Caracas, una ciudad que alguna vez fue conocida por su intensa vida nocturna, ha perdido su color y su rumba desde que estalló la crisis socioeconómica en 2013. Pero en la comunidad LGBTQ de la capital, los shows drag son una forma de preservar la fantasía y el glamour, y un escape. Los clubes escondidos en enclaves del este de Caracas son el refugio para lo que se cree desaparecido de la ciudad: la vitalidad y la libertad. Para veteranos drag y para los recién llegados, el ensueño es más necesario que nunca.
La mayoría está ante la alternativa difícil, a menudo imposible, de migrar o sobrevivir en la Venezuela de hoy. La escena drag está acostumbrada a arreglárselas. La comunidad LGBTQ de Venezuela no tiene derechos tangibles y a menudo ha sido relegada a las sombras en la vida cotidiana. Pero no en el club, uno de los espacios donde los artistas homosexuales, no binarios y trans pueden expresarse y disfrutar.
Las organizaciones locales y los líderes comunitarios han expandido la influencia fuera del club, haciendo galas anuales y competencias de carreras drag. Así los artistas se reúnen, comparten su pasión, reciben elogios y premios de su comunidad. Esta es una tradición que combina varias inspiraciones: desde el ballroom y el vogue de las comunidades queer en Nueva York a la estética del Miss Venezuela.
En marzo de 2020 el mundo entero cerró. Caracas también, en la medida en que eso fue posible. Durante meses, los artistas drag estuvieron recluidos en sus hogares, no pudieron actuar. La incertidumbre y el aislamiento golpearon mucho a esa comunidad. Veteranos como Arona, de 49 años, se quedaron sin esperanzas. Pero esta matriarca en la escena drag de Caracas sintió que era su deber enseñar a los jóvenes. Por Whatsapp dijo: “Vivo por mi arte. Me da fuerzas. Le debo mi vida al público y a mi familia drag. Espero volver a verlos pronto». Arona falleció el 9 de junio de 2020 por una condición de salud previa. La comunidad lamentó su muerte, publicando tributos en las redes sociales.
Arona inspiró a jóvenes drag en Caracas como Miranda Kampbell. Miranda tenía diecinueve años cuando compitió en su primera Drag Gala, en 2019, en La Florida, Caracas. Era un novato drag con un talento inmenso. Por la hiperinflación, le costó ahorrar dinero para hacerse un atuendo espectacular. En ese momento, los diez dólares que necesitaba no estaban a su alcance, así que creó un atuendo con pinturas y cortinas. Ese año, ganó la Mención de Honor en la categoría Atuendo. Eufórico, dijo: «Ese reconocimiento, hacer lo que amo y ser visto, lo significó todo».
Miranda quería dejar su huella en Caracas, como muchos otros jóvenes venezolanos, pero poco después emigró con un grupo de artistas drag a Cali, Colombia. Hoy es modelo web para plataformas para adultos, mientras busca incursionar en la escena drag colombiana.
La migración se ha convertido en una realidad para muchos, pero todavía hay jóvenes que optan por quedarse y luchar en Caracas. Un buen ejemplo es Walcot, de veintidós años. Es drag king y bailarín go-go. Vive con su madre y su hermana en Propatria, un barrio en el oeste de Caracas, y viaja en transporte público todos los días para los ensayos en el club. A pesar de la dolarización del país, el drag no le alcanza para ganarse la vida, así que Walcot se ha diversificado con servicios de maquillaje y trenzado, que promueve en Instagram. Con eso llega a fin de mes.
Más miedo da el hambre que el covid. En una economía colapsada, quedarse en casa a menudo significa quedarse sin comida. Los artistas drag, ya antes de la pandemia, trabajaban hasta extenuarse para cubrir lo básico. Ahora, han tenido que innovar para sobrevivir en estas nuevas circunstancias. Muchos clubes e influencers se han dedicado a la transmisión de programas en las redes sociales, aceptando donaciones para el contenido en plataformas de pago virtual. Los clubes tienen pequeños espectáculos en persona de vez en cuando, intentan ofrecerle fantasía al público y los artistas tratan de sobrevivir. Para ello, artistas como Walcot siguen ‘matando tigres’ y mostrando sus habilidades artísticas en Instagram, con la esperanza de que los contraten para sesiones fotográficas o para los pocos espectáculos en vivo que todavía hay.
Tras las controvertidas elecciones de diciembre, el régimen venezolano ha respaldado públicamente la agenda evangélica, que pretende mantener a la comunidad LGBTQ marginada, vulnerable y sin esperanza de alcanzar la igualdad de derechos. Muchos artistas drag no quieren apoyar a ningún partido político, pues sus circunstancias y luchas quedan no figuran en sus programas. Ante la incertidumbre por la pandemia, la inestabilidad por la crisis y la marginación del Estado, ¿cómo siguen? Como siempre lo han hecho: creando espacios seguros y alegres en los clubes de Caracas, usando las redes sociales y sin olvidar nunca la importancia de su familia drag.