quien ha estado ligada a la organización desde que era una niña. De hecho, de adolescente fue parte del Comité de Jóvenes Lectores, de entre 12 y 16 años. “Nos reuníamos a discutir la muestra juvenil que llegaba y hacíamos una premiación para Los Mejores. Así descubrí mis grandes lecturas de juventud”. 

Para García, “en la creación de programas de estudio de formación en literatura infantil y en promoción de lectura, el mundo, y sobre todo el mundo de habla hispana, le debe muchísimo al Banco. Fue la primera institución en América Latina, y me atrevería a decir que en la lengua española, que se sentó a entender que leer es mucho más que alfabetizar y que la lectura debe ser placentera”. 

De Petare a Perijá

Fue precisamente durante la década de los ochenta que María Beatriz Medina llegó a trabajar en la institución, en el departamento de selección de títulos. “He tenido la suerte de recoger las recompensas por un trabajo que pertenece a muchas generaciones y equipos”, reconoce. Le ha tocado recibir prestigiosos reconocimientos, entre los que destacan el Premio IBBY para Promoción de la Lectura (1988); el Guust van Wesemael de la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones de Bibliotecas (2003); el Astrid Lindgren Memorial Award (2007), otorgado por el Ministerio de la Cultura Sueco; y el Premio Hamdan-Unesco (2012) de la Fundación Handam de los Emiratos Árabes y Unesco.

El Banco del Libro sigue activo con varios programas en Caracas y el resto del país

Foto: Banco del Libro

El Banco del Libro no es sólo una institución dentro de un edificio en Altamira. Su labor ha llegado a muchos rincones de Venezuela, de la mano de sus programas y actividades. El escritor e investigador Fanuel Hanán Díaz, quien coordinó el departamento de Selección de Libros para Niños y Jóvenes y dirigió la revista Parapara (una publicación especializada que es una referencia entre quienes estudian esta disciplina), destaca la increíble labor que esta institución hizo y sigue haciendo en esos lugares a los que a los libros les cuesta tradicionalmente llegar.  

Recuerda especialmente una visita al barrio San José de Petare, a la misma biblioteca que aparece en La calle es libre, de Carmen Diana Dearden y Kurusa (Ekaré, 1981). “Tuve un shock, porque desde nuestro escritorio usábamos una nomenclatura para referirnos a los distintos niveles de lectores alfabetizados y aquí había niños de doce años que no sabían leer o niños que se aprendían de memoria una historia y la contaban como si realmente la estuviesen leyendo (…) Un nuevo mapa de perfiles se abría ante mí, además de que debía tratar de entender lo que un libro podía representar para un niño o un adulto en ese contexto de carencias, de violencia. Era como si me hubiesen quitado una venda de los ojos”.

Díaz también recuerda cómo, gracias a una alianza con el Ministerio de Educación y Unicef, se creó el proyecto Renovemos la Educación Básica Rural, que le permitió adentrarse en varias comunidades indígenas. “En Perijá, tuve la oportunidad de trabajar con dos comunidades al mismo tiempo: un grupo de maestros yukpas y otro de wayuus. Aún tengo fresco el recuerdo de una noche en que los escuché cantar a varias voces en yukpa historias de Amalivaca, y también a una maestra wayuu, vestida con su bata de colores tan vivos, que contó la historia del waülü, un ser oscuro y terrible que perseguía a los caminantes en la noche. Todos estábamos hipnotizados escuchando, mientras veíamos los relámpagos interminables del Catatumbo”. 

Tendiendo puentes

Uno de los mayores méritos del Banco del Libro es la variedad de programas que ha diseñado, creado, impartido e instituido durante estas más de seis décadas, siempre coherente con sus líneas de trabajo, en la selección y evaluación de títulos (el premio Los Mejores se ha convertido en un sello de calidad para la industria editorial en Hispanoamérica); la creación de fondos y colecciones de literatura; las acciones directas (en torno a la promoción de la lectura y de la literatura infantil) y la formación de mediadores y profesionales en todos los niveles dentro de la disciplina. 

El Banco ha sido parte fundamental de distintos programas de estudio, como el Curso de Formación de Promotores de Lectura, el Máster en Libros y Literatura Infantil y Juvenil (que fue impartido a través de la Universidad Autónoma de Barcelona), un Curso superior de Extensión en Promoción de Lectura y Libros para Niños, y una gran cantidad de talleres y charlas con especialistas locales e internacionales.

El programa Leer Para Vivir nació de la tragedia de 1999, como actividades dirigidas para los niños y jóvenes en los refugios en Caracas y el Litoral Central. De ese momento destaca la experiencia (que muchos de los promotores que estuvieron presentes recuerdan con gran nitidez) de haber hecho posible la visita de la autora estadounidense Katerine Paterson, la galardonada autora de Un puente a Terabithia, una historia en la que también una fuerte temporada de lluvias precede a una tragedia y en cuyo título se inspiró otro programa, Tendiendo Puentes. Cuenta María Beatriz Medina que “Paterson leyó su libro con quince clubes de lectura, en quince comunidades y nos dejó esta frase: ‘A veces no es suficiente tender puentes. A veces uno tiene que ser el puente’”. 

La profesora de la Universidad Metropolitana y otra importante especialista del área, Maité Dautant, destaca además la labor del programa 1,2,3… Este Sábado Es, el Plan Vacacional y el Club de Cuentos como “importantes espacios de difusión de la literatura infantil y juvenil en español, que han beneficiado no sólo a muchas generaciones de niños, sino también a sus familias”. También resalta “la organización de bibliotecas escolares e infantiles en distintas zonas del país, tanto urbanas como rurales, así como los talleres de formación que han llevado a estos adultos (padres, maestros, etc.) la experiencia de conocer diversos libros para niños y jóvenes y de aprender ideas para propiciar el acercamiento de los lectores más jóvenes. Los proyectos de intervención social en los que se atiende directamente a niños y adolescentes, como De la Lectura a la Escritura o el Rincón del Bebé, han sido otras vertientes para generar experiencias gratificantes con los libros y la lectura”.

La red global

Otra de las profesionales que se formó en el Banco, María Fernanda Paz Castillo, tiene una larga carrera en el mundo de la edición y es la fundadora de Cataplum, una editorial independiente especializada en literatura infantil en Bogotá. Para ella, uno de los grandes méritos del Banco ha sido sembrar un conocimiento que se esparce hoy más allá del mapa venezolano aunque mantiene vínculos con la institución: “Alrededor del Banco hay generaciones de especialistas en literatura infantil que fueron formadas por la institución y que estamos moviéndonos, metidos en el tema de la promoción y el estudio del libro para niño y eso es un trabajo del Banco”. 

“Esa diáspora ha sido vital para que el nombre del Banco del Libro siga dejando recuerdos en muchos sitios y entre nuevas generaciones que no están en contacto directo con la institución”, dice el investigador Fanuel Hanán Díaz, coordinador académico del Diplomado en Literatura Infantil que dicta actualmente la Universidad Metropolitana. “Muchas de sus publicaciones siguen siendo sólidos referentes bibliográficos que nutren experiencias académicas. Este saber ha consolidado muchos proyectos que extienden una herencia”. El especialista agrega que muchas iniciativas que han nacido y continúan creándose fuera de la organización tienen “una conexión que rinde tributo a todo lo que hemos ganado allí”.

José Urriola, escritor y documentalista, que también hizo su paso por el Banco como Jefe de Investigaciones, llama la atención sobre otro punto interesante. “El Banco del Libro también es una organización generosa que delega, asesora, enseña, comparte. Pone en marcha proyectos y luego delega en otros la responsabilidad de darles continuidad. Deja en manos de los líderes comunitarios la continuidad del proyecto y se dedica a inventar otros nuevos, así como planes y estrategias, para afrontar un nuevo reto en otra comunidad. Es como sembrar semillas pero para que sean otros los que se beneficien de la cosecha. No conozco, la verdad, otra organización que haya dedicado su existencia a eso durante más de sesenta años. Es único”. 

En ese sentido, Medina recuerda con orgullo las palabras que le dijo Larry Lempert, el presidente del Jurado del Premio Astrid Lindgren: “En todas partes, cuando tú hablas del Banco del Libro, todo el mundo sabe qué es”.

Una labor que no se detiene

En la actualidad, el Banco mantiene también los programas De Tú a Tú, para familiares niños dejados atrás por las migraciones; Comelibros; su popular Hora del cuento y su Club de Novelas, así como los Bolsos Viajeros, que permiten a escuelas y pequeñas organizaciones obtener libros seleccionados por los expertos del Banco en préstamo circulante para conducir actividades de lectura. 

Y aunque reconocen que este último tramo ha sido muy difícil, ni siquiera la pandemia detuvo del todo su trabajo. Durante el confinamiento, se las ingeniaron para continuar, vía reuniones por Zoom e intercambio de mensajes de WhatsApp, su cuidadoso proceso de evaluación y selección de libros para Los Mejores.

Daba la sensación entonces de que, mientras todo estaba paralizado, el Banco del Libro podía hacer lo que nadie más.

Dictaron también un taller en remoto con equipos en Puebla, la Feria del Libro de Oaxaca, y también en Bolivia. Con la reapertura de las fronteras, continúan asistiendo a las Ferias de Bolonia y Guadalajara para impartir conocimiento y para estar en contacto con la actualidad de la industria.

El trabajo de evaluación también continúa. “Todavía las editoriales iberoamericanas nos envían libros para su evaluación y el comité se reúne semanalmente. El sello de la selección Los Mejores nos ayuda a estudiar a profundidad las tendencias del libro para niños y jóvenes en iberoamérica”, explica Medina. Destaca Maité Dautant que “el Centro de Documentación continúa teniendo una colección importante de libros de literatura infantil y juvenil así como de materiales bibliográficos sobre literatura infantil y juvenil, lectura y bibliotecas escolares”. 

Siempre buscan la manera de establecer vínculos con multilaterales para organizar eventos, talleres, seminarios, y gracias a ello han tenido a diferentes expertos en distintas áreas de la literatura infantil y juvenil. Además y gracias al trabajo con diferentes organizaciones y con patrocinio privado, continúan llevando a cabo proyectos que tienen al libro infantil como centro de un espacio para la elaboración y reconstrucción personal en momentos difíciles. El Banco trabaja también el tema de la identidad y la ciudadanía a partir de los libros recreativos, con grupos de niños y jóvenes de Petare, por ejemplo.  

En su librería tratan de tener la mejor variedad de títulos en español, para que su público pueda seguir teniendo ese acceso a lo mejor del género, incluso cuando la importación de libros es un tema tan difícil en la época actual. 

El Banco del Libro es también la sección venezolana de International Board on Books for Young People (IBBY), una organización sin fines de lucro que reúne a personas alrededor de todo el mundo trabajando para reunir a los niños con los libros. “En tal sentido, ha cumplido con la tarea de difundir la información que genera la red pero también, a través del apoyo de programas como el del Fondo Yamada, ha ofrecido cursos a personas interesadas en la creación de libros para niños, ya sea desde la escritura o desde la ilustración. A pesar de haberse mantenido en un contexto adverso por tantos años y de enfrentar tantas limitaciones, el Banco del Libro sigue dando a conocer la producción de libros para niños, generando encuentros en torno a estos y propiciando el estudio y la investigación”, puntualiza Maité Dautant.

Y allí sigue el Banco, contagiando su magia. Olga González Yunis, la actual Gerente de Proyectos, resume así su quehacer diario: “Me pagan por disfrutar, aprender y construir a partir de mi experiencia en varias áreas. Mi trabajo es leer (invitar a leer, conocer y dar a conocer lo mejor de la literatura infantil y juvenil y sus ‘efectos primarios y secundarios asociados’), así como convencer a otros de que todo ello es una buena causa (diseñar y gestionar proyectos). Para mí, trabajar en el Banco del Libro, es un placer”.

Un buen regalo de cumpleaños para una institución que le ha dado tanto a tantos venezolanos (y a gente de otros países) sería, para Olga González, “que siga siendo escuela, esa escuela abierta y permeable, que anticipa, que hace de cada generación de bancolibreros gente muy especial y particular. Una escuela que siga abriendo puertas, nutriendo y nutriéndose de los entornos lectores que promueve”.  

María Beatriz Medina siente que debe “reconocer esta apuesta en común, lo que me dieron todas esas mujeres, que me han seguido acompañando. Lo mejor de todos estos años ha sido tener la posibilidad de incidir, aunque sea un poquito, en la formación de esos lectores críticos”.

Así como hay libros que son capaces de trascender sus páginas, hay lugares que son más que la suma de sus componentes. Cuando se juntan la perseverancia, el amor por lo que se hace y, sobre todo, el amor por el público para el que se está trabajando, las cosas suelen salir bien. Pero la magia es escasa y por eso cautiva. 

Tal vez lo que suceda con este Banco tenga algo que ver con el hecho de que reúna tantas historias, tantas voluntades y tanto amor. Tal vez algo de lo que cuentan todas esas páginas, párrafos e ilustraciones maravillosas, haya permeado el papel y pasado a ser parte de la esencia de ese lugar. Quién sabe. Lo que sí es seguro es que en el Banco del Libro hay una magia. Y no son pocos los que desean y trabajan por mantenerla viva, ojalá que durante muchísimas décadas más.