El país adentro y afuera

Cinco8 espera reunir historias, crear una conversación y entender una sociedad que se estira más allá de los límites del país que la produjo

Paulo Castro. De la serie Monocromos, 2016.

Foto: Daniel Benaim, GBG Arts

¿Qué es Venezuela hoy?

Hay tantas maneras de responder a esa pregunta que tendemos a perder nuestro tiempo peleando entre nosotros sobre la respuesta, y con otros que no son venezolanos pero insisten en explicárnoslo. Pero esa cuestión no es ninguna tontería. Nunca lo ha sido —llevamos más de un siglo tratando de definir qué clase de país hemos ido teniendo— y menos lo es ahora, cuando estamos concentrados en atribuir culpas y en exigir que el país que reconstruyamos sea como nosotros queremos. 

Nos enfrascamos en una guerra verbal (pero con muertos reales) en torno a la definición de Venezuela. El debate político sobre si es o no una dictadura determina el apoyo internacional al régimen de Maduro o a la legitimidad de la Asamblea Nacional; el debate ideológico sobre si es o no un país socialista distrae nuestras energías y contamina las redes sociales con la emergente alt-right criolla; el debate histórico sobre cuándo se jodió el país nos podría secuestrar por siempre; el debate desesperado sobre cómo lo sacamos del atolladero nos está comiendo vivos.

Pero no quiero irme por esos montarrales sino señalar algo en lo que podemos convenir: hoy Venezuela es un país de emigrantes.

Fue en la segunda mitad del siglo XX un país orientado psicológica, cultural y económicamente a la recepción de inmigrantes, y ahora, luego del traumático tránsito al siglo XXI, es un país orientado psicólogica, cultural y económicamente a la emigración. 

“Irse” es el verbo que nos atraviesa a todos, porque nos fuimos, porque nos quedamos, porque tenemos a alguien que se fue.

A todos: desde chivos del régimen hasta miserables al borde de la inanición, desde profesionales con doctorado hasta colectores de buseta. No creo que pueda explicarse hoy Venezuela sin la migración masiva. Es el tópico principal sobre nosotros en el resto del mundo, por la magnitud de los números. Es una preocupación y un conflicto inmediato en los países vecinos, en especial Colombia.

Para los demás, Venezuela ha cambiado su significado drásticamente. Para nosotros también. 

Así que nos toca pensar en nuestra sociedad como una entidad que no se corresponde a su territorio de origen: la sociedad venezolana ya no tiene los límites geográficos de lo que formalmente quiere decir la palabra Venezuela, ese casi millón de kilómetros cuadrados entre el Cabo San Román, La Neblina y Manzanillo. Si ya está afuera una décima parte de nosotros, y al parecer puede que pronto uno de cada cuatro venezolanos lo esté, tenemos que hablar de una sociedad que tiene la mayoría de sus miembros en el país geográfico pero una creciente parte de ellos en la dispersión de la emigración masiva.

¿Somos los que nos fuimos parte de esa sociedad? Creo que más difícil sería argumentar que no lo somos. Estamos atados a Venezuela por nexos no solo emocionales, sino económicos, por las cosas y el dinero que mandamos, por las relaciones incluso laborales, por el modo en que participamos o no en la opinión pública y por cómo contribuiremos a la transición, cuando ocurra. 

Por otra parte, la diáspora crece, pero tan rápido que no da tiempo a diferenciarse. Todo país con emigración crea una distancia mental entre los que se fueron y los que se quedaron; el portu del supermercado El Trigal,  que llevaba 18 años en Valencia, no podía ver Funchal con los mismos ojos del hermano que se quedó en Madeira. Esa brecha entre los de adentro y los de afuera también crecerá entre nosotros, pero por el momento es una franja que se estira. 

Más que la metáfora guzmancista del cuero seco —“si a este país lo pisas por un lado se levanta por el otro”— tal vez nos cuadra mejor ahora la de un saco de naranjas que al tratar de contener su carga se va estirando tanto que amenaza con rasgarse.

¿Qué es Venezuela hoy?

Hay tantas maneras de responder a esa pregunta que creamos un medio para ir reuniéndolas, con la mayor curiosidad, precisión y responsabilidad que podamos.

Cinco8 espera documentar los matices, los fenómenos, las sensibilidades de esta mutación de nuestra sociedad, de esta transformación histórica. Todos nuestros contenidos, aunque pertenezcan a distintos géneros, son clasificados en dos categorías esenciales: Adentro, cuando lo que cuentan ocurre esencialmente dentro del territorio venezolano, y Afuera, cuando lo que cuentan ocurre esencialmente fuera de él. Habrá solapamientos, contaminaciones fronterizas: historias que son tanto de adentro como de afuera. Pero no es una contradicción que nos preocupe, porque es lo que somos en este equipo, una mezcla de adentros y de afueras, y es lo que somos todos por dentro.    

Queremos entender y explicar cómo está cambiando Venezuela, qué es ser de ahí. Queremos hacerlo con respeto, con atención, porque hay demasiado ruido y demasiado bichito y demasiado caos y demasiado miedo. 

Queremos hacer de Cinco8 un lugar donde hablemos de lo importante, de lo que nos queda, de lo que nos hace falta, y de lo que debemos obtener. En Caracas Chronicles explicamos Venezuela a los que leen en inglés; aquí en Cinco8 la conversación será en nuestro idioma, con nuestros acentos, nuestros sonidos, nuestras imágenes. Aquí hablamos entre nosotros y ante los que se quieran unir para ayudarnos a ayudar. Y tenemos mucho de qué hablar. Pasen, conozcan el sitio, sírvanse un roncito o una tizana, y únanse a la conversa.