Una nueva ola de denuncias de estupro lleva al movimiento #YoSíTeCreo 

Decenas de testimonios en redes sociales que acusan de abuso sexual a cuatro músicos y un director de teatro conmocionan al rock y el teatro del país. ¿Finalmente llegó MeToo a Venezuela?

Libertad conoció a Alejandro Sojo en una fiesta en Mérida en 2015, cuando tenía 17 años. Él la agregó a Facebook y empezaron a hablar. Lo vio un par de veces en una visita a Caracas, pero mientras que ella solo estaba interesada en una amistad, Alejandro le hacía propuestas sexuales. 

Ella recuerda que en las pocas ocasiones que lo vio en persona advirtió que más que un carácter “excéntrico”, como lo describían algunos conocidos, tenía actitudes abusivas. “Era algo que notabas cuando interactuabas con él y si lo veías trabajar. Era una persona con delirios de poder, trataba mal absolutamente a todos quienes trabajaban para él. Tenía un complejo de superioridad desatado”, relató Libertad a Cinco8.

Libertad ignoraba la mayoría de los mensajes, pero continuaron hasta que ella dejó Venezuela para mudarse a Chile. En 2018 Sojo la invitó de manera educada a un toque de su banda, Los Colores, en Chile. Sojo le dijo que no estaba “intentando nada con ella”. Ella aceptó la invitación al concierto, quería darle otra oportunidad a la amistad. Sin embargo, apenas retomaron el contacto, el cantante comenzó a enviarle mensajes grotescos, fotos de su pene y notas de voz acosándola insistentemente. 

Libertad lo confrontó, le dijo que no iría al concierto y que estaba haciendo algo despreciable. Él solo se rió, lo cual la desconcertó. Entonces decidió hacer un hilo en Twitter donde publicó parte de los mensajes que le enviaba Alejandro y relató que tenía semanas acosándola. Se sorprendió con la cantidad de mujeres que compartieron en comentarios sus propios relatos de acoso de parte de Alejandro. La mitad de los comentarios eran de fans, amigos y extraños incrédulos, que no solo la culparon por el acoso, sino que también desacreditaron lo que contaba. 

Recibió una montaña de odio de extraños en Internet, y la abrumó al punto que decidió borrar el hilo meses después. Su caso hasta se discutió en un podcast de comedia, De a toque, que presentó la historia de manera ofensiva, burlándose de ella. “Me pareció impresionante, tuvo más difusión en esa época ese podcast o muchos chistes que hizo la gente que mi propia denuncia”. 

A pesar de que el acoso de Alejandro Sojo fue comentado esporádicamente en redes sociales, el caso fue sobre todo ignorado y su carrera no se vio afectada. Sojo continuó sacando música de su proyecto Los Colores y trabajando como músico en Buenos Aires, donde reside actualmente. 

En marzo de este año, Sojo anunció que sacaría un nuevo disco. Como respuesta, en abril una de las víctimas de Sojo abrió una cuenta llamada @alejandrosojoestupro en Instagram, con la misión de recolectar testimonios de abusos y tomar acciones legales en su contra. Para ese entonces tenían seis testimonios, incluyendo capturas de pantalla de conversaciones en Instagram, Facebook y WhatsApp, demostrando cómo Sojo había mantenido relaciones sexuales  en Caracas con menores de edad cuando él ya era mayor de edad. 

El manager de Los Colores, Gustavo Casas, comentó el primer post de la cuenta, alegando que las acusaciones eran “mentiras y extorsión”. Las denuncias se viralizaron en Twitter e Instagram y más víctimas contactaron la cuenta @alejandrosojoestupro, la cual se ha encargado de recolectar información para denunciar a Sojo, así como publicar parte de la evidencia de las víctimas. Las capturas de pantalla publicadas demuestran que el cantante escribía a menores de edad mensajes de índole sexual, y que hasta les mandaba fotos de su pene. Muchas de las víctimas tenían catorce, quince o dieciséis años cuando Sojo les escribía. Llegó a abusar de chicas hasta diez años menor que él. Los testimonios pintan un cuadro aterrorizante de manipulación y abuso por parte del cantante, quien tuvo relaciones sexuales con menores de edad, y hasta les dio drogas y alcohol a niñas en varias ocasiones. 

El 24 de abril, a través de su cuenta de Instagram, ahora cerrada por la cantidad de denuncias que recibió, Sojo sacó un comunicado expresando un profundo arrepentimiento de sus acciones y explicando que se retiraría de la música como medida de “escarmiento y reflexión”. Para la fecha, tanto la disquera Lacreu Records como Gustavo Casas han sacado comunicados desligandose del cantante y condenando sus acciones. Casas declinó comentar a Cinco8 sobre el caso y nos remitió a su último comunicado, donde promete bajar la música de Los Colores de las plataformas digitales y afirma haber cortado todo contacto con Sojo a luz de las últimas acusaciones. Casas negó conocer las conductas de Sojo antes de la creación de @alejandrosojoestupro.

La explosión

Como consecuencia de este caso, docenas de mujeres han tomado las redes sociales para denunciar estupro, acoso, grooming y abuso por parte de otras personas del medio artístico, incluyendo a Daniel Landaeta de la banda caraqueña Le Cinema, Leonardo Jaramillo de Okills y Tony Maestracci de la agrupación Tomates Fritos. Uno de los abusadores de quien se han compartido más testimonios es Murachi Palomo, amigo de Sojo e integrante por un tiempo de su banda, Los Colores. Según varios testimonios, Palomo mantuvo relaciones sexuales con menores de edad mientras él era mayor, y hasta llegó a forzarlas, o dar alcohol y drogas a sus víctimas para lograrlo. Fragmentos de sus conversaciones publicados en redes sociales muestran cómo le decía a varias de las víctimas, a modo de coqueteo, que las iba “a violar”.

Dos de esas mujeres nos relataron cómo Palomo abusó de ellas en una reunión en el 2014. Fernanda y Ana, cuyos nombres han sido cambiados para resguardar su identidad, asistieron a casa de un conocido con otra amiga. Palomo llegó a la casa y los muchachos compraron ron para ellas. A pesar de que no lo conocían personalmente, Fernanda y Ana habían visto a Palomo varias veces en la plaza Los Palos Grandes, donde solían ir algunas tardes. 

A sus doce años, Fernanda solo había tomado alcohol una vez en su vida y se embriagó rápidamente. Ana, que para el momento tenía diecisiete años recién cumplidos, también se intoxicó. Cuenta que Palomo empezó a besarlas, tocarlas y realizar actos sexuales en ellas. Palomo llegó a quemar un cigarro en el brazo de Ana, también. Las dos recuerdan haber estado incómodas con la situación, y qué le dijeron varias veces a Palomo que no querían hacer nada, lo cual él ignoró. Ana calcula que Palomo tenía 23 años en ese momento.

Fernanda siguió viendo a Palomo esporádicamente los años siguientes. Palomo la manipuló ese tiempo escribiéndole por Facebook y haciéndole creer que era su amigo. La instaba constantemente a que le enviara fotos de ella y después de hablar siempre le pedía que borrara las conversaciones para no meterse en problemas. 

Durante esa época, Alejandro Sojo también le escribió varias veces a Fernanda, quien eventualmente aceptó salir con él. Cuando tenía 15 años, Sojo la invitó a una casa donde estaba viviendo temporalmente e hizo actos sexuales en ella, quien le dijo que se sentía incómoda. “Ahora me acuerdo de la situación y me da asco. Él estaba con la cosa de que me quería quitar la virginidad y le tuve que decir que tenía la regla para que me dejara en paz”. 

Fernanda sentía lástima por Sojo, quien le decía que tenía problemas económicos y que no tenía ni para comer. Ella le llevaba comida a veces. Después de un tiempo Sojo cortó comunicación con Fernanda y a través de otros amigos se enteró que se había ido a Mérida. A los meses, Sojo la contactó y explicó que se había ido de la ciudad porque “sus amigos lo empezaron a ladillar diciendo que ella era muy carajita, así que se cagó y huyó a Mérida”. 

Mientras que la figura de estupro no existe en Venezuela legalmente, tanto la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes (LOPNA) y en la Ley Orgánica Sobre el Derecho de las Mujeres a una vida libre de violencia señalan como delitos los actos sexuales con menores de edad. En esta última, el artículo 44 establece como pena 15 a 20 años de cárcel para quien ejecute actos carnales “aun sin violencia o amenazas” a una mujer menor de 13 años. 

La mayoría de los delitos de Sojo y Palomo tuvieron lugar cuando las víctimas eran menores de edad. No hubo acciones legales contra ellos en ese momento, pero el Código Penal venezolano establece una prescripción aproximada de diez años para delitos de índole sexual contra menores. Por una sentencia del TSJ de 2017, el tiempo de prescripción se cuenta desde el momento en que las víctimas cumplen 18 años, y no desde el día en que sucedió el crimen.

En las leyes venezolanas no se establece una edad para el consentimiento de actos sexuales, pero Magdymar León Torrealba, psicóloga clínica y coordinadora de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa), explica que “una diferencia de edad mayor de diez años, en el caso de niños, niñas y adolescentes, implica una diferencia de desarrollo cognitivo y manejo de recursos de toda índole que hace que haya una relación inequitativa y, por tanto, todo consentimiento en ese contexto está viciado”. 

Más allá de las bandas

El lunes a través de Instagram, Andrea González denunció también cómo uno de los fundadores del Grupo Teatral Skena, Juan Carlos Ogando, quien para el 2011-2016 desempeñaba el rol de técnico de luces en el taller de teatro juvenil, tenía conductas inapropiadas con las estudiantes menores de edad. Alega que Ogando hacía sentir incómodas a las niñas, diciendo cosas o tocándolas en lugares donde no debía. Al momento de escribir esta nota, su vídeo de denuncia tiene más de 47.000 reproducciones. Andrea dice que ha recibido muchísimos testimonios abiertos y anónimos confirmando su relato y compartiendo los suyos. El Grupo Teatral Skena publicó un comunicado informando que Ogando no será más parte de la agrupación y que rechazan cualquier generalización que se haga en contra de Skena por las acciones de terceros.

La ola de denuncias que empezó con la cuenta @alejandrosojoestupro también se ha desprendido del medio artístico y víctimas de varias esferas de Venezuela han compartido sus experiencias de abuso a través de Twitter, Facebook e Instagram. 

Para León Torrealba es posible que la ola se mantenga los días por venir. “Las redes sociales están resultando un espacio de denuncia pública y de algún modo de búsqueda de ayuda. Creo que es algo que se seguirá dando hasta que haya mayor información sobre servicios y derechos”.

Como respuesta a la agitación en redes sociales, un grupo de artistas, periodistas y creativas del entretenimiento venezolano fundaron el movimiento Yo Te Creo Vzla. En su primer comunicado, el cual firman profesionales como Ella Bric, Nina Rancel y Tamara Adrián, expresan la intención de crear una base de datos para registrar los testimonios de abuso en los gremios y canalizar el acompañamiento correspondiente para las víctimas. También planean organizar un concierto y evento masivo junto a artistas venezolanas para visibilizar y concientizar sobre la situación.


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