El estilo libre de Trébor

Millones de personas en América Latina siguen las batallas de rap que se conocen como freestyle. Venezuela era líder en el género hasta que la crisis la sacó del circuito. Pero Trébor y los Free Convict trabajan para corregir ese entuerto

Robert José Blanco, aka Trébor El Extraterrestre. Ex convicto, miembro de Free Convict, host y artista de freestyle

Foto: Cortesía de Daniel El As

Cuando Daniel Dhers llegó a Venezuela tras los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, tenía la intención de hacer la mayor cantidad de eventos. Quería promocionar el BMX, ofrecer entretenimiento y mostrarle a los niños que hay metas que sí se cumplen. Pero necesitaba un buen host.

—¿Aló, Robert? Mira, necesito un animador para los eventos que voy a tener en Caracas. Ramsés Meneses, de McKlopedia, me dijo que el hombre eres tú.

Robert José Blanco, aka Trébor El Extraterrestre, escuchó a Dhers del otro lado del teléfono. Hasta hacía nada, estaba pegado a una pantalla siguiendo el desempeño de Daniel en los JJOO y, como tantos otros, celebrando su medalla de plata. Por supuesto, aceptó la invitación.

Para empezar, le tocó animar cuatro eventos en un día. La jornada comenzó en Los Dos Caminos, siguió en Altamira y Plaza Venezuela, para finalizar en Los Próceres. Daniel hacía lo suyo y Trébor le ponía emoción cada vez que hablaba por el micrófono. En la última estación del recorrido, Trébor se lanzó a una batalla de freestyle con Emblema, un adolescente que es una promesa del hip hop venezolano. La gente deliró.

El freestyle es una actividad que consiste en improvisar en clave de rap. Batallas refiere al momento en el que dos cantantes se enfrentan en una especie de contrapunteo con algunas reglas definidas —las variables son muchas: desde establecer qué palabras usar, con qué terminaciones deben rimar o de qué temas hablar—. Venezuela, durante mucho tiempo, fue una referencia en esta práctica. Debido a la crisis y la migración de los exponentes, el país se fue quedando rezagado mientras la industria crecía en todo el mundo hispano como un Gremlin al que le cae agua. Las batallas son vistas por millones de personas, los competidores se han vuelto súper famosos dentro de la disciplina y el oficio se ha profesionalizado. 

El caso de Trébor ayuda a entender cómo y por qué.

La bola de nieve

Robert José Blanco llegó al mundo en 1993. Pero Trébor El Extraterrestre nació en 2006, cuando Roberto estaba enganchado escuchando a Vico C, para tiempo después beber de la incipiente movida de batallas de freestyle. Lo impresionaba la agilidad mental de McKlopedia, quien se erigía como el principal referente venezolano y uno de los más destacados del mundo. Robert comenzó a tratar de imitarlo en su casa.

—Ahí está la mantequilla / y veo para este lado y está la silla / hey, la cosa no es sencilla / ahorita acabo de ver una batalla de McKlopedia con Ardilla —así jugaba con las palabras.

Vivía y estudiaba en El Valle. En su liceo, conoció a Lírico, un chamo que improvisaba tan bien que a él le costaba creer que estuviera haciendo freestyle y no cantando canciones. Comenzaron a practicar juntos, pasaban horas en la calle rapeando. Cuando se inauguró la estación del Metro de Los Jardines, hicieron de ese lugar un punto de encuentro. Allí compitieron entre sí por primera vez en una batalla con jurado y reglas. Todavía hoy no entiende cómo hizo para ganar. 

Se fue haciendo una bola de nieve. Más y más chamos interesados se juntaban con ellos. Lírico y Trébor iban a otros liceos a buscar raperos con quienes competir, mientras que en Los Jardines el nivel de las improvisaciones subía. Fueron cuatro años de mucho rap. Entre los miembros destacados de aquel crew —o sea, grupo de gente que se reunía a freestalear— todos tuvieron diferentes destinos. Lírico, por ejemplo, hoy día es un barbero que sigue rapeando y está trabajando en su disco. Hay uno que es un fotógrafo destacado en España, otro que es animador en La Quinta Bar, hubo otro que se convirtió en futbolista de salón profesional y juega en la U de Chile, y hay unos cuantos que han seguido en la movida del hip hop.

Trébor pudo seguir ligado a ellos. Pero en ese tiempo, dice, estaba “más pendiente de un malandreo”.

Empezó a robar a liceístas entre sus 13 y 14 años. Iba junto a otros compinches, sin armas, solo con la capacidad de decir palabras amenazantes. Les fue tan bien que dejaron de andar a pie y comenzaron a robar en moto. Hasta que Trébor decidió subir el nivel. Una mañana, habló con un prestamista que les dio fondos para comprar una pistola. Esa misma tarde, robaron una ferretería en Chacao. Con el botín saldaron su deuda y habían duplicado el dinero de la inversión. Cuando se tiene éxito en algo, es difícil meter el freno de mano.

Siguieron robando y comprando pistolas. Trébor robó muchos locales que todavía existen en Caracas; frente a alguno de ellos, varios años después y ya reformado, le ha tocado pasar. Pero en ese entonces, con 16 años, era un adolescente que se creía inmortal. El futuro estaba al alcance de su pistola. Junto a sus compañeros en los delitos, vivía en una pensión en Santa Rosalía. Una vez no querían dejar pasar a uno de los de la banda con su hijo pequeño. Los malandros se molestaron y sacaron sus pistolas. De ahí en adelante, ellos eran la nueva ley.

En 2013, el Cicpc los allanó. Llegaron con alrededor de veinte camionetas. Trébor terminó preso en la PGV. Estaba recién llegado cuando decidió subir a la azotea, para disfrutar de una vista diferente. Ahí se encontró con Daniel Ramírez, El As, con una corneta pequeña de la que salía una pista de rap. Trébor se presentó y le dijo que también rapeaba. El As hizo lo propio. Fue entonces cuando Trébor cayó en cuenta de que ya había se habían encontrado antes: ambos eran de El Valle, ambos conocían a Lírico. En breve, conectaron con otros presos con los mismos intereses. Así nació Free Convict, con la intención de mantenerse juntos y rapear.

El crew actual de los Free Convict

Foto: Cortesía de Daniel El As

Lo demás, ya se sabe. Un día, Andrés Figueredo, quien solía hacer trabajo social en las cárceles, llevó a McKlopedia a la PGV para que cantara. Ahí conocieron a los Free Convict. Andrés, mediante su productora Capitolio, se ofreció a apoyarlos. Les dio un sentido: podían usar el grupo para la reinserción social. Y así, poco a poco, fueron cambiando de dirección. Cuando cerraron la PGV, a Trébor lo trasladaron a Tocuyito. Apenas salió de la cárcel se puso a trabajar con Capitolio y junto a otros miembros de Free Convict que ya habían conocido la libertad. 

Su primera noche fuera de prisión, recibió la visita de las FAES. Entraron a su casa y lo amenazaron. Trébor ya no usaba pistolas, las únicas batallas que quería librar eran las de freestyle.

En busca del terreno perdido

En 2019, Free Convict tuvo la idea de organizar con Capitolio un torneo al que pusieron por nombre Suéltale el Beat. Era un año en el que Red Bull, uno de los máximos organizadores de estos eventos en el mundo, ya no tenía presencia en el país. El conflicto político-social-económico hizo que la empresa dejara de mirar para acá y le cediera el derecho de elegir al representante nacional en el mundial de la disciplina a No se Aceptan Pollos, una competencia organizada por McKlopedia.

Los Free Convict hablaron con McKlopedia y le propusieron que el ganador o ganadora de Suéltale el Beat Edición Caracas clasificara para su torneo y representara a Venezuela internacionalmente. Con esta premisa hicieron la primera edición en la Plaza La Candelaria. La persona que iba a fungir de host no pudo llegar, así que Ray Martínez, líder de Free Convict, asumió la responsabilidad. 

En una batalla, el host tiene que animar y controlar al público, asegurarse de que los competidores se ciñan a las reglas, darle órdenes al DJ, verificar que los jueces hagan su trabajo, entre otras cosas. A Ray le costaba tener el control, así que Trébor le pidió que le dieran la oportunidad. En ese momento sus compañeros y él se dieron cuenta de que era un host nato.

La primera edición de Suéltale el Beat fue un éxito. Chang resultó campeón y luego hizo lo propio en No se Aceptan Pollos. Free Convict y Capitolio decidieron replicar la competición en Maracay, Barquisimeto y Maturín. Trébor fue el host en todas.

El freestyle en el mundo hispano interesa a millones de personas. Las nuevas generaciones, cada vez menos dadas a ver deportes tradicionales y muy entregadas a la cultura del streaming, disfrutan de varios exponentes de la disciplina que además triunfan con contenido propio en YouTube y Twitch. Hay muchas competiciones, se hacen exhibiciones multitudinarias y destacan dos grandes empresas: Red Bull y Urban Rooster. Cada una tiene sus propios mundiales —en el caso de Urban Rooster, uno individual y otro por equipos— y competiciones locales. Nada de esto se vive en Venezuela.

—Sí, quedamos fuera del circuito —dice Trébor—, pero a nivel interno nosotros hemos crecido bandera. Se han abierto más oportunidades porque ha habido más competencias, más organizadores. Y se está buscando hacer todo más profesional. De pronto el nivel no es tan alto como Venezuela estaba acostumbrada, porque por la migración tenemos muchos competidores afuera que fácil están en el top 10 de los mejores del país. Pero si volviera Red Bull, y además siguiéramos haciendo nuestras competiciones internas, en un par de años fácil Venezuela se posicionaría entre los tres mejores del continente.

Trébor se ha convertido en host habitual de muchos eventos, pero no ha dejado de competir. Cuando no está animando, está batallando. El rapero Abstracto lleva de forma artesanal un ranking para medir el nivel en Caracas. Trébor tiene un año a la cabeza.

La Dominguera, Rap Sin Groserías, Monkey Bar, GDL, Hatillo Free son algunas de las competiciones. Todas ofrecen premio económico al ganador. Para tratar de darles más orden, se está creando una Federación de Freestyle.

—La empezamos el año pasado, pero con la pandemia fue complejo. Este año ya hicimos la página oficial, nos reunimos los representantes de todas las ligas, tenemos presidente y vicepresidente, tenemos muchas personas trabajando. La Federación se encarga de que cumplan las reglas las ligas, de ver cuál está apta y cuál no, de suspender ligas o participantes, bajar o subir puntos. A pesar de que está empezando, tiene ese empuje para poner carácter —cuenta Trébor. 

Dicha Federación está conformada por los organizadores de competiciones de Caracas. Están buscando la manera de tener más recursos económicos para “apoyar a las ligas, a los competidores y exponer el talento de los chamos”.

Con Free Convict, mientras tanto, aparte de apoyar el freestyle ha seguido trabajando en el segundo álbum musical. Hace poco la agrupación estrenó el videoclip «Millo», en el que se ve a Trébor barriendo en una barbería mientras canta sobre la libertad. 

También aspiran publicar su primer fotolibro y el 17 de diciembre presentaron, concierto mediante, su documental Cuando te trazas una meta. Algo que sigue siendo el norte del proyecto es la reinserción social y transmitir mensajes de paz:

—Hemos ido a cantar a las cárceles, a llevar música, mensajes. Nosotros somos un ejemplo para ellos, ellos lo ven así. Hemos llevado artistas, panas para que canten. Y que sientan la vibra de que sí son privados de libertad, pero todas las personas merecen una segunda oportunidad. Si nosotros pudimos, ellos también pueden. Si a nosotros nos ayudaron, nosotros también vamos a ayudar.

Free Convict en un evento en Caracas con músicos de El Sistema

Foto: Cortesía Daniel El As

Aprovechando el furor que generó Daniel Dhers, organizaron Suéltale el Beat Edición BMX. Aparte de la competición, cuyo ganador fue Lou_Te, se hizo una exhibición de BMX, con Daniel como principal referente. Además, tuvieron artistas invitados: cantó el crew de Hábitat —compuesto por Letra, Horus, Liana Malva y los Hermanos Química—, y el propio Free Convict y Lil G hicieron una exhibición de breakdance.

Para Trébor, esa fue una de las batallas mejor organizadas que se han visto en el país. Aparte de la excelente producción visual de Capitolio, destacó la coordinación de todos los Free Convict: uno estuvo de jurado, el otro apoyando en el sonido, uno más haciendo de seguridad y así. Trébor estuvo sobre la tarima animando. Unos días después, publicó una de las tantas fotos que le tomaron. El fotógrafo en cuestión se quejó con él de que no le había dado créditos. 

—Mira, mano, si tú me estás tomando fotos a mí para que yo te dé créditos —respondió Trébor—, preocúpate por otra cosa, porque yo en la tarima no estoy esperando que nadie me tome fotos. Yo estoy esperando que venga alguien y me quiera matar. 

Por eso cada vez que se baja de la tarima y en vez de ver que lo buscan para matarlo lo buscan para tomarse una foto, solo puede sentir que poco a poco ha encontrado su lugar en el mundo.