Resistir desde cinco esquinas de la provincia venezolana

El desmoronamiento del petroestado genera respuestas tan diversas y complejas como el país mismo. Cinco voces informadas de las regiones cuentan cómo viven esta colosal transformación

Desde Valencia, el gerente educativo José Manuel Bolívar ve a la sociedad llenar el vacío que va dejando el Estado en retirada

Guayana: un fracaso que nos interpela a todos

Aiskel Andrade, Directora del Centro de Investigación para la Educación, la Productividad y la Vida

“Desde Guayana todo se ve peor, porque todo nuestro modelo de desarrollo se vino abajo con las empresas básicas, una fuente de riqueza y de bienestar para el resto de la población que fue reemplazada por un modelo voraz sobre la explotación del oro, con todo lo que trae, el deterioro ambiental en una zona tan sensible, y enormes problemas sociales y con barreras para el acceso a los derechos sociales. Eso cierra cualquier posibilidad de vida lícita y de buen vivir para quien aspire a una vida diferente a la que el gobierno está imponiendo, al obligar a Guayana a mirar exclusivamente hacia el oro. Del tejido productivo no queda nada que no esté vinculado a la minería legal e ilegal.

Históricamente, la minería no enriquece sino a unos pocos. El oro se extrae en municipios donde 80% de la gente es pobre. 

“Y del tejido social hay organizaciones, periodistas, proyectos comunicacionales, la universidad, que siguen sin rendirse e intentan evadir los cada vez más férreos controles de la dictadura para investigar, denunciar y acompañar a los grupos sociales más vulnerables. Pero esto es un enorme fracaso social que nos interpela a todos. Y además se ha producido un fenómeno de adaptación negativa de la sociedad que complica cualquier proceso de cambio. Tuvimos entre manos un país con enormes potencialidades, de las mejores del continente, y terminamos entregándolo a Chávez. Incluyendo a Guayana”.

Lara no es un camposanto

Jairo García Méndez en el casco histórico de Barquisimeto: la ciudad que recuperó las tradiciones organizativas anteriores al petróleo

Jairo García Méndez, abogado, profesor de Derecho Constitucional, defensor de DDHH y abocado a la construcción de espacios democráticos

“Es mucho lo que dice la Encovi pero es más complejo. Hay una minoría opulenta, un 3% de la población, que compra en los bodegones y hasta manipula el servicio eléctrico para que en sus sectores haya más horas de servicio, o compran plantas y hasta paneles solares. Ahí hay gente conectada con el gobierno o que convive con él, creando empresas lícitas, de telecomunicaciones, brindando empleo digno con los bodegones. Otro sector, un 20%, al menos no pasa hambre: tiene algo de acceso a la salud y recibe remesas, y es el sector que sostiene el país, a las ciudades, a los condominios, que hace negocios lícitos. Y el resto de la población solo sobrevive con mucho sacrificio. Entre ellos hay gente que vive relativamente bien porque han conectado con negocios, que son creativos, que van a buscar verdura y fruta a los Andes o a Sanare alto y venden en dólares. 

“La situación es dramática, realmente, pero esto no es un camposanto. Los venezolanos estamos aprendiendo a sobrevivir. Da gusto ver lo que están inventando los emprendedores jóvenes para no irse del país. Y no puedo dejar de mencionar a Cecosesola, que tiene más de 60 años y prácticamente alimenta a más del 30% de la población del centro occidente. Además de todos los empleos directos e indirectos que genera, ha sido clave para evitar que aquí haya una hambruna generalizada. Esos productores siguen reparando su maquinaria, organizándose para conseguir combustible, produciendo.  

“Barquisimeto siempre ha tenido voluntariados, desde su fundación. Esa tradición sobrevivió porque Lara no es petrolera ni minera, y esta es una ciudad de cronistas naturales que recuerdan cómo se construyó el matadero municipal o el acueducto. La fundación Amigos de Barquisimeto resguardó ese conocimiento. Es un fenómeno objeto de estudio por profesores aquí en la UCLA. Médicos Unidos por Venezuela nació en Lara y ha hecho cosas maravillosas, igual que la red de derechos humanos organizada por el profesor Nelson Fréitez. El consejo consultivo de la ciudad nació como una instancia de consulta de la alcaldía, pero siguió activo luego de que fue defenestrado Alfredo Ramos y hoy reúne a gran parte de la sociedad civil organizada, la tradicional y las nuevas formas que han surgido. Amigos del Casco Histórico ha podido sostener las casonas de algunas manzanas. Aquí surgió Universitas Fundación, para que las academias y las universidades sigan prestando servicios en temas de derecho público, sobre todo. Es una energía enorme que lo mantiene a uno activo. Aquí, donde no teníamos problemas de agua, ahora surgió un voluntariado, Gente Sedienta de Carabalí, que ha podido subsanar algo el servicio en algunos sectores y en centros de salud. Hay edificios sin una gota de agua en dos años que este movimiento conectó con el prestador de servicio y lograron restaurarlo. 

“La gente se está haciendo cargo de lo público, algo que no ocurría en Barquisimeto desde principios del siglo XX, justamente hasta que apareció el Estado petrolero.

Estamos aprendiendo a vivir un modelo distinto sin el dinero del Estado, pagándolo con nuestra biología, con nuestros cuerpos. Es una transformación social”. 

“Maracaibo es un no-proyecto”

Margarita Arribas, profesora jubilada 

“Veo la ciudad desde mi almena, un apartamento en un sector de lo que fue clase media. Me cuesta tener una imagen de la ciudad como un todo. Uno de los efectos de esta prolongada mengua es el constreñimiento de las fronteras cotidianas individuales. La ciudad se encogió y ahora se limita a las cuadras que te circundan, si tienes la suerte de poder quedarte dentro de tu ciudadela y no tener que aventurarte fuera de sus murallas imaginarias. La ciudad se va reduciendo porque además tampoco van quedando formas sólidas de conectarla. Los periódicos, las emisoras de radio o las televisoras, todos mermados, desaparecidos o cooptados, han ido sustituyéndose por unas redes sociales ciertamente necesarias y útiles, pero insuficientes, cacofónicas, dispersas, incapaces de consolidar una identidad, un punto de encuentro que nos logre, pongamos, indignar y movilizar al unísono cuando desvalijan a la Universidad del Zulia. 

“Estamos fragmentados. Y en ese sentido, sí, Maracaibo está muerta. 

“Frente a mi casa, se oxida y desvencija cada día un venerable Dodge Dart que trajo un vecino depauperado con la esperanza de ganar dinero como chofer, pero el carro no logró arrancar más que una vez. De vez en cuando notamos que le falta algo más (ya desde hace más de un año está parado sobre cuatro bloques). Allí terminará de criar maleza. Nadie vendrá a llevárselo, a quitar ese esqueleto lleno de herrumbre. El vecino marchó ya hace dos años a Colombia con sus cuatro hijos.

“Tampoco nadie espera que restituyan el servicio de Cantv, suspendido ya hace casi tres años tras el robo de los cables de conexión. Creo que no conozco ya nadie en Maracaibo que tenga teléfono Cantv. Los cables cortados guindan como lianas en las esquinas. 

“El futuro consiste, si acaso, en temer qué se terminará de estropear para no tener salvación… es como si supiéramos que cualquier día se puede caer el puente sobre el Lago y no va a haber forma de repararlo, tal como nos pasa en las casas con las neveras que mueren por las fluctuaciones eléctricas. 

“No soy tan conocedora de la historia del Zulia, pero me cuesta pensar que hay una etapa similar a esta, porque la narrativa histórica del Zulia y de Venezuela en general es una narrativa del progreso, al menos la que yo he conocido en mis 57 años. Es una narrativa de superación de las guerras, la paz, las enfermedades endémicas, las dictaduras… y aquí estamos sumidos en una destrucción. No se ve ningún proyecto de nada en el Zulia. No es que esté pasando esto para que después pase esto otro: simplemente es un desmantelamiento de la ciudad, del estado, de todo su aparato productivo, educativo y de salud. Ya ni siquiera hay promesas de elección en elección. Maracaibo es un no-proyecto. Nos están desmantelando y ni siquiera creo que tenga un afán fundacional: es una rapiña.

“Sin embargo, en paralelo, hay reductos de consumo e incluso de algarabía, para usar un término muy gaitero. Y, por supuesto, hay gente plantando cara desde las escasas instituciones aún en pie o desde parcelas personales donde uno puede percibir gente con sentido de pertenencia: los médicos del hospital central hablan de mi hospital y en medio de esto tratan de que eso subsista. LUZ adelantó el festival de cortometraje Manuel Trujillo Durán; la Dirección de Cultura convoca a un concurso nacional de dramaturgia; hay unos esfuerzos para plantar cara ante esta reducción de la vida. Pero lo que más uno ve es el amoldamiento. Es muy difícil tener el tiempo o la madera para proponer desde un lugar sano, y no simplemente reaccionar al desmadre.

“Quedará lo que cada uno de nosotros pueda memorizar, como los sabios en Fahrenheit 451, para reconstruir la historia, o para prepararse para algo que venga después, que ahora no logramos ver.

¿Cómo sobrevivirá la gastronomía zuliana, por ejemplo? Tal vez en el exterior, si allá aún es posible que un niño vea a su abuela haciendo comida en coco. ¿Será rescatable la educación? ¿O el sistema de salud, las relaciones patronales? Es muy importante que cada quien trate de preservar su memoria, de lo que nos ha pasado, de lo que nos está pasando. Tal vez así haya alguna esperanza de reconstruir, pero no para volver a ser lo que fuimos: eso no tiene sentido”.

Margarita, flotando sobre la esperanza

Fernando Escorcia trabaja para que esa Margarita gastronómica que emergió con el declive del comercio pueda reflotar apenas sea posible

Fernando Escorcia, arquitecto, productor radial y cronista gastronómico. Presidente de Margarita Gastronómica A.C.

“A diferencia del resto del mundo, el golpe de la caída de la productividad por la pandemia no ha sido tan fuerte para nosotros, porque nosotros veníamos con un deterioro muy largo. Mientras los demás hablan de abandonar el efectivo, nosotros ya llevábamos dos años probando distintas plataformas para hacer transacciones. Mientras los demás se preguntan por la ruptura de las cadenas de suministro, ya nosotros veníamos sufriendo y adaptándonos desde hacía cuatro, cinco años. Quizá pensábamos que íbamos a pasar agachados, pero aquí estamos otra vez en una parada forzosa. 

“El turismo más o menos nos mantenía en los últimos tres o cuatro años, con el poco turismo nacional y unos pocos extranjeros que venían. Ahora somos unos 350 mil habitantes fijos en Margarita, cuando antes éramos 600 mil entre los fijos y los flotantes. Te imaginarás: todo está vacío. De los comercios del Puerto Libre que quedan, solo está abriendo un 20%. Eso impacta a los productores, los pescadores, toda la cadena de la industria alimentaria porque además no hay combustible. 

“Con más de 60% en la economía informal, ¿qué perspectivas tenemos en lo inmediato? Muchos hoteles y restaurantes, uno de los sectores que genera más empleo en la isla, han cerrado y han despedido a sus empleados. No hay tampoco crédito de la banca, una tarjeta de crédito que te permite comprar un gran mercado para aprovisionarte durante la cuarentena, ni un dinero que permita a un restaurante reactivarse. En Venezuela tenemos también en contra que no podremos contar con que el gobierno ayude a nadie, para que la gente al menos pueda comer y consumir. Las autoridades locales cierran las playas, los vuelos y los restaurantes porque no se quieren arriesgar a que los descabecen.

En los pueblos están muy preocupados, están esperando para hacer sus ferias, que ahora son inmensamente importantes para traer ingresos a esas comunidades.

Chacachacare tiene 800 habitantes pero su feria ha podido reunir 15 mil personas. Imagina el impacto en una comunidad así. 

“Pero aunque no haya reapertura en lo inmediato ni sepamos qué va a pasar, estamos trabajando en un código de higiene y seguridad para restaurantes, una certificación para devolver la confiabilidad a la isla para cuando la gente pueda venir. Nos estamos preparando para cuando la isla se abra. Margarita Gastronómica es multiplataforma, pero los eventos tendrán que esperar, haremos cosas con poca gente, cuando se pueda y siguiendo las normas. Estamos en el terreno de las esperanzas, no de las certezas”.

Carabobo: un cambio cultural sobre el origen de la riqueza

José Manuel Bolívar, gerente educativo y asesor en educación internacional

“En los últimos meses la principal preocupación en Valencia ya no es la delincuencia sino los servicios, sobre todo el agua. La ciudadanía y las empresas privadas han ido tomando el timón mientras el Estado se repliega, deja de cumplir con sus responsabilidades. Urbanizaciones y empresas se organizan para crear aljibes para abastecer de agua a un sector, algo ilegal y que traerá un impacto notable a largo plazo, pero es el modo en que mucha gente puede resolver. Los camiones cisterna con acceso a los pozos distribuyen agua de manera privada, y el gobierno de Carabobo también, porque a los cisternas de Lacava hay que pagarles un dineral. Lo mismo con ese otro servicio hoy elemental que es Internet, donde hay un crecimiento económico: mientras caen la manufactura o la alimentación en un 70%, las comunicaciones han crecido en un 6% en los últimos años por las inversiones en antenas, fibra óptica, por parte de empresas que tienen licencias para distribuir servicio o para traer el servicio desde el exterior. La fibra óptica se está extendiendo en ciertas zonas de Valencia. Pero el problema eléctrico lo limita. Muy pocos pueden comprar plantas eléctricas que te protejan de las constantes interrupciones. Eso pega mucho porque nos obliga a vivir en el siglo XIX y eso afecta todo lo que intentamos hacer para enfrentar las demás circunstancias. Ahí sí que no hay nada positivo. 

“Una cosa bonita que están surgiendo es la conciencia urbana, cómo transformar nuestras ciudades, sus espacios públicos. Eso está aflorando contra todas las adversidades y lo vi en diciembre en Margarita: cientos de personas alrededor de una iglesia y una plaza disfrutando delicias en familia, con cero policía. Porque los malandros también han emigrado, parte de ese gran fenómeno que es la migración, que impacta todo, como la población de alumnos en los colegios privados. 

“Nosotros perdimos entre 2012 y 2017 a 80% de la población docente, justamente los que habíamos pasado años formando. Ahora pudimos aumentar cuantiosamente los ingresos de los docentes respecto a otras profesiones o al riesgo de irse, y el personal se ha estabilizado, así como se ha estabilizado la emigración de familias, y en los últimos tres años hemos tenido una curva ascendente en la educación privada. Como en otros sectores de la economía, los controles del régimen han bajado. Yo diría que íbamos hacia el fondo, pero con la dolarización y la liberación de precios empezamos a ver efectos. El régimen no anuncia esas medidas, pero las toma: uno las ve en el repliegue de las instituciones.

Mientras el Estado venezolano ya básicamente no existe, el emprendimiento crece mucho.

Sobre todo en el ramo de las comidas, en prendas, carteras, zapatos, un nuevo nivel de conciencia sobre lo que podemos diseñar y producir en Venezuela que creo que tendrán un impacto no solo económico, sino también cultural a largo plazo, sobre cómo entendemos la riqueza. Siempre nos dijeron que éramos un país rico porque teníamos el petróleo bajo los pies; ese paradigma ha quedado enterrado y creo que la gente está cada vez más consciente en que la riqueza está en traducir ideas en productos y servicios, en tus talentos. Lo que necesitamos es la oportunidad de dejar florecer esa nueva conciencia, y de reconstruirnos”.