Cuando los partidos políticos se convierten en la sombra

Anclada en la nostalgia del poder, la oposición se ha enfrentado ferozmente por controlar el movimiento estudiantil de la UCV. Aunque es una lucha legítima para captar nuevos líderes, las formas cada vez alejan más a los estudiantes universitarios

"Libertad y autonomía". Una manifestación de 2007, el año milagroso del movimiento estudiantil.

Foto: Viva la UCV

La historia política de Venezuela está atravesada, en buena medida, por el movimiento estudiantil de la Universidad Central de Venezuela (UCV). Desde 1928, cuando un grupo de estudiantes lideró la oposición contra el dictador Juan Vicente Gómez, distintas generaciones de ucevistas han protagonizado las luchas contra los gobiernos de turno, dictatoriales o democráticos, fogeando a innumerables líderes que luego marcaron la conducción política del país. No es de extrañar, entonces, que durante décadas los partidos políticos venezolanos pusieran la mirada en la UCV en busca de lo que consideran sus dirigentes del futuro. 

No obstante, en épocas recientes todo parece fuera de control.

En un contexto autoritario que concede pocos espacios de poder y que ha dificultado una y otra vez la renovación, algunos partidos políticos que se oponen al régimen chavista han visto en los órganos de gobierno estudiantil una presa que les garantiza representación y nuevas caras para sus filas. Aunque legítima, la feroz batalla por su control ha dejado un movimiento estudiantil disminuido, subordinado a estrategias partidistas y más interesado por la política nacional que por resolver los problemas universitarios.

Las últimas elecciones de la Federación de Centros Universitarios (FCU), el gobierno estudiantil que representa las demandas de los estudiantes frente a las autoridades de la universidad, son un perfecto ejemplo de ello. Jesús Mendoza, de Fuerza Vecinal, y Sebastián Horesok, de Primero Justicia —en teoría, ambos partidos opositores a Nicolás Maduro— compitieron por la presidencia. El resultado fue un espectáculo: durante varios días ambas candidaturas se acusaron de cometer fraude, de manipular el sistema, de intentar comprar votos y de seguir los lineamientos de sus jefes de partido. Dirigentes de ambas agrupaciones dieron como ganadores a sus candidatos y emplazaron a sus fieles dentro de la universidad a defender sus victorias. Más de un mes después de la elección, el 25 de mayo, Mendoza, de Fuerza Vecinal, prestó juramento como nuevo presidente de la FCU.

Pero, además, hay quienes consideran que la FCU se ha convertido en una especie de jarrón vacío que no justifica su desenfrenada disputa: lejos de ser el robusto y confrontacional movimiento que encabezó algunas de las principales protestas durante los gobiernos de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, hoy afronta sus horas más bajas como consecuencia del éxodo masivo de estudiantes por motivos políticos, económicos, o migratorios. Solo durante la pandemia, según datos de la propia FCU en 2021, el cuarenta por ciento de los estudiantes desertaron de la UCV.

Todo eso desestimuló al movimiento estudiantil de la UCV, dice Eduardo Valero, politólogo y profesor de Estudios Políticos en esa universidad. “Hoy es impensable ver una protesta masiva de los estudiantes, como ha sido tradición”. Entonces, ¿por qué los partidos políticos venezolanos le dan tanta importancia al control de la FCU-UCV? “Porque sigue teniendo prestigio”, responde. “Un presidente electo en unas elecciones democráticas es el representante de la primera universidad del país”.

Pero en la práctica, explica Valero, la batalla por la FCU tiene además dos lecturas diferentes para los partidos involucrados en las pasadas elecciones. Para Fuerza Vecinal es la posibilidad de mostrar un trofeo nuevo luego de conseguir diez alcaldías en las elecciones regionales del 21 de noviembre; mientras que para Primero Justicia, que está en un proceso de reestructuración, es un aire fresco para su narrativa de apostar a la juventud.

Un espejismo de poder

La autonomía del movimiento estudiantil de la UCV no se rompió de la noche a la mañana. De hecho, lleva años resquebrajándose. “La desaparición de la Venezuela de Puntofijo, con consensos políticos y sociales, nos lanzó al mar de la voluntad del hombre por encima de cualquier cosa”, sostiene Valero. 

Desde 2007, cuando jóvenes de distintas universidades lideraron la campaña que le dio a Chávez su primera derrota en el referéndum constitucional, los partidos se han inmiscuido mucho más en la política estudiantil.

No es casualidad: muchos de quienes lideraron aquella insurrección contra Chávez son los mismos que luego fueron ocupando espacios de poder en buena parte de esos mismos partidos. Los ejemplos más destacados son Juan Guaidó y Freddy Guevara en Voluntad Popular, Miguel Pizarro y Juan Requesens en Primero Justicia y Stalin González en Un Nuevo Tiempo. 

Valero cree que esa sobreestimación de lo que puede significar el movimiento estudiantil puede venir de una especie de nostalgia de la generación de 2007, de lo que en algún momento significaron para el país.

Parte de la generación de 2007 varios años después, en 2016, durante una protesta en Caracas.

Foto: David Smolansky

El politólogo Nicmer Evans, quien formó parte del movimiento estudiantil de la UCV en la década del noventa, coincide con la opinión de Valero. “El análisis de la política nacional proyectaba que lo que sucedía en la UCV era como un adelanto de lo que iba a pasar en el país”, dice retrocediendo a su época de estudiante. “Quizás ese viejo recuerdo que venimos arrastrando desde hace muchos años, haga que algunas organizaciones políticas de la actualidad piensen que por tener el control de la FCU, dentro de algunos años vas a tener la posibilidad de acceder al poder”.

Valero y Evans, que fueron rivales en su época de estudiantes, coinciden en que ese poder ha cambiado con el paso de los años. “Era una juventud con ánimo, con fuerza y con ganas de salir a la calle. Ya se perdió esa cuestión masiva”, dice Valero. “Sin embargo, aún queda la emoción por ganar”. Evans añade: “No ha dejado de ser un espacio importante para pulsar la realidad de algún sector de Venezuela”.

Qué aporta un presidente de la FCU

Diego Scharifker fue presidente de la FCU-UCV en 2010, cuando ya era militante de Un Nuevo Tiempo (UNT). Aunque asegura que no era lo usual en su generación, dice que vio cómo algunos estudiantes cedían ante las estrategias que ordenaban desde sus partidos. “Eso se ha visto siempre, pero antes los políticos tenías más cuidado”. Por “cuidado” se refiere a sugerir líneas pero no imponerlas.

“Una vez durante una protesta querían (los de UNT) que hiciéramos algo en particular, y nosotros dijimos que no y ellos lo aceptaron”, dice Scharifker. “Nunca fue una amenaza de botarnos del partido si no lo hacíamos. Eso nunca ocurrió, porque Omar Barboza (entonces presidente de UNT y actual líder de la Plataforma Unitaria) era muy respetuoso con la autonomía del movimiento”.

La experiencia de Scharifker es un reflejo de lo que ha estado pasando durante varios años en la UCV.

“Los partidos ven a esos jóvenes como líderes en quienes invertir para luego verlos crecer en el partido», explica Diego Sharifker. «Eso es lo que Un Nuevo Tiempo veía en mí y en otro grupo”.

Cuenta que para apoyarlo, el partido servía como un megáfono que difundía las declaraciones y convocatorias a través de los medios de comunicación. Y en época de elecciones estudiantiles, también apoyaban con algo de dinero, aunque asegura que la mayor parte salía de su bolsillo.

Pero no toda la responsabilidad recae en los partidos políticos. Buscando esa misma exposición mediática, Scharifker dice que muchos estudiantes usan la FCU-UCV como un disparador hacia la política nacional. De nuevo, el problema no es el objetivo, sino las formas. Para Scharifker, como para otros tantos en la historia de Venezuela, tener un cargo estudiantil le abrió las puertas a cargos públicos, como el de concejal del adinerado municipio Chacao. “Si solamente quieres ser elegido para usar el cargo como trampolín y no para intentar resolver los problemas de la universidad, estás abusando del puesto —asegura—. Eso le quita prestigio a la representación estudiantil”.

El chavismo, la izquierda y la UCV

Aunque no en la misma medida que la oposición, el chavismo también se ha nutrido de los liderazgos de la UCV. Muchos de sus líderes actuales y exministros, como Jorge Rodríguez, Ricardo Menéndez, Elías Jaua, Jorge Arreza, Héctor Rodríguez o Kevin Ávila presidieron la FCU o tuvieron un rol importante en los movimientos estudiantiles de sus respectivas épocas.

Y es que antes de que el chavismo tomara el poder en Venezuela, ya el socialismo, el comunismo y Fidel Castro eran la moda en varios de los gobiernos estudiantiles de la UCV. Después de la caída de la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, se convirtió en un bastión de las ideas de izquierda. Una vez en el gobierno, Hugo Chávez y Nicolás Maduro rompieron con esa tradición, hasta el punto de que la izquierda se extinguió como grupo organizado en la universidad.

Evans, que apoyó al gobierno de Chávez hasta 2012, dice que Maduro no tiene representación en la UCV por no haber pasado por la universidad. “No sabe la importancia de involucrarse y de respetar los procesos de formación de los jóvenes de la universidad”. Sobre Chávez, en cambio, asegura no haber podido entrar a la UCV por su formación primordialmente militar —aunque cursó una Maestría en Estudios Políticos de la Universidad Simón Bolívar, la cual no culminó—. “Como su formación fue vertical, no podía comprender la pluralidad que había en la universidad”.

Pero ya para 1992, después de intentar derrocar violentamente al presidente Carlos Andrés Pérez, Chávez se rodeó de académicos, en su mayoría de la UCV. Uno de ellos fue Héctor Navarro, un profesor que había firmado junto con otros catedráticos ucevistas una propuesta a las impopulares medidas económicas de Pérez. Desde Yare, donde estaba preso, Chávez les pidió una reunión y los profesores designaron a Jorge Giordani para que asistiera. “Evidentemente a él (Chávez) le había llegado información de lo que estábamos haciendo en la UCV”, dice Navarro, quien ahora se opone al régimen de Maduro.

Una vez en el poder en 1999, Chávez incluyó a buena parte de esos académicos en su gobierno. En principio Navarro fue designado como ministro de Educación hasta 2001, y luego como ministro de Educación Superior (2002-2004). Pero que se rodeara de ucevistas no quiere decir que le diera una especial importancia a tener representación estudiantil en la UCV.

“En todos los años que estuve participando en el Consejo de Ministros, hasta 2012, no recuerdo alguna vez que se hubiese planteado el tema de alguna elección estudiantil universitaria de ninguna universidad”, dice Navarro.

“Chávez nunca vio como necesidad la conquista de posiciones burocráticas dentro de la organización estudiantil», recuerda Héctor Navarro. «Sus preocupaciones políticas en ese sentido eran otras: cómo hacer que los estudiantes se sientan parte de la revolución”.

De cierta manera, lo logró: Chávez creó nuevos centros de educación superior como la Universidad Bolivariana de Venezuela en 2003, o la Universidad Nacional Experimental de las Artes Unearte, en 2008, que si bien aumentaron la matrícula universitaria fulminó los cogobiernos estudiantiles y el espíritu democrático y participativo de los movimientos estudiantiles, al crear las llamadas “milicias estudiantiles”.

Blindar a sus pocos cuadros

Pero que se centrara en crear sus propias universidades o en hacerlos parte de su revolución, como dice Navarro, no quiere decir que Chávez ignorase lo que sucedía en la UCV. En 2003, por ejemplo, creó la Federación Bolivariana de Estudiantes (FBE), que agrupaba a todos los movimientos estudiantiles adeptos a su gobierno, con la que ganó las elecciones de la FCU de ese año, la única victoria del chavismo en la UCV. Por otra parte, Nicmer Evans asegura que durante su gestión, Chávez intentó ingresar a la FCU “con base en la nostalgia de la izquierda de la universidad y a punta de dinero”.

“Quienes se organizaban de manera espontánea en la UCV y eran abordados por el gobierno, inmediatamente lo que deseaban era garantizar su futuro a través de un cargo afuera de la universidad”, dice Evans. Y añade: “Trataron de financiar a grupos violentos dentro de la universidad, pero también a otros que intentaban hacer medianamente política cuando convocaban los procesos electorales”.

El M28, afín al chavismo, durante una huelga en la UCV contra las autoridades de la universidad en el año 2011.

Foto: UCV

Scharifker comentó que en la carrera a su reelección como presidente de la FCU en el año 2011 –la cual perdió frente a Juan Requesens—, grupos chavistas lo apuntaron con una pistola en su cabeza y en su rodilla, además de otras amenazas.

Sobre si el gobierno de Chávez apoyó la financiación de grupos estudiantiles de la UCV o les dio “facilidades” a algunos de ellos, como guardaespaldas  o vehículos, Navarro dice: “Sí, escuché esos comentarios. Lo que pude saber es que, cuando ocurrió, ya no tenían funciones dirigentes estudiantiles sino que estaban trabajando, como cualquier funcionario, en alguna dependencia oficial”.

Política sin partidos

Desplazada la izquierda tradicional y hartos de los partidos, algunos grupos extremistas que dicen ir en contra del establecimiento han intentado surgir, sin éxito por ahora, en las aulas de la UCV. 

En las recientes elecciones en la Escuela de Historia, se presentó una especie de lista Frankenstein que unía a grupos neoperezjimenistas, católicos, cristianos, y estudiantes de la Escuela de Derecho, que se presentaban como antiaborto y anti “ideología de género”. Aunque ruidosos en las redes sociales, en las elecciones solo sacaron seis votos, insuficiente para ganar algún cargo ni siquiera como suplentes.

La plancha ganadora en la Escuela de Historia sacó 66 votos. Su líder, Ángel Bertucci, es independiente y sostiene que así se mantendrá. “Los partidos políticos son la sombra que siempre han estado”, dice en alusión al lema de la UCV: la casa que vence las sombras.