Nuevo CNE. ¿Una nueva esperanza?

La nueva directiva nombrada por la AN creada en 2020 tiene a dos rectores ligados a la oposición. Pero una buena parte de la oposición la rechaza, mientras que la comunidad internacional la ve como un buen signo. ¿Qué significa realmente?

El chavismo recalca el abrazo entre Zambrano y Márquez como un recordatorio de que la rendija que aparentemente abrió no significa que cederá el control

Foto: Asamblea Nacional

El martes 4 de mayo, la Asamblea Nacional electa en 2020 nombró a los nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE). Lo peculiar esta vez fue que, después de más de 15 años, dos nombres asociados a la oposición habían logrado pasar el cedazo y serían designados entre los principales del ente comicial: Enrique Márquez y Roberto Picón.

La llegada de Márquez y Picón al Poder Electoral fue vista como un importante primer paso por múltiples sectores de la sociedad venezolana y de la esfera internacional. Geoff Ramsey, director para Venezuela de la Oficina de Asuntos Latinoamericanos en Washington (WOLA), aseguró a Cinco8 que “si bien es insuficiente en sí mismo para restaurar la democracia, actores de la sociedad civil movilizada están describiendo la conformación de un nuevo CNE como un paso pequeño pero importante”. 

Por su parte, la Plataforma Unitaria que lidera Juan Guaidó llamó a la comunidad internacional a que “no se presten a participar o incentivar iniciativas parciales del régimen cuyo propósitos no es otro que ‘normalizar’ la imposición arbitraria y dictatorial en el poder de quienes tanto daño le ha hecho al país y así dividir a las fuerzas democráticas”.

El hecho es que, a partir del 5 de mayo, el antiguo clamor por un CNE 3-2 (tres rectores chavistas, 2 de oposición) es una realidad. Una realidad que habían pedido en la mesa de negociación fallida en República Dominicana en 2017-2018 algunos de los mismos partidos que hoy la condenan.

La razón: el cómo llegamos allí.

La historia con fin

La oposición venezolana no había tenido dos rectores principales en el CNE desde 2004, hace quince años. Hasta ese año, Sobella Mejías y Ezequiel Zamora acompañaban a Jorge Rodríguez, Francisco Carrasquero y Oscar Battaglini en la directiva del Poder Electoral. Después del referendo revocatorio, el chavismo apretó las tuercas y limitó la participación de la oposición en el directorio: primero Vicente Díaz y luego Luis Emilio Rondón fueron sus únicas voces en la década y media que le siguió. 

Las protestas de 2017, precedidas por la resonante victoria opositora en las elecciones parlamentarias de 2015, obligaron al gobierno de Maduro a sentarse en la mesa de negociaciones. En el acuerdo final, una de las peticiones de la delegación opositora era esta: “se exhorta para que sean seleccionados los dos rectores designados en fecha 13 de diciembre de 2016 por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia. Estos serán fruto del consenso de los firmantes de este acuerdo”. El acuerdo nunca se firmó.

En el año 2020, Maduro hizo la misma concesión, solo que esta vez se la guardó para la oposición que se sentó en la Mesa de Diálogo Nacional. Dos rectores para las elecciones parlamentarias de diciembre fueron nombrados como fruto del acuerdo con la mesita: Rafael Simón Jiménez (luego sustituido por Leonardo Morales tras la renuncia del primero) y José Luis Gutiérrez, hermano de Bernabé, a quien el TSJ de Maduro le otorgó la tarjeta de Acción Democrática. 

La concesión ya ha estado por ahí. En un directorio que toma decisiones por mayoría simple, 4-1 sí es igual a 3-2. “La composición sigue siendo a favor del oficialismo, considerando a los rectores principales. Y es lógico pensar que con la nueva directiva del CNE, que es quizás el más plural que ha habido en años, difícilmente vayan a restituirse todas las garantías violadas respecto de los procesos electorales”, opina el politólogo John Magdaleno. 

Además, el poder en el CNE no solo reside en la mayoría del directorio. También lo hace en sus designaciones internas.

La verdadera presidenta

Hay dos organismos dentro del CNE de especial importancia. El primero es la Junta Nacional Electoral (JNE), encargada de la dirección, supervisión y control de todos los actos relativos al desarrollo de los procesos electorales y de referendos. Tania D’ Amelio presidirá la JNE y, además será miembro de la otra instancia importante dentro del Poder Electoral: la Comisión de Registro Civil y Electoral, encargada de, entre otras cosas, el Registro Electoral Permanente. 

“Por las cuotas de poder que acumula Tania D`Amelio bien se puede decir que será —en la práctica— la presidenta (del CNE), mientras (Pedro) Calzadilla será el presidente administrativo”, escribió el periodista especializado en materia electoral Eugenio Martínez en su cuenta de Twitter.

Sin embargo, la presencia de Roberto Picón en la Junta Nacional Electoral es un avance. Picón es un técnico electoral de larga data, desde su participación en la ONG Ojo Electoral hasta su papel en la reestructuración de la Mesa de la Unidad Democrática, antes de que fuera detenido en 2017 por fuerzas de seguridad del Estado. 

Enrique Márquez, nombrado como vicepresidente del CNE, dirigirá la Comisión de Financiamiento de los Partidos Políticos, mientras que Conrado Pérez, uno de los diputados señalados por Armando.info en la Operación Alacrán de 2019, será el representante “opositor” en la Comisión de Registro Civil y Electoral.

¿Hay un camino? 

La pregunta que rueda en la calle, en la prensa y entre políticos de Twitter es qué significa todo esto. La respuesta, como la oposición, está partida en dos. “La designación de un nuevo CNE es necesaria, pero insuficiente si no está acompañada de otros acuerdos políticos que acompañen la restitución de las garantías electorales”, declaró Martínez a Cinco8. Este tono de optimismo, pero tomado con pinzas, lo comparte Magdaleno. “Habrá que esperar nuevas señales. Lo que sí resulta muy fácil de advertir es que en Venezuela no va a haber elecciones enteramente libres y competitivas en lo inmediato porque eso es característico de regímenes democráticos, no de autoritarismos hegemónicos”.

El exrector Vicente Díaz es más optimista: “es la mejor representación opositora que la oposición ha tenido en años. Mejor que cuando yo estaba allí, por la experiencia acumulada por Roberto Picón y Enrique Márquez durante todos estos años. Además no hay ‘espanta votos’ dentro de los rectores (como era Tibisay Lucena, por ejemplo, todavía presidente del CNE cuando ocurrió el fraude de 2018). Hay suficientes capacidades técnicas dentro del CNE para reconstruir la ruta electoral”, declaró en el programa de Vladimir Villegas en Globovisión. 

El hecho además mueve el tablero de lo que sido, en los últimos años, un juego suma cero. “El nuevo CNE está allí para garantizar esas mínimas condiciones electorales. No es la solución final, es sólo una rendija de oportunidad”, escribió la consultora política Carmen Beatriz Fernández. 

Sí, es una ventana. Una ventana para la oposición y también para el gobierno de Maduro. Esto último puede verse en la declaración del Ministerio de Asuntos Exteriores de España, que subraya que el nuevo CNE “es un primer paso, al que aún deberían seguir otras medidas necesarias para garantizar la celebración de elecciones justas, creíbles y transparentes”.

El acceso al mecanismo de distribución de vacunas Covax, el cambio a arresto domiciliario a los seis ejecutivos de Citgo que estaban en la cárcel, y ahora el nuevo el CNE son todos gestos del gobierno de Maduro a la comunidad internacional, que realmente ha apretado a su gobierno.

Lo que busca el chavismo es la flexibilización de las sanciones económicas y petroleras de una administración que tiene que hacer malabares para pagar sus importaciones y obligaciones, como se vio en el propio proceso Covax, donde se pagó en francos suizos con la condición de que la propia Organización Mundial de la Salud se encargara de hacer la conversión a dólares americanos. 

“Es hora de ajustar las expectativas y trabajar con las opciones realmente disponibles”, expone Magdaleno. “La única opción disponible que veo en este preciso momento es que la oposición política se organice, articule y coordine mejor para constituir una fuente de presión interna, pues la presión externa —que puede ayudar— no es suficiente”. 

Para el politólogo, solo existen dos modalidades para movilizar la principal fuente de poder potencial de la oposición, que es el malestar de la gente: la protesta y las elecciones. “Mientras la dirección opositora siga retrasando la decisión de utilizar esos dos recursos disponibles de modo coordinado entre sí —diría que hasta con simultaneidad—, más complicadas serán las perspectivas futuras de una hipotética transición a la democracia en Venezuela”.