El coronavirus es también una “infodemia”

La desinformación sobre esta pandemia está causando tanto daño como el COVID-19 mismo. Aprendamos a manejar la información en las redes sociales con responsabilidad

En Italia, el pánico ya tumbó la economía y lanzó al país a la zona de la recesión

Foto: Claudio Furlan, AP, La Presse

COVID-19, la enfermedad mejor conocida como coronavirus que se originó en China, está causando una “infodemia”, es decir una epidemia de la información que a veces puede resultar más peligrosa que la verdadera epidemia. Por las redes sociales se comparten rumores, falsas informaciones, especulaciones, teorías conspirativas, imágenes y vídeos que provocan en muchas personas comportamientos irresponsables e irracionales, lo que puede afectar su salud y la salud de otros. 

La recomendación es sencilla y corresponde al sentido común: no divulgue ni comparta información que no esté verificada, que venga de fuentes dudosas o que tenga un propósito alarmista. Esto no contribuye al bienestar suyo ni al de la comunidad. 

Estas recomendaciones que hoy comparto con los lectores fueron el resultado de una interesante discusión que mantuve con mis estudiantes de un seminario de maestría de Comunicación de Riesgo y de Crisis que dicto en la Universidad de Ottawa. Creo que son útiles para todo el mundo, pero especialmente para mis compatriotas venezolanos que viven en medio de una desinformación creciente sobre los problemas de salud en el país, pues las autoridades no informan con transparencia sobre enfermedades endémicas ni sobre otras situaciones y no hay datos oficiales confiables. 

¿Estamos viviendo una pandemia?

Es muy probable que ya hoy (escribo el artículo el 28 de febrero de 2020) estemos en una situación de pandemia casi global, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) —por una decisión más política que de salud pública— haya dejado de usar el término “pandemia” para calificar situaciones similares después la epidemia de gripe H1N1 en 2009. Una pandemia se constata cuando se confirma el contagio de persona a persona de una enfermedad causada por un agente biológico (virus o bacteria) en, al menos, dos regiones de la OMS, por ejemplo, las Américas y Europa. Si seguimos esta definición, ya tenemos una pandemia de COVID-19. 

Pero pandemia no significa el fin del mundo ni el apocalipsis. Es solamente una constatación de salud pública que nos indica que el virus se está expandiendo en el mundo, y que los gobiernos y las personas deben tomar medidas de prevención, de protección y de atención sanitaria. Así que escuchar la palabra “pandemia” no debe causar pánico, pero sí debemos estar alertas e informarnos de forma responsable. 

¿En quién podemos confiar?   

Hoy en día decidir qué es una fuente de información confiable no es fácil. En Venezuela esto resulta incluso más complicado porque, como ya dijimos, el gobierno de Maduro es opaco con respecto a todos los asuntos de la nación, incluyendo la salud. Sin embargo, hay fuentes a las que podemos acudir, pues informan de forma responsable. Entre ellas están la Academia Nacional de Medicina y los expertos en salud pública y en enfermedades infecciosas, que los hay en Venezuela y muy buenos. 

También debemos consultar noticias que vengan de fuentes periodísticas confiables que siguen protocolos de verificación y confirmación de la información. Normalmente estas fuentes periodísticas son las agencias internacionales de noticias (aunque no todas, pues algunas responden a los intereses de gobiernos, como las agencias de China, Rusia o Irán), medios internacionales reconocidos, y algunos medios y portales nacionales en el que trabajan periodistas y editores responsables. 

¿Cómo distinguir lo bueno y lo malo en Internet y en las redes?

Internet y las redes sociales representan un gran mercado de contenidos donde hay de todo. Esto quiere decir que hay buena y mala información, contenidos manipulados, medias verdades, teorías conspirativas y hasta chistes sobre COVID-19 (leí uno en Twitter escrito por un tal @coronavirus que decía “hoy me llamó el virus del sarampión para preguntarme quién era mi community manager”).

Hay formas de distinguir lo bueno de lo malo. Primero, hay que verificar la fuente de origen de la información. Si la fuente no está claramente identificada o no es conocida, pues es mejor no compartir ese contenido.

Si el contenido tiene un tono alarmista, como aquellos que anuncian el fin del mundo o el comienzo de una guerra biológica, o hasta anuncia una cura milagrosa, pues tampoco vale la pena compartirlo, pues solo causará pánico entre algunas personas o generará falsas expectativas en otras.

Cuidado con las imágenes y los videos, especialmente las representaciones visuales más grotescas o chocantes (personas muriéndose, gente comiendo bichos raros, personal con trajes de protección y mascarillas actuando en alguna ciudad). Si no está seguro cuál es el origen de la imagen y la circunstancias que rodearon lo que allí se ve, no la comporta en sus redes. No agrega nada positivo ni ayuda a las personas a protegerse o a manejar mejor la situación.

Tampoco comparta comentarios, supuestas informaciones o imágenes que señalen a un grupo en particular de ser los causantes de la epidemia o que estigmaticen a los nacionales de un país (como los chinos). Solo contribuirá a reforzar prejuicios e incluso actitudes racistas, y no ayudará a las personas a entender qué es lo que está ocurriendo. 

¿Qué puedo hacer entonces? 

Google y otras plataformas de redes sociales han desarrollado estrategias para orientar mejor al público sobre lo que ocurre con el COVID-19. El motor de búsqueda Google, y su plataforma hermana YouTube, dan prioridad a las informaciones que provienen de organismos oficiales como la OMS. Lo mismo hacen Facebook y Twitter. 

Además de la responsabilidad de los gigantes de la web, está la responsabilidad de cada persona, que debe reflexionar antes de compartir algún contenido de forma impulsiva, llevada por la emoción que le produce una imagen o por lo chocante e incluso sorprendente que le parezca una información (por ejemplo, que tomar lejía diluida mata al virus, algo que puede resultar tóxico o incluso mortal). 

Por último, también es recomendable mostrar empatía en las redes sociales. Si alguien necesita verdaderamente ayuda u orientación, pues se la debemos dar de forma adecuada. Recordemos que la comunicación no es solamente un acto mecánico e impulsivo. Como decía el maestro Antonio Pasquali, la comunicación es la base de las relaciones humanas. Seamos responsables y empáticos para protegernos mejor y proteger a los otros del COVID-19.