El (nuevo) fin del diálogo

Al día siguiente de que Guaidó confirma que se retira de Barbados, el régimen anuncia una negociación paralela con la oposición. El detalle es que ni es negociación ni se hizo con la oposición. ¿Qué es entonces?

Las encuestas dicen que la mayoría de la población quiere una resolución pacífica del conflicto político (pero de verdad)

Foto: El País

¿Qué anunció exactamente Juan Guaidó el 15 de septiembre?

El 15 de septiembre el presidente encargado emitió un comunicado confirmando que la oposición abandonaba las conversaciones patrocinadas por Noruega que se estaban haciendo en Barbados, 40 días después de que Maduro las hubiera dado por muertas, alegando como pretexto las nuevas sanciones de Estados Unidos. 

¿Qué anunció el régimen de Maduro el 16 de septiembre?

El régimen respondió al anuncio de Guaidó con una patraña que pretende mostrar que sí es capaz de negociar pero con una oposición que sí considera como tal, una oposición a su medida. 

Ese día los hermanos Rodríguez y Jorge Arreaza dijeron ante la comunidad diplomática y los medios, en la Casa Amarilla, que habían iniciado un diálogo con la oposición. El problema es que la supuesta oposición sentada ahí ni es oposición ni puede negociar nada en nombre de nadie: Avanzada Progresista pero sin la presencia de Henry Falcón, lo que queda del MAS, Claudio Fermín y Cambiemos, el partido que fundó el diputado y ex negociador Timoteo Zambrano —un hombre muy cercano a José Luis Rodríguez Zapatero— luego de haber estado en varios otros. 

Son la gente que nuestro Political Risk Report ha dicho varias veces que venía preparando una nueva entrada a escena:  actúa al servicio del régimen como supuesta oposición paralela y es el mismo grupo que respaldó la elección fraudulenta de 2018 que hizo ilegítimo a Maduro a partir del 10 de enero. Solo faltaban el pastor Bertucci y un nuevo emisario de Diosdado Cabello, Leocenis García, pero no nos sorprendería que se unieran a esta cadena de eventos si por ejemplo el régimen anuncia unas nuevas elecciones, que si se hacen sin garantías y con los contendores que el régimen escoja serán tan ilegales como las de 2018. 

Esta jugada es una secuela de esos comicios ilegítimos: el mismo patrón, los mismos protagonistas.

El momento clave del anuncio fue cuando Zambrano reveló que luego de un proceso que había durado meses, se llegó a un acuerdo con el gobierno que supone tres aspectos iniciales: 

  1. El regreso inmediato de la fracción parlamentaria del PSUV a la Asamblea Nacional 
  2. El nombramiento de un nuevo CNE 
  3. “La libertad de quienes han sido privados de ella”, así, con ese eufemismo incomprensible. 

Ninguna mención de la disolución de la Asamblea Nacional Constituyente ni de nada que pudiera interpretarse como un retroceso de la dictadura.

Luego Jorge Rodríguez complementó a Zambrano agregando un par de puntos más del supuesto acuerdo: uno sobre la recuperación de la Guayana Esequiba y otro que diluye el de la liberación de presos políticos en un “a lo mejor”, si es que la Comisión de la Verdad, que es del régimen, determina que les corresponde estar en libertad.

¿Se dividió la oposición venezolana?

No. 

La oposición venezolana siempre ha tenido fuertes tensiones internas. A veces su fuerza centrípeta es mayor y se forman coaliciones como la Coordinadora Democrática, la MUD y ahora el G4, la no muy sólida alianza de los cuatro partidos mayoritarios en la Asamblea Nacional. A veces, sobre todo después de otro intento fallido por conquistar el poder, la fuerza centrífuga se impone y las divisiones atomizan a la oposición hasta la siguiente ola de esperanza. 

Pero esta vez la fragmentación es sobre todo de origen externo: la oposición venezolana está congregada en la AN (más la gente que tiene en la academia, los sindicatos, la comunidad internacional y las ONG) y se la presiona para que se disgregue con varias formas simultáneas de saboteo y persecución. Y las tensiones internas se intensifican a medida que pasan los meses y el régimen de Maduro sigue ahí. Lo esencial en este caso es que los individuos que acompañan al régimen en la llamada mesa de diálogo nacional no tienen influencia importante en la AN, ni en las encuestas ni en las calles: solo aparecen para criticar al G4 y coincidir con algunas posturas del régimen, como el rechazo a las sanciones. 

Para cualquier observador medianamente informado es muy evidente que esta es una fachada de oposición, totalmente al servicio de la dictadura, que servirá de falso ejemplo de convivencia para la propaganda del régimen y sus aliados; ninguno de ellos representa una amenaza para Maduro. 

¿Cuál es la relevancia del anuncio del régimen el 16 de septiembre? 

Lo más importante es lo que concierne a la composición de la Asamblea Nacional: esta movida parece decir que el régimen abandonó la idea de disolverla a cambio de la de reocuparla, ahora que ha forzado al exilio o ha empujado a la cárcel a 67 diputados, de los 112 de oposición electos por la gente. Pero si vuelven los del PSUV siguen sin tener una mayoría para, por ejemplo, elegir titulares de los poderes públicos o un nuevo Consejo Nacional Electoral.

¿Cómo quedan los políticos que acompañan al régimen en esta medida?

Gente como Claudio Fermín o Timoteo Zambrano están ahí para conquistar pequeños espacios de influencia propia, pero siempre bajo el ala de la dictadura, nunca en competencia con ella. En cuanto al partido de Henry Falcón, Avanzada Progresista, ha estado siempre tratando de venderse como la tercera vía, un centro que atraiga tanto a chavistas como a opositores, pero sobre todo a los indiferentes, alimentándose con chavistas desplazados —como el mismo Falcón— y opositores que no encuentran razones para apoyar al G4 o a Guaidó.    

Hay además otra persona que puede estar relacionada con este proyecto, el economista Francisco Rodríguez, quien fue asesor económico de la AN en los primeros años de la mayoría chavista, más recientemente el jefe de campaña de Falcón para la elección fraudulenta de 2018, y hace pocos días anunció que abandonaba su trabajo en la firma financiera Torino Capital (donde se manejaron los intereses de varios tenedores de deuda venezolana) para “dedicarse a aportar soluciones para la crisis humanitaria”. Rodríguez ha estado promoviendo, como alternativa a las sanciones internacionales, una figura de petróleo por alimentos, mediante la cual la dictadura se comprometería a aliviar la escasez a cambio de crudo. Por cierto que ayer mismo dijo, luego del anuncio de la “mesa de diálogo nacional”, que eso no podría ocurrir sin apoyo de las demás fuerzas de la oposición y del gobierno de Estados Unidos.

¿Cómo quedan Juan Guaidó y el G4?

Depende de lo que hagan sus aliados internacionales. A pesar de estar flanqueado localmente, Guaidó todavía retiene su legitimidad como presidente encargado y, como lo comenta el propio Francisco Rodríguez, sin él no se puede comercializar el petróleo. Su reacción a la “mesa de diálogo nacional” fue decir que en Barbados habían propuesto un consejo de transición mixto que incluía a las FANB y lo apartaba tanto a él como a Maduro del mando del país; lo que sabemos nosotros por el Political Risk Report es que la oposición sí llegó a plantear unas elecciones sin Guaidó en esas conversaciones auspiciadas por Noruega, pero que la propuesta no prosperó porque Maduro nunca llegó a ofrecer garantías y porque Diosdado Cabello siempre estuvo opuesto a disolver la ANC.

Esta nueva movida seguramente recibirá el apoyo de Cuba, Rusia, Nicaragua y Bolivia, y en menor medida de ciertos voceros o gobiernos en la región, como México y Uruguay, y dentro de la Unión Europea, el sistema de Naciones Unidas y el resto del mundo. Pero los embajadores que acudieron al anuncio en la Casa Amarilla se retiraron una vez vieron de qué se trataba. Esto no hará que Estados Unidos cancele sus sanciones, ni que Michelle Bachelet se desdiga en sus denuncias sobre la situación de derechos humanos en el país, ni que Colombia deje de ver el peligro que representan la presencia de guerrilleros activos de las FARC y el ELN en territorio venezolano. 

¿Cómo afecta todo esto al ciudadano común?

No hay ninguna razón para pensar que en el corto plazo esto genere estímulos para que cambie el status quo, a menos que surja un factor inesperado, como un levantamiento militar o un desequilibrio relacionado con la presencia de la guerrilla colombiana en Venezuela. Lo que se anunció como un arreglo no tiene cómo conducir a unas elecciones verdaderas, que apartarían a Maduro del poder. Podemos verlo como un acuerdo de normalización de la dictadura. Hasta qué punto funcionará, está por verse. 

En resumen, ¿trae esto alguna esperanza de cambio?

Nada de esto hace pensar que las condiciones detrás de la hiperinflación y la emergencia humanitaria compleja vayan a atenuarse. Ni que esto agregue presiones para que ocurra el evento que sacaría a Maduro del poder: la ruptura del apoyo de los militares.