De la Valencia verde a la Valencia amarilla

En la capital de Carabobo, la bióloga Esmeralda Mujica se ha lanzado a una cruzada por los samanes, apamates, araguaneyes y toda la vida vegetal amenazada por la ignorancia y la desidia de los gobiernos locales

Los samanes deberían ser símbolo de Valencia pero sucumben a la competencia por agua, como pasó con el de la casa Scarano

Foto: Armando Díaz

En 2018, cada vez que Esmeralda Mujica pasaba delante del samán de los Scarano —llamado así porque queda justamente frente a la casa de los padres del político Enzo Scarano, en la urbanización La Viña de Valencia— observaba el árbol. Algo no iba bien. No era normal que estuviese perdiendo tantas hojas.

Mujica, bióloga egresada de la Universidad Central de Venezuela, ha dedicado gran parte de su vida a estudiar animales acuáticos, en especial peces. Es responsable de la reproducción en cautiverio de las toninas del Acuario de Valencia. Sin embargo, desde 2017, consciente del deterioro ambiental de su ciudad adoptiva, había iniciado una cruzada para proteger los árboles.

En esa zona los samanes son puntos de referencia. Marcan redomas y se adornan con luces en navidad. No muy lejos de los Scarano hay otro, nieto del de Güere.

Igual que en Caracas y todo el país, en Valencia la falta de criterio técnico causa un daño enorme a la flora local, produciendo más calor y menos agua

Foto: Armando Díaz

Con el pasar de los días el de los Scarano lucía peor. La periodista Sandy Aveledo dijo que el árbol había sido envenenado. Otros medios reseñaron que exactamente dos personas se habían encargado de inyectar dentro del árbol un herbicida denominado “gramoxone”. Mujica se dio a la tarea de hacer un estudio intensivo y monitorear el árbol, en compañía de la vicepresidenta de la Sociedad de Entomología, un profesor experto en plagas y control vegetal, un ingeniero agrónomo y un doctor especialista en suelos. Mientras, el árbol seguía muriendo. Había perdido tanto follaje que ya no podía alimentarse mediante la fotosíntesis.

La investigación reveló que la muerte del samán de los Scarano se debió a algo tan simple como la falta de agua. El árbol se quedó sin suficientes recursos hídricos para alimentarse. La razón: los pozos que los valencianos han cavado para compensar la escasez causada por las fallas en la planta potabilizadora Alejo Zuloaga.

Al parecer, cerca del samán, en una de las viviendas, se construyó un pozo que de a poco le fue arrebatando el agua.

“Lamento mucho no haber podido hacer un monitoreo antes, porque pudimos haberlo salvado… estaba dando señales desde mucho antes, pero no las supimos ver”, dice Mujica.

El equipo de Mujica presentó entonces a la Alcaldía de Valencia un informe para sentar precedentes, y que se tomen cartas en el asunto. En la Alcaldía lo recibieron, pero sin saber qué hacer ni tener idea de la gravedad del asunto. Mujica no sale de su asombro por el desconocimiento de sus propias ordenanzas en materia de calidad de vida que hay en la Alcaldía. 

Según la bióloga, el Instituto Autónomo para la Administración, Mantenimiento y Conservación de la Vialidad, Carabobo Te Quiero (Invialca) ha talado alrededor de cien árboles desde 2020. Y dice “talar” porque las prácticas de este instituto carecen de los conocimientos necesarios para que el proceso pueda llamarse “poda”.

Gran parte del problema —cree Mujica— es que como no saben nada de árboles hacen las cosas sin un plan y causan más daño que beneficios, poniendo en riesgo la vida de los árboles y de las personas a su alrededor. Cada corte en un árbol genera una reacción determinada.

Mujica subraya que en una ciudad hay espacio para todo, pero siempre que se tengan criterios informados. Gran parte de las urbanizaciones del norte de Valencia se construyeron a partir de los años cincuenta. En el caso de Prebo, Mujica explica que se plantaron árboles como jabillos sin pensar en el futuro. “Toda la calle 137 está llena de esos árboles y si te fijas las raíces están más grandes y el asfalto más levantado. ¿Por qué? porque cortaron los árboles de forma indebida. Debe haber criterio técnico”.

A su juicio una de las peores cosas ocurridas en Venezuela es la descapitalización de los profesionales en las instituciones. Esto se refleja en la falta de herramientas de los encargados de la poda. Algunos solo tienen un machete o una motosierra. “No son las herramientas adecuadas”.

«Yo no critico por criticar, yo critico porque tengo las credenciales para hacerlo y además doy soluciones», alega Esmeralda Mujica

Foto: Armando Díaz

En alguna oportunidad Mujica tuvo frente a ella al gobernador de Carabobo, Rafael Lacava, y le dijo: “Necesitamos capacitar al personal que hace las podas en la ciudad”, refiriéndose a Corpoelec, Invialca, IMA y Funval. 

“¿Por qué quitan las hojas del suelo? —dice—. Claro, claro, porque para la gente eso es sucio. ¿Quién les dijo eso? Esto no es el patio de nadie en donde tú vas y recoges las hojas”. Las hojas secas son un recurso valioso para los árboles en las épocas de sequía, retienen la humedad de los suelos en épocas de escasez de agua, protegen los suelos de los rayos de sol, más en una ciudad como Valencia, seca y caliente. “Sí, en la ciudad debe haber gente que limpie, pero hay lugares que no tienes por qué tocar. Menos si ya no hay riegos automáticos como antes. A esto súmale el cambio climático, que pareciera que nunca lo han oído nombrar”.

Un año sin flores

La tala es más evidente cuando se recorren zonas como Prebo o El Trigal, donde hay árboles que han perdido su forma natural. Ya no son frondosos; luego de las talas masivas quedaron sin hojas y sin ramas, son visibles las heridas. La mayoría de las talas realizadas en Valencia durante 2021 no se hicieron antes de la época de lluvia, lo cual está contraindicado.

En la calle Dr. Miguel Pérez Carreño, conocida calle de Los Colegios, es un pequeño boulevard con una larga hilera de araguaneyes y apamates. Para marzo y abril se suponía, como es tradición en Valencia, que estuviese cubierto de flores de araguaney, pero esto no ocurrió. 

Mujica explica que la tala sin control, en época de sequía y sin aplicar cicatrizantes a las heridas, consumió gran parte de la energía de los árboles. Eso se tradujo en un 2022 sin floración, excepto dos árboles que lo lograron con unas muy escasas 10 o 20 flores.

“Por donde pasa el Instituto Nacional de Vialidad todo muere —dice Mujica—, y ojo, yo no es que esté en contra de ellos, pero es que no escuchan. Lo mismo ocurrió con el apamate rosado y el blanco que hay en la misma avenida”.

Los árboles como el araguaney son caducifolios: dejan caer sus hojas para que en los periodos de sequía no pierdan agua por ellas. Cada verano, los araguaneyes florecen y luego viene el proceso de polinización, después las frutas y finaliza con las semillas que indican que las lluvias están cerca. “El árbol sabe cuándo va a llover”, dice Mujica. Podar en noviembre descontrola todo el proceso, porque vuelve a dejar los árboles sin follaje justo cuando la planta saca sus hojas para alimentarse.

Patrullera de árboles

Esmeralda Mujica podría ir vestida de policía y ponerle a su carro una sirena con luces. Desde la investigación para salvar al samán frente a la casa de los Scarano, monitorea los tres samanes de gran envergadura que quedan en Valencia, emblemáticos para los ciudadanos no solo por su belleza, sino porque por muchos años estos árboles fueron centros de reunión y celebración a finales de los noventa y principios de los 2000 en las épocas decembrinas.

El samán frente al antiguo Hotel Intercontinental, hoy Venetur, un nieto del Samán de Güere a escasos metros de la Clínica La Viña y la antigua Torre Movistar, también ha empezado a marchitarse. Sin posibilidad de observar por satélite, Esmeralda y otras personas no habrían podido percatarse de lo que se denomina “marchitez temprana”, puesto que esta empieza en la copa de los árboles. Ahora revisan Google Earth para supervisar el estado de los samanes sobrevivientes y hacer un estudio georeferencial. 

Con esas investigaciones ha diseñado un protocolo para atacar la marchitez temprana y prevenir el terrible desenlace cada vez más inminente, debido a la competencia por el agua entre humanos y árboles.

En la avenida Bolívar de una ciudad tan caliente como Valencia, la tala masiva destruye una sombra que debería ser imprescindible

Foto: Armando Díaz

Esmeralda dedica gran parte de su tiempo a monitorear samanes y a educar sobre su conservación y cuidado. Esmeralda realizó un taller especial para los motosierristas y coordinadores supervisores de las podas. Para todos sus proyectos Mujica usa todos sus recursos.

Cuando los árboles empiezan a mostrar marchitez, Mujica agarra su teléfono y empieza a llamar al alcalde de Valencia, Julio Fuenmayor, y a todas las personas que deberían estar a cargo. Es “fastidiosa”, como se describe a sí misma, pero hace todo para conseguir los camiones cisterna para los samanes. Con 2.000 litros de agua se resuelve, si el árbol está muy grave son 4.000 litros y se puede hacer cada 15 días. Aunado a esto, a los samanes se les debe colocar un colchón de hojas secas en la tierra, que jamás pueden ir encima del tronco porque lo pudren. La distancia recomendada entre el tronco y las hojas, debe ser de al menos de dos metros. 

En febrero empezó a marchitarse el samán del Intercontinental. “Ya la gente sabe quién soy yo. Yo soy la que organiza las cuadrillas. Me paro y les digo esto tiene que ser así o asao, hazlo de esta manera”.

Sin querer queriendo, Esmeralda Mujica se ha vuelto una molestia para el gobierno de turno en Carabobo. Aunque Julio Fuenmayor, alcalde de Valencia siempre está presto a escucharla. Otros funcionarios, en cambio, le dicen “a ti lo que te gusta es obstaculizar la gestión”, cosa que a ella le resulta sumamente molesto. Aunque la verdad, lo importante es salvar los árboles. “Entonces ¿Yo obstaculizo la gestión? No, el problema no es ese, el problema es que tú no sabes hacer tu trabajo, no escuchan. Todos los gobernantes se vuelven sordos una vez llegan al poder, oyen únicamente lo que les interesa”.

En su opinión Carabobo ha tenido muy mala suerte. Además condena que en los planes de ornato de la gestión Lacava se siembren plantas que están destinadas a morir, como las ixoras rojas en el tramo final de la Avenida Bolívar Norte. “No puedes plantar algo a esas distancias con veinte o cinco centímetros de profundidad. Eso no va a progresar. Todo lo que se sabía alguien se lo llevó. Pasamos de ser la Valencia verde a la Valencia amarilla”.

Tala + río + lluvias = peligro

La lista de denuncias de Esmeralda Mujica crece y crece. Ahora ha comenzado a escribir en las redes sociales sobre los riesgos que corren los valencianos tras la tala indiscriminada en los márgenes del río Cabriales. 

Así quedó el Cabriales sin sus bosques de bambú, esa empalizada natural contra la inundación

Foto: Armando Díaz

En marzo las cuadrillas del gobierno carabobeño llegaron al Parque Metropolitano para hacer sus respectivas podas, pero violando normativas legales: no solo cortaron, sino que quemaron árboles en los márgenes del río. Ahora el parque luce desolado, sin gran parte de los bambúes de la ribera, lo cual será un peligro cuando en mayo comiencen las lluvias fuertes. Los árboles al borde del río evitaban que sedimentos, escombros y otros sólidos avancen con libertad hacia el parque o la autopista. 

Valencia, una ciudad atravesada por un río, tiene su historia de inundaciones. La más reciente fue en 2013. Sin la protección de los árboles, el riesgo se incrementa.

Mujica dice que la Ley de Aguas dice cómo proteger la vegetación ribereña para gestionar los cuerpos de agua y preservar la biodiversidad de las riberas. 

Ahora está todo tan deforestado que Esmeralda Mujica habla sentada a un lado del río y al fondo se ve una loma contigua al Cabriales. Es como si una excavadora hubiera preparado el terreno para construir algo. Más allá, al otro lado de la avenida Paseo Cabriales, está la sede del Seniat, donde un rostro sonriente de Hugo Chávez observa ese desierto futuro.