Otra temporada, mismo guion: Colombia 3-0 Venezuela

El 9 de octubre en la noche, en Barranquilla, la Vinotinto empezó las eliminatorias al Mundial Qatar 2022 con un desastre. ¿Por qué todo salió tan mal?

La selección venezolana no tuvo tiempo para entrenar con su nuevo DT ni para congregar todas sus fichas

Foto: FIFA

1

Me viene a la mente un viejo sketch del Profesor Briceño, en el que se burlaba de una frase que comenzó a hacerse recurrente entre los venezolanos durante los 90: no podemos estar peor. A lo largo del sketch, el humorista hace un recuento, año a año, de los sucesos del país y cómo siempre se decía no podemos estar peor. Su conclusión era obvia: siempre se puede llegar más bajo.

2

Hablemos del contexto. Cuando Rafael Esquivel era presidente de la FVF, nos quejábamos de los exabruptos que se veían. Año tras año, los excesos se superaban uno a otro del mismo modo en el que el bolívar se devaluaba. Cuando ocurrió el FIFA Gate y Esquivel acabó preso en Nueva York, hubo quien aventuró que venían “tiempos de cambio”. Ciertamente, salimos del barro para entrar al inodoro. No es este el espacio, ni el momento, para ahondar en las desdichas del fútbol venezolano, solo basta hacer una enumeración rápida. FIFA designó una junta normalizadora para organizar una FVF más viciada que los libros contables de cualquier empresa pública venezolana. En tanto, José Peseiro –contratado a última hora y de forma sorpresiva, cuando ya otros directivos habían llegado a un acuerdo con Jorge Sampaoli– hasta hace un par de días no había podido realizar ni un entrenamiento. Conmebol, para colmo, se empecinó en arrancar la Eliminatoria pese a que no están dadas las condiciones debido a la pandemia. Justo por esto último no se pudo contar con jugadores importantes mientras que hubo otros que acabaron llegando tarde a la convocatoria.

3

Un seleccionador necesita tiempo para probar sus ideas, para conocer al grupo y calibrar sus posibilidades de éxito. La paradoja está en que, en el fútbol actual, el “tiempo” se compra mediante victorias. Ser DT de cualquier país de Conmebol es la contradicción mejor paga del continente. Ser DT de Venezuela es la tortura más anhelada de los entrenadores locales. No queda claro si Peseiro sabía en lo que se metía, sea cual sea el caso la realidad es que el contexto es hoy muchísimo peor de lo que era cuando firmó el contrato. En su debut en Eliminatoria, hizo lo más lógico: tejer una mezcla sencilla entre los conceptos que aplicaba su antecesor y los que desarrollan las principales figuras del equipo en sus clubes. El resultado también fue lógico: Colombia le pasó por encima.

4

Venezuela jugó con un bloque medio corto. Es decir, juntó al equipo en pocos metros y trató de defender en tres cuartos de campo. Sin presionar, sin desesperarse: basculando como quien navega en una balsa y sabe que no debe desafiar al mar. El ritmo del partido fue bajo, Colombia desplegó su fútbol sin muchos contratiempos y, poco a poco, logró agujerear la endeble embarcación vinotinto.

5

Un problema del ciclo pasado fue lo vulnerable que eran las espaldas de los volantes de primera línea, esta vez esa área no fue tan machacada. En vez de eso, las espaldas de los laterales fueron un sufrimiento. Sobre todo la de Roberto Rosales quien, a perfil cambiado, tuvo varias virtudes en ataque y unos cuantos errores en defensa. ¿El flanco más débil? Los centrales. Duvan Zapata, delantero colombiano, pasó todo el partido desafiando a Chancellor.

6

Yordan Osorio fue la baja más significativa para la Vinotinto. No hay quien se aproxime a su nivel. Venezuela no produce centrales con sus características y, en consecuencia, si no está sobre el terreno la selección adolece problemas que ya son históricos. Lo mejor de Ángel y Chancellor –quienes acabaron siendo los titulares, pues Villanueva se lesionó a última hora– se ve cuando el equipo decide defender con líneas muy juntas y muy cerca de su área. A campo abierto, con muchos metros tras sus espaldas, es fácil hacerles daño. Son jugadores que ya han rendido, pero que necesitan que el equipo juegue para ellos. La propuesta de Venezuela los dejó expuestos.

Acoplarse a las necesidades de Ángel y Chancellor implicaba realizar un planteamiento todavía más defensivo, que disminuyera las posibilidades de llegar al arco contrario y renunciara a toda pretensión de tener el balón. Y justo esto último es la tarea pendiente de la selección, si no termina de aprender a jugar con la pelota no va a terminar de competir como debería. Ya ni hablemos de aspirar a luchar por un cupo en el Mundial.

Peseiro lo sabe, como también lo sabían Dudamel, Chita y Farías. De entrada, cuenta con una ventaja por encima de sus antecesores: Yangel Herrera (y también Yordan). El jugador del Granada ocupó la primera línea de volantes al lado de Tomás Rincón. ¿Desde hace cuánto que una pareja de mediocentros no prometía tanto en Venezuela? Para que funcionen, necesitan que el equipo esté más rodado.

7

Hubo intentos de salir jugando. Incluso, de hacer la salida lavolpina (cuando el mediocentro se incrusta entre los centrales) con Tomás. Pero cada movimiento lució forzado, se veía incómodos a los jugadores. Ángel y Chancellor tardaban en abrirse si Faríñez recibía la pelota, por ejemplo. Luego, la intención era que el balón le llegase a Yangel, para que este diera un pase largo a Rosales o a Machís, ambos por la banda izquierda. Ese era el camino de Venezuela, tratar de ganar terreno mediante su lateral (que se ubicaba alto en salida) o mediante los desbordes de uno de los volantes de segunda línea. Se hizo tan predecible, tan obvio, que ya los delanteros colombianos sabían dónde ubicarse para hacer daño en el contragolpe que se gestaba pocos segundos luego.

8

Yangel estuvo errático. El fallo, más que individual, era colectivo. El equipo apenas se movía, faltaba dinámica. La mayoría veía a quien tenía la pelota como esperando que un acto de magia ocurriese. Cuando Yangel agarra la pelota en el Granada, le sobran opciones de pase. Esta vez, por delante de sí solo veía estatuas. No obstante, Colombia sabía que él era el eslabón peligroso en la iniciación de la jugada: era al único al que atosigaba con intensidad, a sabiendas de que si le daban espacio podía dar con el pase filtrado que llevara su equipo hasta el arco rival. En esos momentos, Yangel estuvo a la altura: aguantando, sacando una falta a favor o, incluso, logrando progresar.

9

Lo mejor de Venezuela en ataque fueron destellos, el resultado de la acumulación de talento ofensivo en el campo contrario. Jugadores que saben ofender siguiendo su instinto. La luz de una luciérnaga en medio de un eclipse.

Las dos acciones de peligro más claras fueron disparos lejanos de Rosales y de Ronald Hernández, ambos laterales. Esto da cuenta del dominio de Colombia. Ya con el marcador a favor, la selección local se replegó y gestionó el resultado: sabía que Venezuela necesitaba ir a agredir y que, en esos momentos, sus centrales quedarían todavía más expuestos. Colombia, entonces, defendió con tanta tranquilidad que nunca hubo la sensación de que pudiera recibir un gol. Los disparos lejanos a los que hice alusión eran apuestas arriesgadas; incluso si, contra las probabilidades, hubiesen acabado dentro de la red no hubiesen dejado de ser excepciones dentro de un dominio absoluto de los locales.

10

Preocupa, sí, la falta de intensidad de Venezuela en las transiciones defensivas. Cuando perdía la pelota, no solo se echaba en falta algo más de orden, sino la agresividad de quien quiere recuperar su herramienta de trabajo. Era escandalosa la facilidad con la que los rivales se imponían. Peseiro necesitará tiempo para tomar al equipo y hacerlo suyo. Para inculcar sus ideas. Para seducir, gestionar y enseñar.

Tiene mucho por hacer. Demasiado. En un contexto extremo. La conversación no es (solo) deportiva, si lo fuera todo sería un poco más alentador: hay piezas dignas de prestarle atención, símbolos de una evolución generacional. Pero lo más grave es el contexto. No es solo la pandemia, es cómo afecta la pandemia a uno de los países occidentales más vulnerables y desorganizados en su estructura futbolística, en un momento en el que, de por sí, ya había llegado a un nuevo pináculo de desastres federativos. 

¿Qatar 2022? El Profesor Briceño tenía razón: este país siempre puede estar peor.