Humberto Campins busca en el cielo el origen de la vida

Esta semana la sonda OSIRIS-REx recogió exitosamente muestras del asteroide Bennu, cercano a Marte. Al frente de esta misión está un investigador venezolano, que ha consagrado su vida a las ciencias

Humberto Campins inició su formación en la USB y se fue a EEUU, donde en casi 50 años se ha convertido en uno de los grandes especialistas en asteroides del mundo

Foto: NASA

La tarde del 20 de octubre, una sonda espacial del tamaño de un microbús logró situarse sobre un asteroide en una órbita opuesta a la de nuestro planeta. La zona donde hizo contacto no era más grande que un estacionamiento y la precisión para ejecutar esta tarea era crucial. La misión: recolectar y recuperar una muestra del suelo de Bennu, un cuerpo celeste vecino de Marte y la Tierra, que ese día volaba a más de 321 millones de kilómetros de nosotros. Según los resultados de los análisis publicados por la misión semanas antes a partir de los datos que ha enviado la sonda, es muy posible que Bennu contenga carbono en una forma que a menudo se encuentra asociado a compuestos orgánicos. Esto quiere decir que en su superficie no solo contiene los componentes primarios que datan de los inicios del Sistema Solar; sino que quizás también los rastros moleculares de los que originaron la vida en la Tierra.  

OSIRIS-REx fue lanzada el 8 de septiembre de 2016 desde la estación de la Fuerza Aérea de EE.UU. de Cabo Cañaveral, en Florida. Llegó a Bennu el 3 de diciembre de 2018 y comenzó a orbitar el asteroide por primera vez a final de ese año. La sonda está programada para regresar a la Tierra el 24 de septiembre de 2023, cuando debe aterrizar en paracaídas en el desierto de Utah. Uno de los especialistas que de seguro estará allí con unos binoculares esperando el regreso de la sonda es el científico venezolano Humberto Campins, uno de los líderes de la expedición. 

El doctor Campins, de temperamento ameno y con esa elocuencia que caracteriza a los académicos que suelen tratar con estudiantes frecuentemente, rara vez se niega a una entrevista, a menos que esté muy ocupado. Suele responderlas mientras desayuna o cuando hace una pequeña caminata. La mañana siguiente a la misión, habíamos pautado para conversar un poco sobre el OSIRIS-REx, pero si no hubiese sido porque él mismo me contactó con su teléfono satelital no hubiésemos podido hablar, ya que la conexión de CANTV se había ido en toda Mérida, como es usual. Cuando por fin cayó la llamada, lo primero que noté fue su acento intacto, con un leve dejo barquisimetano, a pesar de que lleva unos 47 años viviendo en Estados Unidos. Le pregunté que cómo se sentía luego de la misión y riendo me respondió que estaba muy contento por los resultados: 

—Siento una gran satisfacción, principalmente porque el equipo entero trabajó muy duro durante muchos años y logramos el objetivo principal de la nave, que era tomar las muestras. A mí me invitaron a que fuera parte del equipo por allá en enero del 2010; es decir que llevo más de 10 años trabajando en esto. Fue en 2011 cuando la NASA nos dio el financiamiento para construir la nave. Desde que la lanzamos hemos estado haciendo mapas del asteroide y por fin logramos recolectar las muestras. 

OSIRIS-REx bajando su brazo a un cráter de Bennu, algo que nunca se había hecho

Foto: NASA/Goddard/University of Arizona/Lockheed Martin

Humberto Campins nació en Venezuela en 1954 y estudió en el colegio Santo Tomás de Villanueva en Caracas a principio de los setenta. 

—A mí me gustaba la astronomía desde que tengo uso de razón. Desde que me acuerdo. Era un niño de 4 o 5 años y recuerdo decir que quería un cohete o hasta un helicóptero para irme a Marte. Así que siempre quise ser científico, de eso no hay duda.

Mi proceso fue parecido al de cualquier enamorado de la ciencia: mi objetivo principal era estudiar y aprender lo más que pudiera. Y ése es el consejo que siempre le doy a los jóvenes en todos lados.

Después de salir de bachillerato, estudió sólo un año en la Universidad Simón Bolívar y decidió emigrar para inscribirse en la Universidad de Kansas en 1977, donde obtuvo una licenciatura en Astronomía. Desde entonces ha pasado su vida trabajando en Estados Unidos como docente, investigador y científico. Me cuenta que nunca previó el futuro, sino que se concentró en trabajar en él con determinación y disciplina. 

—Para llegar a donde sea, tienes que estar enfocado en lo que haces, haciendo el mejor trabajo que puedes hacer con la tarea que tienes al frente en ese momento. Sin apresurarse, ni adelantarse. Si uno se destaca siempre haciendo un buen trabajo, el resto poco a poco va cayendo en su lugar.

Esta determinación ha rendido frutos, ya que luego de obtener la licenciatura, devoró inmediatamente una maestría y un doctorado en Ciencias Planetarias. Como estudiante de posgrado, fue nombrado representante del Comité para la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Ha trabajado en observatorios de todo el mundo, incluyendo los de Arizona, Chile, Francia, Hawai, España y el Vaticano. Es investigador principal en el proyecto del telescopio espacial Hubble para estudiar cometas inactivos y científico principal en Lunar and Planetary Laboratory de la Universidad de Arizona. También ha colaborado con la Agencia Espacial Europea y tiene un premio del Centro NASA–AMES por logros científicos de 1987. 

Los secretos de Bennu

Su especialidad son los cometas y asteroides, así que aprovecho de inmediato para preguntarle por qué seleccionaron a Bennu para esta misión y por qué este cuerpo celeste es tan especial.

—Escogimos este asteroide por varias razones. La primera es porque tenía una órbita que era accesible y parecida a la órbita de la Tierra y además poseía características de un asteroide primitivo. Es decir, tiene materia orgánica, que es la justificación principal de la parte científica de la misión. La idea es traer la muestra para poder comprender cuál fue el origen de la vida en la Tierra, cuál fue el primer paso de materia orgánica compleja a la primera célula viviente. Y así poder entender a profundidad cómo se formó la vida. También, este asteroide puede enfrentarse contra la Tierra en un futuro, por lo que si tenemos que desviarlo es bueno que sepamos cómo hacerlo.

Para recolectar las muestras, OSIRIS-REx intentó un método que la NASA no había usado hasta ahora, llamado Touch-And-Go (TAG). Primero, la nave espacial extiende su brazo de muestreo robótico. Luego los dos paneles solares de la nave se mueven en una configuración de «ala en Y» que los pone de forma segura hacia arriba y lejos de la superficie del asteroide. Esta configuración también pone el centro de gravedad de la nave espacial directamente sobre la cabeza del colector TAGSAM, que es la única parte de la nave espacial que entrará en contacto con la superficie de Bennu.

—Para nosotros la maniobra de esta semana fue la más peligrosa, la más complicada. Porque teníamos que bajar uno de los brazos de la nave. Era un procedimiento muy difícil. La nave está muy lejos de la Tierra para nosotros controlarla a tiempo real, entonces la programamos para que ella tomara sus propias decisiones. A medida que se acercaba podía comparar las imágenes que iba obteniendo con las imágenes que había tomado anteriormente y navegar con la topografía del asteroide mismo. Y así, evitó un choque con una roca grande y llegó al cráter donde tomaríamos la muestra. 

Según la información de la NASA a la 1:50 pm, OSIRIS-REx encendió sus propulsores para salir de la órbita alrededor de Bennu. Extendió el hombro, luego el codo y luego la muñeca de su brazo de muestreo y se desplazó hacia Bennu. Después de un descenso de cuatro horas, a una altitud de aproximadamente 125 metros la nave espacial usó sus propulsores para reducir su descenso, sintonizarse con la rotación del asteroide y situarse en un lugar despejado en un cráter de su hemisferio norte.

En una imagen hecha a partir de los datos de enero de 2019, Bennu expulsa partículas al espacio

Foto: NASA/Goddard/University of Arizona/Lockheed Martin

—Las imágenes son pesadas y la antena solo puede mandar sólo una cierta cantidad de datos —explica Campins— . Pero una vez que se tomó la muestra, la telemetría nos empezó a llegar. Yo vi esta mañana alguna de las imágenes. Logré ver el toque de la superficie y los gases que la nave dispara para poder fluidificar el suelo del asteroide y ponerlo dentro del contenedor. Pero imagínate, si generalmente tardamos aquí en la Tierra para recibir una imagen, imagina con una que viene desde el otro lado del Sistema Solar y que tarda más o menos 20 minutos a la velocidad de la luz en llegar a la Tierra. Una vez que llega aquí debe ser bajada poco a poco. 

Un descubrimiento crucial

Una de las razones con las que el doctor Campins convenció a la NASA de enviar una sonda a recolectar muestras en Bennu fue porque en 2010 descubrió agua helada y moléculas orgánicas en el asteroide 24 Themis y más tarde en otro asteroide, 65 Cybele, lo que apoyó la idea de que el agua de la Tierra podía provenir de los asteroides. 

—Hubo dos equipos que por separado y de manera independiente descubrimos la materia orgánica en dos asteroides —dice Campins— . Yo lideré uno de ellos. El primer asteroide donde descubrimos la materia orgánica fue en el 24THEMIS en el 2010. A mí me acababan de invitar a ser parte del grupo que trabajaría con la nave de recolección. Ellos comentaban que teníamos que demostrarle a la NASA que podíamos tomar muestras de un asteroide, porque nadie lo había hecho. Yo tomé la palabra y les dije: “Claro que sí se ha hecho. Hubo dos equipos que lo hicimos y va a salir publicado pronto en una revista”. Todos se sorprendieron, ellos no lo sabían aún pero nosotros sí, porque la revista había pedido que lo mantuviéramos en secreto. Pero como este era mi nuevo equipo lo podíamos hablar. Recuerdo que estaba muy feliz por ello, ya que nos ayudaría en la misión y a ellos estaban mucho más contentos todavía.

Ya a las 8:30 hora de Tucson, Arizona, el doctor Campins me dice que debe retirarse para cumplir con otros compromisos. Pero no sin antes responder una de mis últimas preguntas, sobre cuáles cambios y descubrimientos verá mi generación en los años venideros, así como nuestros abuelos vieron los primeros aviones volar y nuestros padres presenciaron la primera caminata lunar cuando eran niños.   

—En una década o dos —responde— , viene el paso de obtener materias primas del espacio. Por ejemplo, podremos obtener agua de los asteroides, separaremos el oxígeno del hidrógeno y lograremos obtener combustible. Viene la colonización de la Luna. Vienen los viajes tripulados a Marte, viene una cantidad de sorpresas que no nos imaginamos. Yo espero que vengan cambios muy interesantes, quizás algunos podamos predecirlos y otros no, pero todos son cambios que vienen pronto.

Le agradezco y antes de colgar, cálidamente me dice:

—A quienes están allá, estudiantes, profesores y académicos en cualquier lado, les digo, no se desanimen, hacer ciencia no es fácil, lleva años, tiempo y dedicación, pero al final es hermoso y vale la pena, esos conocimientos le harán bien. Independientemente de si la situación que los rodea es favorable o no, el conocimiento de la ciencia, de la naturaleza y del estudio metódico siempre nos será muy útil como humanos, y más ahora, tanto en la vida práctica como para cultivar nuestro espíritu.