Cultura para la Caracas bajo asedio

Una de las misiones de Cinco8, en este año que lleva de vida, es cuestionar la idea de que se acabó el país. Como evidencia de que no es así, estas iniciativas culturales de una Caracas que, con pandemia y dictadura, resiste y sigue vibrando

Si por las calles corre el miedo, que desde las azoteas se derrame esperanza

Foto: Zona de descarga

El Trasnocho Cultural es uno de los espacios que mejor sirven para combatir, con arte, la agresividad de la Venezuela actual. El espacio donde opera físicamente El Trasnocho cerró el 12 de marzo pasado por la cuarentena, pero no por eso perdió su voz.

Este complejo subterráneo, que siempre se ha esforzado por ofrecer una agenda artística nutrida a la capital, no solo sigue presentando sus propuestas teatrales, sino que acaba de hacer, junto con la embajada de Italia, un festival de cine que se une a las celebraciones del cine nacional, un festival de cine alemán y hasta ciclos de cineforos en homenaje a Federico Fellini. Todo por streaming

La cartelera digital de Trasnocho, solo para direcciones IP venezolanas

—Nuestro punto de partida era que, si nos detenemos, corríamos el riesgo de morir —me cuenta José Pisano, director de programación de los cines Trasnocho, y reconocida figura en cuanto al quehacer cinematográfico local—. Trasnocho es una fundación privada, sin fines de lucro. No tenemos aportes ni subsidios de nadie, y teníamos la urgencia de generar ingresos para mantenernos vivos.

Tras el cierre de los espacios físicos, el equipo administrativo del Trasnocho, dirigido por la cineasta Solveig Hoogesteijn, innovó. La solución fue una plataforma digital propia, que cumple con los requisitos para brindar entretenimiento a los venezolanos. En marzo fue el cierre, y ya en mayo arrancaban otra vez, online.

—Comenzamos con una propuesta teatral —dice Pisano—, evaluando lo que se había presentado en teatro, lo que estaba grabado, y lo que se podía grabar con más de una cámara, a través de una perspectiva más dinámica que simplemente mostrar la presentación escénica. También reactivamos los cineforos, que son espacios de conversación sobre una película particular. Tenemos un problema de derechos de exhibición en formato digital sobre el que estamos trabajando y es complicado porque, por lo general, esos derechos están comprometidos con otras plataformas comerciales mucho más grandes, así que decidimos abordarlo desde la conversación, la reflexión. Esa fue nuestra primera oferta, y quisimos involucrar a otras áreas, como la librería El Buscón, para tener el espacio y comercializar sus productos.

El sistema funciona tal cual como si fueras al teatro (pero estás en tu casa): ingresas en la página del Trasnocho, seleccionas lo que quieres ver, vas a tu carrito de compras, pagas y recibes un link. Ese link te permite disfrutar de tu elección por 48 horas, espacio prudencial para sortear cualquier sorpresa con el internet o con la electricidad. Los cineforos sí se hacen en directo (por Zoom), pero si se te complicó la asistencia y ya pagaste, te envían grabada la sesión.

—Luego empezamos a explorar el cine. Los festivales de cine, que eran nuestra estructura y quedaron paralizados por la propia situación, los fuimos retomando con las embajadas o institutos y así volvimos. Con la Embajada de Italia y el Instituto Italiano de Cultura tuvimos el festival de cine italiano, que debía realizarse a principios de junio, todo en formato digital. Se hicieron todos los contactos en Italia a través del Instituto para gestionar los derechos de exhibición, que se lograron exclusivamente para Venezuela (la plataforma nos permite controlar si la salida es internacional o local). Pudimos hacer una muestra de cine, patrocinada por la Embajada, que nos permitió obtener ciertos ingresos para cubrir los del streaming y las actividades propias del pago de personal, servicios, etcétera.

Esperanza en la azotea

—De un tiempo para acá, la gente anda triste, con mucha desconfianza, como que se siente traicionada y no cree en las cosas; cuando comenzamos a proyectar películas desde la platabanda y la gente comenzó a involucrarse, muchos lloraban. Decían que esto era una forma sacarlos de las preocupaciones.

Jaime Pérez, caraqueño de 34 años, forma parte de Zona de Descarga, una plataforma cultural que nació en 2013, con la expresa misión de proyectar lo positivo del barrio y los sectores populares. Es una gesta que emprendieron prácticamente sin recursos (tienen una campaña de gofundme en este momento, para propia supervivencia) y enfrentan las dificultades con muchísima creatividad.

Zona de Descarga: el barrio no es solo violencia y miseria

—Nosotros nos basamos en la vocación y en la fe de que podemos transformar la realidad de nuestros sectores populares —dice Jaime—. De allí se desarrolla CromoPlatabanda, nuestro programa por excelencia, que tiene una carga filosófica vinculada a la estética del barrio. La platabanda es por excelencia nuestro espacio dentro del cromo, de esa mezcla de colores, para la solidaridad, para el encuentro; quienes han vivido en el barrio, saben que la platabanda es el espacio común donde se celebra, se comparte, se ama, se llora, se estudia, donde se juega dominó, se hace una parrilla, se celebran unos quince años, donde se da el Feliz Año. Ese el código que conecta con la familia.

Y, desde las platabandas, Zona de Descarga se ha enfrentado a la cuarentena y a las hostilidades de la realidad nacional. Es una cosa conmovedora en su dramatismo: a una hora pautada, los vecinos de Petare —que recientemente albergó una guerra urbana— ascienden a sus azoteas. En uno de esos techos, se configura un conjunto musical o un grupo teatral, y pronto se le brinda a la comunidad, gratis, un espectáculo que de otra forma no habrían podido disfrutar en circunstancias regulares, no digamos durante una pandemia, y tras la desaparición de DirecTv.

Una de las iniciativas más impresionantes es CinePlatabanda: la proyección de películas desde uno de los techos, al resto de la comunidad.

—Allí hemos proyectado películas venezolanas y para niños —me cuenta Jaime—. Luego, con LibroPlatabanda, leímos con doscientas familias una historia africana llamada El Árbol que Habla, e hicimos MusicaPlatabanda con los talentos del barrio y del sector de todos los géneros. Le dimos apoyo a la escuela de danza y baile creando el espacio de BailePlatabanda, con el apoyo de las Iglesias cristianas evangélicas, y se presentaron dos obras de teatro en TeatroPlatabanda. Le hicimos también un reconocimiento a los trabajadores de la estética con CortePlatabanda para incentivar el respeto, la integración. Y gracias al apoyo de las Iglesias, creamos el espacio de OraPlatabanda, para integrar a la comunidad.

Zona de Descarga se ha ido labrando su popularidad por la calidad de sus eventos, una iniciativa que ha nacido en la propia comunidad y sin fines de lucro, dedicada al futuro. A recuperar el barrio.

—Los barrios no son solo lo negativo, también son valor e identidad, a pesar de las circunstancias y en medio de incomprensiones. Nosotros somos un equipo de soñadores jóvenes y no tan jóvenes que nos plantamos a hacer realidad este proyecto, con equipos prestados, con el apoyo de los vecinos, con esfuerzo y sacrificio. Este proyecto pretende eso: no dejar morir lo bueno del venezolano.

Despolarizando y despolarizados

Labo Ciudadano es un colectivo de activistas que genera acción, tejido y contenido en torno a resistencia civil no violenta y la defensa de los derechos humanos. Nació como Laboratorio Ciudadano de no Violencia Activa, en Caracas en 2017, con unos encuentros en la librería Lugar Común sobre formas de protesta no violenta y hoy en día se dedican, en las palabras de Seymar Liscano (co-coordinadora), a “prender conversas, desencadenar procesos colectivos, habilitar espacios de encuentro entre gente diversa. Convocar y unir gente de posiciones distintas, trascender las ideologías, mirarnos con nuestras cicatrices y los dolores que tenemos. Establecer nuevas formas de colectividad que nazcan de la diversidad para hacer política desde la concertación y no desde la ideología”.

En principio, Labo Ciudadano tuvo presencia online con sus lochas, que surgieron de la expresión “me cayó la locha”, un conocimiento que surge de la experiencia. Las publicaban como postales en su cuenta de Instagram, y fueron el preámbulo de un contacto más directo, conforme el equipo se familiarizaba con plataformas como Zoom. La meta siempre fue celebrar unas Birras Despolarizadas, meta, que por cierto, alcanzaron:

—La esencia de las Birras Despolarizadas es el encuentro en el bar —cuenta Seymar—, disfrutar de esa mojiganga, de la camaradería. ¿Cómo hacemos eso en confinamiento? Bueno, nosotros somos un laboratorio, vamos a experimentar: así, con birras, vamos a conversar de temas difíciles, del tabú  al que uno le huye como para evitar conflictos. Resulta que en ese contexto relajado, se hace una conversa muy rica, y es una forma de encontrar esos matices dentro de los polos. La polarización es algo que le conviene al poder, mantenernos fragmentados es perfecto para cualquier gobierno totalitario. Hemos encontrado que hay acuerdos. Hemos hecho muchas Birras Despolarizadas, antes en persona y ahora ya hicimos la primera online, y eso nos ha permitido llegar a El Parasistema, una idea que estamos cocinando desde hace más de un año, junto con Provea, con la idea de hacerlo presencial, un pequeño festival de talleres que, por una cosa o por otra, siempre se caía. Y un día, durante la pandemia, nos decimos “¿Y si lo hacemos online?”

El enfoque fue llevar la convocatoria más allá del sistema de activistas y defensores de derechos humanos, medios en los que Labo Ciudadano y Provea se desenvuelven, a gente no relacionada directamente con el activismo, buscando responder a la pregunta “¿Qué hago yo con esta indignación?”

Contra el sistema, el Parasistema del Laboratorio Ciudadano

—El Parasistema es eso, ocho talleres en total, una clase de dos horas cada taller, para generar artefactos creativos que respondan a esa pregunta —dice Seymar—. Teníamos muy en cuenta ese momento del compartir posterior a toda charla física, que es donde muchas veces uno establece los nexos, y ahí es donde llegamos a la idea de “la fogata”: Teníamos dos talleres en la mañana y, luego en la tarde, le decíamos a la gente que se busque su birra, su merienda, y vamos a encontrarnos informalmente por Zoom, para conversar entre pares. Y fue una maravilla. Ese día la poesía fue bellísima, salió alguien por allá con un cuatro, la artista y poeta Blanca Haddad estaba con nosotros y buscó su pianito, y salía alguien a mostrar un trabajo que había hecho, y se sintió todo muy real y muy cercano.

Teníamos mucho temor al principio, no sabíamos si la gente iba a acudir, que es algo que también ocurre offline, pero la gente estaba muy dispuesta, muy deseosa.

Creo que, con este confinamiento, tenemos necesidad de hacer cuerpo, de mirarnos con otra gente y tener contacto.

Pulsión de vida

La mayor dificultad, para José Pisano de Trasnocho, han sido los problemas de electricidad e internet. Para Jaime Pérez, además de los cortes de luz que dañan los equipos, las olas de violencia en Petare y el drama del agua. 

—Y eso es algo que nos afecta a todos —agrega Jaime—, porque todos somos vecinos del barrio.

—Son las cosas que se viven aquí —coincide Seymar—. Además tenemos dos miembros de Labo varados fuera de Venezuela, y ha sido difícil a pesar de los relativos privilegios que tenemos, porque no todos tenemos opciones para acceder a internet, algunos de nosotros hacen gastos increíbles en saldo y datos. Ha sido una pesadilla total.

Pero una pesadilla que se enfrenta con mucha pulsión de vida, con un deseo contundente de hacer ciudad, de hacer país. Es evidente el deseo de la gente de no dejarse vencer, de mostrar que Caracas nunca será derrotada.

— Muchas veces uno siente que es magia lo que se está haciendo —confiesa Seymar—, yo digo muchas veces que a veces las cosas se terminan haciendo a mera fuerza de voluntad, porque las condiciones no están dadas.

—Esta situación del covid-19 —concluye Pisano—, es un punto importante dentro de una secuencia de acontecimientos que venían ocurriendo de forma “natural” por el deterioro propio del país y toda la situación en la que ya estábamos de alguna manera. Sí, te coloca un muro al frente. Pero los que estamos en cultura, los que seguimos apostando a Venezuela, no lo hacemos más que por un espíritu de resistencia. Y mientras lo que hacemos es recibido por alguien y aprovechado y agradecido, vale la pena seguir haciéndolo. Yo me he sentido como que estamos en una especie de lodo y esa es la flor de loto que sobresale ahí, pero no solamente nosotros: hay muchas otras propuestas, muchas otras personas en distintas áreas que siguen en esa lucha.