Lecturas para acompañarse en la cuarentena

El aislamiento, voluntario o no, es un motivo que se repite con frecuencia en la literatura y ha sido el tema central de varios buenos libros

Una foto que dejó Chris McCandless de sí mismo durante su último periodo en Alaska, la historia que cuenta "Hacia rutas salvajes"

Hacia rutas salvajes (Into the Wild, 1995), de Jon Krakauer

La idea del aislamiento social voluntario puede sonar romántica, en especial si ocurre en medio de la naturaleza, lejos de la civilización, en búsqueda de paz o inspiración. En 1992 un joven estadounidense pensó que sería buena idea aislarse del mundo en Alaska: adentrarse en el bosque, caminar durante la primavera y el verano hasta la costa, y vivir de la cacería y de los frutos del bosque. Pero en los bosques de Alaska hay pocos frutos que comer, es difícil cazar, y es difícil atravesarlos a pie, especialmente en primavera. Hacia rutas salvajes cuenta la historia real de Christopher McCandless, desde su graduación en la universidad en 1990 hasta su muerte en Alaska en 1992. En esos años McCandless, un joven irracionalmente idealista, viajó por los EEUU como un nómada, recorriendo ríos rápidos en canoa en Colorado, trabajando como granjero en el norte, hasta viajar a Alaska en busca de su gran aventura. Krakauer —un maestro de la no ficción con varios bestsellers a cuestas— hila la historia de McCandless con la de otros jóvenes que desaparecieron en circunstancias similares y su propia experiencia arriesgando su vida para escalar peligrosos picos nevados sin compañía, mientras reconstruye los meses que pasó McCandless en el bosque y trata de descifrar cómo murió. El libro fue adaptado para el cine por Sean Penn en 2007.

Puedes conseguir la obra en español aquí.

Los cuarenta días (Quarantine, 1997), de Jim Crace

Pocos libros tienen un título tan adecuado para los días de cuarentena que vivimos como Los cuarenta días, una reimaginación de esos días que, según la Biblia, pasó Jesús en ayunas en el desierto. Pero Jesús no es el protagonista ni es el personaje más interesante; la estrella es el villano. La historia comienza hace dos mil años, con Miri y su esposo, el detestable comerciante Musa, en una tienda en el desierto de Judea. Miri está esperando —ansiando— que Musa, gravemente enfermo, se termine de morir, para enterrarlo y librarse de él. Jesús se topa con la pareja y sin que nadie se lo pida sana a Musa, le salva la vida y arruina la de Miri. Jesús iba en camino a un monte cercano, en el que se aísla en una cueva inaccesible mientras otros cuatro peregrinos hacen sus propias cuarentenas en otras cuevas, algunos buscando una cura para una condición y otros alimentar su vanidad. Musa, a quien podemos considerar un doble alegórico del diablo, se dedica a engañar y acosar a los peregrinos, mientras Jesús —el que más llama la atención de Musa— se mantiene aislado de todos, porque teme que el diablo quiera tentarlo.

No podemos saber si los detalles naturales e históricos de la Judea de hace veinte siglos, en donde Crace enmarca la historia, son correctos —él ha dicho que tampoco lo sabe— pero sin duda se sienten así al leer Los cuarenta días. Los personajes, desde Jesús hasta Musa, son creíbles y tridimensionales, especialmente el último, que ejemplifica todo lo que conseguimos en los seres humanos, todo lo bueno, lo malo y lo feo. Y al igual que la trama reimagina la cuarentena de Jesús en el desierto, el final reimagina su futuro.

La obra en español está agotada; pero en inglés se puede conseguir aquí.

Rascacielos (High-rise, 1975), de J. G. Ballard

Al leer a J. G. Ballard es común detenerse para preguntar qué diablos pasa, y en Rascacielos la pregunta surge a la primera oración: “Más tarde, mientras estaba sentado en el balcón, comiéndose el perro, el doctor Robert Laing recordó otra vez los hechos insólitos que habían ocurrido en este enorme edificio de apartamentos en los tres últimos meses”. ¿Un perro? Laing vive en el Reino Unido, en un edificio de cuarenta pisos y mil apartamentos, con todas las tiendas y recreaciones que sus residentes pueden necesitar, diseñado “como una vasta maquinaria destinada a servir no a la colectividad de los ocupantes sino al residente individual y aislado”. Pronto eso es lo que ocurre: los habitantes se aíslan del mundo exterior mientras el orden social dentro del edificio se derrumba, con facciones en guerra sin razón aparente. 

En Rascacielos, el aislamiento del exterior sirve para mandar la racionalidad de vacaciones y dar rienda suelta a las necesidades, caprichos y desviaciones de los residentes. Lo más impactante no es lo que ocurre, sino que a nadie —ni al narrador ni a ningún personaje— le parece siquiera raro. Y es que Ballard, como dijo en entrevistas, no se molesta en ofrecer razones ni juicios sobre lo que hacen sus personajes, por muy terrible que sea, y deja esas conclusiones al lector. Tampoco hay un orden causal claro —¿los residentes pierden el control por el aislamiento, o se aíslan para perder el control?—, pero la sucesión de eventos es tan verosímil que hasta parece inevitable que el Dr. Laing termine en su balcón rememorando calmadamente mientras se come un perro. El libro fue adaptado en 2015 para el cine, con Tom Hiddleston en el rol de Laing.

Puedes conseguir la obra en español aquí.

El pintor de batallas (2006), de Arturo Pérez-Reverte

Andrés Faulques es un fotógrafo de guerra que después de 30 años tomando fotos en conflictos deja su carrera para vivir solo en una vieja torre de piedra frente al Mediterráneo en España. En el interior de la torre Faulques pinta un mural de batallas de todo tipo y todo tiempo. Algunas de las imágenes que pinta las vio cubriendo guerras y otras son de batallas de la antigüedad, tomando inspiración de artistas separados por siglos. Lo pinta para sí mismo, para retratar la realidad de la guerra como sus fotos nunca pudieron, el dolor y la violencia. Hay sin duda un elemento de culpa en el aislamiento de Faulques; parte del libro son flashbacks a su tiempo con su amante Olvido Ferrara, una fotógrafa de moda que dejó su carrera para acompañarlo en las guerras, hasta que una mina en los Balcanes acaba con su vida. Esa guerra regresa para cazar a Faulques en la torre cuando aparece Ivo Markovic, un exsoldado croata a quien le hizo una foto que circuló por todo el mundo. La foto hizo de Markovic y su familia un blanco para sus enemigos, y le dice a Faulques que viene a matarlo, pero primero quiere que hablen, que entienda por qué lo va a matar.

Pérez-Reverte construye la historia en esos tres planos: el pintor en la torre, la vida del soldado croata y Olvido. Aun cuando es una novela imperfecta, a veces cargada de diálogos algo inverosímiles o divagaciones, la historia atrapa desde el inicio y el final es elegante, de esos inesperados pero que encajan a la perfección.

Puedes conseguir la obra aquí.

El señor de las moscas (Lord of the flies, 1954), de William Golding

La novela, ambientada en los años 50, trata sobre un grupo de varones preadolescentes que estaban siendo evacuados para salvarlos de una guerra nuclear cuando su avión cae en una isla desierta; solo los niños sobreviven al accidente. Los niños intentan organizarse para sobrevivir en la isla y mantener encendida una señal de humo para llamar la atención de un barco o avión que pase cerca, y eligen a Ralph —un niño responsable y generoso— como líder, mientras el volátil Jack y sus amigos quedan a cargo de la cacería. Este orden va desapareciendo rápidamente cuando algunos niños se niegan a colaborar; unos están más interesados en divertirse y otros en cazar una supuesta bestia que habita en la isla. El grupo que apoya a Ralph —que representa la civilización— se hace cada vez más pequeño en la medida que los niños descubren la capacidad y el poder de herir a otros, y el grupo de Jack gana números.

La civilización se desmorona, explicó Golding en un ensayo posterior, porque “los niños están sufriendo de la terrible enfermedad de ser humanos”. Quizás lo más conmovedor de la novela es la desesperanza de Ralph, quien, cada vez más consciente de su falibilidad y la de los otros, clama por algún tipo de autoridad adulta que les diga qué hacer, clama por sabiduría, pero aislados en la isla solo se tienen a sí mismos. Golding, quien escribió la novela luego de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, se refirió a la novela como una fábula, y como toda fábula tiene una lección moral; en este caso, que “el único enemigo del hombre está dentro de él”.

Puedes conseguir la obra en español aquí.

El marciano (The Martian, 2011), por Andy Weir

Si están interesados en una lectura más ligera que las anteriores, El marciano es una buena opción: una novela de ciencia ficción ambientada en nuestra época y donde la tecnología descrita ya existe. El marciano empieza con una misión de la NASA en Marte, que lleva cerca de una semana en el planeta cuando los astronautas son sorprendidos por una violenta tormenta de arena que obliga a la líder de la misión a ordenar la evacuación de emergencia. Mientras corren a su nave, una antena desprendida por la tormenta se clava en el astronauta Mark Watney y sus compañeros lo pierden de vista. La líder no tiene otra opción que darlo por muerto y abandonar Marte. Pero Watney sobrevive solo en Marte, a millones de kilómetros de distancia de otra persona, y se convierte en el ser humano que más aislado ha estado de otros en la historia de la humanidad. Lo que sigue es la historia de Watney, un ingenioso ingeniero y botanista, haciendo todo lo posible para sobrevivir en Marte y escapar del planeta.

La novela es amena y se lee rápido; Watney es carismático y tiene un buen sentido del humor, la trama está llena de acción y Weir enseña al lector sobre ciencia y Marte sin detener la narración. Cuando la leí por primera vez, antes que apareciera en 2015 la adaptación para el cine con Matt Damon en el papel de Watney, tuve la impresión de que Weir concibió la novela primero como un guión cinematográfico: la forma en que describe la acción y varias escenas evocan en el lector imágenes cinemáticas. El efecto final es una novela ligera y divertida, que se queda en la acción y en la superficie sin adentrarse mucho en el interior de los personajes; pero lo último no es necesariamente una debilidad, es más bien todo el punto.

Puedes conseguir la obra en español aquí.

El entenado (1983), por Juan José Saer

Esta novela del argentino Saer comienza con un marinero sin nombre alrededor del siglo XVI, ya viejo y en Europa, que nos cuenta cómo sesenta años antes vivió entre los indígenas que poblaban los alrededores del Río Paraná —aunque en esa época no tenía ese nombre y la tierra era tan solo las Indias. El marinero y sus compañeros de expedición fueron atacados por los nativos al bajar del barco a explorar la selva. A él lo dejaron con vida y lo llevaron junto con los cadáveres a la tribu, donde los vio comer los restos de sus compañeros en un rito libidinoso que duraba varios días y que repetían anualmente, cocinando a miembros de otras tribus a quienes mataban para la ocasión.

Secuestrado, o más bien adoptado como un hijastro —un entenado—, pasó diez años aislado no solo de su mundo, sino también del de sus anfitriones: vivió con la tribu como un espectador, físicamente entre ellos pero en realidad aislado, incapaz de comunicarse, ignorado mas no maltratado. Cuando escribe su testimonio aún no ha podido responder lo que se preguntaba entonces: ¿por qué lo mantuvieron vivo, por qué lo llevaron a la tribu para ignorarlo, sin enseñarle su lengua o costumbres? Él en cambio trató de entenderlos, y este afán por entender y ver al otro es lo más interesante del protagonista. El final de su tiempo con los indios es uno de los momentos mejor logrados por Saer, quien con una prosa elegante levanta todo tipo de preguntas sobre la memoria, el lenguaje y cómo comprendemos al mundo y a los otros. Al final del libro el marinero da con algunos intentos de respuesta.

Puedes conseguir la obra en español aquí.

Fantasmas (Haunted, 2005), por Chuck Palahniuk

El libro es a la vez una novela y una colección de cuentos, que lleva al extremo la idea de que si tan solo pudiéramos tener tiempo libre y pasar unos meses aislados sin distracciones, finalmente completaríamos esa obra maestra que llevamos dentro. En Fantasmas, diecisiete personas responden a un aviso en un café que ofrece un retiro de tres meses para escritores principiantes. El retiro es organizado por Mr. Whittier, quien lleva a los escritores a un teatro abandonado y les explica que los mantendrá ahí encerrados por tres meses. El teatro es agradable, y tienen suficiente comida y comodidades para pasar los meses escribiendo y asistiendo a talleres dirigidos por Whittier. En cada capítulo del libro, Palahniuk dedica una sección a lo que ocurre en el teatro y otra a los cuentos autobiográficos que van leyendo los personajes. En el teatro, a los escritores —cada uno independientemente del otro— se les ocurre que si cosas malas ocurren en el retiro, serán ricos y famosos cuando sean “rescatados” y la historia se conozca en la prensa, así que empiezan a sabotear las instalaciones, la comida y sus cuerpos de formas cada vez más extremas.

En Fantasmas, Palahniuk —a quien el éxito como escritor le llegó con su novela Fight Club— quiere escribir un novela de horror pero a veces se acerca a tumbos a la violencia gratuita y al género gore; es una novela para los fanáticos de estos géneros.

Puedes conseguir la obra en español aquí.