El último adiós también es en dólares

Atrás se van quedando los velorios en las funerarias y los entierros en los distintos camposantos. La cremación crece como alternativa ante el alza de los precios

Los efectos del colapso económico y humanitario del país atraviesan incluso las fronteras de la muerte

Foto: Meredith Kohut

Héctor Bastidas tiene más de 28 años trasladando en su furgoneta los cadáveres que llegan a la morgue de Bello Monte. Asegura que desde 2015, a medida que sube el impacto de la inflación, los caraqueños han ido dejando de enterrar a sus padres, parejas e hijos; al punto que de 10 muertos que atiende, nueve van al horno crematorio. 

Los entierros son un lujo que pocos venezolanos se pueden dar. En Caracas la opción más económica la tiene el Cementerio General del Sur donde las fosas son gratuitas, pues una tumba en el Cementerio del Este se paga en divisas y se encuentra por los 600 dólares. Un presupuesto menor lo ofrece el Cementerio Jardines El Cercado, en Guarenas, donde una parcela está por el orden de los 500 dólares.

Este es solo el costo de la fosa; el servicio funerario es adicional. En la funeraria Nazareth, en la avenida Nueva Granada, al sur de Caracas, un paquete de urna, permisología, traslado de la morgue a la funeraria, preparación del difunto, capilla velatoria, y el transporte hasta el cementerio elegido por la familia, en septiembre tenía un valor de al menos 2.200.000 bolívares, lo que al cambio al dólar paralelo representaba 110 dólares. En cambio, en la funeraria Monumental, el mismo servicio puede pasar de los 600.

Ante estos precios la solución de muchos ha sido la cremación. “Esto es novedad”, dice el funerario Bastidas. “Años atrás la mayoría de los familiares decía que meter a sus muertos al horno era un pecado. Muy poco el deudo que decía: voy a cremar a mi mamá o a mi esposo. Eso lo hizo la circunstancia que vivimos actualmente en el país”.

Un familiar que elija la cremación se puede ahorrar, en el mejor de los casos, hasta más de un 50 % de lo que gastaría en un entierro. Por ejemplo, en el Servicio Nacional de Medicina y Ciencias Forenses (Senamecf), organismo del Estado, el servicio del horno tiene un costo, para el mes de septiembre de 2019, de 800 mil bolívares, lo que equivale a 40 dólares. Otro de los sitios más económicos es el Cementerio Parque Valles del Tuy, en Charallave, donde  el acto cremación está por el orden de los dos millones de bolívares (100 dólares). 

Un funeral colectivo

A pesar de que la cremación es más económica, equivale a 20 meses de salario mínimo. La solución para muchas familias han sido las donaciones, una práctica común en barrios y pueblos. O nuevos servicios como alquileres de urnas para sacar al difunto de la morgue y llevarlo al crematorio. 

La madre de América Rodríguez falleció el 20 de septiembre. Tenía 80 años y le dio un infarto mientras dormía. América es profesora y su seguro médico no cubre los gastos funerarios de su mamá; en medio del dolor debió buscar la funeraria más económica de Caracas. Encontró el mejor precio en la funeraria Virgen del Valle, en la avenida Nueva Granada. Eligió uno de los nuevos combos que han surgido con la crisis: preparación del difunto y alquiler de la urna por un costo de 900 mil bolívares (47 dólares). Pero no tenía el dinero, por ello ingresó a la lista de ayuda de la Alcaldía del municipio Libertador, que suele colaborar con 800 mil bolívares para los entierros. Para conseguir esa donación tuvo que cumplir con una serie de requisitos: acta de defunción, tres fotocopias de la cédula del familiar responsable de la cremación y del difunto, y autorización de la cremación dada por el cementerio escogido. 

Eddy Rojas tuvo más suerte que América. Perdió a su esposa luego que padeciera de una enfermedad respiratoria, pero la póliza de seguro a nombre de ella sirvió para costear los gastos funerarios y el traslado al Cementerio General del Sur. “Si no fuera por el seguro no sé qué hubiese sido de mí para cubrir el sepelio de mi esposa. ¿De dónde voy a tener yo para pagar cinco millones de bolívares?”, dice Eddy, que se gana la vida como herrero y vive en un ranchito en el barrio José Félix Ribas, en el extremo este de Caracas. 

Él también se valió de ayudas, pero no las pidió a un organismo del Estado. Sus dos hijos, en compañía de sus familiares, se plantaron en la redoma de Petare y pidieron donaciones a quien pasara para costear los gastos del velorio. Gracias a la colaboración de choferes de transporte público, mototaxistas, vendedores ambulantes y vecinos lograron reunir casi 500 mil bolívares para comprar velas y café para los acompañantes. 

Las normas de la muerte violenta

Los cuerpos de quienes fallecen en un hecho de violencia o un accidente no pueden ser cremados. Sus deudos no tienen otra opción que enterrarlos, obligados por la Ley para Regulación y el Control de la Prestación de Servicios Funerarios y Cementerios, de 2014. Un cadáver relacionado con un proceso judicial abierto no debe ser vuelto cenizas, pues se pierde la causa de la muerte, la ubicación de las heridas, data de muerte y recorrido del proyectil. Una cremación impediría, por ejemplo, la exhumación que a veces es necesaria en una investigación forense que se reabre. 

Hay casos excepcionales, como el José Antonio Tovar Colina, alias “El Picure”, quien era el cabecilla de una de las bandas criminales más grandes de Venezuela: El Tren de Aragua. Una vez que cayó en un batalla con las fuerzas de seguridad en Guárico, el cadáver de Tovar Colina fue cremado sin el permiso de sus familiares. Aquí el Estado violó lo estipulado por la normativa de primera mano: la viceministra de Investigación Penal del Ministerio de Interior y Justicia, Katherine Harrington, presenció el momento.