¿Para qué Venezuela quiere el Esequibo?

Maduro puede reflotar el antiguo reclamo para distraer a los venezolanos. Pero ¿cuál es la razón geográfica para que nuestro país aspire a ese territorio? ¿De qué nos serviría?

En el Esequibo no solo hay minerales, sino agua, tepuyes, biodiversidad para el ecoturismo

Foto: Viator

El 2020 iba a ser un año crucial para la vieja disputa entre Venezuela y Guyana por el territorio Esequibo. Cuando la Organización de Naciones Unidas dejó en 2018 de ser la instancia encomendada para la resolución del conflicto, la Corte Internacional de Justicia esperaba dar un veredicto final en marzo del año pasado. Pero vino la pandemia y el caso sigue vivo, cosa que aprovecha el régimen de Nicolás Maduro para intentar usar a su favor el viejo truco de distraer a la población con un enemigo externo. Otro más. 

Sin embargo, el tema del Esequibo no es solo un recurso al que distintos gobiernos han acudido cuando quieren distraer a la población de los desastres de su gestión. Al reclamo del Esequibo tradicionalmente se le miran solamente las aristas históricas, pero vale la pena darle también un enfoque prospectivo, desde la Geografía, atrevernos incluso a pensar qué opciones tendría una Venezuela democrática para gestionar un territorio que le ha sido ajeno al venezolano desde siempre.

¿Qué es el Esequibo?

Esa zona con rayas de dos colores que sueles ver a la derecha de los mapas de Venezuela es en realidad un territorio de 159.500 km², actualmente en disputa entre la República Bolivariana de Venezuela y la República Cooperativa de Guyana. Colinda con el extremo sureste de Venezuela —desde el monte Roraima hasta el Sur del delta del Orinoco—; un tramo del extremo centro-norte de Brasil; el extremo occidental de la República de Guyana y la ventana atlántica comprendida entre las desembocaduras del río Orinoco y el río Esequibo, que le da nombre. En ese territorio viven unos 300.000 habitantes, entre afroguyaneses (el 38 % de la población), indoguyaneses (el 52 %) y amerindios —waraos, arahuacos y caribes— (el 10 %). 

El Esequibo es parte del Escudo Guayanés y como las regiones venezolanas vecinas tiene un clima tropical, con un período seco, entre noviembre y abril, y uno lluvioso, entre mayo y octubre. Es un contexto ecológico de enorme biodiversidad, sobre un conglomerado de estratos geológicos ricos en minerales e hidrocarburos.

¿Cuándo empezó el conflicto y quiénes participan?

Los antecedentes del conflicto actual datan de finales del siglo XVIII, cuando holandeses y españoles competían por el dominio de la región. Los holandeses, que entonces poseían la Guyana Holandesa (hoy la república de Surinam), le otorgaron el territorio de lo que hoy es Guyana a Gran Bretaña, que históricamente ha comprendido —quizás mejor que Venezuela— su importancia geoestratégica, cuando mandaba a explorar a ese territorio a capitanes como Walter Raleigh, Daniel O’Leary o Robert Hermann Schomburgk.

La frontera oriental de la Gran Colombia, y luego de Venezuela, la definía el río Esequibo. Esto no representó ningún problema para el Reino Unido, pero a mediados de la década de 1830, con las exploraciones de enviados británicos, el interés de los ingleses empezó a aflorar, hasta el punto que para 1840 pretendieron desplazar el límite casi hasta la desembocadura del Orinoco. Hay que recordar que la Venezuela de entonces no tenía demasiada certeza ni control territorial de sus fronteras.

En 1899 se dicta el Laudo Arbitral de París, en el que una Venezuela huérfana de representación había dejado en manos de Estados Unidos su defensa diplomática. El dictamen que daría el tribunal arbitral reunido en París y conformado por dos miembros de la Corte Suprema de Estados Unidos, dos designados del Reino Unido y presidido por un internacionalista ruso llamado Federico Martens, resultó favorable a Gran Bretaña. Pero en 1962 Venezuela eleva ante la ONU un paquete de pruebas de fraude recabadas durante al menos dos décadas, que incriminan a Martens por haber procedido de forma parcializada y adulterada. 

En 1966, cuando Guyana se independizó de Gran Bretaña, se firmó el Acuerdo de Ginebra, documento en el que, en líneas generales, Gran Bretaña reconocía la reclamación venezolana sobre el territorio, con la anuencia de la naciente República de Guyana, que sería Estado parte del acuerdo. El Laudo Arbitral de 1899 sería desplazado por el Acuerdo de Ginebra y es lo que tiene vigencia hoy. 

¿Qué implicaría la adhesión definitiva del Esequibo a Venezuela?

El inventario de ventajas comparativas naturales que ganaría Venezuela, abarca una extensa red hidrográfica que comprende, entre otros, al río Esequibo con su delta en el Atlántico, los ríos Cuyuní, Rupununi, Mazaruni y Supenaam, así como al río Potaro, con sus cataratas de Kaietem de 220 metros. Se captaría un área con al menos cuatro regiones naturales distintas, con un rango altitudinal entre los 0 y los 1.500 metros sobre el nivel del mar, incluidas la cadena montañosa de Pacaraima, las sabanas de Rupunui y las montañas Canacu. Nos haríamos, además, con una variedad de selvas nubladas, llanuras de inundación y costeras, bosques de galería y bosques litorales. Pero quizás el mayor atractivo de este apetitoso stock físico natural sería el hacernos con reservas de, por lo menos, bauxita, diamante, manganeso, oro, uranio, petróleo y gas natural.

La costa septentrional del Esequibo le daría a Venezuela una salida al océano Atlántico mucho más consolidada: nuestro territorio ganaría 280 kilómetros de línea costera, lo que implica una ampliación no solo de su plataforma continental, sino también de su mar territorial, su zona contigua y su zona económica exclusiva. Esto generaría soberanía marítima total sobre el Atlántico en 22,2 kilómetros y jurisdicción aduanera en 44,4 kilómetros. Si ya tenemos capacidad de capitanear el sur del Caribe gracias a los checkpoints que representan la isla de Aves y el archipiélago Los Monjes, expandir la faja costera hacia el Esequibo ampliaría la amalgama de recursos pesqueros y nos daría más contundencia en temas de seguridad y defensa.

Este mapa muestra cómo tener el Esequibo nos daría unos 400 km de soberanía sobre el Atlántico

Foto: Reybert Carrillo

¿Qué sectores de la economía venezolana serían favorecidos con la adhesión del Esequibo?

El sector minero guyanés ya aprovecha el Esequibo, que atrae inversión internacional. El hallazgo de nuevos pozos petroleros, que hizo la compañía Exxon Mobil en aguas territoriales esequibas, ha agitado una matriz de opinión que posiciona a Guyana como el próximo boom petrolero del hemisferio occidental, pues se estima que los yacimientos descubiertos recientemente pueden contener unos mil millones de barriles. Solo las transnacionales serían capaces de extraer y refinar ese crudo: Guyana está, en cierto sentido, como estaba Venezuela hace un siglo. Dichas reservas se hallan en aguas que hoy siguen en disputa.

Pero en una Venezuela responsable, hay que pensar más allá del extractivismo, sobre todo cuando sabemos cómo el Arco Minero del régimen chavista está destruyendo la Guayana venezolana y la fiebre del oro causa grandes daños en el resto del país. Si el Esequibo fuera venezolano, podría servir para incrementar la capacidad de generar electricidad con los ríos, y tanto esas cuencas como el aumento de mar, nos daría más zonas de pesca fluvial y marítima. Contar con casi 300 nuevos kilómetros de costa y más de 40 kilómetros de aguas oceánicas jugaría a favor de elementos como la recaudación aduanera por libre tránsito marítimo, la actividad pesquera inédita, ejercicios militares con miras a la geopolítica, la seguridad y la defensa internacional, el esparcimiento turístico, el fortalecimiento de los intercambios comerciales con Europa y África, el desarrollo científico en torno al estudio de manglares deltaicos en la desembocadura del río Esequibo, entre otros.

A juicio propio, el sector que mejor se vería favorecido es el turístico, pues el muestrario ecológico que nos da la porción venezolana de Escudo Guayanés, permite comprender que esa belleza paisajística se extiende también hacia el Esequibo e incluye atributos icónicos como los tepuyes Maringma y Ayanganna en las montañas de Pacaraima o las serranías de Camoa, Canucu y Merume. Que Venezuela amplíe su jurisdicción sobre el Escudo Guayanés sería argumento suficiente para establecer nuevas Abrae (áreas bajo régimen de administración especial) que permitan potenciar el turismo contemplativo y, al mismo tiempo, proteger ecosistemas para sustentar al carácter megadiverso con el que se califica a Venezuela.

¿Cuán viable es hacerse con el Esequibo?

Cuando alguien de Surinam piensa en el extranjero, sus ojos automáticamente se van a Amsterdam, no a Río de Janeiro ni a Montevideo, ni siquiera a Miami, pues, aunque se encuentre en Paramaribo, la concepción del mundo exterior la tiene principalmente en Europa, no en América. Probablemente a los oriundos del Esequibo les pase igual, y antes de ver en Puerto Ordaz o Caracas un hermanazgo, el arraigo se les va a Georgetown o a Londres. La viabilidad de consolidar un Esequibo venezolano no descansa tanto en las herramientas fácticas y diplomáticas, sino más bien en la capacidad que tengan esequibanos y venezolanos de sentirse parte de un mismo territorio.

Las posibilidades que tiene Venezuela de efectuar la reclamación son difusas. Tradicionalmente los políticos han manoseado este tema para mejorar su popularidad, desde las amenazas de invasión militar de Pérez Jiménez hasta la búsqueda de simpatías de Chávez en Georgetown, pero casi nunca han planteado soluciones reales. La actualidad es un limbo total, pues ninguna de las dos representaciones del ejecutivo —ni la legal, ni la ilegítima— se ha mostrado contundente al defender un territorio venezolano que, por lo que parece, terminará traspapelado en La Haya.