Los políticos venezolanos no quieren mujeres en el poder

Siempre ha habido resistencia entre todos los partidos e instituciones a que las mujeres lleguen a altos cargos. Aquí dirigentes de la democracia hablan de cómo ganaron a pulso los derechos políticos que hoy tienen las mujeres venezolanas

Felipe Torres y Alejandra Otero
Salvo la política universitaria y algunos gremios, el liderazgo político en Venezuela está lleno de barreras para las mujeres

Foto: Composición de Sofía Jaimes Barreto

Ya han pasado más de 40 años desde que varias jóvenes mujeres lograron adentrarse en los espacios políticos de una Venezuela en vías de desarrollo. Su esfuerzo, preparación y gallardía les valió para lograr importantes puestos como ministras, diputadas, senadoras y jefas gremiales en un país que necesitaba una verdadera paridad de género y, mucho más que eso, una representación de la mujer dentro de los espacios de poder. 

En su libro El espejismo de la igualdad (2006), la fallecida antropóloga y socióloga Evangelina García Prince afirmaba que el estatus de las mujeres en el orden público político es de subordinación. Excluidas de posiciones significativas, su inclusión en la práctica es subordinada y por tanto ficticia. Son parte del sistema pero no de los procesos de decisión. Lilia Arvelo, Sonia Sgambatti, Isolda Heredia de Salvatierra y Natalia Brandler lo saben muy bien.

El sexismo gremial

LIlia Arvelo lleva años retirada de la política y los gremios, pero hoy ve en muchas jóvenes el reflejo de quien era en 1985, cuando a esta docente le dijeron que su gremio solo podía ser dirigido por hombres, antes de convertirse en la primera presidenta del Colegio de Profesores de Venezuela. “Gané en diecisiete estados. Era increíble aquello y hoy en día aún lo es. El gremio se creó en el 43 y yo lo dirigí del 85 al 89. Pero hasta ahora sigo siendo la única mujer en haberlo logrado”.

Un ejemplo similar es el de Fedecámaras, en donde Albis Muñoz ha sido la única mujer en ejercer la presidencia, en el período 2003-2005. No obstante hay gremios como el Colegio de Enfermeros del Distrito capital en el que la mujer no solo tiene la presidencia, en el caso de Ana Rosario Conteras, sino que desempeñan una participación activa en el acontecer nacional. Mientras que en el Colegio de Odontólogos de Venezuela, la presidencia y vicepresidencia está a cargo de hombres, y los puestos por debajo son en su mayoría para mujeres.

María Corina Machado, quien no se identifica con una agenda feminista, no ha estado más cerca de ser la primera presidenta de lo que han estado Ismenia Villalba o Irene Sáez

Foto: Armando Díaz

Arvelo dice que es insólito que un gremio como el de los profesores, con 73 por ciento de mujeres, haya sido liderado solo una vez por una mujer: “La mujer siempre ve en el hombre el que dice la última palabra y yo no acepté. Mi victoria no fue una concesión graciosa por ser mujer. Yo trabajé, me preparé y por eso merecía la presidencia”. Luego, en 1988, Lilia Arvelo fue electa como parlamentaria y se desempeñó como segunda vicepresidenta del Congreso Nacional. Hoy es la primera vicepresidenta de la Asociación de Parlamentarios Jubilados. Al Congreso llegó por petición del expresidente Lusinchi y el exsecretario de AD, Manuel Peñalver, quien la impulsó a presentar su candidatura. 

Una vez en el Congreso su mentalidad progresista le causó problemas. “Siendo gobierno mi partido, algunos dirigentes se pusieron en contra de mi forma de actuar”. Esta profesora solía llamar a huelgas y a paros de educadores para impedir la firma de un nuevo contrato colectivo sin condiciones adecuadas. “Ahí vi mucha presión. El Presidente me pedía firmar y yo me negaba, no podía defraudar a mis maestros. Y siempre sostuve esto, y es que yo no fui electa por mi partido, a mí me escogió gente de todos los colores. Fue muy difícil ese momento y luego también me pasó con el presidente Pérez”. Entonces hizo llave con una diputada copeyana, Isolda Heredia de Salvatierra. “Eso a mis compañeras no les gustó, pero si resolvíamos, trabajábamos y nos entendíamos, ¿por qué desechar eso tan maravilloso? Éramos mujeres trabajando por un bien común, que fuésemos de partidos opuestos era otra historia”.

Arvelo está cansada de anuncios de nuevas coaliciones sin mujeres a la cabeza y que donde haya más mujeres mandando sea en las juntas de condominio.

“La Constitución es letra muerta. Hay que elaborar estatutos y propuestas de cambio dentro de las bases partidistas. Las venezolanas somos un verdadero partido y muy poderoso, tenemos que internalizarlo”. 

Una feminista como Lilia Arvelo considera inaceptable que la Ley Electoral señale que se deba “procurar” conseguir la cuota de mujeres. “Tiene que ser una obligación, no un favor, ni mucho menos una tarea que hacer para complacer”. La verdadera lucha empieza en las escuelas donde a su juicio se debe enseñar a niños y niñas que la mujer no es solo madre, protectora, la responsable de hacer comida y mantener la casa limpia. “Hay que enseñar a las mujeres a ser líderes y querer poder”.

20 años fuera por ser mamá

Isolda Heredia de Salvatierra estuvo desde el día uno de vida vinculada a la política. Su padre, Cipriano Heredia, fundó Copei en Barinas. Cuando terminaba primer año de Economía en la UCV y caía la dictadura perezjimenista, ya había empezado a militar en la resistencia, y cuando su familia la inscribió en la UCAB, participó en la toma de la universidad, el 21 de noviembre de 1957. Solo otras dos mujeres estaban con ella, Elena González y Teresa Albanes. “Luego sumamos muchas más y cantamos un himno en rechazo a la dictadura. Fíjate que había mucha sororidad, porque en los dormitorios yo vivía con la hija del gobernador de Barinas y con la del ministro de Educación, ellas no solo no callaron, si no que cantaron con nosotras”.

Después del plebiscito de diciembre del 57, Heredia de Salvatierra entró a la Juventud Revolucionaria Copeyana, donde aprendió más de socialcristianismo. “Ahí conocí a mi marido Rafucho. Al principio a su esposo no le parecía bien que las mujeres se metieran en el mundo político. “Era complejo, porque la gente a veces creía que había entrado a la política con ayuda de Rafucho. No, yo entré por mí”. 

Pero en los sesenta “era muy difícil juntar la palabra mujer con la política”. Pasaron veinte años, en los cuales se dedicó a sus cinco hijos y a crecer como economista. En 1979 Isolda volvió al ruedo. “Para ese entonces lo único que había eran las secretarías femeninas, que yo nunca ocupé”. Con Luis Herrera Campins como nuevo Presidente y Eduardo Fernández en la Secretaría General de Copei, el gobierno le solicitó asesorar en el Ministerio de la Mujer. “Rafucho no quería, porque la política más cinco muchachos y la administración pública no era nada fácil, pero yo tenía mi vena política completa”. Entonces se sumó a la lucha por la reforma parcial del Código Civil. “Discutir esa reforma fue difícil. Ahí nos dimos cuenta de las discriminaciones”.

Agradece la labor de su amiga Mercedes Pulido, tanto en el senado como en el Ministerio de la Mujer.

La experiencia con la reforma del Código Civil le enseñó a Isolda Heredia a hacer lobby. “Los hombres, e incluso los banqueros, pensaban que nosotras íbamos a paralizar muchos procesos con esa reforma. Estaban equivocados”.

Después a Isolda le llegó la oportunidad de representar a Venezuela ante la Comisión Interamericana de la Mujer, en Santo Domingo. Rafucho volvió a aceptar que fuera. En el 82 Venezuela consiguió la presidencia de esa Comisión y eso ayudó aún más a que se diera la reforma del Código Civil, puesto que al tener Venezuela la presidencia, Heredia podía influenciar más la política interna venezolana, mediante los continuos debates y propuestas que se daban en Washington cada vez que la Comisión se reunía. De este modo en el Congreso se ratificaban las decisiones acordadas por la Comisión.

Cuando volvió a Venezuela, la diputada Argelia Laya, del Movimiento Al Socialismo, y la ministra adeca de Familia, Virginia de Celli, se volvieron sus aliadas. “Teníamos que lograr que en las elecciones de 1988 fueran más mujeres en la lista. Hablamos con los partidos y en el 89 se aumentó ese porcentaje”.

Pero Isolda veía indignada cómo los puestos lista los asignaban los secretarios generales y preferían a hombres. A Isolda le tocaba ir a la diputación por el estado Miranda, y en las listas de su partido la bajaron de la segunda a la décima posición. A Argelia Laya le tocó dejarle el primer puesto a Pompeyo Márquez y la mandaron a ser diputada por Delta Amacuro. “Yo no quería nada más, pero Argelia me dijo: ‘Tú no vas a aceptar eso. Tú vas a negociar’”. Fue así como Isolda logró la diputación por Monagas.

En las elecciones generales de 1988 también fueron electas como congresistas Adicea Castillo, Cira García Maldonado, Sonia Sgambatti, Mercedes Pulido e Ixora Rojas. Ahí Argelia Laya les enseñó algo a todas: que cuando se discutía una ley que afectaba a la mujer todas debían estar en el Congreso. “Si no estábamos podían decir y hacer lo que quisieran, y no les íbamos a dar ese gusto, y más porque en aquel entonces las mujeres no conocían sus derechos”.

La herencia machista en la ley

Sonia Sgambatti, exmagistrada de la Corte Suprema de Justicia, detectó al principio de su carrera como abogada cómo la legislación creaba para la mujer una posición muy desventajosa. “Cómo se dedica una mujer en política cuando su cualidad de mujer ya está siendo degradada, solo por eso, por ser mujer”.

“Nuestra legislación dejaba toda la autoridad en el hombre, no solo en lo social, en lo doméstico, en el matrimonio, estructuras absolutamente arraigadas por las legislaciones de todo el mundo y en Venezuela mucho más. Pero tomé la batuta y demandé el artículo 423 del Código Penal ante la Corte Suprema en 1972”.

Una ley preveía seis meses de presidio a un hombre que matara a su esposa por infidelidad, y veinte años para una mujer por el mismo delito y motivo. La decisión sobre reformar parcialmente el Código Civil tardó diez años.

“Todos los magistrados me decían, ¿cómo vamos a dejar a la mujer de esa manera? Ellas tienen que estar bajo nuestro yugo y ser obedientes”.

Con la modificación del Código Civil la mujer tuvo libertad para usar o no el apellido de casa, se equiparó la administración compartida de la guarda y custodia de los hijos, se le dio igualdad de derechos a los hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio, se le otorgó a la mujer no casada legalmente, que comparte su vida con un hombre, derechos sobre los hijos y bienes habidos en el concubinato. Ella era una mujer entre muchos hombres y su voz se hizo escuchar, a pesar de las muchas barreras. “Se abrió la compuerta para cambiar el Código Civil, que tenía influencias muy obsoletas y en donde la mujer no tenía ninguna labor. Solo servía para parir”.

Además de la reforma del Código Civil de 1982, Sgambatti luchó por crear la cuota de participación electoral del treinta por ciento. Se logró, pero la alegría duró poco. El CNE la eliminó mediante la Resolución 000321-544, que derogó el artículo 144 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política. “Ellos no tenían la facultad para modificar la ley, era una ley de rango orgánico y esas leyes no pueden ser revocadas por un ente administrativo”. En 2000 la exmagistrada demandó la nulidad de esa decisión, pero sin importarles que fuera una norma de rango orgánico le dieron la razón al Poder Electoral. 

Para la abogada, el que hoy en día existan leyes en Venezuela que sigan teniendo rasgos machistas y patriarcales se debe a las reminiscencias de otras leyes. Ese Código Civil reformado parcialmente en 1982 contiene muchas disposiciones que datan de 1942. “Yo estuve en el Senado, pero era tan difícil lograr cambios”, recuerda Sgambatti.

El reto común de chavistas y opositoras

Natalia Brandler, doctora en Ciencias Políticas y experta en empoderamiento, lleva varias décadas trabajando en formar mujeres para la política. Entre 2005 y 2010 realizó varios talleres en los que estuvieron chavistas y opositoras; pero en la última década solo ha trabajado con contrarias al chavismo. A principios de este siglo, dice, “ya hacer política implicaba luchar contra las imposiciones de los hombres, de los partidos. Era el tema con el que se topaban ambos bandos. Ellas tenían que convivir y compartir situaciones durante los tres días del taller y todas coincidían en que los problemas eran iguales, porque al final ellas eran mujeres y sufrían de lo mismo: los hombres son los centros de decisión”.

En la experiencia de Brandler, la mujer en la política venezolana está relegada al trabajo organizativo: el volanteo, a ir de calle en calle y de casa en casa, supervisar mesas electorales, mientras que en las directivas de los partidos casi no hay mujeres y si las hay no tienen poder de decisión.

Ejemplo de ello son los partidos Voluntad Popular (tanto el verdadero como el controlado por el chavismo), Primero Justicia, Partido Socialista Unido de Venezuela y Copei. El caso de Acción Democrática no dista mucho, a excepción de la secretaría juvenil y la secretaría femenina, y la presidencia a cargo de Isabel Carmona de Serra. Vente Venezuela cuenta con una mujer a la cabeza, María Corina Machado, y hombres en los demás puestos.

Delsa Solórzano, quien viene de otros partidos como UNT, es un caso de excepción: fundó su propio partido, Encuentro Ciudadano, donde 54% de los cargos directivos están en manos de mujeres

Foto: Armando Díaz

“Para cualquier mujer en Venezuela hacer política es algo sumamente complejo —apunta Brandler—, sobre todo para las militantes o líderes de oposición, puesto que además son víctimas de persecuciones, como lo ha sido Machado entre varias otras. Cuatro de las diputadas electas en la Asamblea Nacional por la oposición en 2015, María Mulino (Cuentas Claras), Mariela Magallanes (La Causa R), Dinorah Figuera (PJ) y Gaby Arellano (VP) se encuentran en el exilio. Emigrar les permite estar seguras, pero les impide actuar en el país. Así las sacas de la política”.

Claro que aunado a esto la mujer tiene que enfrentar otros retos. Brandler los explica: “Para hacer política las mujeres tienen que tener lo básico de su vida resuelto. Es decir: tiempo, recursos, un Estado que sea funcional y que le provea los servicios básicos, por ejemplo tener escuelas, transporte público, guarderías, hospitales, sitios en donde se pueda atender a los parientes enfermos, enfermeras que cuidan a la familia. Son temas que una democracia avanzada resuelve. Una mujer que quiere dedicarse a la política debe sustituir al Estado, además tiene que generar recursos para trasladarse, tomarse un día entero para visitar una comunidad y esto sin contar las dificultades dentro de su partido político”.

Brandler recuerda que en los inicios de la llamada revolución bolivariana hubo mujeres muy valiosas. “Chávez quiso mostrar que había una agenda feminista y una lucha, pero fue una participación tutelada. No podían tener una agenda distinta a la trazada por Chávez y eso se repetía desde el ministro hasta el funcionario más bajo”. Algunas feministas venezolanas fueron alejándose al darse cuenta de que la participación de mujeres en consejos comunales era una estrategia para usar a las mujeres en movilización comunitaria para defender las líneas de Chávez, comenta la experta.

Natalia Brandler agrega que la transformación constante del sistema electoral “influye en el grado de fragmentación de los partidos, que a su vez influye en las decisiones que toman estos sobre quién es nominado y finalmente elegido; y en última instancia afecta a las mujeres. Debido a esto es esencial que las candidatas reciban capacitación sobre cómo los arreglos electorales, el tamaño del partido en el que compiten y las probabilidades de éste de obtener escaños pueden condicionar sus propias posibilidades de ganar. El solo análisis, sin embargo, no es suficiente. Las mujeres deben poder utilizar esta información en beneficio propio”.

En las elecciones parlamentarias de 2015 fueron electas un 21 por ciento de diputadas, cuando antes de los 2000 el resultado no sobrepasaba el 11 por ciento. Pero entre los 112 escaños ganados por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), 5 mujeres fueron diputadas nominales y 21 diputadas lista. “Esos resultados evidencian el escaso compromiso de las elites partidistas con la igualdad de género”, dice Brandler. “Solo un análisis detallado de las circunscripciones en las que se postuló ese 32,95 por ciento de candidatas a la elección nominal, permitiría entender cómo terminó reducido a apenas al 4,5 por ciento de electas. La única explicación es que esas mujeres compitieron en circunscripciones donde la Unidad no esperaba ganar, o donde sabía que no tenía la estructura para defender los votos”.

Para el final de la gestión de esa AN, las quince comisiones tenían a cuatro mujeres como presidentas. En las de Energía y Petróleo y Finanzas y Desarrollo Económico no había ninguna diputada. La Comisión de Desarrollo social contaba con 11 mujeres, pero era presidida por un hombre. Hoy, en la Asamblea Nacional actual, controlada por el chavismo y tildada por la oposición como “ilegítima”, de quince comisiones permanentes solo dos están presididas por mujeres: la de Pueblos Indígenas y la Comisión Permanente para las Familias, la Libertad de Religión y de Cultos. Nueve comisiones cuentan con vicepresidentas. Es evidente cuáles comisiones aceptan mujeres y cuáles no: como si no hubiera expertas petroleras o economistas mujeres en Venezuela, las comisiones de temas considerados más estratégicos por los partidos no tienen diputadas, pero sí las de asuntos sociales o indígenas.

La mirada al presente

Isolda Heredia ve a muchas mujeres con brío y la importancia de formar a mujeres políticamente, pero que la crisis actual ha disminuido a una posible generación de relevo que garantice el futuro. Sobre el chavismo condena particularmente la posición de otra veterana, María León. “Ella dijo que si Chávez se declaraba dictador ella lo apoyaría”. Cuando los choques aumentaron entre estas mujeres, el Ministerio de la Mujer se cerró para todas las opositoras. Sobre Tibisay Lucena, exrectora del CNE, dice que “jugó con las mujeres con la cuota en las elecciones del 2015. Ofreció villas y castillos y luego sacó el decreto después que ya habían escogido las candidaturas de la Unidad y por eso no se cumplieron las cuotas de entre el cuarenta y cincuenta por ciento, porque ya estaban las candidaturas. Más nunca volví a pisar ese Consejo”:

Para Natalia Brandler es una razón de mucha preocupación que Venezuela todavía esté lejos de lograr la igualdad, a pesar de estar suscrita a la Convención de Belém do Pará de 1994, la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), la Ley Marco de la Asamblea General del Parlatino, la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing y el artículo 21 de la Constitución de Venezuela. “Son 66 años de leyes y resoluciones y ahora es cuando estas resoluciones han empezado a generar presión para el cumplimiento de las leyes”.

A esto se suman los distintos tipos de violencia que fortalecen el denominado techo de cristal para las mujeres. De acuerdo con una encuesta hecha por la Asociación Cauce (que asesora a las mujeres de la oposición venezolana), de 111 políticas venezolanas, el 60 por ciento manifestó haber sido víctima de alguna forma de violencia en el ejercicio de sus actividades partidistas. Por ejemplo, un 28,8 por ciento de las encuestadas recalcó que se difundieron rumores o imágenes sobre su vida personal u orientación sexual, o se dijo que tuvieron relaciones sexuales con hombres para avanzar en sus carreras políticas. Asimismo, el 51,5 por ciento aseguró haber recibido amenazas o represalias si continuaba participando en política, y 41 de estas mujeres aseguraron haber sufrido restricción del uso de la palabra.