El otro virus: el rumor en el grupo de WhatsApp

Tenemos que ser sujetos de la información, no de la desinformación. Regar mensajes sin sentido es otro problema de salud pública

Estar informado es un derecho, ser sujeto de información es un deber, una responsabilidad que requiere de cada uno algo más que reproducir una información sin pensar.

Foto: Composición de Sofía Jaimes Barreto

«El virus mutó y está matando a los jóvenes, no se confíen, es lo que está pasando en España e Italia,» se abre la discusión en el grupo de WhatsApp. Más tarde en otro grupo advierten que hay que hacer gárgaras con agua y sal, o llega una nota de voz de una supuesta doctora advirtiendo que el coronavirus no ha llegado a Venezuela y la cuarentena es un engaño del gobierno para controlar a la población.

El flujo de información sobre la pandemia mundial del coronavirus ha generado contenidos que muchos comparten sin verificación alguna, sobre todo por WhatsApp y las principales redes sociales. Este fenómeno de “agentes multiplicadores de información” por un acto impulsivo y no reflexivo es un problema de salud pública: puede contribuir a agravar la crisis y a generar pánico. 

Es necesario plantearse por qué sucede esto, pues hoy lo vemos con el coronavirus, pero sucede constantemente con distintos temas y asuntos.

La respuesta es esta: todos, cuando compartimos información por nuestros teléfonos o computadoras somos un “sujeto de la información”, así que necesitamos valernos de nuestra autonomía de pensamiento para evitar el “acto impulsivo”, automático, de reenviar los contenidos recibidos. La autonomía de pensamiento nos ayudará entonces a dudar y a contener el impulso, pero también necesitamos un método que nos permitirá resolver la duda y verificar la información.

Con esto claro, cuando miramos de cerca el acto impulsivo de multiplicar información sin verificar, nos topamos con un sujeto de información que no piensa por sí mismo, que ni duda de la información que recibe ni la confirma. Ese acto impulsivo con frecuencia está ligado a una creencia ciega en una autoridad mal definida, que muchas veces terminan siendo las propias redes: WhatsApp, Twitter, Facebook o Instagram. Es en esos casos cuando nos dicen, a manera de excusa, “Me llegó por WhatsApp”, “Está rodando por Twitter” y “Lo ví en Facebook”, pero en realidad la información no fue emitida por esas empresas.

La cualidad de institución o persona confiable debería asignarse a la fuente de una información y no a la aplicación donde la leemos. Para llegar hasta esta fuente hay que saber cómo hacerlo; hay que tener un método. Es decir, el sujeto de la información que quiere informar y no desinformar debe buscar una autoridad objetiva y seria que conozca del tema, y descartar todo lo que venga de fuentes dudosas, por más verosímil o conveniente que le suene, o por más que resuene en lo que uno ya piensa de antemano. Este principio de autoridad bien asignado, conferido a un especialista por parte de una institución competente, es lo que va a permitir despejar la duda y validar la información.

Este principio de autoridad, que aplicamos en distintos ámbitos de nuestras vidas, no debe ser confundido con la falacia por autoridad. La falacia por autoridad es, por ejemplo, insistir en que puedes matar el coronavirus llenando tu casa de cebollas porque así lo dijo un médico: sea o no la fuente un verdadero médico, las cebollas no matan el coronavirus. En cambio, el principio de autoridad viene acompañado de consenso, acuerdos y convención entre varios especialistas del área correspondiente; es decir, es avalado por una institución, no solo por una persona. Por ejemplo, cuando cruzamos un puente lo hacemos sin dudar porque confiamos en que la institución encargada de construirlo lo hizo bien. No nos detenemos a pensar si el arquitecto que lo diseñó hizo un buen trabajo, si el ingeniero civil que supervisó la obra sabía lo que hacía, y si fueron elegidos por una institución competente por sus capacidades.

Tanto la duda como el principio de autoridad deben basarse en un criterio objetivo, el cual representa el consenso, el acuerdo y la convención entre los seres humanos ante un tema. En el caso de la información sobre la pandemia, necesitamos apoyarnos en instituciones que representan el consenso científico sobre el tema. Un buen primer paso es prestar atención a las  cuentas y  páginas de la Organización Mundial de la Salud, en vez de repetir lo que copió un tío crédulo en el grupo familiar de WhatsApp. 

Necesitamos hechos y no rumores, ciencia y no opiniones.

Estar informado es un derecho, ser sujeto de información es un deber, una responsabilidad que requiere de cada uno algo más que reproducir una información sin pensar.