El dólar se queda, pero el bolívar no se va

La dolarización de facto es indetenible, pero el BCV no desaparecerá y Venezuela puede seguir usando el bolívar para ciertos casos. Varios países de la región han ido por ese camino

El camino más probable es el de una extraña convivencia entre el Libertador y Washington: más dolarización pero sin que llegue a ser total

Foto: Sofía Jaimes Barreto

La dolarización de facto en Venezuela se ha acelerado en los últimos dos años. Hoy, los venezolanos pueden abrir cuentas en divisas extranjeras en el sistema bancario, hacer operaciones comerciales con esos fondos y hasta emitir deuda en dólares a través de la Bolsa de Valores de Caracas. Por el momento, el gobierno de Maduro sigue frenando la dolarización financiera y no permite que los bancos den créditos en la divisa estadounidense, pero no hay razones para pensar que esta dolarización semioficial no siga profundizándose en forma progresiva, aunque siga sin ser una dolarización oficial. 

No solo por una razón ideológica, sino también porque el régimen no quiere perder el control de su política monetaria, que le ha permitido financiar sus déficits fiscales con dinero inorgánico. Además, mientras estén vigentes las sanciones internacionales no se puede llevar un proceso de esa naturaleza con el banco central de Estados Unidos, la Reserva Federal.

De modo que el bolívar cohabitará con el dólar en Venezuela por un buen rato. Y esa economía bimonetaria no es una fatalidad en sí misma, según Leonardo Vera, economista egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), magíster de la Universidad Roosevelt de Chicago y PhD de University of East of London. Puede que al gobierno le dé mucho miedo, pero en América Latina “hay muchos ejemplos de sustitución parcial de moneda (en el cono sur) y de regímenes bimonetarios como Perú y Bolívia. Venezuela debe analizar esas experiencias”. 

Todo comienza con estabilizar la economía venezolana, pero Vera dice que puede perfectamente adaptarse. “Eventualmente habrá de venir la dolarización del crédito, cuando haya que pensar en la reactivación de esa palanca para promover el crecimiento”, explica. “No han permitido los créditos en dólares porque desde el Banco Central de Venezuela la estrategia para detener el proceso de inflación alta ha sido paralizar el crédito, obligando a los bancos a mantener reservas obligatorias en porcentajes gigantescos sobre los depósitos. Para ellos, acelerar el crédito sería darle combustible al proceso inflacionario”.

Según Leonardo Vera “es la incompetencia más que la ideología lo que predomina”, y lo que está determinando nuestras realidades económicas actuales.

Un gobierno que ha llevado al país a la situación en que está y que no sabe cómo regular un sistema financiero dolarizado, no quiere terminar de dolarizar porque “eso sería reconocer que ha perdido control absoluto sobre la soberanía monetaria, pero además dejaría a Maduro sin la posibilidad de apoyarse en la política monetaria para financiar transferencias y pagos que aún se hacen en bolívares y que son dirigidos a beneficiarios de ciertos programas de ayuda y a pensionados. Ese componente, aunque en montos miserables, aún da ciertos dividendos políticos”, acota.

Con eso coincide Luis Zambrano Sequín, economista del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (IIES UCAB), quien escribió en este informe que la dolarización semioficial es muy probable que se mantenga por bastante tiempo. “La razón fundamental por la que el gobierno actual no transitaría a una dolarización oficial, más que ideológica, es pragmática, radica en su resistencia a abandonar el uso del impuesto inflacionario como principal instrumento de financiamiento del gasto público”, considera Zambrano. 

En una dolarización completa, el BCV deja de emitir moneda soberana y el mercado cambiario desaparece. “La dolarización parcial, lenta y sin conducción que hemos visto no ha logrado dominar el proceso de la inflación alta”, resalta Vera.

Cómo son las economías bimonetarias 

En la actualidad, los tres países latinoamericanos dolarizados oficialmente son Ecuador, El Salvador y Panamá. 

Panamá adoptó el dólar como moneda oficial junto al balboa, su moneda nacional, en 1904, luego de independizarse de Colombia. El balboa equivale a un dólar desde entonces y solo circula en monedas, con lo que el país consigue ingresos por señoreaje (la ganancia que recibe el país emisor cuando el valor facial de las monedas es mayor al del metal sobre la que se acuñan), pero como no se imprime en billetes su uso es bastante limitado. 

Ecuador se dolarizó el 9 de enero de 2000, luego de una crisis económica muy profunda que incluyó una severa hiperinflación y la completa devaluación de su moneda nacional, el sucre. 

En 2001, El Salvador se dolarizó también y empezó a usar dos monedas: el colón y el dólar. Pero el colón ya dejó de circular y hoy en día la única moneda que se usa en el país es el dólar.

Otras naciones de la región, como Bolivia, Perú y Paraguay, están también entre las más dolarizadas del mundo, pero usan principalmente su moneda local para mover sus economías y controlar sus políticas monetarias. 

Técnicamente, se considera a una economía “dolarizada” cuando los depósitos en divisas exceden el 30 por ciento de la liquidez monetaria, y “moderadamente dolarizada” cuando esa relación está entre el 16 y el 30 por ciento. 

También hay que recordar que una dolarización oficial no implica necesariamente ponerle fin al Banco Central de Venezuela. Desde comienzos de este siglo, por ejemplo, el banco central del Perú ha estado administrando con éxito una política monetaria basada en objetivos inflacionarios, a pesar de ser una de las economías más dolarizadas del mundo, subraya Zambrano. Perú es una economía parcialmente dolarizada, donde el 70 por ciento de la liquidez del sistema financiero desde hace años está en dólares. La mayor parte de los salarios y bienes se transan en soles (moneda nacional), pero las empresas y la gente se endeudan y ahorran en dólares. Y en el caso de Ecuador —una economía petrolera oficialmente dolarizada hace 21 años—, el banco central aún centraliza reservas en dólares para atender necesidades de liquidez del sistema financiero. 

“El Banco Central de Ecuador sigue velando por el buen funcionamiento del sistema de pagos y lleva un control importante sobre los datos y la información monetaria y financiera de la economía”, añade Vera. Cuando le consulté sobre la experiencia ecuatoriana como economía petrolera que se mueve con el dólar como única moneda de curso legal, Vera dijo que en el mediano y largo plazo la dolarización puede volverse una camisa de fuerza para Venezuela: “Atarse a una moneda internacional fuerte, cuando tus vecinos tienen monedas soberanas y flotan, te deja sin competitividad y con muy pocas posibilidades de diversificar tu cesta exportable más allá del petróleo. Y el petróleo, por cierto, ya no es lo que era antes para Venezuela, ni como fuente de generación de ingresos, ni como producto con perspectivas de mover la economía. El caso de Ecuador es patético y debe servir de enseñanza. No puede competir con Colombia y Perú y mermados los ingresos petroleros, el país ha dejado de crecer en términos per cápita en los últimos siete años”. No obstante, con su dolarización, Ecuador logró controlar su inflación, evitar la fuga de capitales y las corridas bancarias, y estabilizar su sistema financiero.

El economista Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, sostiene que lo ideal en Venezuela es seguir avanzando a un entorno multimoneda que mantenga dos ecosistemas (bolívares y dólares). Generar una cuasi dolarización financiera, que se traduzca en una mayor formalidad de la economía y en un aumento de la recaudación tributaria. «El Estado tendría que avanzar hacia lo que los economistas llamamos una dolarización financiera, en la cual los dólares pasen por la banca, en un ecosistema más eficiente. Y allí el Estado pueda recaudar impuestos en divisas», declaró Oliveros a Prodavinci. 

Por su parte, el economista del IIES UCAB advierte que un sistema bancario mal regulado, en el contexto de una economía bimonetaria, es un boleto seguro para crisis autoprovocadas. “La recuperación de los depósitos de ahorro y a plazo, y con más razón del crédito a largo plazo, dependen de otros factores distintos a la mera dolarización, comenzando con la calidad de las políticas económicas y la reputación y credibilidad de las instituciones y hacedores de esas políticas”, concluye Zambrano.