Los cementerios y las funerarias se defienden del covid-19

A la dolarización y el caos burocrático se suman nuevos desafíos para todos los involucrados en el adiós a un ser querido, desde la falta de gasolina hasta las medidas por la pandemia

El viejo cementerio de El Hatillo solo acepta a difuntos que ya tienen parcelas. Otras muchas medidas se extienden por todo el sector

Foto: Gretta Maiella Gil Anzola

El cementerio municipal de El Hatillo, en la vía Los Guayabitos al extremo sureste de Caracas, está vacío. Solo se escucha el viento y los pájaros sobre las lápidas. Entre la maleza, apenas el camino de cemento que conecta todo el camposanto es visible. Por ahí camina Luis Enrique Sosa, encargado del cementerio, junto a dos empleados. Dice que el cementerio solamente ha abierto para ciertos entierros: “Solo para aquellos que fallecieron por causas naturales, accidentes y homicidios. Los que murieron por coronavirus no pueden ser enterrados, solamente pueden ser cremados”.

No hay velorios, ese ritual tan necesario para que los dolientes asimilen la idea de que esa persona ya no está, para que puedan despedirse y recibir condolencias. “Los familiares ya no esperan en la capilla”, dice Sosa. “Los pasamos directo a la bóveda. Solo permitimos un máximo de diez personas para que no se aglomeren, y deben cumplir con el protocolo de prevención”.

En ese cementerio podían registrarse cuatro entierros diarios, pero ahora solo se hace la mitad, y pueden pasar días sin enterrar a nadie. Aproximadamente atienden diez entierros por semana, y solo si el difunto ya tenía una parcela.En ocasiones, algunos nos dan los materiales, y con la presencia de un familiar, nos encargamos de enterrarlo”, explicó el encargado.

Pueden aceptar cenizas para que reposen en el cementerio, pero hasta los momentos no han recibido ninguna de alguien que haya fallecido por covid-19.

Un servicio fúnebre puede estar alrededor de 250 dólares.

«La alcaldía le facilita los ataúdes a las personas de bajos recursos y en algunas ocasiones, los familiares para tratar de reducir los costos nos ayudan a depositar la urna en la bóveda”.  

El protocolo

Sonia Linares, coordinadora municipal por la alcaldía de El Hatillo en El Cementerio del Este, señaló que cuando un familiar contrata los servicios y notifica que el difunto pereció de covid-19, debe ir directamente a la sede de El Cementerio del Este a entregar el certificado de defunción. Luego, “no se vuelven a ver a los familiares, los empleados van a retirar el cuerpo, y se les avisa cuando fue cremado para entregarles las cenizas”.

También reiteró lo mismo que Sosa: “No se velan los cuerpos de aquellos que hayan muerto de coronavirus”.

Si la muerte no fue por el virus, sí se puede hacer el velorio en el Cementerio del Este, con un máximo de 10 personas y bajo las medidas preventivas.

Usualmente no llegan a ese número, la asistencia es mínima. Generalmente solo van los familiares directos. Por correo electrónico les pueden orientar cuánto deben y pagan de forma digital para que no tengan que desplazarse.

Linares dijo que durante los primeros meses de cuarentena radical (marzo, abril, mayo, junio), podían registrarse uno o dos entierros diarios. A partir de julio se volvió a normalizar la actividad en el cementerio, pero solo aquellos que tienen parcela han podido efectuar la sepultura de su familiar.  

Agregó que adquirir una parcela es costoso: casi dos mil dólares. Lo más accesible es la cremación. “Hemos sido flexibles con los requisitos, porque ahora es complicado que las personas consigan las fotocopias, muchos negocios están cerrados. Ahora está viniendo un solo familiar que autorice la cremación, debido a que muchos parientes directos están fuera del país”.

También apuntó que se continúan haciendo exhumaciones, traslados, cambios de fosa y reducciones, proceso que consiste en extraer el cuerpo de donde fue enterrado para darle espacio a los restos de otro pariente con el fin de compartir la parcela. El cementerio continúa trabajando pero no se están permitiendo las visitas al campo.

Las penurias para dar el adiós

Esteban (nombre falso para proteger su identidad), dueño de un servicio funerario en el estado Zulia, relató que uno de los mayores problemas que tienen sus clientes es cuando su familiar fallece en su hogar, porque el proceso de obtener el acta de defunción se vuelve complicado.

“Normalmente este documento lo emite una entidad hospitalaria cercana a la comunidad donde falleció la persona”, explica. “Puede ocurrir que el encargado de firmarlo no esté, ya sea porque no esté trabajando ese día o no se pudo desplazar por falta de gasolina. Hay personas que pueden tardar un día entero para conseguir que un doctor les haga ese trámite”. En Maracaibo. Muy probablemente sin electricidad.

Sin ese documento, la funeraria no puede retirar el cuerpo ni mucho menos prepararlo para la cremación o entierro. “Debe estar firmado por un médico que certifique que falleció por causas naturales y no por un accidente u homicidio”.

Luego viene otro problema: explicarles a los familiares que las nuevas medidas implementadas durante la pandemia impiden el velatorio. Esteban dice que las discusiones desatan discordia entre los parientes del difunto. Cuando acceden, los trabajadores del servicio de la funeraria van a retirar el cadáver y lo llevan a la sala de resguardo del establecimiento para continuar con el protocolo funerario.

A Esteban le preocupa que no hayan velorios, porque entonces no hay un momento para que las personas puedan tener un cierre, despedirse del cuerpo de su ser querido.

“Ahorita puede verse como algo pequeño, comparado a los miles de problemas que tenemos en el país, pero creo que puede tener repercusiones psicológicas”.

Luego de que el familiar hizo su parte, ahora el servicio funerario debe buscar el permiso “que autoriza que pueden sepultar a la persona, ya sea por entierro o cremación. Toca buscar a los prefectos de las intendencias, que pueden estar en las prefecturas o en sus casas, debido a que no pueden movilizarse por falta de combustible”. En los cementerios del Zulia tampoco permiten que asistan al sepelio más de 10 personas. “A veces solo dejan pasar a 5, pero eso depende de cada cementerio”.

La falta de gasolina dificulta el trabajo. “Para un servicio completo en un día se puede gastar alrededor de 30 a 35 litros de combustible, y semanalmente se invierten entre 350 a 400 dólares para abastecer el vehículo”. El empresario zuliano resaltó que los cementerios en el estado son costosos. “La alcaldía ha optado por donar fosas para ayudar a las personas, y en el caso de los más necesitados les pagan las cremaciones”. De resto, quienes pagan son los familiares de los clientes que están fuera del país.

Desde que inició la pandemia en Venezuela, el promedio de muertos que recibe la funeraria de Esteban es alrededor de 20 a 30 cuerpos mensualmente, “puede bajar como aumentar y se realizan alrededor de 3 a 4 servicios diarios”.

“No somos de hierro”

Una de las habilidades que desarrollan los trabajadores del sector funerario es la empatía y la asertividad al momento de tratar a los familiares de un difunto. “Es momento muy difícil por el que están pasando, a veces pueden ser personas que están en pánico o en shock, ellos necesitan de nuestro apoyo y confianza durante ese proceso”.

Esteban implementó todas las medidas preventivas: trajes de bioseguridad, guantes, mascarillas, caretas para disminuir el riesgo de contagio, pero tanto él como sus empleados temen que puedan enfermar a sus familias por el trabajo que desempeñan. “Desde que empezó la cuarentena, di la orden de que se debe cumplir el protocolo de bioseguridad con cada difunto, que debe ser tratado como si tuviera coronavirus, que no importa la causa de su muerte, porque no tenemos la certeza de que sea cierto lo que diga el certificado de defunción. Es con el fin de protegernos”, dijo.

Asegura que han tratado enfermedades peores, pero el covid-19 se diferencia de las demás es por su manera de transmitirse. El dueño de la funeraria reveló su protocolo personal: “Antes de salir de mi trabajo me baño con hipoclorito de sodio. Probablemente me quede calvo, pero lo hago porque somos personas de alto riesgo por la labor que desempeñamos. Cuando llego a mi casa me vuelvo a bañar, con jabón y demás”.

Admite que al principio él y sus empleados tenían miedo cuando se asomaba cualquier síntoma similar al virus. Por eso, Esteban decidió implementar que cada 15 días todos se hagan las pruebas para descartar la enfermedad. “Estamos preparados para esto, pero no somos de hierro. Nuestro único temor es enfermar a nuestras familias. También lo más difícil ha sido manejar a los familiares, hay que tenerles más paciencia y entendimiento por todo lo que estamos pasando en el país”.