
Alejandrina Hernández tiene 89 años. Vive con Monico, su esposo de 84 años, y Leonardo, su hijo de 47.

Una pared separa su realidad de la mía.

El año pasado fue diagnosticada con demencia vascular.

El pasado sábado 29 de mayo del 2019 entré en su casa por primera vez, luego de ser su vecina durante una década.

“Cada día es más difícil vivir en Venezuela”, comenta Leonardo, apenado por las condiciones en que viven.

La otra hija los visita los domingos.

Una caída le afectó la cadera, lo que le imposibilita la movilidad.

Me acercó un olor muy extraño, putrefacto. Era a heces y orina en un colchón sin sábanas. La suciedad arropa todos los rincones de la casa.
