Barquisimeto en tres monumentos

El Obelisco, la Cromoestructura Radial de Cruz Diez y el Manto de María son marcas de identidad de la capital larense, y puntos de mira para evaluar su presente

Bajo la influencia de Soto, el Manto de María dirige la atención hacia el renovado culto a la Divina Pastora

Foto: La Prensa de Lara

Barquisimeto se destaca entre otras ciudades venezolanas por varias razones. Una es su particular posición geográfica, de encrucijada entre el norte y los llanos, entre el centro y el occidente, equidistante entre Caracas y Maracaibo. Otra, mucho más conocida, es su riqueza cultural, que no solo es musical y gastronómica, sino también visual: es una ciudad que sirve de referencia y de espacio para comunicar los símbolos de Lara, como el cuatro, sus atardeceres o la masiva procesión anual de la Divina Pastora. 

Pero también posee grandes monumentos que proyectan esa identidad en el paisaje de la ciudad y hacia el resto del país, desde el siglo XX hasta hoy. Quien piensa en Barquisimeto piensa en el Obelisco, y también en otros dos monumentos que han logrado entrar en el imaginario colectivo: la Cromoestructura Radial – Homenaje al Sol, del maestro Carlos Cruz Diez, y el más reciente Manto de María.

Los tres son hitos en la transformación desde la vieja villa nacida sobre las ruinas de Buría hasta lo que es hoy. Al mismo tiempo, esos monumentos concentran los efectos de los problemas del Barquisimeto actual.  

La encrucijada de la dictadura

En el oeste de la ciudad está el Obelisco, todavía el símbolo más representativo de la ciudad con sus 75 metros de altura y un ascensor hasta su mirador. Años después de su inauguración se decidió instalar un reloj en la cara principal del extremo superior. 

El Obelisco, de 1952, fue durante mucho tiempo el único símbolo de Barquisimeto

Proyectado por la ingeniera María José Vásquez, el Obelisco se hizo para conmemorar, en 1952, el 400 aniversario de la fundación de Nueva Segovia de Barquisimeto. Fue la primera de una serie de estructuras que buscaban modernizar la ciudad, como el Hospital Central Antonio Maria Pineda (de 1953) y la nueva Catedral (de 1968). 

El Obelisco expresa fielmente el carácter de Barquisimeto como encrucijada: cuando llegas a él, ves los diferentes caminos que llevan a las Zonas Industriales II y III, el aeropuerto, las salidas hacia Quíbor, Carora, la carretera Lara-Zulia. La avenida Libertador, donde está la torre, sirve de empalme con el norte y el este de la urbe, mientras que la calle Pedro León Torres conecta directamente con el centro.

A pesar de su importancia, al Obelisco no se le ha mantenido como se merece. En 2015 se completó una renovación del ascensor y el reloj, pero en la redoma que rodea a la edificación se dejó morir la vegetación y el vandalismo ha dejado daños visibles. 

El sol de la democracia

Treinta años después de la inauguración del Obelisco, Barquisimeto se expandía más allá de sus límites históricos con las nuevas urbanizaciones del este. Luego de la improvisada pero exitosa celebración de los Juegos Bolivarianos de 1981, que dejó importantes sedes deportivas que siguen funcionando como el Domo Bolivariano, la capital larense buscaba un nuevo símbolo. La respuesta vendría del renombrado artista venezolano Carlos Cruz Diez, quien se ocupó de traer una propuesta audaz que rompía con la tradición. 

Como contó el maestro en el libro Carlos Cruz Diez en conversación con Ariel Jiménez (Fundación Cisneros, 2010), el presidente Luis Herrera Campins lo llamó para que pensara en una gran obra para Barquisimeto que fuera el regalo de la democracia, porque hasta entonces la ciudad solo tenía como monumento identificatorio uno erigido por la dictadura, el Obelisco. 

Carlos Cruz Diez hijo, asistente del artista durante 40 años y actual director del Atelier Cruz Diez en París, cuenta que se trataba de “generar un acontecimiento inédito, sin obeliscos o figuras ecuestres”. Un proyecto consistente con la obra de un hombre que, como se lee en el libro de Ariel Jiménez, llegó a algunos de sus hallazgos a partir de la necesidad de registrar los cambios de luz en el valle de Caracas. En efecto, a diferencia de los monumentos tradicionales, la “Cromoestructura Radial en homenaje al sol” busca recrear el efecto de los crepúsculos a través del movimiento. 

El mismo artista escogió el lugar, junto a la Urbanización Las Trinitarias, cerca del Parque del Este, el Complejo Ferial y la principal guarnición militar. Le pareció que era un buen lugar para recibir al visitante. La construcción se inició en 1982, pero tuvo que paralizarse en dos ocasiones (1984-85 y 1986-87) por razones administrativas y presupuestarias. Entonces el sector privado asumió los costos, en especial Seguros Lara (ya desaparecida) y Pinturas Montana. La Cromoestructura Radial se entregó formalmente a las autoridades locales el 24 de septiembre de 1987, sin un evento oficial de apertura. 

La Cromoestructura Radial de Carlos Cruz Diez fue una proeza técnica de construcción accidentada

Foto: cruz-diez.com

La obra resalta por su complejidad: cada módulo pesa 5,32 toneladas y están concebidos en cantilever o estructuras voladizas, con las bases enterradas a buena profundidad. Están hechos para aguantar vientos de 120 kilómetros por hora. Para Cruz Diez hijo, fue producto de “un cúmulo de recursos tecnológicos aplicados al arte por Cruz-Diez y otra de las proezas de los arquitectos e ingenieros venezolanos, que colocaron a Venezuela en el escenario internacional del arte contemporáneo”. Dentro de ese cúmulo hay una historia que Cruz-Diez contó a Ariel Jiménez: los cálculos que hizo un joven ingeniero muy preparado tuvo que corregirlos un viejo ingeniero checo que tenía su taller en Barquisimeto, y que participó en la producción del monumento.

Esa complejidad, la responsable del impacto visual que le ha dado fama a la obra, es incluso menor que la del proyecto original: Cruz-Diez la concibió no solo como algo para ver, sino también para usar, como en general pasa con su inmensa obra. El diseño completo contemplaba una vía de servicio para que los visitantes pudieran estacionarse, desde la cual podían acceder al núcleo del monumento sin tener que cruzar las avenidas que la rodean.  

Como muchas obras de Cruz Diez en Venezuela, la Cromoestructura radial necesita una refacción urgente

A pocas semanas del fallecimiento del maestro Cruz-Diez, las condiciones de la Cromointerferencia radial están muy lejos de las ideales. Las autoridades locales han usado la redoma para eventos que no respetan su idea original. “Mi padre y yo visitamos la obra en varias oportunidades para percatarnos del deterioro”, cuenta el hijo mayor del artista. “Desde luego, el hecho de que las autoridades no se ocuparan de su mantenimiento le entristecía. El mejor homenaje que pudiera rendírsele a Cruz-Diez sería el de rescatar y restaurar esta obra, patrimonio de los larenses”.

Una forma de empezar a hacerlo no cuesta ni un bolívar: llamarla según los deseos de su realizador. Durante todo este tiempo, ha sido conocida por la población y los medios con un título que nunca tuvo: Monumento al sol naciente

El manto de la polarización 

El crecimiento de Barquisimeto no se detuvo en el este. La expansión hacia Cabudare, población antes lejana que pasó a convertirse en ciudad dormitorio y ahora casi es parte del área metropolitana (aunque siguen siendo municipios separados Iribarren y Palavecino), ha sido la más significativa en la dinámica social, económica y hasta política de la urbe.

En medio de ese proceso el histórico pueblo de Santa Rosa fue absorbido por completo por la ciudad, lo cual significa integrar también el escenario del culto a la Divina Pastora y de la multitudinaria procesión de cada 14 de enero, a la que viene ya gente de fuera de Lara.

Aunque la imagen de la Divina Pastora ya estaba muy presente en otras plazas y murales de la ciudad, en 2012 se anunció la construcción del Mirador Manto de María. El entonces gobernador Henri Falcón  dijo que la obra buscaba no solo ser referencia turística sino también invitar «al respeto, la tolerancia, el reencuentro y la reconciliación del país”.

Pero el proyecto ha estado atravesado desde el principio por la brecha política entre la gobernación y Caracas. Luego de que esas tensiones demoraran ese momento por un par de años, Nicolás Maduro y Henri Falcón aparecieron juntos para la ceremonia de inicio a las obras. Su tregua no duró mucho: cuando finalmente se inauguró el monumento en enero de 2016, no se le permitió a Falcón participar. En su lugar estaban el ex-gobernador Luis Reyes Reyes (2000-2008), el jefe de CorpoLara, la gobernación paralela del estado y la diputada Carmen Meléndez, quien luego derrotó a Falcón en las elecciones regionales de octubre de 2017, convocadas por la Asamblea Nacional Constituyente. Maduro no acudió a ese acto, sino que envió a los ministros de Transporte y Turismo. Tampoco estuvieron presentes las principales autoridades eclesiásticas, cuando se trataba de una obra consagrada a un culto católico, y ni siquiera los arquitectos fueron formalmente invitados. 

El Manto de María no pudo contra la polarización y ni contra la polémica. Pero la gente de la ciudad lo disfruta.

Foto: 800 Noticias

El Manto de María no sufrió los largos retrasos de otras obras recientes como la reforma del Complejo Ferial Bicentenario o el sistema de transporte masivo Transbarca, pero se hizo sin un proceso previo de consulta o un concurso público. La figura de la Divina Pastora quedó con el estilo cinético, inspirado en el trabajo de Jesús Soto, que incluía el diseño original, pero los barquisimetanos notamos que el resultado final difiere mucho de lo que prometía su promoción, y nos preguntamos si su costo —que oficialmente fue en su momento de casi de mil millones de bolívares fuertes, diez veces más de lo que Falcón dijo que costaría— se justifica en una ciudad que tiene necesidades mucho más urgentes.

Como sea, ya es parte del perfil visual de Barquisimeto y sus alrededores, pero su impacto como símbolo cultural está en discusión, y su capacidad de atraer al turismo mucho más, no solo por su calidad como monumento o los riesgos de que sea abandonada como la obra de Cruz Diez, sino porque en general es difícil pensar en visitar una ciudad en la que se va la luz todos los días por varias horas.

Entre tanto, más allá del Obelisco, la Cromointerferencia radial y el Manto de María, para el resto del patrimonio urbano las posibilidades de recuperación son aún peores. El casco central sufre con la construcción de nuevos edificios que no se ajustan a su tradición arquitectónica y con la mala ejecución de obras que buscaban en principio mejorarlo, como el Transbarca, que tanto daño hizo al tejido comercial de la Avenida 20. La rehabilitación de casas antiguas ha sido desplazada por constantes trabajos cosméticos de pintura por parte de la alcaldía y la gobernación. 

Barquisimeto podrá estar saturada con referencias a la Divina Pastora, pero eso no compensa el declive de los servicios públicos y la falta de una mejor planeación urbana que alivie sus problemas de cada día. 

Sin embargo, en las condiciones en que está, aunque ha vivido mejores días nuestra ciudad aún mantiene un cierto encanto. Ojalá que sus tres grandes monumentos pudieran ser un punto de partida no solo para identificar a Barquisimeto, sino para revitalizarla.