Una guía para traer birdwatchers a Venezuela

Cuatro naturalistas acrecientan nuestra notable bibliografía sobre aves con un libro que muestra una vía sustentable para diversificar la economía 

Con ustedes, el Lophornis stictolophus, que vuela en los valles altos de Carabobo y en el Ávila

Foto: David Ascanio

Es la primera tendencia en el ecoturismo global: observar aves. Es la práctica que más dinero recauda y la que menor impacto ambiental produce. Y Venezuela fue, por mucho tiempo, el país de Sudamérica con más observadores de aves.

Promover esa actividad hoy es una de las formas posibles de realizar la frase “superar el rentismo petrolero”. A ello se ha dedicado un equipo de naturalistas: David Ascanio, guía en observación de aves de Victor Emanuel Nature Tours; Eliana Blanco Pérez, bióloga, ornitóloga e ilustradora del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas; Alberto Blanco Dávila, naturalista fundador de las revistas Río Verde y Explora; y Norbert Flauger, propietario de Posada Ecológica Casa María. 

La posada ecológica Casa María, en Carabobo, es el laboratorio que les permitió reseñar la presencia de las distintas especies de colibríes que habitan en el tramo central de la Cordillera de la Costa. El producto de esta unión de talentos fue una guía ilustrada —titulada Los colibríes de la Posada Ecológica Casa María— donde se mapean y explican algunos procesos biológicos y geográficos a los que están sometidas las más de treinta especies de colibríes que habitan en estos ecosistemas y que representan alrededor del 35 por ciento del total de las especies en toda Venezuela.

La cubierta de la guía y una de las páginas ilustradas por Eliana Blanco Pérez

Foto: Grupo Explora

En el tramo central de la Cordillera de la Costa abundan áreas naturales protegidas por extensos documentos legislativos, firmados y sellados por instituciones del Estado y políticos de toda estirpe. Parques nacionales como Henri Pittier, Macarao, El Ávila y San Esteban, o monumentos naturales como el Pico Codazzi y la cueva Alfredo Jahn son algunos de los espacios amparados bajo la figura Área Bajo Régimen de Administración Especial (Abrae) en esta región. Pero ninguna se gestiona con el nivel de responsabilidad ambientalista que priva en el manejo de la Posada Ecológica Casa María. 

En los valles altos de Carabobo, el ingeniero alemán Norbert Flauger inició un proyecto de conservación que más de veinte años después sigue vigente. En el transcurso de las dos últimas décadas, Norbert ha adquirido una gran cantidad de predios a los que les fueron modificadas sus condiciones geográficas naturales para convertirlos en pastizales y en monocultivos; ha reforestado cientos de hectáreas de ecosistemas perturbados, le ha devuelto a este tramo de la Cordillera de la Costa su unidad ecológica predilecta y una de sus caras más representativas: la selva nublada. En este santuario de la sostenibilidad, entre Canoabo y El Guarapo, se sitúa la Posada Ecológica Casa María.

Esta infografía hecha a partir de una foto de David Ascanio describe a una de las 35 especies presentes en la zona

Foto: Amadeo Pereiro y Alberto Blanco Dávila

—Norbert Flauger es un héroe de la conservación en Venezuela —dice Alberto Blanco—. Ha reforestado bosques que han sido totalmente talados para sustituirlos por plantaciones de cítricos. Aunque los ecosistemas reforestados ya no son bosques primarios y prístinos sino secundarios e intervenidos, son de una ayuda invaluable, pues los bosques retienen el dióxido de carbono, que es el principal gas de efecto invernadero, causante del calentamiento global, además de la gran biodiversidad que albergan. 

Pero Flauger no solo le declaró la guerra al cambio climático, sino también a la extinción de algunas especies animales. La consolidación de su proyecto hace posible salvar especies amenazadas como el paují copete de piedra (Pauxi pauxi), la rana lémur de Rancho Grande (Agalychnis medinae) —que se creía extinta—, el puma (Puma concolor) o el jaguar (Panthera onca). Además está convirtiendo este ecosistema en un potencial espacio atractivo para otras especies en peligro, cuya presencia se limita a un puñado de hectáreas dentro de Venezuela, como la rana arlequín de la Costa (Atelopus cruciger) y el tigrito (Leopardus wiedii).

Cuando en un territorio se fragmentan bosques, se degrada el hábitat y se cortan los corredores ecológicos, la fauna va quedando atrapada en “islas” de bosque, entonces no solo serán unas cuantas especies las que estén en peligro, sino todas las demás. En tal sentido, el trabajo de conservación que realiza Flauger en los valles altos de Carabobo es de gran importancia en un país sin conciencia ambientalista.

Un país de aves y de guías de aves

El valor conservacionista de Casa María se evidencia por la invitación para que el equipo de la revista ecológica Explora reuniera expertos en ciertas especies de fauna silvestre con la finalidad de elaborar guías ilustradas de alto contenido científico y pedagógico sobre la biodiversidad en los valles altos de Carabobo. Las dos primeras se publicaron en 2019 y 2020, y ahondaron sobre los anfibios y las serpientes presentes en Casa María y su área de influencia. 

Escrita, ilustrada y editada por Flauger y Blanco Dávila junto con Eliana Blanco Pérez y David Ascanio, la nueva guía explica la naturaleza e importancia de los colibríes para el continente, muestra a cada una de las 35 especies halladas en los valles altos de Carabobo, con su ficha técnica y las ilustraciones respectivas, y cierra con instrucciones para crear y mantener bebederos para colibríes (con la correcta preparación del néctar para atraerlos).

Una infografía sobre cómo preparar los bebedores para atraer estas aves a tu casa

Foto: Amadeo Pereiroy Alberto Blanco

Así como la Casa del Ángel del Sol de Mérida, la Posada Ecológica Casa María ha ayudado a mejorar las condiciones de vida de algunas especies de colibríes que habitan en la Cordillera de La Costa. Pascual Soriano y Michele Ataroff lo lograron con el ejemplar más emblemático de la selva nublada merideña, el ángel del sol (Heliangelus spencei); Norbert Flauger ha hecho lo propio en Carabobo con otras tantas como el ermitaño gargantirrayado (Phaethornis striigularis ignobilis), la coqueta coronada (Lophornis stictolophus) o la esmeralda coliverde (Chlorostilbon alice), ésta última endémica de Venezuela.

La guía de los colibríes de Casa María es un trabajo que se suma a la lista de publicaciones importantes elaboradas en Venezuela desde la década de los setenta, que comenzó con la guía Birds of Venezuela (1979) de William Phelps Jr. en sus dos ediciones, en español e inglés, trabajo de importancia mayúscula para ornitólogos y observadores de aves en Venezuela. Esta guía motivaría al ornitólogo estadounidense Steven Hilty a publicar su propia guía de aves venezolanas, también titulada Birds of Venezuela (2003), tanto tributo como actualización a la guía de Phelps.

Desde Phelps hasta Ascanio y sus colegas, Venezuela ha sido tema de varias grandes guías de observación de aves

El legado de William y Kathy Phelps para la ornitología y la observación de aves no tiene precedentes en Venezuela; uno de esos casos de familias venidas de fuera que se arraigan en lugares distintos a los de sus orígenes. Jardines Ecológicos de Topotepuy, fundado por Kathy Phelps en el extremo sureste de Caracas, son la muestra fehaciente de ese legado; allí Alberto Blanco funge como Coordinador de Proyectos Científicos. Pero la diversidad aviar de Venezuela también fue motivo de arraigo para la estadounidense Mary Lou Goodwin, quien vino al país desde Portland en la década de los cuarenta y es, junto a los Phelps, una de las pioneras en observación de aves en Venezuela. Su guía Birding in Venezuela (1990) –que lleva cinco ediciones, la última de 2003– es otro de los trabajos de cabecera de profesionales como David Ascanio, uno de los observadores de aves más destacados de Sudamérica y que hace poco publicó su propia guía, junto al ornitólogo Gustavo Rodríguez y el ilustrador Robien Restall: Birds of Venezuela (2017), uno de los trabajos más completos de los últimos tiempos en esta temática.

A Alberto Blanco Dávila, la coyuntura sociohistórica que atraviesa Venezuela no le ha coartado la disposición de trabajar en pro de la ciencia y la ecología. “Mary Lou Goodwin fue mi jefa en la Sociedad Conservacionista Audubon de Venezuela, fue quien me metió en el mundo de las aves y atravesé con ella todo el país. Es ella quien da inicio a la observación de aves como práctica ecoturística organizada en Venezuela. Trajo observadores de aves de todas partes del mundo. Pero también debo mencionar a Miguel Lentino y a Alejandro Luy, de Fundación Tierra Viva, quienes han trabajado de forma ininterrumpida por mantener activa la observación de aves en el país”.

Turismo verde en vez de oro negro

En Venezuela se ha librado por muchos años un debate que comenzó con las posturas de Alberto Adriani, Arturo Uslar Pietri y Rómulo Betancourt sobre el aprovechamiento del petróleo en pro del desarrollo de la nación. Hoy ese debate resulta estéril, pues las urgencias ambientales que atraviesan el planeta demandan de energías alternativas y no contaminantes. Venezuela debe interiorizar esta realidad y sumarse al nuevo paradigma. Esperar que el chavismo recule en su política ecocida es ingenuo, por lo que es la misma ciudadanía la que debe retomar los caminos de la sostenibilidad ambiental cuando tenga que diversificar su economía. La observación de aves es una opción potable para ello, pues en este tópico contamos con un pasado rico en bibliografía e investigación y con un presente aún megadiverso, ya que muchas aves sobrevuelan en los cielos venezolanos como en pocos lugares del planeta.

Nadie irá a Venezuela a ver selvas devastadas por las minas, pero sí a fotografiar al Ocreatus underwoodii, por ejemplo

Foto: David Ascanio

Los valles altos de Carabobo no solo cuentan con reservas paisajísticas para la promoción del ecoturismo, también con el potencial humano necesario para hacer del birdwatching uno de sus motores. La cara más representativa de esto es la red de posadas que se ha consolidado en el lugar. 

En Mérida hay espacios incluso dentro de la ciudad, como las lagunas artificiales del Jardín Botánico de la Universidad de Los Andes, convertidos en paradas permanentes de refresco para aves migratorias. Los Roques, Margarita o Paraguaná, en su calidad de ventana septentrional de Venezuela, deben trascender la imagen desolada que tienen hoy, producida por la destrucción de manglares, la tala indiscriminada y la construcción de narcoaeropuertos. Una alternativa para ello es captar turistas dispuestos a pagar por observar aquellos cielos repletos de flamencos y cotorras. Los grandes hatos llaneros, por su parte, deben reorientar su atractivo hacia los conciertos de alcaravanes, arucos y carraos en sus esteros y morichales. 

Todo esto requiere una cadena de elementos logísticos que no solo dependerá de la presencia de aves en los ecosistemas, sino de las facilidades de transporte, de alojamiento y, en especial, de la disponibilidad de expertos guías que conviertan a la observación de aves en uno de los nuevos motores de la economía venezolana. La guía Los colibríes de la Posada Ecológica Casa María es uno de los pasos que hay que dar: todo arranca con difundir conocimiento sobre lo que tenemos.


La guía Los colibríes de Posada Ecológica Casa María se consigue enviando un mensaje directo a las cuentas en Instagram de la posada o de Explora, o al buzón electrónico blancoalb@gmail.com