El tesoro oculto de la cultura venezolana: las composiciones sinfónicas

Las orquestas del país han deslumbrado a las audiencias ejecutando Beethoven o Mahler, pero no suelen dar espacio a lo que crean los compositores venezolanos

Álvaro Paiva, uno de los compositores venezolanos contemporáneos más prolíficos, defiende la vía de hacer música comercial para financiar el trabajo creador independiente

Foto: Lisandro García

El público y los medios suelen reconocer y destacar el trabajo de las orquestas nacionales y el sistema educativo desarrollado desde el siglo pasado, así como los logros de directores e intérpretes que desde el exterior han hecho ver a Venezuela como un santuario para la música académica. 

Y sí, todo esto tiene su mérito, pero a la sombra de esta grandeza hay composiciones de autores venezolanos que nunca han sido interpretadas. 

Músicos tan reconocidos como Inocente Carreño y Aldemaro Romero tienen composiciones sinfónicas que no lograron escuchar en vida y que, hasta la fecha, no se han sometido a los oídos de una audiencia. A su vez, figuras vivas de gran importancia como Aquiles Báez, Alfredo Naranjo, Gustavo Dudamel y Gabriela Montero tienen en su haber varias piezas originales, pero el reconocimiento en su carrera no está enfocado precisamente en esas creaciones.  

El que nadie llegue a escuchar jamás la totalidad, o al menos una buena parte de la obra en escena, es un verdadero temor para el que pasa horas y días escribiendo notas musicales en una hoja, dándole forma, desde sus intereses expresivos, a una partitura. 

“La visibilidad del compositor actualmente es nula, en el país no existe. Pero más allá de esa visibilidad, lo que urge es que la obra interactúe con la realidad y que reciba respuesta, saber si lo que uno está haciendo tiene sentido”, expresa Andrés Levell, compositor y pianista que ganó este año el Premio Schnoegass de Composición de la décima edición del Concurso Nacional El Piano Venezolano, por la obra Concertino para piano y orquesta

Como parte de este reconocimiento, Levell tenía previsto estrenar su obra el 8 de noviembre de 2020, interpretada por la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho, bajo la dirección de Elisa Vegas, y por el ganador del Premio Schnoegass de Ejecución Pianística del Nivel III. A su vez, se encuentra terminando su álbum solista, independiente, como pianista, en el que interpreta su propia obra. 

“Los premios son una vitrina, injusta porque premiar una obra por encima de otra es absurdo, pero sí termina siendo una plataforma que ha funcionado para generar revuelo a nivel mediático”, dice Levell. 

Ese revuelo mediático lo logró también hace semanas Ricardo Lorenz, al ser nominado en los Latin Grammy en las categorías Mejor Obra/Composición Clásica Contemporánea y Mejor Álbum Música Clásica, por el disco King Mangoberry ejecutado con la Michigan State University Wind Symphony. Este venezolano, residenciado desde hace años en Estados Unidos, es también jefe de la Cátedra de Composición en la Universidad de Míchigan. 

Ninguno de los compositores consultados logra encontrar un culpable por la falta de reconocimiento a su trabajo, aunque coinciden en que las escasas oportunidades para la ejecución, a pesar de contar con más de cien orquestas en toda Venezuela, es uno de los contras. A su vez, hablan del marketing, qué es lo que vende; reconocen que para una orquesta es mucho más seguro programar a Beethoven o Mozart, que a un músico contemporáneo venezolano o de cualquier otra parte del mundo. 

“Los compositores han estado a la sombra a nivel mediático por la cantidad que hay y por la música que hacen, no por la calidad. Es mucho más fácil vender discos de Beethoven que invertir en promocionar 25 nuevos compositores mexicanos”, asegura el compositor Álvaro Paiva Bimbo, residenciado en Los Ángeles. Paiva ha creado múltiples bandas sonoras para películas venezolanas y extranjeras, ha publicado nueve álbumes, entre ellos Palabras (2016), donde trabajó con Luis Fernando Borjas (de Guaco). 

Una orquesta para el compositor 

La cultura venezolana es reconocida en el mundo por el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, un programa creado por José Antonio Abreu en los años 70 con que el que se ha formado a miles de niños de todo el país, en su mayoría de pocos recursos. Con el paso del tiempo se fueron creando orquestas en todos los estilos, convirtiendo a Venezuela en “el país orquesta”, como ellos mismos lo califican. 

La formación de intérpretes es innegable, el alcance en las comunidades y el acercamiento de la música clásica a niños en entornos violentos tampoco se puede desmeritar y sí, no fue hasta la llegada de El Sistema que la música clásica se hizo más accesible, pues las escuelas previas no llegaron a ser tan populares; sin embargo dentro de todo el programa hubo un aspecto pasado por alto: el del compositor.     

“En El Sistema no hubo nunca una gran disposición a programar obras de nuevos compositores, no de nuevos compositores venezolanos, sino de nuevos compositores en general”, comenta Paiva, quien es reconocido también por su trabajo con Movida Acústica Urbana y su disco Rock & MAU Vol I  & II, donde reunió a varios exponentes del pop-rock nacional. “Sin embargo, yo intento entender que se quería establecer cierta conexión con el público que no tenía tanta tradición de música académica, y para eso se debía comenzar con compositores renombrados. Lo que cuesta entender es que después de establecidos, con ocho orquestas en Caracas, no hayan dicho ‘vamos a programar y darle un impulso a los músicos venezolanos que componen”. 

Uno de los intentos de El Sistema para impulsar esta área fue la Cátedra de Composición dictada por Juan Carlos Núñez. Su nombre figura en la Enciclopedia de la Música Bigott y en la Enciclopedia Europea de la Música como uno de los compositores contemporáneos más importantes. Su firma se encuentra en múltiples obras orquestales, corales, óperas, música de cámara, música para teatro, cine y música popular. 

“Las orquestas de El Sistema y las que no pertenecen a él, no programan compositores nuevos, de vez en cuando se han realizado estrenos. No siento que no haya una apertura sino que no hay un mecanismo interno dedicado a eso. Hubo la intención, han intentado fomentar, pero quedó detenido. Yo creo que sería crucial lograr que una institución como ellos pudiera incluir mayor repertorio actual, eso evidentemente sería un impacto a todo nivel”, agrega Levell. 

Músicos formados en este espacio tampoco logran dar una explicación a la desconexión de este gran ente musical con la música creada por venezolanos: “Es irónico lo que pasa en El Sistema, creo que sí dan espacio para crear nuevos compositores, como la cátedra de composición del Conservatorio Simón Bolívar que ha dado buenos resultados, pero luego de que los gradúa no les da espacio para interpretar. Las maromas que un compositor joven debe hacer para que una orquesta lo interprete son demasiadas. No hay una vía directa entre ellos y nosotros”, reconoce el percusionista y compositor José Andrés García, integrante de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar

Sigue: “No entiendo la falta de interés en presentar esta música. No importa que la misma orquesta toque todos los años las mismas 15 o 20 obras, eso es más importante que pensar en programar música venezolana que no se haya tocado. Y mi crítica no es aislada porque yo me crié en El Sistema y de alguna forma le debo todo lo que soy a ello”.

Entre otros compositores venezolanos que han visto un porcentaje de su obra interpretada están Paul Desenne, Miguel Astor, Sergio Colmenares, Raymundo Pineda, Abraham Maduro, Orlando Cardozo, Gregory Antonetti, Víctor Dávila, Diego Silva, Efraín Oscher, Franklin Pire, Giovani Mendoza, Juan Francisco Sanz, Rayan Revoredo y Xavier Lozada.  

Concursos, la alternativa del joven compositor

En 2019 el compositor Luis Laya, pianista y docente de El Sistema en el estado Mérida, fue seleccionado por la Asociación Civil Carl Orff Competition para ser parte del concierto final del Concurso Internacional de Composición Carl Orff, que se celebró en Munich, Alemania.

Laya ha sido reconocido con el Premio Composición para Piano Regional (2010), en el estado Lara; Premio Municipal de Música de Caracas, (2011); Concurso Nacional Simón Bolívar de Composición (2013), y el Concurso Internacional de Composición Coral (2017). 

Este año las Naciones Unidas organizó el concurso Componiendo tu Futuro, como parte del 75 aniversario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En alianza con El Sistema, convocaron a compositores, entre los 18 y 30 años, a crear una obra de género sinfónico y sinfónico-coral, inspirada en un tema central: el futuro que queremos. 

El concurso recibió 32 propuestas de músicos en diferentes estados, de estos eligieron tres ganadores: El primer lugar fue para Julio Landaeta con Laberinto Encantado; en el segundo puesto estuvo Epifanías del cataclismo de Fernando Rivas; el tercer lugar lo obtuvo Jorge Díaz con Amalivaca.

Posteriormente la obra ganadora fue interpretada y grabada por jóvenes músicos de la Orquesta Simón Bolívar 45 Aniversario, quienes se reunieron tomando en cuenta todas las medidas de bioseguridad requeridas por el covid-19. Para la grabación de Laberinto Encantado contaron con el apoyo de ingenieros de sonido y edición que han trabajado con la Filarmónica de Los Ángeles (dirigida por Dudamel) y el Hollywood Bowl.

Esta obra de Landaeta será publicada y promocionada por las redes sociales de las Naciones Unidas y es parte de las obras artísticas publicadas en la plataforma de ONU75

“Por mucho concurso o competencia que haya en el país, las personas que ganan esto pasan al olvido al día siguiente. Es muy pequeño el momento en que se le da la importancia que se le debe dar siempre al compositor”, opina García, quien es también director artístico del Ensamble Catatumbo, dedicado a presentar repertorio de música de cámara para percusión.

García junto a Diego Morales y Luis Pichardo, crearon el Círculo de Nueva Música, un “espacio para la difusión de la música contemporánea en Venezuela”.

Lograr la interpretación por sus propios medios

Luego de la negativa para programar su obra, una de las medidas que han tenido que tomar los compositores es producir sus propias interpretaciones y grabaciones. Así pasó con Paiva hace años. Dice que el impacto del trabajo de cada músico tiene que ver con las ganas y su búsqueda, sin importar los rechazos, de lograr hacer que se toquen sus partituras. También insiste en que no tiene nada de malo hacer música de ese tipo para lograr vivir y luego dedicarse a lo que realmente apasiona.

Para García la independencia fue también la mejor opción. Sus composiciones son para percusión y él mismo puede interpretarlas, esto sumado a los nuevos medios tecnológicos, hace que el músico logre grabar su trabajo sin depender de muchos más factores. De esa independencia surgió Road Trip, obra nominada en 2019 a los Premios Pepsi Music y premiada en el Conservatorio Tchaikovsky de Moscú.

Recientemente el pianista, compositor y director de orquesta José Agustín Sánchez, fue reconocido con el premio William C. Mullen Fund Award que otorga el Bard College de Nueva York. Este se le concede como reconocimiento al trabajo hecho con Ofrendas musicales, una gira lleva realizando el tachirense desde 2016. Sánchez sí ha tenido la oportunidad de dar vida a su creación, a través de su propio programa y de orquestas desligadas de El Sistema ha dirigido orquestas que interpretan música de su autoría en varias ciudades de Venezuela y el mundo. La composición ejecutada en estos encuentros es Los Cantos del Sur, escrita para la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas, en donde es compositor residente, y que será estrenada en 2021.

Mientras no se llegue a impulsar más la composición en la formación musical, estos concursos se convierten en la alternativa más viable para que un compositor vea en escena su obra.

Se concluye que la visibilidad de los compositores está ligada a la oportunidad que tienen sus obras de ser ejecutadas. En un momento de la historia era más importante el nombre del autor que el de la orquesta o director, pero ahora es al contrario, por lo menos en Venezuela, donde es necesario que se programe la música de estos creadores contemporáneos como prueba para ellos mismos, para medir el impacto de sus composiciones. Queda apostar por otro gremio que pueda lograr lo mismo que los intérpretes. Ayudar a que estos escuchen en vida lo plasmado en partitura y no años después de su muerte.