Por qué los niños y adolescentes también necesitan psicoterapia

Las angustias de los chamos no son menores porque ellos sean menores de edad. La doctora Milagros Fagúndez explica por cuáles razones los están llevando a consulta, y cómo la psicoterapia puede ayudarlos

Es mejor acudir cuando se presentan síntomas preocupantes, advierte esta psicólogoa, antes de que se agrave el problema y sea más difícil atenderlo

Foto: Composición de Sofía Jaimes Barreto

Dicen que es la época más feliz de la vida, pero cualquiera que la recuerde con cierta objetividad sabe que esa es una mentira producto de la nostalgia (o del miedo a la vejez y a la muerte). Nadie es tan feliz cuando se siente frágil y depende de otro. Nadie está tan tranquilo cuando por delante tiene desafíos que a veces ni siquiera entiende. 

En el mundo actual, puede que sea peor, porque la velocidad y los colapsos, los aires distópicos, no dejan a nadie en paz. Menos que menos a jóvenes y a infantes. Que cuenten con un espacio terapéutico ha dejado de ser entonces algo reservado a “los que tienen problemas” (¿quién no los tiene?). 

En Venezuela esto no acaba de comprenderse, y por eso en esta serie de Cinco8 sobre salud mental está la doctora Milagros Fagúndez, psicóloga de la Universidad Católica Andrés Bello, psicóloga clínica por la Facultad de Medicina de UCV, psicoanalista de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas (SPC) y directora de su Departamento de Niños y Adolescentes, que organiza actividades comunitarias, jornadas profesionales y un diplomado en psicoterapia psicoanalítica para niños y adolescentes. 

Desde el comienzo de sus estudios, Milagros Fagúndez se fascinó con el psicoanálisis en las primeras edades, que son definitivas en el desarrollo posterior.

Siguió los pasos de autores como Donald Winnicot y Françoise Dolto, muy abocados al trabajo social con los niños y sus familias. Ha trabajado con pequeños vulnerables por violencia física, sexual y psicológica, con dificultades por fallas en la función parental y con problemáticas familiares, en su consulta privada. Hace poco comenzó una iniciativa para enseñar a las familias la importancia del juego simbólico, y para que los padres y los cuidadores entendieran su valor en el desarrollo emocional. “El analista de niños —me dice— es alguien que debe y desea seguir jugando”.

¿Por qué los niños y los adolescentes pueden y deben ir al psicólogo?

Todas las personas pueden beneficiarse de un dispositivo analítico. Los niños y adolescentes no son la excepción, porque enfrentan desafíos propios de su momento vital. Lo más frecuente es que sus padres los lleven a consulta por alguna situación sintomática que les preocupe, pero también puede haber una solicitud espontánea de niños y de jóvenes para permita tener un espacio donde hablar de lo que les aqueja. 

Los niños y los jóvenes tienen desafíos importantes, como los adultos. Sus angustias no son menores porque tengan menos edad. Y si pueden ser acompañados por un psicoanalista, pueden encontrar una mejor resolución.

La identidad, el crecimiento psíquico, el entendimiento de las relaciones con los demás, la propia estima son temas importantes para niños y adolescentes en su desarrollo, y cuanto antes puedan ser considerados, mejor. Otra gran ventaja de acudir al psicólogo en estas etapas de desarrollo, es la posibilidad de tratar a tiempo dificultades que pueden complicarse más adelante si se obvian o se niegan. No necesariamente hay que acudir al psicólogo por una problemática en desarrollo, pero muchas veces tenemos algunas señales de alarma, problemas en la escuela o temores acentuados, que en un espacio terapéutico pueden tomar otro curso para que no se vuelvan más complejos o pongan en riesgo la salud mental de los pequeños.

¿Qué dirías, por tu experiencia, sobre la salud mental de los niños y adolescentes en Venezuela? ¿Se ha visto afectada por la crisis sociopolítica y económica y por la pandemia?

La crisis humanitaria compleja que atraviesa Venezuela tiene un impacto dramático en la infancia y la adolescencia. En ocasiones ver los marcadores biológicos como la desnutrición es más tangible y observable, pero los efectos a nivel psíquico también son muy relevantes y necesarios de tratar. 

El aumento de la violencia intrafamiliar, el abuso sexual, el acoso escolar, la deserción del sistema educativo y el riesgo suicida y homicida, son ejemplos de cómo se reproduce la violación de los derechos fundamentales en los niños y los jóvenes. 

La pandemia se posa sobre una situación de alta fragilidad y exacerba la condición de vulnerabilidad psíquica, en especial en etapas de desarrollo tan importantes como la infancia y la adolescencia, lo que incremente síntomas de ansiedad y depresión. En esta generación, además, ya presenciamos un desvanecimiento de los vínculos afectivos, poca tolerancia a la frustración, necesidad de constante estimulación, pérdida del sentido e inmediatez. Todo ello atenta contra la capacidad de pensar, conocerse, ofrecer una oportunidad a los vínculos desde la diferencia, la coherencia y la introspección.

¿Cuándo deben los padres considerar llevar a sus hijos a un psiquiatra o a un psicólogo y cuándo deben asistir ellos mismos?

Lamentablemente muchos padres traen a sus hijos cuando han agotado todos los recursos personales para tratar una situación. Se sienten frustrados, desesperados y sin herramientas, y el niño o la niña se siente culpable por no poder sentirse mejor o no poder manejar las cosas de otra forma, y allí entra el psicólogo.

Tenemos que cambiar nuestra manera de ver la ayuda terapéutica, pensar en ese apoyo como algo que nos acompañe a atravesar las dificultades y no como algo a lo que se acude como la última opción.

Se puede trabajar con niños desde edades muy tempranas, como seis meses o un año, acompañando a la madre y al bebé en ese vínculo que se va formando. Ayudamos a los padres a comprender y trabajar con la angustia de esa tarea tan compleja que es la parentalidad. El trabajo con bebés es muy importante para despistar patologías severas como el autismo, por ejemplo, que deben diagnosticarse desde temprano para intervenir. Otras veces son los padres quienes deciden asistir, pues hay una problemática personal o de pareja que indirectamente afecta al niño o al joven. Si se niega esta afectación y no se busca ayuda a tiempo, el niño hace algún síntoma que habla por los padres. Entonces, primero traen al niño para luego reconocer la necesidad de trabajar en ellos mismos.

¿La salud emocional y mental sigue siendo un tabú en Venezuela? 

La salud mental sigue siendo un enigma de menor visibilidad que la salud física. Aún hoy vemos concepciones erradas, como que el que asiste a consulta es porque está loco, o que expresar las emociones es de personas débiles. Predomina la saturación de actividades, la sobreexigencia y la falta de empatía frente a situaciones traumáticas, la intolerancia a los tiempos del duelo y la incapacidad de aceptar la tristeza como una emoción válida, por lo que aún muchas personas lidian con grandes dificultades por mucho tiempo antes de asistir a consulta por primera vez. 

¿Cuáles son los problemas más frecuentes por los que asisten los niños a servicios de psicología o psiquiatría hoy en Venezuela?

Los problemas más frecuentes en niños siguen siendo los relativos a la esfera escolar y familiar porque son los que se identifican más fácilmente, justamente por el peso que le damos a la productividad y al rendimiento.

Fobias escolares, problemas de atención y concentración, despistaje de autismo y su consecuente dificultad para relacionarse, oposicionismo y dificultad para seguir instrucciones son frecuentes en las consultas con niños.

En adolescentes el acoso escolar tiene el primer lugar y con ello las condiciones depresivas y ansiosas que se derivan. 

¿Qué consecuencias tiene para una sociedad que los padres no atiendan los conflictos emocionales ni la salud mental ni de ellos ni de sus hijos? ¿Crees que los problemas de violencia que enfrentamos se relacionan con esa carencia?

Es que se naturaliza la violencia y no se toma en cuenta los primeros llamados de auxilio de los niños. El suicidio es un ejemplo de cómo el desestimar la esfera emocional, el imponer cosas que hacer para no pensar, o el saturar para que se pase el malestar, siguen dominando. Eso nos vuelve vulnerables como sociedad y no nos permite hacer toda la prevención necesaria. Debemos aprender a reconocer las afectaciones emocionales desde sus primeras manifestaciones y darles escucha y tiempo.

¿Podrías hablarme un poco del proyecto: Escuela para Padres que dirige María del Carmen Míguez, también psicoanalista de la SPC?

La Escuela para Padres nace de un proyecto de la doctora Míguez, Asunto Precoz. Es un esfuerzo continuo desde hace más de quince años para brindar asesorías y orientación a padres y familias. Una de las actividades es la Escuela para Padres, reuniones mensuales con familias donde se abordan temas de crianza que resultan cruciales. Es muy valioso que esta actividad se haya mantenido durante la pandemia, a través de un grupo de WhatsApp; eso ofreció un verdadero espacio de orientación y desahogo durante esos días tan duros. Desde el departamento de niños estamos muy contentas con los resultados.

¿Podrías decirles a los lectores con dificultades económicas a dónde pueden recurrir para lograr atención psicoterapéutica para sus hijos?

La Sociedad Psicoanalítica de Caracas cuenta con un servicio de Atención Psicoanalítica a la Comunidad cuyo objetivo es atender a las personas a un costo accesible a todas las que lo requieran. Para ello, pueden escribir al siguiente correo: apsicocomunidad@gmail.com y allí les responderán con un pequeño formulario que deben llenar para agilizar la atención.