La mayor orquesta del mundo dio un concierto de paradojas

Músicos que estuvieron presentes y conocedores de El Sistema responden las preguntas detrás del récord mundial en la Academia Militar. ¿Por qué en Fuerte Tiuna? ¿Propaganda, negocio o cultura? ¿Cómo se sentían los chamos?

Doce mil chamos fueron al evento, pero Guinness certificó a los menos de nueve mil que pudieron tocar en simultáneo

Foto: Fundamusical Simón Bolívar

El 13 de noviembre de 2021, antes de iniciar el concierto de lo que sería la más grande orquesta sinfónica del mundo, ocho militares tocaron una diana desde el techo de la Academia Militar —en el Fuerte Tiuna de Caracas—, donde se había reunido a doce mil músicos del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela. 

Uno de los directores nombró al maestro José Antonio Abreu, fundador del Sistema, y pidió un aplauso. “Fue una ovación espontánea”, dice Diego Vallenilla Zubillaga, fotógrafo invitado al evento. Todo lo contrario sucedió con la vicepresidenta Delcy Rodríguez, quien llegó caminando una larga distancia por sobre una alfombra. “No se levantaron, nadie aplaudió, un silencio que más bien fue como incómodo. Fue un momento tenso, vi las caras de la gente y siento que hubo ahí una pita que se tragaron”.

Siguieron videos sobre Abreu, Chávez y Maduro, los dos últimos de mayor duración que el primero. “Todos estábamos preparados para que hubiese una parte política en el acto, pero no esperábamos que fuese de esa magnitud”, dice Topacio (nombre falso), una músico de un núcleo de Yaracuy del Sistema. “Eso nos agarró fuera de base”.

Cuando terminaron de tocar la Marcha Eslava de Tchaikovsky, bajo la dirección de Andrés David Ascanio, y ya cumplidas las condiciones para que la empresa Guinness aceptara el récord mundial (la pieza debía durar al menos cinco minutos; los músicos tocar sus propios instrumentos sin compartirlos y la cantidad de estos debía superar la del último récord, logrado en Rusia en 2019) siguió la discusión política y la controversia en redes sociales. 

Guinness World Records adjudicaría el récord días después, pero contando ocho mil quinientos músicos y no doce mil, pues los supervisores de El Sistema descalificaron a aquellos cuyos partituras tenían pase de espera y no tocaron los cinco minutos continuos. 

Gabriela Montero, por ejemplo, la reconocida pianista venezolana, lo catalogó como parte de la “maquinaria de propaganda”. 

 

“Se han dicho muchas cosas exageradas —dice Topacio—, para bien o para mal”. Vallenilla entiende “perfectamente las críticas” pero que él se queda “con la parte buena, el esfuerzo de estos chamos, la ilusión de ellos y sus familiares”.

Tocando a dúo con el poder

El Sistema tiene una relación histórica con el Gobierno desde su nacimiento en 1975 como Orquesta Juan José Landaeta, su posterior transformación en fundación del Estado en 1979 y luego en ente adscrito a la Presidencia en 1988. 

En 1976 Abreu hizo un concierto en homenaje al presidente Carlos Andrés Pérez en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. Isaac González, periodista cultural de El Nacional que ha investigado al Sistema en los archivos del diario, dice que el maestro tenía «la agilidad, la inteligencia, la astucia para relacionarse con el poder”. Había estado en la política antes de 1975, y como diputado del partido de Arturo Uslar Pietri criticó las políticas de los gobiernos de turno. Pero una vez que se crea el Sistema, “no hay más comentarios críticos del maestro Abreu a figuras políticas —dice González—. Él buscaba la manera de cuidar su posición como fundador y director del Sistema para seguir recibiendo financiamiento y apoyo”.

En 1992, después del golpe del 4 de febrero, Abreu —en ese entonces presidente del Conac— denunció la intentona y afirmó que “cultura y totalitarismo son términos irreconciliables”. Sin embargo, en una entrevista concedida al medio propagandista Telesur en 2013, Abreu afirmó que Chávez fue “un impulsor decidido” que le había asegurado en 1999 “llevar a la orquesta a sus últimas consecuencias artísticas y sociales”. 

“Se muestra bastante agradecido con Chávez”, dice González. “Parte de la genialidad de Abreu fue saber lidiar con distintos gobiernos, incluido este último—dice Vallenilla—. Yo veía actitudes de Abreu que no me gustaron nada. Pero si él no lo hubiese hecho de esa manera, no sabría cuál hubiese sido el destino del Sistema hoy”.

Así, la relación entre el Sistema y los gobiernos chavistas pareciese haberse hecho más estrecha. “Chávez de alguna manera se obsesionó”, dice González. En 2001 creó la Misión Música para superar el millón de niños inscritos en el Sistema. Maduro siguió ese camino, aprobando cantidades cuantiosas de presupuesto para el Sistema: en 2019 fue de casi 66.000 millones de bolívares, mientras que el de la UCV ese mismo año fue de 791 millones.

Sin embargo, la relación de los miembros del Sistema con el chavismo no ha sido siempre armónica. En 2016 Carolina Cestari —viceministra de la Suprema Felicidad— desde la tarima del Centro Nacional de Acción Social por la Música dijo a los empleados del ente: “¿Usted no está de acuerdo con el proceso revolucionario? Sea coherente con su posición política y busque trabajo en otro lado”. 

En 2017, durante la ola de protestas, Armando Cañizales —un violinista de 17 años de edad del Sistema— murió por un disparo mientras manifestaba contra el gobierno de Maduro. Entonces un grupo de 50 personas, incluyendo músicos y personal administrativo, protestó en la entrada del Centro Nacional de Acción Social por la Música. La situación llevó a que el director Gustavo Dudamel, quién dirigió un concierto en el velorio de Chávez y tocó uno el mismo día que los estudiantes Bassil Da Costa y Robert Redman fueron asesinados en las protestas del 2014, criticase abiertamente al Gobierno por la represión y llamase “inconstitucional” a la Asamblea Nacional Constituyente. Maduro, en su respuesta, se catalogó como “el artífice de la expansión de este movimiento” y le respondió que “Dios te perdone por dejarte engañar”. Tres días después, la Presidencia canceló la gira de Dudamel con la Orquesta Sinfónica Infantil de Venezuela por Estados Unidos. 

Mañas soviéticas

En este contexto político e internacional, que el concierto de la mayor orquesta del mundo se hiciera poco después que la Corte Penal Internacional iniciase una investigación al Gobierno venezolano por crímenes de lesa humanidad, generó sospechas sobre fines propagandísticos. 

Sin embargo, Florentino Mendoza (violonchelista, miembro fundador e instructor nacional del Sistema y actual presidente del Teatro Chacao) asegura que “ese concierto se viene gestando desde antes”, impulsado por el director Eduardo Méndez. “Las orquestas de adultos empezaron sus ensayos en octubre —dice Topacio—, pero las de niños en agosto”. Vallenilla concuerda: “Tengo entendido que esta es una idea muy vieja —dice—. Desde la despedida de Abreu en el Poliedro, que podía prestarse para el récord”.

La locación en Fuerte Tiuna también despertó polémicas. ¿Por qué no hacerlo en Parque del Este, un espacio civil y políticamente neutral?

Para Florentino Mendoza, «el único sitio que ofrecía las condiciones mínimas de seguridad, acceso a 800 autobuses estacionados a lo largo y ancho del Paseo Los Próceres, centros médicos de PCR y emergencias y lutería era la Academia Militar”. 

Vallenilla agrega: “¿En qué otro lugar se podía hacer? Doce mil personas sentadas en un espacio plano. La empresa privada no creo que tenga la fuerza para hacer algo de ese tamaño. Un proyecto social como el Sistema, de esa envergadura, en cualquier país del mundo va a necesitar del Estado. Lamentablemente en Venezuela este es el Gobierno que tenemos”. 

¿Y los toques de diana? “Son parte del protocolo diario de la Academia Militar —explica Mendoza—. Los pudimos observar en los ensayos. Los toques de diana venían a la misma hora todos los días”.

Aun así, el concierto tiene semejanzas con episodios históricos de propaganda política de regímenes autoritarios por medio de la música y los deportes. El énfasis que se hace en la cantidad, la orquesta más grande del mundo, recuerda uno de los principios que definía al atletismo soviético, de suma importancia para transmitir el mensaje de la superioridad socialista: la massovost (masividad) impulsaba el esfuerzo por hacer masiva la práctica de ciertos deportes, porque mientras más atletas tenían, más posibilidad había de sacar de ahí campeones excepcionales en disciplinas fundamentales para la URSS, como el ajedrez o la gimnasia. Una política muy similar tiene un régimen que por décadas fue protegido por la URSS y es inmensamente cercano al chavismo desde 1999: el de Cuba.

Aunque el caso de El Sistema, sobre todo su proyección internacional de la que es parte este Récord Guinness, hace pensar en otra institución cultural rusa de la que la URSS sacó mucho provecho propagandístico, el Ballet Bolshói. En 1959,  por ejemplo,  tres años después de la sangrienta invasión soviética de Hungría que tanto daño hizo a la imagen del socialismo en el mundo, el Bolshói fue enviado a una gira a Estados Unidos.

Igual que los zares y que los líderes de la URSS con el Bolshoi, Fidel Castro se aprovechó del Ballet Nacional de Cuba

Récords para tiranos

Los récord Guinness los ofrece una empresa, no una fundación sin fines de lucro, llamada Guinness World Records, que tiene un historial de prestar servicios a regímenes autoritarios. Por ejemplo, ha validado once récords de la policía de los Emiratos Árabes Unidos y varios del represivo gobierno turcomano. En 2007, Guinness entregó un certificado a Corea del Norte por el récord de la mayor cantidad de atletas en un espectáculo de gimnasia en el Festival Arirang. Massovost, una vez más.

De hecho, Guinness World Records ha recibido críticas por los servicios que presta a empresas y países para ayudar en la organización y certificación de récords a cambio de cuantiosas sumas de dinero. Aunque la empresa no mandó ningún representante oficial, y se desconoce si hubo algún tipo de transacción monetaria, Guinness World Records sí designó a un jurado de dos músicos venezolanos —Pedro González y Marcos Carrillo— para certificar que se cumplieron los requisitos del récord, y además, la multinacional KPMG hizo una auditoría.

De todos modos, para Mendoza el concierto va más allá del récord Guinness. “Fue un dinero muy bien gastado en la juventud venezolana porque se lo merece —dice—. Marca un hito a pesar de las dificultades y todos los obstáculos”.

Nicolasito y Karen en simultáneo

Uno de los flautistas de la orquesta más grande del mundo fue Nicolás Maduro Guerra, el hijo del dictador. “La presencia del hijo del presidente se debe a que él fue la primera flauta de la orquesta infantil de San Agustín mucho antes de que su papá fuese presidente”, explica Mendoza, quién recalca que todos los miembros del Sistema estuvieron invitados. En efecto, Maduro Guerra fue miembro de la orquesta de 1998 a 2004. “Tibisay Lucena también fue miembro fundador de la Orquesta Simón Bolívar en 1978 —dice Mendoza—. Si hubiese ido, hubiese tocado también”. De hecho, poco después del concierto, Lucena tuiteó agradeciendo a Chávez, Maduro y el maestro Abreu.

Pero entre los participantes también se encontraba Karen Palacios, una clarinetista que fue expulsada de la Filarmónica Nacional por firmar a favor del referéndum revocatorio contra Maduro y luego detenida por un mes y medio, y confinada por la Dgcim, tras participar en el programa de Chúo Torrealba y aceptar una entrevista de El Nacional.

“La Filarmónica no tiene absolutamente nada que ver con el Sistema —dice Karen Palacios—. El Sistema es mi familia, desde que tengo once años. Ahí no importa de qué color político eres”.

“Lo que motivó a doce mil músicos es demostrar que somos una familia, que creemos en nuestro país —agrega—. Todo eso me ha hecho entender que mi voz cuenta, que yo soy una líder y que debo seguir demostrando lo bueno que tiene Venezuela”. Palacios explica que no es simpatizante del chavismo ni nunca lo ha sido, pero “no puedo detenerme por lo que viví, mi institución se merece que yo le dé de vuelta lo que he recibido”.  

“Desde el principio el maestro Abreu inculcó la inclusión de todos los venezolanos, aun siendo de ideas políticas distintas o religiones —dice Florentino Mendoza—. Eso es lo que ha hecho que el Sistema sea una institución equilibrada y multidisciplinaria que permite el acceso y la inclusión de todos los venezolanos”.

¡No queremos pan!

Poco después del concierto circuló un video de un grupo de músicos gritando “¡No queremos pan!”. “Al parecer los muchachos pasaron hambre —escribió la periodista Beatriz Galindo en Twitter—. Lo que les dieron fue pan con mortadela”. Karen Palacios le respondió en Twitter que el día del concierto habían recibido arroz con pollo, pan con milanesa, un golfeado y jugos, y que los días de ensayo habían recibido pan con pollo, carne, jamón o queso. “Quizás toqué en otra orquesta”, respondió con sarcasmo.

Topacio explica que todos los músicos recibieron pan con jamón o queso, fruta, galletas y jugo durante los días de ensayo. También, el día del concierto, Topacio recibió un pan con carne y otro día comió un pan con milanesa. Otros músicos, explica, incluso recibieron bandejas de arroz con pollo.

“Es una exageración lo del hambre y la comida podrida —dice la músico—. Pero tampoco sobraba ni todo estaba perfecto”.

Por ejemplo, Topacio alega que algunos músicos recibieron jamón un poco descompuesto, porque lo dejaron en el sol. “Se enfermaron del estomago, tuvieron diarrea o vomitaron —dice—. Pero sí es verdad que nos dieron todas las comidas y no se pasó hambre”.

Topacio también explica que la  supuesta protesta de “¡No queremos pan!” se hizo “a modo de broma” pues “es cansón tres días comiendo de almuerzo y cena un sándwich de jamón y queso o pollo. Hicieron millones de memes de que no querían más pan. Pero entre broma y broma, la verdad se asoma. La gente estaba cansada”.

“Yo después del video del pan le escribí a muchos músicos y nadie me dijo que había pasado hambre —dice Vallenilla—. Imagínate para el chamo que no pasó hambre, que no se siente manipulado, que ese es uno de los días más importantes de su vida, ver una declaración de un líder de oposición o de una periodista que no estuvo ahí diciendo que fueron manipulados, que pasaron hambre. Por eso pasa esa desconexión con la oposición. En un universo de doce mil personas cualquier cosa puede pasar”.

Del otro mundo

“El ambiente era festivo —cuenta el fotógrafo—. Al final del concierto formaban unas orquestas espontáneas. Horas sin dormir, en el sol, y siguen con ganas de hacer música”. Mendoza recalca que la mayoría de los músicos eran “niños que se desplazaron del interior de manera voluntaria”, muchos que venían a Caracas por primera vez, con “la cara de emoción y felicidad” por tocar en la mayor orquesta del mundo. “Eso no tiene precio —dice—. Va encima de los intereses políticos, los presupuestos y los comentarios malsanos”.

Mendoza también recalca el largo historial del Sistema, explicando que antes de su existencia, la única orquesta sinfónica de Venezuela exigía que sus miembros fuesen extranjeros y tuviesen una experiencia mínima de treinta años en una orquesta. “¿Qué futuro podían tener los jóvenes venezolanos? Por eso surgió el Sistema como un proyecto social”, dice.

Para Vallenilla, el Sistema es la única oportunidad que muchos “tienen para salir de la miseria. La posibilidad de un futuro mejor. ¿Cuántos chamos del Sistema no están hoy en orquestas en Berlín o en Austria?”. Para el periodista Isaac González, los jóvenes del Sistema merecen apoyo pues “están entregados a su trabajo” y son “los protagonistas” de cada concierto. “Los admiro muchísimo. El chavismo puede seguir intentando llevarse todo el crédito, pero hasta ahora no les ha funcionado”. 

Para Diego Vallenilla, el verdadero logro no es el récord, “tienes una logística como esta, y al lado el récord de la mujer con las uñas más sucias y largas del mundo”, sino que “La Marcha Eslava es una pieza exigente. Que el chamo de El Furrial la toque al mismo tiempo que el de Canaima, que el de Río Caribe, que el de aquí de Propatria, es importante. Ese es el mérito”.

Para Topacio, el concierto fue “una gran oportunidad” y un evento muy emotivo. Ella vio músicos llorando, o con la piel de gallina, mientras tocaban. Muchos de los niños más pequeños, explica, jamás habían tenido la oportunidad de tocar en grandes eventos, pues han decrecido en los últimos años. “Se nos olvidó el sol, la sed, las horas de trabajo. Salir, conocer y tocar con tantas personas fue una cosa del otro mundo”.