China aprovecha la pandemia para aumentar su influencia

La potencia asiática lleva años construyendo una estrecha relación con Venezuela y toda América Latina. Pero la crisis que irónicamente comenzó en China le está sirviendo para relanzar su “soft power”

Medios y redes sociales difunden el mensaje de que el presidente Xi Jinping y su gobierno no solo controlaron el coronavirus, sino que ayudan a los demás a hacerlo

Foto: Composición de Sofía Jaimes Barreto

Nunca desperdicies una buena crisis, dice el refrán.

Tanto en China como en el resto del planeta, la pandemia de covid-19 tendrá profundas repercusiones sociales y económicas. Sin embargo, el Partido Comunista Chino, percibe la crisis como una oportunidad para mejorar su imagen y ganar aliados a nivel internacional.

Haciendo uso de los medios oficiales en idiomas extranjeros y las cuentas en redes sociales de funcionarios chinos y entidades gubernamentales, Beijing lanzó una campaña global para promover su narrativa sobre el manejo de la pandemia por parte de las autoridades chinas. El mensaje tiene tres componentes principales: el gobierno chino manejó el primer brote de manera transparente y eficiente, China está liderando el esfuerzo para ayudar a las naciones en desarrollo a enfrentar la pandemia, y las naciones occidentales no han logrado contener la propagación del virus. Por debajo de ese mensaje corre el subtexto de una China exitosa versus un Occidente disfuncional.

En el discurso que dio ante la Asamblea Mundial por la Salud el 18 de mayo, el presidente Xi Jinping dijo que China aportará dos mil millones de dólares a los países en desarrollo para ayudarles a manejar las consecuencias económicas y sociales de la pandemia. El contraste con Estados Unidos, que entonces iniciaba el proceso para retirarse de la Organización Mundial de la Salud, era patente, y adrede.

¿Y respecto a Venezuela? El gobierno chino ha estado cuidándose últimamente de apoyar públicamente a Maduro —al menos en comparación con la efusividad que tenía su apoyo unos pocos años atrás. La última vez que hubo una visita diplomática de alto nivel a Venezuela fue cuando viajó Xi Jinping en 2014. China no ha concedido más créditos al régimen venezolano desde 2016, y las noticias sobre la crisis en Venezuela apenas aparecen en los medios oficiales chinos. Esta reticencia de China hacia lo que concierte nuestro país puede tener que ver con el hecho de que luego de haber prestado al régimen chavista 65.000 millones de dólares —con resultados tan pobres que es imposible hacer propaganda con ellos— Beijing no quiere que nadie le esté culpando por la debacle de esa Venezuela que tanto respaldó. 

Sin embargo, todo esto puede cambiar en los próximos meses. Muchos analistas políticos tienden a enmarcar el empuje mediático de Beijing dentro de las crecientes tensiones con Occidente, particularmente con Estados Unidos. El foco se encuentra en otro lado: las donaciones y todos esos esfuerzos que está haciendo China en el mundo en desarrollo buscan construir más apoyo internacional para sus políticas. Tengamos en cuenta que hay muchas más naciones en desarrollo que naciones desarrolladas, y que en las Naciones Unidas el voto de Venezuela vale tanto como el de Alemania. Mientras más “amigos” se haga China en el mundo, más capacidad tendrá para imponer sus posiciones en los foros internacionales. Todo ese toma y daca entre China y Occidente es solo un espectáculo al margen del objetivo central.

En el contexto del covid-19, Venezuela gana un nuevo lugar en la estrategia geopolítica china. Los campos de detención para la minoría uigur en Xinjiang, la Ley de Seguridad Nacional en Hong Kong y las relaciones con Taiwán son todos asuntos de seguridad nacional para el Partido Comunista Chino. Todos ellos son fuentes de intensas críticas de parte de las democracias occidentales, razón por la cual China tratará de aumentar y fortalecer las voces que apoyen sus políticas. Ahí es donde adquiere importancia alguien como Maduro: el apoyo que pueda dar directamente o a través de sus representantes en organizaciones internacionales es una razón adicional para que China siga ayudándolo a permanecer en el poder.

Acabamos de ver una clara manifestación de esta simbiosis en la sesión que celebró en Ginebra el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el 30 de junio. Durante la reunión se emitieron dos pronunciamientos, uno detrás del otro: el que promovió Cuba para respaldar la Ley de Seguridad Nacional que sancionó China para aumentar su control sobre Hong Kong, y el que redactó el Reino Unido para condenarla. 52 países se alinearon con Cuba y 26 con el Reino Unido. Varios más se abstuvieron. Ni un solo país de América Latina o de África se opuso a la declaración cubana. El representante de Maduro obviamente votó a favor de ella, mientras que Estados Unidos brilló por su ausencia, ya que había abandonado el Consejo en 2018.        

Excluyendo los Estados que tienen relaciones oficiales con Taiwán, cada país latinoamericano ha recibido algún tipo de apoyo médico de parte de China. No hay datos sobre la totalidad de las donaciones que Beijing está dando a la región, pero sin duda es muy superior a las que puedan estar enviando cualquier otro país u organización internacional. En marzo, la fundación Jack Ma, el brazo filantrópico del grupo empresarial Alibaba, se comprometió a donar un total de dos millones de máscaras, 400.000 kits de pruebas y 104 ventiladores hospitalarios a 24 países latinoamericanos. Varias compañías chinas, como Huawei, ZTE, Didi y China Railway Construction Corporation, entre otras, han hecho considerables donaciones a lo largo del continente. ¿Cuál fue el primer país de nuestra región en recibir personal médico chino, en marzo? Venezuela.

Todavía tenemos un largo camino por delante en esta pandemia, y es muy temprano para medir el balance de los frutos que le dará a China esta oleada de donaciones y mensajes autocelebratorios de solidaridad. Pero una cosa está clara: mientras Estados Unidos está atrapado en sus conflictos internos en este año electoral, y la mayor parte de Occidente está enfocada en sus propias guerras contra los efectos del coronavirus, China es la única potencia que se está encargando de los países en desarrollo. 

En el mundo que tengamos cuando hayamos por fin controlado al covid-19, el orden internacional podría lucir bastante distinto. 

Y no le va a gustar a las democracias liberales.