La globalización de la Harina P.A.N.

La extensión de la arepa comenzó hace más tiempo del que solemos creer y va más allá de ella. Con 80 años ya, Empresas Polar se prepara para franquiciar restaurantes propios en varios países

Una de las plantas de distribución de Harina P.A.N. y varios otros productos de Polar en Europa está en Madrid

Foto: Empresas Polar

Detrás de los brotes de orgullo cuando celebridades de Hollywood prueban la arepa o cuando un venezolano la prepara en un reality show de cocina, y del chiste en redes sociales de que estamos conquistando el mundo cuando logramos que —en nuestros nuevos destinos— una pareja, amigo o compañero de trabajo la incorpore a su dieta, hay decisiones estratégicas y fuertes inversiones de Empresas Polar para que la Harina P.A.N. se haya extendido. Y al revés de lo que uno tiende a pensar, no necesariamente tienen que ver con la hostilidad del régimen chavista: este proceso empezó antes de que Chávez llegara al poder.

Ahora que el grupo celebra sus 80 años desde el inicio de la producción de cerveza en Caracas, un nuevo empaque de Harina P.A.N. salió al mercado venezolano —con opiniones diversas entre los diseñadores—, pero la gran historia es más discreta: el crecimiento internacional en producción y en mercadeo de este producto, que no consumimos solo los cinco millones y pico de venezolanos que vivimos fuera. Empresas Polar no pretende conformarse con tener a su producto estrella dentro de la etiqueta “ethnic”. 

“La harina precocida se produce desde 1960 en Turmero (Aragua)”, dice Félix Gastón, director global de P.A.N., “pero en realidad siempre hemos exportado. En los años setenta ya había Harina P.AN. en las islas Canarias, había gente que la compraba y la comercializaba allá, y se conseguía en algunas islas del Caribe y en Colombia. Esa situación llevó a Empresas Polar a considerar la adquisición de una instalación para producir en Colombia, cuando ya eran importantes las ventas allá”. 

Así comenzó la producción de Harina P.A.N. fuera de Venezuela, en 1996, primero con una alianza con una empresa colombiana y luego con la construcción de una planta nueva de Polar muy cerca de Bogotá, en Facatativá. Luego siguieron las alianzas con otras plantas en Estados Unidos y Europa, siempre dentro de un modelo que consistió en crear capacidad propia para producir fuera de Venezuela y no exportar desde el país: la única manera de tener precios competitivos y control sobre la oferta es desarrollar producción cerca de los mercados. Hoy la planta colombiana atiende al mercado latinoamericano principalmente, pero es un activo clave para la internacionalización de la marca. Con las nuevas ampliaciones, tiene una capacidad anual de producción de 140.000 toneladas. A eso hay que sumar las 45.000 toneladas de la nueva planta de Polar en Greenville, Texas, y una capacidad menor de dos plantas en Italia. 

No es un asunto sencillo, porque no puede ser cualquier planta: la Harina P.A.N. se produce en líneas libres de gluten y requiere una tecnología propia creada por Polar, que la empresa tiene que asegurarse de instalar en cada fábrica.

Esas plantas tampoco pueden surtirse de cualquier maíz, sino del que cumple las especificaciones y puede producir el sabor específico de la Harina P.A.N, que no es el mismo sabor a cal de la harina de maíz mexicana, por ejemplo. Hay que adaptar cada planta a las normas locales sobre origen y calidad de la materia prima, que varía en aspectos como si el maíz puede ser transgénico o no. 

La geografía de cada una de esas instalaciones también tiene su lógica, explica Gastón: “En Texas hay mucha cosecha de maíz, y con esa planta abastecemos Norte América y la región Asia-Pacífico”. De hecho, la Harina P.A.N. que consigo en Montreal, con mucha facilidad y por unos tres dólares canadienses el kilo, viene de allá. La planta texana también alimenta parte de la creciente demanda europea. 

“Nosotros vemos comunidades venezolanas en todas partes”, dice el director global de la marca. “Tenemos más de cien en nuestra base de datos, pero sabemos que hay más. Y sabemos que hay consumidores no venezolanos comiendo arepa, porque no tiene gluten o porque es muy versátil, y se puede rellenar de muchas maneras, se puede adaptar a cualquier cocina. También queremos demostrar que este producto sirve no solo para hacer arepas, sino también platos locales. Cada mercado es diferente: que sea libre de gluten puede ser atractivo para el consumidor en Canadá pero no necesariamente en Nigeria. El común denominador en todos los mercados es el sabor, y lo fácil de preparar que es”. 

Con la avidez por abastecerse en casa que caracterizó a los primeros meses de la pandemia, la demanda global subió mucho, antes de regularizarse hace poco. Hubo un momento en que la Harina P.A.N. se empezó a consumir mucho entre los mexicanos, porque sus harinas precocidas tradicionales se habían agotado. No obstante, el consumo sigue siendo mucho mayor dentro de Venezuela, abastecida por una planta en Chivacoa (Yaracuy) y la antigua planta de Remavenca en Turmero, junto a la autopista… con maíz en su mayoría importado que llega por Puerto Cabello. 

Y también hay que entender que la globalización de P.A.N. no contempla solo la arepa ni el que para uno es el ritual automático de prepararla. Félix Gastón explica que viene un impulso importante para las nuevas líneas de negocio: las versiones congeladas de productos listos para comer, que en España son producidos en alianza con la empresa Casa Mestiza y se denominan P.A.N Snack On, y los restaurantes P.A.N. Store, que empezaron en el Mercado San Miguel de Madrid y vienen para Estados Unidos y Canadá. “La categoría de snacks crece porque entendemos que todos, y los venezolanos también, quieren tener productos de mayor conveniencia, una tendencia mundial de la que hemos aprendido”, dice el ejecutivo. “Pero también estamos apoyando una tendencia, en los últimos años, de posicionar la marca como ingrediente en los restaurantes, y en ofrecer las P.A.N. Store como un lugar donde puedes ver cómo se hace una arepa o una empanada, puedes comprar productos, y puedes sentarte a comer escuchando música nuestra. Cuando vayan terminando las restricciones de la pandemia, lanzaremos el proceso de franquicia”.

Será interesante ver, al cabo de unos años, cómo una marca privada que los venezolanos tenemos casi como un símbolo patrio empieza a desvincularse de nosotros. O más bien, a ser algo que no es solo nuestro. Del mismo modo en que millones de nosotros mismos nos vamos convirtiendo en gente que es también de otros lugares.