Las marcas de la revolución

Las marcas tradicionales y formales compiten en el mercado venezolano con marcas piratas y productos importados que no pagan impuestos ni cumplen registros sanitarios o sistemas que garanticen su calidad

En esas extrañas marcas se juntan el contrabando, las conexiones políticas y lo que no podríamos llamar sino capitalismo salvaje

La piratería y la economía informal en Venezuela se profundizaron con las administraciones chavistas, sobre todo en los últimos 10 años.

Luego de años de recesión, hiperinflación y devaluación masivas, la economía venezolana ha vuelto a crecer, aunque no sabemos cuánto, y todos podemos ver que los anaqueles han vuelto a llenarse. Solo que ahora las marcas tradicionales y formales comparten espacio con productos de calidad discutible que usan nombres, empaques, logos y diseños muy similares a los originales, y con productos importados que entran al país sin pagar aranceles ni IVA y se venden sin facturación, sin registros sanitarios y sin cumplir las garantías mínimas de calidad exigidas para sus respectivos sectores.

Es así como la pasta dental Corgste resta mercado a Colgate Palmolive, tal como las toallas sanitarias Aluays y Alvvays lo hicieron con las Always. O el papel higiénico Scottex, el desodorante Roxana, las galletas Oieo, los jabones Yahnsan y el jamón Untherbood compiten deslealmente con Scott, Rexona, Oreo, Johnson y Diablitos UnderWood, respectivamente.

La empresa Alimentos Difresca, que elabora el conocido jamón endiablado Diablitos Underwood, denunció el pasado 5 de junio que ni “Diablichos”, ni “Diablillos Untherbood’ ni otros similares, son productos fabricados por ellos.

La diferencia de precios entre unos y otros es enorme, y dado que la gran mayoría de los venezolanos se ha empobrecido, los productos piratas se venden mucho. Por solo citar un ejemplo, un champú Head & Shoulders original cuesta entre 6 y 9 dólares en los locales comerciales formales venezolanos, pero un sucedáneo, Hair & Beauty o Hoed & Shouders, o un producto original importado que se vende “por los caminos verdes” puede costar 3 dólares.

“El efecto es devastador para el comercio formal. Las diferencias de precios entre un producto original y uno falsificado puede ir desde un cuarenta a un setenta por ciento, y obviamente esto deja fuera del mercado a quienes trabajan en la formalidad y legalidad”, advirtió la presidente de Consecomercio, Tiziana Polesel.

Las marcas venezolanas no solo sufren esto en el país. Empresas Polar también detectó hace unos años la comercialización de una nata de leche que copiaba la identidad gráfica de su línea Mavesa, que se estaba vendiendo en varios países destino de la migración venezolana, y la elaboración de productos ajenos que se apropiaban de las marcas Toddy, Rikesa y hasta Harina PAN. 

La leche en polvo La Campiña y las bebidas Rikomalt y el Chichero, de Parmalat Venezuela, pasaron por lo mismo en España, Perú y Chile. “Son empresas dedicadas a explotar la nostalgia del venezolano” que emigró, declaró entonces Antonio Planchart, representante legal de Empresas Polar. 

Un riesgo para la salud pública

El consumidor es probablemente quien más pierde, porque se juega con su buena fe y en ocasiones no se da cuenta que se trata de una falsificación. En la mayoría de los casos, este tipo de productos no tienen los controles de calidad ni sanitarios a los que sí están obligados quienes trabajan dentro del marco legal.  

“Estas falsificaciones pueden tener consecuencias en la salud de los consumidores y en paralelo le generan un daño en ocasiones irreparable a la marca original”, subrayó Polesel.  

En efecto, el propio Instituto de Higiene Rafael Rangel, adscrito al Ministerio de Salud, alertó en 2019 sobre la venta y comercialización de cremas dentales que están contaminadas, luego de recibir una denuncia de la empresa Colgate Palmolive. Incluso se han registrado ya casos de personas con alergias en la piel después del uso de toallas sanitarias, pastas de dientes y cremas piratas.

Leer bien los empaques de tantas marcas desconocidas y buscar el número CPE no está de más

Hace tres años, las autoridades colombianas incautaron en el puerto de Cartagena de Indias 1,5 millones de unidades de productos de aseo falsificados que iban a ser enviados a Venezuela, que no contaban con registros fitosanitarios. Esa red de contrabando movilizaba productos a través de la ruta China-México-Colombia-Venezuela. Los productos entraban a Venezuela por “hormigueo”; es decir, en pequeñas cantidades a través de las trochas ilegales. Ese tipo de cosas sigue pasando.

El contenido de todo producto envasado que se comercialice o pretenda ser comercializado en el país, sea de origen importado o de fabricación nacional, debe obligatoriamente registrarse y verificarse en el Servicio Autónomo Nacional de Normalización, Calidad, Metrología y Reglamentos Técnicos (Sencamer). 

La falta del número de CPE (Control de Productos Envasados) del Sencamer en la presentación de un producto, evidencia que entró al país de forma ilegal y que no se cumplió con la debida evaluación y registro sanitario.

Así que cualquier comprador puede identificar fácilmente los productos que pueden representar un riesgo para su salud y la de su grupo familiar.

No solo comida y aseo personal

“Toda la informalidad que tenemos en el esquema de las importaciones, desfavorece a la producción nacional. Eso ha afectado la venta de autopartes y repuestos y hay mucha imitación de los repuestos originales también. Lo vemos mucho con los lubricantes, los venden en cualquier esquina, al igual que los neumáticos. Vemos que ahora hay hasta estacionamientos vendiendo neumáticos, y en esos establecimientos tampoco emiten facturas ni hay inspecciones del Seniat”, resaltó Omar Bautista, presidente de la Cámara de Fabricantes Venezolanos de Productos Automotores (Favenpa).

La Cámara Venezolana de Franquicias (Profranquicias) también mostró preocupación por la informalidad económica y la piratería cuando empezaron a multiplicarse locales comerciales que usaban ilegalmente a reconocidas marcas nacionales e internacionales, como Walmart, Macy’s, Starbucks, Amazon, Dollar Tree y Arturo´s. “Condenamos la aparición de locales comerciales con marcas nacionales e internacionales reconocidas, sin la licencia correspondiente, tal como se ha expresado y hecho viral en redes sociales”, dijo el gremio en aquella ocasión.

El caso Kellogg´s

El uso indebido e ilegal de marcas ha sido incluso respaldado por el propio Estado venezolano en los últimos años. 

Un caso emblemático de esto es el de la empresa estadounidense Kellogg´s, que fabricó cereales en el país por casi sesenta años y cerró operaciones tras liquidar a su personal en 2018. El gobierno tomó posesión de la empresa y designó a un militar como gerente general, en lugar de dejarla en manos de sus trabajadores como había prometido. En 2019, dos productos Kellogg’s reaparecieron en los anaqueles venezolanos, Corn Flakes y Zucaritas, con elementos alusivos al gobierno chavista en los empaques. 

La empresa estadounidense anunció que ejercería acciones legales contra el Estado. Pero de acuerdo con la base de datos de Cedice, de las sesenta demandas presentadas por empresas internacionales en las dos últimas décadas hasta hoy contra Venezuela —ante tribunales extranjeros amparados en tratados de protección de inversiones extranjeras, como el Centro Internacional de Arreglo de Disputas Relativas a Inversiones (CIADI) o la Corte Internacional de Arbitraje de Cámara de Comercio Internacional (ICC)—, ninguna es de Kellogg´s. Y tampoco la empresa ha anunciado haber actuado judicialmente ante la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMP), al menos por el momento.

“La OMPI tiene un mecanismo de arbitraje especializado en Propiedad Intelectual y personas y marcas en Venezuela ya lo han usado”, informó el abogado Marcos Carrillo, exvicepresidente de la Asociación Venezolana de Arbitraje (AVA) y profesor de arbitraje y mediación en el IESA. 

El caso MercadoLibre-MercadoPago es uno de ellos. 

“Tras el precedente de Kellogg’s y la infracción de uso de marca, estas empresas recurren al subterfugio de sutiles cambios en el nombre de la marca que las salva de algunas acciones legales”, señala la economista Tamara Herrera, directora de Síntesis Financiera. “A las marcas originales no les queda otra que combatir en el campo de la difusión y publicidad… mientras avanza cualquier gestión en los lentos tribunales”.

Que las aduanas sean aduanas

Venezuela cuenta con instrumentos legales que permitirían que las empresas puedan defenderse de estas violaciones a los derechos de propiedad, concretamente en lo que toca a las marcas, pero el hecho de que continúen ocurriendo revela cuánta debilidad hay en la supervisión del Estado, en la aplicación de las leyes y en la administración de justicia. 

Consecomercio y otros gremios empresariales del país, como Fedecámaras y Conindustria, han solicitado al Ejecutivo en múltiples ocasiones corregir estas fallas institucionales, pero las soluciones siguen brillando por su ausencia. “Las diferentes instancias de gobierno deben hacer su trabajo para parar esto y aplicar las sanciones correspondientes. Control efectivo en las aduanas, por ejemplo”, exige la presidente de Consecomercio.

También es cierto que la revolución trajo al mercado marcas nuevas que compiten legalmente con las marcas tradicionales en la actualidad. Por ejemplo, decenas de jabones fabricados en Turquía que se comercializan ahora aquí y compiten fuerte en precios tanto con los producidos en Venezuela como con los importados desde países de Norteamérica, Latinoamérica, Europa y Asia.

Las marcas de siempre ahora tienen que competir, en el abasto o el millonario negocio CLAP, con las de los países amigos de la revolución

Además, la producción nacional se ha diversificado y ampliado. Y por eso vemos tantas nuevas marcas de café, cacao, embutidos, carnes, lácteos, huevos, licores, arroz y pasta por doquier. 

Entre las que vienen en los paquetes CLAP, como Emi, OBA, Zar y Omelia, algunas son fabricadas en Venezuela y otras importadas desde Turquía y otros países aliados de la administración chavista. 

Además, hay cooperativas y emprendedores que han puesto en marcha pequeñas y medianas empresas que están produciendo nuevas marcas de productos de aseo personal, panes, dulces, galletas, bebidas y hasta ropa. 

En cuanto al café, el gobierno de Nicolás Maduro aseguró recientemente que Venezuela contaba con más de 370 marcas de café de carácter gourmet hoy en día. Pero entre ellas hay marcas derivadas de las expropiaciones a empresas como Café Fama de América. En los últimos años algunas de ellas volvieron a ser privatizadas y las pusieron en marcha en manos de empresarios cercanos al poder de turno, de acuerdo con investigaciones periodísticas de Armando.Info.

En cualquier caso, en la Venezuela actual hay más competidores que en el pasado en múltiples mercados, y si la libre competencia fuese una regla respetada en este país, los precios deberían tender a bajar en ellos sin necesidad de intervenciones del Estado, en lugar de seguir subiendo. Sin embargo, el país sigue teniendo una de las inflaciones más altas del mundo; la tasa anualizada al cierre de mayo se ubicó en un 167 por ciento, de acuerdo con la más reciente publicación del Banco Central de Venezuela.