Ni al chavismo ni a la oposición les interesa la cultura

Félix Allueva conmemora treinta años de la Fundación Nuevas Bandas con un disco y comparte su experiencia como gestor cultural con un libro sobre la soledad del promotor ante gobiernos que desprecian los derechos culturales

Félix Allueva: “Todavía el Estado y otros entes no entienden que lo cultural y sus diferentes manifestaciones son fundamentales para el desarrollo de un país"

Foto: Archivo FNB

Durante 30 años la historia del pop y el rock en el país ha sido registrada por una misma persona, Félix Allueva. En 2008 publicó el libro Crónicas del rock fabricado acá: 50 años del rock venezolano y en enero de 2020, antes que todo se detuviera por la pandemia, publicó Rock Vzla 1959-2019, que parte del nacimiento del rock en Maracaibo, en los sesenta, y se pasea por cada década desde entonces.

Además, Allueva hace un constante trabajo de divulgación en foros y en sus redes sociales.

Pero el incansable Félix Allueva no es solo un historiador del rock venezolano, sino su principal promotor cultural. En ese periodo de conflicto y efervescencia que fue el comienzo de la década de los noventa, decidió crear un festival que reuniera toda la música de los géneros rock, reggae, ska y pop que se hacía en el país, sin pararle a las críticas y a los prejuicios que todavía había en los aparatos culturales ante las músicas jóvenes, que no eran parte del mainstream de las bellas artes o de la industria musical. Esa iniciativa se articuló con la Fundación Nuevas Bandas (FNB).

Hoy, si alguien quiere reseñar a una banda venezolana activa y con reconocimiento internacional va a encontrarse con que en sus inicios participó en el Festival Nuevas Bandas. 

Esos 30 años de trabajo fueron celebrados el pasado sábado 4 de diciembre con el lanzamiento del disco La culpa es del jurado: 30 años de Nuevas Bandas. Este álbum reúne grabaciones hechas en los festivales realizados entre 1991 y 2019, desde la primera edición, en la que participaron bandas entonces emergentes como Los Amigos Invisibles, hasta la última que se ha hecho, en 2019, que ganó Wilmer Franco. Hay canciones de las bandas que ganaron festivales, de bandas que solo participaron y de otras que fueron invitadas pero no competían. Los temas fueron curados por Max Manzano, quien es director de la FNB desde 2016. La digitalización, masterización y postproducción fue realizada por Fidel Goa, ingeniero de audio nominado cinco veces y ganador una del Latin Grammy. El arte del disco fue diseñado por Lucas García.

A pesar de la crisis económica, social y política por la que atraviesa Venezuela, la Fundación Nuevas Bandas sigue haciendo festivales que siguen apoyando nuevos proyectos musicales y hasta ha organizado el Festival de Música Urbana, que ya no tiene nada que ver con el rock. Al fundador y presidente de la FNB siempre le preguntan cómo ha logrado perseverar en esa labor durante tanto tiempo, en un país como Venezuela. Para responder tuvo que hacer un ejercicio de memoria que se convirtió en un libro: porque mientras se abocó al registro de una manifestación cultural que se consideraba poco digna de atención en el periodismo o en la historia —o simplemente marginal cuando no subversiva—, Allueva aprendió por su experiencia, de más de tres décadas, todo lo que debe enfrentar un gestor cultural a la hora de desarrollar sus proyectos, aún si toma el camino que la FNB asumió hace tiempo: la autogestión. 

La autogestión como único camino

Su libro El acecho de una silenciosa exclusión cuenta cómo el Gobierno central ha excluido todos los proyectos culturales que no se alinean con su pensamiento político. Allueva (antropólogo de profesión que viene del trabajo social) se refiere a esto como una violación de los derechos culturales, tanto en lo que concierne a sus proyectos como a los de muchos otros, totalmente excluidos y marginados por el chavismo. Esa exclusión no solo se manifiesta negándose a patrocinar o dar recursos para un evento, sino vetando el acceso a espacio público, y a los escenarios que se supone son para todos. 

Pero la crítica de Allueva también se dirige a las alcaldías o gobernaciones a cargo de opositores. “La oposición y el gobierno coinciden en ver el trabajo cultural como algo secundario, como un adorno de la gestión global”, dice Allueva. “En eso coinciden el Ministerio de la Cultura y Cultura Chacao o Fundarte y la Alcaldía de Baruta. No hay en ninguno de los dos sectores gerentes culturales que aborden la cultura como un elemento fundamental de la gestión total del Estado. Mi crítica no está centrada en el Gobierno central porque yo creo que hay deficiencia en todos los niveles”. 

NI hablar de cómo se pretende enseñar gestión cultural en Venezuela. “Tengo cuentos buenísimos de qué es lo que se dice en esas clases y cómo son. Yo daba clase en un instituto universitario que depende del Estado central y salí de ahí porque llamaba a la autogestión, llamaba a buscar recursos en el Estado y en la empresa privada, también sobre la libertad de expresión. Mi materia la eliminaron con el argumento de que yo tenía ‘una visión capitalista’… y yo que he militado toda la vida en la izquierda”. 

Allueva también asegura que en Venezuela ha habido muchos gerentes culturales de calidad, sobre todo en los años setenta y ochenta, cuando el país era un referente en la región. Pero no se le ha dado espacio a las nuevas generaciones. “No me atrevo a afirmar que no haya buenos gerentes culturales en las nuevas generaciones. Creo que no se le ha dado la oportunidad a ese sector entre los  25 y 35 años, no los veo todavía apoderándose de una dirección de cultura, bien sea una alcaldía o de una gobernación. Y no quiero ser fatalista, porque seguro hay alguna excepción. Con este Gobierno hemos tenido un retroceso”.

Lo que él quisiera con este libro es abrir un diálogo, impulsar acuerdos que den paso a una gestión cultural eficaz y sin censura. “La gestión cultural durante los últimos quince años no se ha dialogado. Ha habido una avalancha de acciones, a veces incoherentes, de parte del Gobierno central y experiencias sectoriales en algunos ayuntamientos y una que otra gobernación”, comenta Allueva. 

En El acecho de una silenciosa exclusión escribe: “La FNB se inspiró en el modelo de la Fundación Rajatabla, al principio un grupo teatral que devino en fundación con edificación propia, estructura institucional y programación constante, emblema y modelo de gestión en los años ochenta. A diferencia de la mencionada fundación, la FNB no buscaba los aportes del Estado como principal sustento, sino que trabajaba en una vía de financiamiento multidireccional, abogando por la generación de ingresos propios y la búsqueda de patrocinios en la empresa privada, algo inusual en nuestro país en el campo del rock. Evadíamos la dependencia de las instituciones del Estado, esquivando los vaivenes administrativos de los cambios de gobierno que generalmente terminan afectando la planificación y no dejan llevar a buen puerto los proyectos”.

Partiendo de su experiencia, ¿a quién se podía recurrir a la hora de diseñar un evento cultural, de los pocos que pueden hacerse hoy? Para Allueva, “la empresa privada no existe [como opción], porque entre las pocas que hay el aporte es mínimo o nada. Si ahora buscas empresas de producción de espectáculos solo encontrarás tres. ¿Cómo hacen esas empresas? Se tienen que ir con el concepto de taquilla, es decir el boleto es el que está sustentando el evento. Pero eso es peligrosísimo y eso lo sabe cualquier persona que trabaje en la producción”.

Una alianza sobre los derechos de todos

La FNB ha encontrado apoyo en los últimos años en la ONG Provea, que ha visto un vehículo para defender así los derechos culturales, que también son derechos humanos. A través de esta alianza, ambas instituciones se retroalimentan y hacen posible una serie de eventos musicales que atienden otros problemas. Un ejemplo es la distribución del libro El acecho de una silenciosa exclusión y del disco conmemorativo de los treinta años de la FNB. Ambos podían adquirirse en un evento llamado MúsicaXMedicinas, en donde se canjeaban cinco medicinas por un ejemplar del libro o por un CD. Los medicamentos recolectados luego los donaron Provea y Redes Ayuda.

Otro ejemplo es el Festival de Música Urbana, en el que Provea juega un papel fundamental a la hora de la educación de sus participantes, buscando que cada uno de ellos sea un vocero de las campañas de la organización. Para la edición de este año se promueve la campaña “Noviazgo sin violencia”. 

Ahora Allueva quiere ver estas alianzas con la FNB manifestarse en la internacionalización del proyecto, en conectar al turismo con la música y en revitalizar la noche de la ciudad venezolana. “Todavía el Estado y otros entes no terminan de entender que lo cultural y sus diferentes manifestaciones son fundamentales para el desarrollo de un país. Al no asumirse por el Estado como un elemento central se termina reflejando en la universidad, en la educación media y otros niveles académicos. No es solo un problema de la coyuntura económica sino que no hay interés ni conciencia. En el caso del Gobierno central, su visión cultural es muy limitada, es muy básica marxista-leninista militante, entonces el abordaje que hace es sectario y muy atrasado”. 

A pesar de todo, Félix Allueva sigue apostando al diálogo y asegura que sí es posible lograr la inclusión. “Insisto en que se puede y se va a poder. Es necesario que en los años que vienen se logre la inclusión y el diálogo porque si no, los mismos mecanismos del Estado van a morir… o a terminar de morir”.