¿Hacia dónde lleva Gustavo Petro la relación Colombia-Venezuela?

Mediante un embajador que viene de partidos tradicionales, el nuevo gobierno de Colombia construye aceleradamente los vínculos con Maduro. Pero sus metas no son necesariamente las mismas que las del chavismo

Gustavo Petro ha podido nombrar a alguien de la vieja izquierda o vinculado a las FARC como embajador ante Maduro. Pero envió a un hombre del establishment. Y no es casual.

Mientras que varios países del mundo le dan la espalda al régimen de Nicolás Maduro y otros han decidido retomar sus vínculos con Venezuela progresivamente sin muchos aspavientos, el gobierno izquierdista de Gustavo Petro, en poco más de un mes desde que asumió la presidencia de Colombia, ya inició la reconstrucción de las relaciones con Venezuela —y con el chavismo—, rotas desde 2019, cuando el entonces presidente Iván Duque reconoció a Juan Guaidó como el legítimo presidente venezolano. 

Petro lo ha hecho, además, sin querer aparentar discrecionalidad alguna: nunca ocultó que quitaría el reconocimiento a Guaidó y se lo devolvería a Maduro; en su segundo día como presidente, declaró que quería restablecer todo tipo de vínculos con Venezuela, incluyendo los diplomáticos y militares; y en el acercamiento más notorio hasta ahora, su embajador en Caracas (Colombia no tenía uno desde 2018, bajo la presidencia de Juan Manuel Santos), Armando Benedetti, fue al Palacio de Miraflores a estrechar la mano de un sonriente Maduro. Luego Benedetti y el gobierno chavista se encargaron de hacer ver el recibimiento como mucho más acogedor y festivo, y se repitió la fotografía con los más altos dirigentes del régimen chavista: Delcy y Jorge Rodríguez, Diosdado Cabello y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López. 

Pero esa también ha sido la parte de la historia que se ha visto en Venezuela, quizás porque así lo haya querido mostrar la propaganda chavista: un gobierno cada vez con más reconocimiento y con un nuevo aliado internacional. Y aunque probablemente así sea, las perspectivas desde Colombia con respecto a los primeros pasos de la Administración de Petro con Venezuela tienen otros enfoques y dimensiones. 

En Bogotá apenas se notó la presencia del embajador de Venezuela nombrado por Maduro, Félix Plasencia. Por otra parte, mientras que el gobierno de Petro ha puesto la reapertura de la zona fronteriza como piedra angular de las relaciones bilaterales, Maduro ha sido menos efusivo en ese tema.

En Colombia uno de los principales debates de seguridad nacional gira en torno a un eventual proceso de paz con el Ejército para la Liberación Nacional (ELN) y el rol que podría jugar Venezuela en ello.

 

Luego de parecer más bien desententido de ese tema, Maduro anunció que aceptaba la invitación formal de Petro de que Venezuela sea garante del proceso de paz.

Pero, más allá de las declaraciones grandilocuentes y de las polémicas fotografías, ¿hacia dónde está llevando Gustavo Petro las relaciones entre Colombia y Venezuela? ¿Y hasta qué punto Maduro quiere controlar unilateralmente ese cambio?

Los mensajes de Benedetti

Armando Benedetti viene justamente del “viejo mundo” que Gustavo Petro decía combatir: el establishment. El actual embajador de Colombia en Caracas tiene un historial político camaleónico que le ha permitido permanecer siempre muy cerca del poder. Primero pasó por el Partido Liberal, uno de los más importantes del establecimiento colombiano; después por el centroderechista Partido de la Unión por la Gente, que llegó a liderar Álvaro Uribe Vélez; y en 2020 se subió a la ola progresista de Colombia Humana, volviéndose cercano a Petro.

Que el presidente colombiano lo eligiera para la embajada en Venezuela en lugar de uno de sus colegas exguerrilleros es, en sí mismo, un mensaje sobre lo que pretende lograr. “Es una figura que le puede dar certeza a Petro de una gestión conservadora con Caracas”, dice César Niño, experto en derecho internacional y profesor en la Universidad de La Salle, en Colombia. 

Es decir, más allá de las fotos con los dirigentes chavistas, su principal mensaje de cara a los colombianos ha sido más de una gestión económica que de vínculos políticos. En su primer mensaje público luego de ser designado como embajador, Benedetti prometió a Petro alcanzar 10.000 millones de dólares en intercambio comercial.

Pero, ¿por qué la administración de Petro estaría interesada en una “gestión conservadora” en Caracas? “Por pragmatismo y por blindaje interno”, comenta Niño. “Un embajador exguerrillero puede traer problemas de agenda doméstica. A los empresarios puede generarles mayor confianza un político tradicional en esa misión”.

Para Petro, por otro lado, el comercio bilateral es más importante que para el chavismo. En un acto en Cúcuta, el cruce comercial más importante con Venezuela, empresarios y políticos colombianos se reunieron en un evento que llamaron “acuerdo fronterizo”. Según la agencia Bloomberg, ni el embajador Plasencia ni Freddy Bernal, gobernador del Táchira, asistieron aunque estaban invitados. 

Incluso cuando anunciaron la reapertura de la frontera, el 9 de septiembre, las autoridades colombianas sonaron más entusiastas que Maduro. Petro reafirmó su compromiso por restablecer las “relaciones de hermandad”, Benedetti hizo una lista de beneficios asociados principalmente al tema económico, mientras que Maduro hizo énfasis en los vuelos entre Caracas – Bogotá y Valencia – Bogotá.

De hecho, hasta ese anuncio, Maduro había puesto trabas a la reapertura de la frontera. Benedetti aseguró a Bloomberg que le pidió a Maduro abrir la frontera en tres o cuatro meses, pero este se negó, esgrimiendo una preocupación por el narcotráfico y la inseguridad. Una respuesta paradójica incluso para el mismo Benedetti, quien cree que precisamente abriendo la frontera podrían restarle poder al narcotráfico y al paso ilegal por las trochas. Sobre si Colombia era el más interesado en la reapertura, Benedetti dijo: “Sí, claro. Por eso estoy aquí, para brindar confianza, que no somos hostiles”.

La verdadera explicación por la que Maduro ha ralentizado el proceso de apertura de la frontera, según fuentes de la agencia de noticias, es que está en conversaciones con ejecutivos de alimentos y productos farmacéuticos venezolanos para estudiar cómo proceder sin que los impacte negativamente. Con un mercado pequeño y en medio de ciertas flexibilizaciones del régimen chavista, estos empresarios temen que los productos colombianos, más económicos que los nacionales, invadan el mercado local y corten sus alas para salir del foso en el que están.

Un problema menos para Maduro

El gesto más importante (y el único) de Petro hacia la oposición venezolana, que había estado abrazada el gobierno de Iván Duque desde 2018, fue asegurar que respetaría el derecho de asilo de los políticos y militares que encontraron refugio en Colombia. Pero si el mensaje de Petro pretendía ser tranquilizador, Benedetti se encargó nuevamente de encender las alarmas: “Ya está  activada la cooperación judicial entre Venezuela y Colombia”, escribió en Twitter. Todavía se desconoce el alcance de ese acuerdo.

Aunque la declaración de Petro sobre el asilo fue vista en otros países como una bofetada a Maduro, en realidad pudo ser una bocanada de aire para el líder chavista: tener a alguien como Julio Borges en una prisión venezolana pudiera ser otro obstáculo para aliviar las sanciones.

“El asunto es más importante para algunas facciones del chavismo. No es casualidad que la declaración la hiciera Diosdado Cabello, mientras que Maduro prefirió ser más cauteloso”, dice el abogado experto en derecho internacional y asesor senior de Crisis Group, Mariano de Alba. “En su relación con el nuevo gobierno colombiano, la facción dominante, que lidera Maduro, tiene otras prioridades, fundamentalmente económicas y de recuperar legitimidad internacional. La declaración de Petro le pone un freno a las pretensiones de ciertos grupos en el chavismo, y revela que no habrá comunión total entre ambos gobiernos”.

De Alba advierte el cálculo del gobierno de Petro sobre los opositores en Colombia pudiera cambiar. “Hay muchos perseguidos venezolanos en Colombia que no han obtenido asilo formalmente sino que se han acogido al estatuto temporal de protección, por lo que siempre hay riesgos”. De hecho, apenas supieron de la victoria de Petro, decenas de opositores venezolanos en Colombia comenzaron a planificar su salida de ese país, de acuerdo con otro reportaje de Bloomberg. Algunos de ellos plantearon su temor a ser acosados, espiados o incluso secuestrados. 

¿Garantes de qué?

Petro llegó a la presidencia impulsado por la promesa de lograr la “paz total” en Colombia, lo cual significa la desmoviización del ELNl. Cuatro días después de jurar como presidente, envió a una delegación a La Habana para explorar la continuidad de los diálogos en la isla, donde permanecen los negociadores de esa guerrilla. Y con Venezuela como santuario de grupos del ELN, el gobierno de Maduro podría jugar un rol importante en la pacificación de Colombia. Petro no lo ha propuesto públicamente, pero Benedetti aseguró que podría ser uno de los países garantes del proceso. 

A pesar de que investigaciones independientes y numerosos testimonios dan como cierta la presencia permanente del frente del ELN en territorio venezolano, el régimen chavista guarda —y hace guardar— silencio sobre el asunto. Aún así, para alcanzar la “paz total” con esa guerrilla, acudir a Maduro “es una posibilidad que el gobierno de Petro tiene que considerar”, dice César Niño. 

Cuando le preguntaron sobre si los disidentes de grupos irregulares colombianos que están en Venezuela serán protagonistas de la negociación con el gobierno de Colombia, Benedetti respondió: “Yo creería que no, porque quedó claro que, una vez se acogieron al proceso de paz, si volvían a delinquir salían del proceso de paz, y eso fue lo que pasó”. 

En cualquier caso, la última palabra la tendrá Petro.

Si la desmovilización del ELN incluye a los disidentes en territorio venezolano —y si todos ellos aceptan desmomovilizarse—, Colombia necesitará el apoyo del gobierno venezolano para verificar que cumplan con el acuerdo.

Los incentivos de los elenos para hacerlo, dice Niño, dependerán de las garantías que obtengan en la negociación, en cuanto a participación política en Colombia y beneficios jurídicos, como sucedió con las FARC.

¿Qué interés tendría el gobierno de Maduro de ayudar a Colombia y sacar al ELN del territorio venezolano, si no lo ha hecho hasta ahora? “El gobierno de Maduro sí podría tener incentivos para dar un apoyo real al proceso de negociación que propone el gobierno colombiano”, dice de Alba. “No es un secreto que sectores de las fuerzas armadas ven con desagrado la presencia de esos grupos en Venezuela. Si Maduro decide no colaborar o la relación se deteriora, el gobierno de Petro también tiene formas de tratar de avanzar sin la colaboración de Maduro, una opción que supone riesgos para Maduro, que al menos en este momento está buscando reducir su aislamiento internacional”. De Alba cree que sin voluntad política mutua, es muy probable que algunas facciones del ELN continúen existiendo en Venezuela “con todos los inconvenientes y riesgos que su existencia acarrea”.

Niño explica que es arriesgado predecir cuántos elenos podrían unirse al proceso de paz. Ambos expertos coinciden en que el ELN, una organización vertical pero sin una sola jefatura, podría tomar un forma de estructura criminal sin ideología que ponga en peligro tanto la seguridad nacional venezolana como la colombiana. En cualquier caso, será un largo proceso.

Prioridades militares diferentes

En este contexto, que Padrino López anuncie haber recibido órdenes para restablecer las relaciones militares con Colombia lleva a otro conflicto de urgencias. La agenda militar de la administración de Petro gira en este momento en torno a un cambio de doctrina, como indica el nombramiento como ministro de Defensa de Iván Velásquez, un abogado destacado por su larga trayectoria de lucha contra la corrupción en Colombia y Guatemala. “Seguramente haya vuelto una nueva lógica sobre la protección de los derechos humanos”, dice Niño. Tiene que haber un diálogo militar de alto nivel, agrega, para encarar los retos de seguridad de actores irregulares que han afectado la soberanía de ambos Estados, lo cual no significa complicidad de los regímenes políticos. 

El restablecimiento de las relaciones militares luce improbable por ahora, para Mariano de Alba. “Hay bastante desconfianza entre ambas fuerzas armadas producto de los últimos años y tomará tiempo que la relación vuelva a ser fluida. En el corto plazo, lo más probable es que la comunicación sea primordialmente entre las cancillerías”.