La primera orquesta interuniversitaria de Venezuela

Con el liderazgo del joven director Kevin Rodríguez, lo que era una orquesta de cámara terminó reuniendo a músicos de cinco universidades diferentes. Otro ejemplo del entusiasmo y del conocimiento musical que hay en el país

La historia de pausas y renacimientos de esta orquesta es muestra no solo de los problemas, sino de que sigue habiendo voluntad de superarlos

Foto: Adriana Castro

¡Lo nacido debe perecer!

¡Lo que ha perecido, resucitará!

¡Cesa de temblar!

¡Disponte a vivir!

Gustav Mahler, sinfonía n°2, “La resurrección”

 

Entro por primera vez a la sala de ensayos múltiples de la Unearte, en su sede en Sartenejas, a pocos kilómetros de la Universidad Simón Bolívar, en el sureste de Caracas. Hoy es el día en que la orquesta realizará la primera lectura del Concierto para piano N° 4 de Beethoven; dos estudiantes, de la cátedra de dirección orquestal, serán evaluados, durante quince minutos cada uno, mientras dirigen a sus compañeros. El ensayo de hoy solo será de la sección de cuerdas. Kevin Rodríguez, su director artístico, diligente y con una sonrisa, va entregando copias de las partituras a quienes no las tienen aún. El profesor Carlos Sala Ballester, músico pedagogo, pianista y asesor de la orquesta, observa desde el fondo. Son 18 músicos en el salón de ensayo. Este es el ensayo de la Orquesta de la Universidad Simón Bolívar (OUSB).

Con ese nombre cumplió dos años en mayo de 2020. Antes era conocida como la Orquesta de Cámara de la Universidad Simón Bolívar, nacida de los esfuerzos del entonces profesor de la Maestría de Música de la USB, el violinista Claudio González. En el primer ensayo, en 2001, eran tan solo tres estudiantes de la universidad, tres instrumentos distintos: un chelo, una flauta y un piano. En 2004, Germán Marcano, chelista y también profesor de la maestría en música, se convirtió en el director encargado, y con él la orquesta llegó a tener veinte integrantes, todos de la USB. Tres años después, en 2007, el director Pablo Morales tomó la batuta. Con él, la orquesta tuvo la oportunidad de realizar dos giras nacionales.

Pero el número de integrantes fue disminuyendo hasta quedar reducido a un quinteto de cuerdas. Quizás fue que el país se empezó a ver sumergido en una crisis como nunca antes, que afectó sin pausa y severamente a los estudiantes universitarios; quizás hubo decenas de motivos. Y en 2016, la orquesta quedó sin director.

Vinieron dos años de incertidumbre para una agrupación que se había constituido como estable, adscrita a la Dirección de Cultura de la USB. Y en esa incertidumbre quedaron flotando también sus músicos, de cohortes y carreras diferentes, pero unidos por el sueño de crear cultura en un ambiente tan académico y científico. La esperanza se visualizaba en el horizonte, y venía de la mano de un joven: Kevin Rodríguez.

Ingeniería de Producción fue la carrera en la que ingresó Kevin Rodríguez a la Universidad Simón Bolívar en 2009, y pocos trimestres después de haber empezado, se unió a la orquesta de cámara que en ese entonces dirigía Pablo. Finalmente, en 2012, no sin el ligero reproche de sus padres, decidió cambiar la ingeniería y empezar a estudiar música. Fue admitido, en 2013, en el programa de dirección orquestal de El Sistema, bajo la tutela del maestro Gregory Carreño. Al año siguiente, ingresó a la Unearte, en la cátedra de dirección orquestal, bajo la tutela del profesor Rodolfo Saglimbeni y, principalmente, del profesor Carlos Sala Ballester.

Kevin Rodríguez: las orquestas también se dirigen cuando no están sonando

En el fondo, Kevin supo desde pequeño que la música causaba en su espíritu algo que ninguna otra cosa era capaz de hacer. Empezó en la banda del colegio, alrededor de los siete años, en la percusión, y después se uniría al coro. En El Sistema, núcleo Propatria, aprendería finalmente a tocar el violín. Y aunque este fue una parte esencial en su formación, tres nombres definieron su rumbo en la ejecución del instrumento y el amor que desarrolló por este: los profesores Joselín Ledezma, Carlos Sala Ballester y Violeta Lárez (fallecida en 2018). 

Se veía a sí mismo como “torpe” en sus primeros contactos con el aprendizaje musical, pero añade: “Mi terquedad es lo que me trajo hasta aquí”, y cuando dice “hasta aquí” se refiere en realidad al proceso que empezó a principios de 2018.

Lo que ha perecido, resucitará

Ese año, la profesora Joselin Ledezma debía realizar un viaje a México por una oportunidad de formación musical y dejó a Kevin Rodríguez, hasta hace poco su alumno, la suplencia de las dos materias de música que impartía en la Unearte. Meses después, tras regresar de su viaje, y para su sorpresa, Kevin ya tenía una orquesta formada. Juntos realizan una muestra experimental de lo creado en conjunto, “Cuadros”, a finales de junio. 

Días antes, el profesor Douglas Saldivia, jefe de las agrupaciones estables de la Dirección de Cultura de la USB, haría una llamada que recibió Kevin con sorpresa, era la confirmación de un gran anhelo. Le presentaba la posibilidad de dirigir la Orquesta de Cámara de la USB, por recomendación del profesor Pablo Morales, su último director, y hacerla resurgir.  

La llamada fue en mayo, y la primera presentación apenas un mes después. Kevin, ya con la orquesta de Unearte que había nacido de un programa meramente académico, auspiciado por la profesora Joselin, hizo un gran esfuerzo por contactar e integrar a los músicos de la USB de vuelta a la orquesta a la que alguna vez pertenecieron, asumiendo inmediatamente el liderazgo que debe caracterizar a un director. De parte de los músicos uesebistas, había cierto escepticismo. ¿Qué les garantizaba que habría ensayos y un esfuerzo por sacar adelante a la agrupación? 

La respuesta de Kevin que los convenció para que formaran parte de esta suerte de “resurrección” orquestal fue el primer ensayo al que los convocó. Tocaron el primer movimiento de una sinfonía de Mozart y Andrea García, violista y estudiante de la cohorte 14 de Licenciatura en Química de la USB, lo definió así: “Me animé, porque me recordó cuando estaba en la orquesta; me sentía viva por volver a pertenecer a un lugar, al de la música”. Andrea es hoy una de los dieciocho uesebistas, entre estudiantes y egresados, que conforman la OUSB.

Ese primer ensayo fue en el anfiteatro de la USB. Pero luego, como el número de integrantes creció, empezaron a reunirse en la sala de ensayos múltiples de Unearte.

Un año después, dado el crecimiento en tamaño, calidad y madurez de su orquesta, Kevin se pregunta: ¿Y si convertimos esta orquesta no solo en un modelo universitario, sino en un proyecto sostenible? 

Es así como, con la ayuda y guía indispensable del profesor Carlo Sala Ballester, decide el joven director iniciar el proyecto Creando Pilares. La idea, simple y clara: formar músicos que a su vez puedan capacitar a la orquesta a la que pertenecen y hacerla crecer y mejorar, con un proceso de constante comunicación, aprendizaje y promoción, entre y con todos sus miembros.

Una orquesta fuera de la tradición

El proyecto participó en el Concurso Ideas 2019, promovido por la Fundación Ideas, y ganó en la categoría de “emprendimiento social sostenible”. Kevin no deja de preguntarse cómo es que, lamentablemente, otras orquestas del país ven a sus mejores músicos irse, y la de ellos en cambio crece y madura. 

Puede haber muchos motivos. Pero quizás el más notable es el sentido de pertenencia que, día tras día, desde el primer ensayo, hizo a sus músicos creer, así como a Kevin, en que este no sería solo un espacio musical más, empezando por los paradigmas que quieren ser rotos. Así lo expresa:

—Queremos romper el paradigma de la orquesta tradicional. Queremos, por ejemplo, que exista un fondo para el músico que le permita ayudarse en la reparación y mantenimiento de sus instrumentos, que aprendan ellos mismos cómo hacerlo, sin tener que recurrir a un agente externo a que lo haga por ellos; tener también un fondo que les permita costearse los pasajes de todos aquellos que tienen que venir en autobús para llegar a los ensayos. 

A ese quiebre del clásico modelo de gestión orquestal ha contribuido enormemente el profesor Carlos Sala Ballester, quien apunta al reconocimiento de la orquesta hacia sus individualidades, nombre y apellido incluido. Con un sistema que fomenta los pequeños conciertos de cámara (duetos, tríos, cuartetos y hasta quintetos), la orquesta tiene un desarrollo que, visto así, es polifacético e indetenible, y mientras por un lado buscan aliados, por el otro van surgiendo ideas que van concretándose. 

Indudable es que, a la par con estos procesos, la calidad de la orquesta va mejorando. No hay espacio para dar marcha atrás. Y si surgen problemas monumentales, las soluciones vienen con el sello de la creatividad, esa que para el profesor, es ilimitada. 

La orquesta actualmente está formada por músicos de cinco universidades diferentes, en su mayoría de la Unearte, pero también los hay de la Unimet, la UCAB, la UCV y la USB. En el escenario, la historia que se cuenta, no con la música, sino al observar a la orquesta tocar, es otra muy distinta a la supuesta falta de armonía que se esperaría al tener sus ejecutantes backgrounds tan disímiles. Se apoyan, se ayudan, se estimulan. La diferencia aquí es motivo de hermandad, impulso vital que ha permitido crecer y convertirse en una orquesta de 87 músicos y 10 asesores artísticos. 

Parte de los muchachos que forman parte de la orquesta interuniversitaria venezolana

Foto: Adriana Castro

La comunicación es el elemento esencial en la orquestación de esta armonía humana. En la Orquesta de la USB hasta la decisión sobre qué repertorio se interpretará en el siguiente concierto no sigue una estructura piramidal, sino que los músicos participan en su elección. 

—Es bueno, porque si resulta elegida una pieza de ellos, entonces ¡a juro deben practicarla! —añade entre risas Kevin.

En cuanto a repertorio, su director tiene una idea bien definida de lo que aspira a que la orquesta intérprete. El repertorio clásico siempre será importante, “pero el público necesita escuchar que hay talento más allá de estos compositores” opina el director. Así, el objetivo artístico de la orquesta es, esencialmente, dar a conocer a esos compositores venezolanos y latinoamericanos cuyas piezas no resuenan con la frecuencia y dedicación que merecen.  

La orquesta, tras incursionar en piezas de Violeta Lárez, Miguel Astor y de las jóvenes promesas de la cátedra de composición de la Unearte, Abraham Urdaneta y Daniel Oropeza, prepara un próximo repertorio que incluya piezas de importantes autores, como Vicente Emilio Sojo, Alfredo Rugeles, Miguel Astor, Diana Arismendi y Luis Ernesto Gómez. 

¡Cesa de temblar! ¡Disponte a vivir!

“Familia”, esa fue la palabra utilizada cuando, en una encuesta creada poco antes de participar en el concurso, se les preguntó a los músicos “¿Qué significa para ti la orquesta y qué beneficios ha traído en tu vida?”. La profesora Joselín, días antes de asistir a este ensayo, decía, con una voz que sonaba entrecortada:

—Aquí no se nota que tú vas a ser ejecutante y yo ingeniero… El proyecto es la orquesta, defendiendo algo más allá que la universidad a la que perteneces; es la música y Venezuela. Aquí todos han tenido la oportunidad de irse, de surgir en otro país. Pero decidieron quedarse… 

Para cerrar la entrevista, le pregunto al director qué significa la música en su vida.  Su respuesta es certera. La elabora pronto, concisa y corta, llena de significado: 

—La música es mi vida. Es lo que me hace más feliz. 

Crear a partir de lo que se cree, y seguir creyendo para seguir creando. Este es el lema de la Orquesta de la Universidad Simón Bolívar, también del Proyecto Creando Pilares, de Kevin Rodríguez y de los profesores Joselín y Carlos, de los demás asesores detrás de escena. Es un futuro que se escribe día a día sobre un pentagrama.