El 8 de noviembre, Nicolás Maduro comenzó su discurso ante la Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) asegurando que viajó 10.407 kilómetros para llegar a Egipto desde Venezuela. Presumía de ese trayecto como si demostrara el esfuerzo del país, cuando más bien puso en evidencia la huella de carbono de la delegación que asistió en el avión presidencial (que no fue la excepción, pues en avión privado llegaron la mayoría de los líderes al COP27).
En efecto, quienes acompañaron a Maduro para representar a Venezuela dejaron una huella estimada de 115.92 toneladas de CO2 equivalente. Es decir, volando a Egipto aportaron a la atmósfera 115 toneladas más del dióxido de carbono que tanto contribuye con el efecto invernadero que ha calentado al planeta.
Pero ese es solo el comienzo. Maduro dio un discurso plagado de palabras pomposas y errores técnicos que hacen que Venezuela parezca un río de desinformación y contradicciones, mientras ignora por completo su responsabilidad como nación ante el cambio climático.
¿Qué fue lo que dijo Maduro?
El representante de Venezuela ante la COP27 hizo un repaso de los principales hitos en los esfuerzos internacionales contra el cambio climático. Pero confundió fechas y nombres en la mayoría de ellos.
Comenzó por asegurar que el “Acuerdo de Kyoto” tuvo lugar hace 30 años, en 1991. Pero en realidad su nombre es Protocolo de Kyoto, se aprobó en 1997 y solo pudo entrar en vigor en 2005.
Dijo también que el Acuerdo de París de 2015 consiguió que los “países del norte” redujeran su impacto medioambiental. La verdad es que ese acuerdo es jurídicamente vinculante y obliga a todas las Partes —126 países entre los que está Venezuela— a tomar medidas para que el aumento de la temperatura promedio del planeta no supere los 1,5 grados centígrados en este siglo.
Como remate, agregó que solo en Copenhague (suponemos que se refería a la COP15 de 2009) se “consigue un acuerdo entre todas las partes”. Cuando lo que se logró fue que los países industrializados que no habían firmado el Protocolo de Kyoto finalmente reconocieran que el cambio climático es un problema universal.
Por supuesto que en su discurso mencionó muchas evidencias del cambio climático. Todos casos que puede conocer cualquier estudiante de bachillerato: la subida del nivel del mar, el deshielo de los glaciares en la Antártida o el peligro de extinción de las abejas. Pero hasta allí cometió errores. Aseguró, por ejemplo, que las abejas corren riesgo de extinción por el calentamiento climático, cuando en realidad es por la deforestación y los plaguicidas. Y confundió el óxido nitroso (N2O) con el óxido ferroso (FeO) cuando mencionaba los gases de efecto invernadero.
Maduro trajo un solo dato a la COP27: “Venezuela es responsable de menos del 0,4 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero en el planeta”, pero sin ninguna prueba que lo sustente. Y su discurso de casi veinte minutos finalizó con una solicitud de ayuda económica al “Fondo de Financiamiento y Pérdidas de Cambio Climático”, basada en el compromiso del país para proteger la Amazonia.
Hasta en eso se equivocó: asumimos que quiso referirse al Fondo Mundial para la Mitigación del Cambio Climático, pero aunque los mecanismos de financiación y los mercados de carbono son dos asuntos que la COP27 debe discutir esta semana, conseguir esta ayuda no será fácil. A pocos días de finalizar, las negociaciones siguen estancadas.
¿Qué fue lo que no dijo Maduro?
Maduro omitió hablar de Venezuela en su intervención en la COP27. Claro que en su discurso denunció que las tormentas, los huracanes, las lluvias, el frío y el calor extremos están comprometiendo la existencia de los humanos en el planeta. Pero aunque pocos días antes de la COP27, tras la tragedia de Las Tejerías, culpaba en la televisión al cambio climático de los deslaves que sucedían en Venezuela, eso no lo mencionó en la COP27, frente a todas las partes, a las agencias especializadas de las Naciones Unidas y a los expertos.
Las lluvias en Venezuela se han intensificado desde agosto de este año, cuando comenzaron a registrarse fuertes inundaciones en Caracas y otras ciudades tras lluvias intensas. Siguieron Lara, Mérida, Táchira y Trujillo entre septiembre y noviembre; el saldo fue al menos una persona muerta, muchas pérdidas materiales, ríos desbordados y familias incomunicadas. Lo mismo ocurrió en Falcón a finales de octubre y comienzos de noviembre, donde hubo unas 450 familias afectadas. En Zulia las fuertes lluvias y el oleaje destruyeron muchos palafitos. Cumaná y Maturín también se suman a la lista de estados afectados. El deslave más grave que ha ocurrido este año hasta la fecha fue en Las Tejerías, Aragua, con al menos 50 personas muertas y 56 desaparecidas.
Como se ve, ejemplos de las consecuencias del cambio climático en Venezuela no le faltaban. Sin embargo, ante la COP27, ninguno de estos datos duros (en el doble sentido que tiene la palabra) los mencionó.
El segundo olvido significativo de Maduro fue la Amazonia. La mencionó, por supuesto, y responsabilizó al capitalismo por la explotación indiscriminada de recursos que ha impulsado el cambio climático. “Abogamos por la protección de la Amazonia, para salvar la selva y la biodiversidad del Amazonas”, recalcó al final de su discurso. Pero la realidad es que desde 2016, su gobierno ha autorizado la explotación del Arco Minero del Orinoco. Allí la extracción de oro, diamantes y coltán, con minería a gran escala, está destruyendo la Amazonia, uno de los principales pulmones del planeta.
El colmo del cinismo es que haya exaltado la participación de los pueblos indígenas en la protección del Amazonas, ya que como nunca antes se han visto afectados —así como los ecosistemas que rodean sus comunidades— por las políticas extractivas en el Arco Minero del Orinoco, que se han implementado sin estudios de impacto ambiental ni sociocultural.
Otro factor de destrucción ambiental en el que Maduro y su gobierno tienen una gran responsabilidad es en la desaparición de los bosques y en la deforestación en Venezuela, que se ha agravado desde 2016. Se estima que en los últimos 5 años se ha perdido la misma superficie del Amazonas que se perdió en los 15 años precedentes; y que cada año se pierden bosques de un tamaño equivalente a tres veces el Área Metropolitana de Caracas.
Esta situación muestra que Venezuela poco puede contribuir a mitigar las grandes amenazas climáticas que ya se comienzan a evidenciar en su territorio, y que no podrá cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenibles en materia de conservación de ecosistemas terrestres (ODS15).
Lo cierto es que la población venezolana cada vez es más vulnerable ante el cambio climático. El país no cumple con las políticas contra la deforestación ni con las normativas sobre prohibición de construcciones en riberas de ríos y quebradas. Tampoco se limpian las quebradas y los desagües, ni se capacita a nadie para actuar en caso de eventos extremos. Todo ello deja a las poblaciones inermes frente los eventos climáticos que se acentuarán en los próximos años.
¿Cuáles son las deudas pendientes de Venezuela con la COP?
En 2015, en la COP21 en París, Venezuela se unió a las 126 Partes que se comprometían a establecer medidas de mitigación (para disminuir los gases de efecto invernadero) y de adaptación (desarrollar políticas preventivas) ante el cambio climático.
En ese momento, Venezuela sostuvo que el mayor impacto climático para el país sería el aumento de las inundaciones. Pero los delegados no contemplaron entre los objetivos prioritarios desarrollar medidas de adaptación para proteger las vidas de los venezolanos ante eventos como lluvias torrenciales persistentes.
Entre los compromisos de mitigación adquiridos entonces por Venezuela, resalta el de incrementar los esfuerzos de reforestación. Sin embargo, tal como muestra una amplia documentación, a partir de 2016 el país ha sido responsable de aumentar la deforestación de la selva amazónica, al entregar 111.843 kilómetros cuadrados a la explotación minera. Esa entrega pone en riesgo los bosques, la biodiversidad y la vida de las comunidades indígenas de esa región.
Entre los compromisos de adaptación, el país se propuso dos cosas: mejorar los sistemas de medición meteorológica y de alerta temprana. Sin embargo, según Runrunes, varios expertos climáticos aseguran que en la región central del país hay apenas un pluviómetro para medir la cantidad de las precipitaciones.
En lo que se refiere a la alerta temprana, sin datos es imposible montar un sistema que funciones, y no se dispone de información actualizada. En 2017, Venezuela entregó la Segunda Comunicación Nacional, donde se evalúa y evidencia la situación nacional frente al cambio climático, pero con datos de inventarios de emisiones del gobierno de Chávez, de 2010. La Tercera Comunicación Nacional está en elaboración desde el 2020. Mientras, otros países de la región, como México, ya han entregado la Sexta. Es evidente que sin un sistema de alerta temprana, cada vez más venezolanos serán víctimas de las inundaciones ante la inacción del gobierno.
Entre tanto, la realidad es que el cambio climático llegó a Venezuela y al mundo entero. Y llegó para quedarse. Pero Maduro no parece preocupado por ello. Presume por Egipto, pero no ha cumplido con los compromisos de adaptación y mitigación que el país asumió y que podrían minimizar nuestra vulnerabilidad ante el cambio climático y aumentar la resiliencia de la población.