EEUU y Venezuela: ¿comienza una nueva etapa?

Mientras hoy asume la presidencia el sucesor demócrata de Donald Trump, el internacionalista Carlos Romero pasa revista a las relaciones entre EEUU y Venezuela antes de evaluar las perspectivas del presente

Ni siquiera la llegada de Obama compuso la relación que Chávez rompió: las sanciones comenzaron con la administración Obama y continuarán con Biden

Foto: Reuters

Es 1958 y una multitud a las afueras del Aeropuerto Internacional de Maiquetía rechaza la visita del vicepresidente Richard Nixon a Venezuela. Insultos, escupitajos, huevos y piedras lo reciben durante su trayecto hacia Caracas.

Ahora es 1961 y John F. Kennedy junto a su esposa Jacqueline realizan una visita oficial a Caracas. Venezuela lleva 3 años de estabilidad democrática bajo la administración de Rómulo Betancourt, quien es el anfitrión de la pareja.

Estamos en 1978. Jimmy Carter pisa suelo caraqueño y es recibido por el presidente Carlos Andrés Pérez. El tema que lo lleva a visitar el país suramericano son los precios del petróleo y la pérdida de valor del dólar estadounidense.  

Salto a 1990. Una protesta contra la visita del presidente George Bush a Caracas acabó con 14 heridos y 40 detenidos. El presidente estadounidense cierra en Venezuela su gira para promover un área de libre comercio en la región.

Y en 1997, Bill Clinton llega a Caracas junto a su esposa Hillary. Ambos son recibidos por el presidente Rafael Caldera. En sus primeras declaraciones a la prensa, Clinton destaca y valora la histórica amistad de los dos países.

Con el siglo XX se fue una era de buenas relaciones entre Venezuela y los Estados Unidos. Una era que, a diferencia de la de otras naciones latinoamericanas en la época, para nuestro país estuvo signada por más coincidencias que conflictos. La relación entre ambos Estados se mantuvo íntegra en medio de una América Latina convulsa, donde el autoritarismo, de izquierda o de derecha, era la mayoría. Y, aunque hubo desacuerdos, ninguno lesionó la relación de buen trato entre esos gobiernos, una amistad que inició en 1834 con el reconocimiento de la independencia de Venezuela por Andrew Jackson. 

Nixon en Caracas: el entonces vicepresidente probó de primera mano la hostilidad de la izquierda hacia Washington

Foto: National Archives

Pero esos tiempos concluyeron con la llegada de Hugo Chávez a la presidencia en 1999. Así lo considera Carlos Romero, quien es doctor en Ciencias Políticas y profesor titular jubilado de la Universidad Central de Venezuela (UCV): “Desde el comienzo, Hugo Chávez tuvo un expreso objetivo de reducir la relación con los Estados Unidos, eso fue un cambio importante porque veníamos de una vinculación histórica y fluida”. Ahora, en 2021, frente a la llegada de un nuevo hombre a la Casa Blanca, muchos se preguntan qué pasará con Venezuela. Romero nos aclara el panorama. 

—Estados Unidos desata odios y pasiones en todo el mundo, y, hoy, esa polarización pareciera estar más presente que nunca en Venezuela. 

—Desde un primer momento, el gobierno de Chávez limitó las posibilidades de una buena relación con EEUU. El hecho de que se pretendiera dar en Venezuela una revolución de carácter socialista, de la relación que desde el principio se tuvo con Cuba, de hacer de Caracas un centro promotor de gobiernos y movimientos de izquierda de todo el mundo y en particular de América Latina, junto a la importancia que tuvo Chávez como líder regional y mundial, significó una situación que fue categorizada por un embajador como la política de wait and see. O sea, había una expectativa de hasta qué punto el gobierno de Venezuela iba a ser radical y cómo eso iba a afectar las relaciones con EEUU. Wait and see se convirtió en suspicious minds, porque en 2002 empezó el distanciamiento de las relaciones por el papel que jugó Estados Unidos en las horas que llevaron a Pedro Carmona a la presidencia interina.

Luego, la crisis petrolera, el acercamiento de Chávez con China y Rusia y su relación profunda con Cuba, perfilaron a Venezuela como un régimen no cercano a EEUU.

De suspicious minds se pasó a la tesis de do the right thing, es decir, advertir que Venezuela iba por un mal camino, construir una alianza de países latinoamericanos y occidentales en su contra. Ahora estamos en la etapa que empezó con la presidencia de Maduro y que yo llamo wait out, es decir, esperar porque para EEUU tiene que haber un cambio de régimen en Venezuela. Todo eso ha perjudicado mucho las relaciones entre ambos países. Me llama la atención que hay una especie de esperanza por parte del gobierno venezolano de que va a haber una mejor situación con el presidente Joe Biden, echándole la culpa a Trump del distanciamiento, cuando esta comenzó con Barack Obama, cuando las primeras sanciones, aunque se agravó en tiempos de Trump. EEUU tiene interés en el apoyo irrestricto al llamado gobierno provisional de Juan Guaidó, con las sanciones económicas a Citgo y el congelamiento de las cuentas del gobierno de Venezuela en esa nación. Washington, además, lidera la alianza contra Venezuela en el contexto hemisférico, en todo occidente. 

Kennedy en Miraflores: el gobierno de Betancourt supo manejar la amistad en sus propios términos

Foto: Francisco Edmundo Gordo Pérez

—Entonces, ¿las relaciones de los Estados Unidos con Venezuela siempre fueron cordiales hasta el ascenso de Chávez al poder?

—Siempre fueron cordiales, pero también hubo algunos elementos de diferenciación. En 1958, en tiempos de Wolfgang Larrazábal, recién derrocado Marcos Pérez Jiménez, el recibimiento al entonces vicepresidente Richard Nixon fue una situación bastante difícil. Luego, durante el gobierno de Rómulo Betancourt, EEUU no secundó la tesis de la “Doctrina Betancourt”: no reconocer a los gobiernos dictatoriales surgidos al derrocar gobiernos democráticos. El gobierno de Raúl Leoni —a pesar de tener buena relación con EEUU en el combate contra la influencia cubana, no solo en Venezuela sino también en el Caribe— se opuso a la invasión estadounidense de República Dominicana. Hubo diferencias económicas con el primer gobierno del presidente Rafael Caldera. También con el primero de Carlos Andrés Pérez, por su enfoque “norte-sur”. Luis Herrera Campins mantuvo muy buenas relaciones, inscritas en la contención de la influencia cubana. Pero esas coyunturas y acontecimientos no lesionaron las relaciones amistosas. Venezuela, decían, era un socio confiable y seguro.

Siempre se creyó que en EEUU ocurriría una catástrofe con el suministro de petróleo si este rompía la relación con Venezuela, pero ya no se piensa así.

Ellos han buscado otro suplidor y tienen su propia producción petrolera, lo que ha hecho que el gobierno venezolano reoriente su mercado. A esto se suma el cierre de los vuelos directos entre los dos países. La migración venezolana hoy en EEUU es más compleja que la de hace 50 años. 

—Salvo Nixon y Bush padre, ningún otro presidente republicano visitó el país. ¿Han sido tensas las relaciones con Venezuela cuando gobierna un republicano? Pareciera haber más coincidencia con los demócratas.

—Indudablemente. Los gobiernos venezolanos de la etapa democrática tuvieron un mayor acercamiento al partido demócrata. De hecho, hubo algunos políticos estadounidenses que tuvieron amistades con políticos venezolanos, tal fue el caso de Hubert Humphrey, vicepresidente en la época de Lyndon B. Johnson y candidato presidencial en 1968. Pero también hubo una amistad muy grande entre Rómulo Betancourt y John F. Kennedy, así como también la hubo entre Richard Nixon y Rafael Caldera. Tampoco pudiéramos decir que todos los republicanos se llevaron mal con los líderes venezolanos.

—No solo es Venezuela. Donald Trump es considerado uno de los presidentes con menos atención al continente. Solo visitó Buenos Aires en 2018. De resto, nada más se refirió a casos concretos y por su Twitter. 

—Lo que pasa es que fue una agenda negativa, por eso es que no llama la atención. Su obsesión por construir el muro con México fue chocante para los latinoamericanos. No promovió las relaciones hemisféricas, pero sí alianzas negativas contra Venezuela, Nicaragua y Cuba. Quiso convertir a la OEA en una especie de “ministerio de colonias” como le decían los cubanos. Desintegró los esfuerzos latinoamericanos de carácter comercial sobre la integración económica regional. No podemos confundir las relaciones hemisféricas con las relaciones de EEUU con algunos países de América Latina. Indudablemente, las posiciones de Trump dividieron mucho a la comunidad latinoamericana. Trump no hizo ningún esfuerzo para promover las inversiones estadounidenses en nuestro continente. Hubo mucha dificultad en materia comercial, hubo mucho proteccionismo en la economía estadounidense.

—¿El cambio de partido en el gobierno estadounidense influye en las relaciones con Venezuela? 

—El cambio será mucho menor de lo que la gente espera. No podemos esperar muchos cambios de parte de Biden con respecto a América Latina o hacia Venezuela. EEUU se maneja siempre por su interés nacional, y esa es una política también secundada por el partido Demócrata, lo vemos en el Congreso actual. Son demasiados los problemas domésticos que está recibiendo el presidente Biden para que se le ponga como primer ejercicio el tema de las relaciones hemisféricas. Hay que esperar un tiempo para que se den las condiciones y estas se puedan recomponer.

—¿Y en el pasado? 

—Igual, influyó mucho menos de lo que la gente cree. Recuerdo que, en el ejercicio de su presidencia, Nixon se concentró en el tema de Chile y eso lo siguió Gerald Ford, pero cuando vino Jimmy Carter, en 1976, hubo un cambio: una política más protectora de la democracia y de los derechos humanos en América Latina. Luego con Ronald Reagan volvió a imperar el tema geopolítico que nunca se deja de lado. Como señalabas, el aspecto geopolítico es mucho más cercano a los presidentes republicanos que a los demócratas, quienes enfatizan más la defensa de la democracia y de los derechos humanos. 

—Aunque una política que se ha mantenido ha sido la que respecta la relación con Cuba, al menos hasta la presidencia de Barack Obama. 

—Sí, Obama dio una vuelta con el tema cubano. O sea, restableció unas relaciones diplomáticas rotas en 1961 y aplicó una serie de medidas que redujeron considerablemente el embargo económico que Trump echó para atrás: el rollback. Trump recortó los viajes turísticos, los cruceros, las remesas, el comercio entre ambos países. Son muchas las sanciones.

—Volviendo a Venezuela: no es prioridad para Biden, pero, en el futuro, ¿cómo vislumbra las relaciones diplomáticas? ¿Tensas o cordiales?

—En este momento lo que puedo decir, porque no soy Nostradamus y no puedo saber lo que pasará en el futuro, es que yo desearía que hubiera un clima más armónico y más pacífico entre Venezuela y los Estados Unidos. Las relaciones han llegado a un límite y debe haber un espacio de negociación para estabilizarlas. Lo que pasa es que hay mucha gente en Venezuela que no está interesada en esa estabilización. Lamentablemente algunos actores opositores llegaron al colmo de jugarse la carta de la supuesta intervención de Trump. 

—¿Las relaciones diplomáticas con EEUU nos han beneficiado o perjudicado?

—Por supuesto que nos han beneficiado. Hay casos de gobiernos progresistas, de izquierda, que han tenido buenas relaciones con los Estados Unidos. No entiendo por qué el gobierno de Chávez y sobre todo el de Maduro se han empeñado en limitar esas relaciones. Tenemos casos históricos que dan muestra de una relación fluida que no ha afectado la vinculación entre esos dos países, teniendo en cuenta que para el hemisferio occidental el papel de EEUU es fundamental.