El país según los jóvenes

Ocho jóvenes hablan acerca de su relación con la Venezuela que les tocó vivir, sus miedos, sus aprendizajes... y nos pasaron sus memes favoritos para describir el país

Tony, Gabriela, Elías, Andrea y Jesús (arriba), Yendri, Guillermo y Andrés (abajo)

Venezuela suele ser varias Venezuelas, y cada región y generación la lee y la vive a su manera. Le preguntamos a 8 jóvenes de distintas disciplinas, dentro y fuera del país y nacidos entre 1991 y 2006, cómo la ven, qué es lo mejor y lo peor del país, qué extrañan, qué tipo de futuro creen que les espera, qué han aprendido de la situación y si creen que las heridas se cerrarán en algún momento. También les pedimos el meme con el que describirían Venezuela, y que formara parte de sus respuestas, porque el colapso se asume como una herida pero también con humor. 

Guillermo Sardi, 29 años, gerente de Caracas Mi Convive

«Lo mejor de Venezuela en estos momentos es ver cómo las personas resisten ante la adversidad. Esto permite dar una perspectiva sobre qué es realmente valioso en la vida. Muchos amigos en Venezuela evalúan su trabajo a partir del impacto que genera en la vida de las demás personas, independientemente de la forma cómo están ejerciendo su profesión. Muchos jóvenes venezolanos están dedicándose a iniciativas sociales que nunca se hubiesen esperado hace algunos años. Eso es lo inspirador». 

«En relación con el pasado, las violaciones de derechos humanos han empeorado gravemente. El grado de letalidad por parte de fuerzas de seguridad del Estado nunca había sido tan profundo. Una de las cosas que más me sorprendió de la Cota 905 en mis primeras visitas cuando comencé a trabajar en Caracas Mi Convive, fue ver cómo en viviendas muy humildes las familias habían hecho el esfuerzo de reforzar la entrada de sus casas con puertas de seguridad, después de los operativos de la OLP, para que la policía no irrumpiera en sus casas. En la misma Caracas, cuando nos vamos al Este de la ciudad, vemos como un sinónimo de confort y exclusividad tener muros, cercos eléctricos y cámaras. No hay una institucionalidad que nos permita tener un sentimiento de colectividad, somos una sociedad profundamente fragmentada». 

«En relación al futuro, quisiera citar una frase de la película animada japonesa Akira de 1988: ‘El futuro no es una línea recta. Está lleno de muchas encrucijadas. Debe haber un futuro que podamos elegir para nosotros’. El futuro sólo puede parecerse a lo que ya una vez fue. Depende de sus ciudadanos decidir qué versión de Venezuela queremos ser: ¿la que es refugio para el mundo o la que se convierte en una de las peores dictaduras de la historia de Latinoamérica?»

Elías Haig, 14 años, fundador de Un Podcast Azul Pálido

«En Venezuela las personas no se rinden y siguen construyendo bases sobre las que podremos levantar un país. Sin embargo, la incertidumbre es terrible: no saber si cuando termine la pandemia volveré al mismo colegio o si podré graduarme en Venezuela es algo que me encantaría no tener que vivir. Estamos ignorando el presente viendo Netflix —si tienes Internet—, recordando el pasado descargándonos la app de RCTV y evitando el futuro porque no hay de otra. Imagínate que en una carrera de Fórmula 1 el corredor que lleva el primer puesto sufre una falla en su carro, y hace que empiece a andar un poco más lento. Tras un tiempo, la falla se acentúa y empieza a retroceder, haciendo que el cambio de dirección deje aturdido al conductor. Venezuela es ese carro: no sólo retrocedemos, sino que estamos aturdidos y no sabemos hacia dónde vamos. Pero quién quita que hagamos una parada técnica y los mecánicos arreglen esa falla. Ningún daño es irreversible y hay muchos aprendizajes en las crisis. Yo, por ejemplo, no trabajo, pero estudio, y creo que sin la situación venezolana jamás hubiera aprendido que si reseteo mi teléfono los datos me funcionarán por suficiente tiempo para investigar sobre una tarea».

Andrea Dopico, 29, pastry chef y fundadora de AndINC

«A veces hablar de la Venezuela en la que crecí es como si hablase de un país diferente al actual. Yo conocí un país que naturalmente lo tenía todo, y creo que ese potencial aún está allí. Una de las cosas que me ha costado mucho asimilar de vivir fuera de Venezuela, ha sido el cómo transmitir nuestra cultura a mis futuros hijos. Me entra nostalgia de pensar cómo les explicaré todo lo que viví allí, porque por encima de las cosas malas, tengo 18 años de buenos recuerdos. Además de nuestros bellos paisajes, la calidez humana y cercanía del venezolano es algo único, que identificas en cualquier lugar del mundo. Pero siento que cada vez que pensábamos que las cosas no podían empeorar, lo han hecho y que hemos tenido muchas esperanzas de cambio que dolorosamente no se han materializado. Me gustaría pensar que a pesar del retroceso en el que se encuentra el país, muchos venezolanos que se han ido continúan formándose y cuando sea el momento correcto, regresarán para apoyar en la reconstrucción de Venezuela. Ser venezolana me ha hecho una guerrera que se adapta a cualquier situación. He tenido la oportunidad de compartir mi amor por el cacao, que es un producto que como venezolana llevo en las venas y me enorgullece representar en Barcelona». 

Andrés Martínez, 23 años, periodista

«En Venezuela la gente se rehúsa a morir. Nunca se dan por vencidos y siempre buscan la manera de hacerle frente a la situación. Esto es algo que habla muy bien de nosotros, que vivimos en un ambiente de incertidumbre total. Es difícil imaginar un escenario claro porque nunca se sabe qué va a pasar, y mientras tanto hay muertes, desempleo, protestas. Siempre vamos a encontrar similitudes con otros eventos de nuestra historia, pero lo distinto es el nivel de gravedad. Estamos como un país en guerra que nunca la tuvo. La cicatriz es demasiado grande. ¿Cómo hablamos de un posible futuro si no sabemos nada? Yo tengo esperanzas, pero dependen de un cambio político. Mientras no haya un cambio político estamos retrocediendo. No creo que el daño sea irrecuperable, hay un daño profundo y doloroso, y soy uno de los que porta la cicatriz, pero creo que se puede revertir, por lo menos para generaciones siguientes. Todo esto ha sido un enorme aprendizaje. He aprendido a trabajar en crisis, a resolver y como periodista veo a Venezuela como una caja llena de historias para contar, así que es un lugar perfecto para crecer y aprender». 

Gabriela García, 26 años, artista visual y cocreadora de Roca Tarpeya

«En Venezuela hay demasiadas cosas malas para poder resaltar una sola, pero en la misma proporción hay demasiadas cosas buenas. Vivo en Caracas, pero siempre recuerdo todas las Venezuelas en las que he vivido. Todos los años, todos los meses hay un país distinto y a veces añoro también la Venezuela que pudo haber sido. No creo mucho en la idea del progreso, lo veo más como algo cíclico, de la misma forma que creo que los paradigmas más simples de la humanidad no se han resuelto todavía. Tampoco sé en qué sentido podemos estar retrasados o adelantados, y aunque no tengo intenciones de romantizar la vida acá, la verdad es que la vida continúa. Los sentimientos no se paran, quizá la sensibilidad se agudiza o se pierde, uno aprende a sobrevivir, y eso tiene un tipo de mérito. Pero sí ha habido un daño, un daño estructural en la forma en la que nos relacionamos, que nos ha convertido en personas más violentas, pero quizá tiene una carga genética, o fue el petróleo o fue Chávez. Venezuela quizás nos prepara para ciertas cosas en el mundo, y los problemas del mundo no se viven de la misma forma acá. El daño siempre puede ser proporcional al fortalecimiento que brinda». 

Yendri Velásquez, 27 años, activista del colectivo LGBTI Caleidoscopio

«Para mí, Venezuela representa las posibilidades infinitas que se presentan en un terreno destruido, un espacio para hacer realidad nuevos sueños, a pesar de los muchos cambios para mal que hemos tenido como país, como gente, como cultura. Aunque estoy acá todavía, uno vive con la nostalgia de los momentos que se fueron juntos a las personas que migraron, la nostalgia de lugares que ya no están e incluso con la nostalgia de la esperanza que se tuvo. Estamos viviendo un momento único donde muchos añoramos un país democrático que no conocimos, y si bien no soy demasiado optimista en el corto plazo con respecto a la libertad del país, creo que hay mucha gente haciendo cosas bonitas y que pueden sentar las bases para fortalecernos como sociedad democrática, consciente de sus derechos. Hay que vernos, que reconocernos como sociedad para diagnosticarnos. Creo que una de las cosas que se ha venido rompiendo cada vez más es la confianza y el respeto por el otro. Todo esto me ha enseñado de la profunda necesidad del activismo y trabajo en redes, de las alianzas, la interseccionalidad y además el peso que tiene la solidaridad como valor fundamental». 

Tony Frangie, 23 años, estudiante de ciencias políticas y periodista

«Venezuela brilla por su capital humano, porque hay un sinfín de mentes brillantes —fuera y dentro de ella— dispuestas a crear un país mejor: mentes creativas, cultas o innovadoras que con tan solo incentivos y estabilidad pueden causar uno de los mejores momentos de desarrollo humano en nuestra historia. Sin embargo, vivimos a través de un profundo daño antropológico. Estamos peor que nunca, por lo menos desde la guerra de Independencia, con todo el horror que implicó. Pero, más allá de la ruina, creo que esta tragedia nos ha empujado a redescubrirnos de nuevo, valorar lo propio y un poco a superar esos complejos de inferioridad coloniales y ese dar por sentado de generaciones previas. Venezuela se había olvidado de sí misma y ahora hay un montón de gente joven leyendo de su historia, averiguando de su cultura, valorando su arte, y hasta redescubriendo clips viejos en Youtube. Hay una indagación profunda por el alma de Venezuela, y eso antes no existía. El futuro, sin embargo, parece ser de nubes negras y arena gris salpicada por morros y huesos, pero yo difiero de esa visión, no sé si por optimista o por iluso: Venezuela será la nueva nación milagro en la portada de las revistas extranjeras, con artículos turísticos, índices de desarrollo humano sorprendentes, inversión extranjera y privada ofreciendo un nuevo mercado al mundo y unas ciudades vibrantes, rejuvenecidas y cosmopolitas. Creo que la posibilidad de un futuro con un panorama amplio está latente en la mente y deseos de muchos, pulsando bajo la mugre de nuestra actualidad. Nada es irrecuperable. Hay daños profundos en la sociedad, tanto por los discursos divisivos, los revanchismos posteriores y el trauma, como por la profunda desigualdad y los efectos del hambre en nuevas generaciones. Esos daños nos acompañarán, pero —si es que hay un retorno a la democracia— poco a poco serán mitigados y reducidos: algunos más que otros. Hay países que han pasado cosas peores y se han reconstruido. Europa entera es una muestra de aquello. El Líbano, que pasó de masacres entre grupos religiosos a ser la capital de la rumba en Medio Oriente, es otro ejemplo. Mi papá lo vivió todo. Quizás de allí viene mi optimismo».  

Jesús Delgado, 24 años, estudiante de derecho y activista social en el 23 de Enero

«Social, política, económica y culturalmente estamos quebrados como nación, y aun así muchas personas siguen buscando maneras honestas de trabajar. Nos hemos tenido que convertir en comerciantes para poder sobrevivir dentro del país y en general las condiciones son paupérrimas y totalmente desfavorables para el desarrollo personal y social. Como país tenemos un retraso increíble en todos los aspectos, las generaciones de relevo no se están formando o no están adquiriendo los conocimientos necesarios para afrontar los problemas o retos de la sociedad y esto hace que para un futuro las personas carezcan de conocimientos para impulsar el país. Pero todavía hay un porcentaje de jóvenes que buscan adquirir estas herramientas luchando contra viento y marea. Actualmente en Venezuela se habla de emprendimiento y las personas han adoptado este término para impulsar comercios informales como venta de hortalizas, locales dentro de las comunidades, ventas de café artesanal, etc. Esto hace que las personas realmente tengan cierta interacción con la tecnología y buscar la manera de innovar, pero realmente si se analiza, hay un retraso total dentro del sector económico a pesar de que el término sirva para dignificar el trabajo y las alternativas que en medio de la crisis surgen. Como joven siento que hay un daño irrecuperable y es que los años pasan y las oportunidades también. Quizás si el contexto en Venezuela fuese distinto actualmente yo estuviese graduado con una carrera universitaria, ejerciendo una profesión, con una mejor calidad de vida y no en estas condiciones donde mis libertades están condicionadas. Como activista social y promotor de los derechos humanos a través de la formación de jóvenes, considero que el aprendizaje es buscar adaptar estrategias que en medio del contexto puedan seguir beneficiando a los y las jóvenes y construir un mejor país. Plantearnos proyectos que solo tienen un objetivo en el futuro e ir trabajando con objetivos inmediatos, casi que objetivos por semana o mes. Saber que dentro de la carencia en los servicios y la calidad de vida en Venezuela podemos seguir aportando cosas positivas al país para que, sin duda, mi pasado o mi presente no sea el futuro de los niños que hoy en día nacen en Venezuela. Cambiar esa realidad o trabajar para eso es el mayor aprendizaje que me ha dejado esta situación, ver a jóvenes que te agradecen porque les has sido de apoyo en este contexto y no han perdido la esperanza es mi mayor aprendizaje. Si tengo que definirlo en una sola palabra claramente sería la solidaridad que he desarrollado como persona».