El extraño caso del marqués de Perijá

Un doble homicidio en Madrid desempolvó una curiosa historia que se remonta a los tiempos coloniales: los títulos nobiliarios originados en la Capitanía General de Venezuela

Esta casa fue demolida hace más de un siglo, pero era la vivienda en Maracaibo del primer marqués de Perijá

El lunes 20 de junio los medios de comunicación españoles publicaban una escabrosa noticia: un aristócrata madrileño asesinó a su esposa y a una amiga de ella y luego se quitó la vida en su apartamento en la lujosa calle de Serrano en Madrid. El hombre —Fernando González de Castejón y Jordán de Urríes—, tenía antecedentes de violencia contra su pareja y era conocido por sus constantes problemas con los vecinos del edificio que habitaba, además de ser un notorio fascista cuyo apartamento estaba decorado con memorabilia franquista y nazi. Este episodio ocurrido en España, aunque lamentable, sería totalmente ajeno a Venezuela si no fuera por el hecho de que el asesino poseía un título nobiliario originado en tierras venezolanas: marqués de Perijá.

Algunos se preguntarán cómo un español, nacido y criado en España, de familia española, y adepto a una ideología racista y xenófoba podía ostentar un título que lo vinculaba con una remota región selvática y ganadera en el estado Zulia, un título cuyo nombre es de etimología indígena para mayor colmo. El marquesado de Perijá fue uno de muchos títulos nobiliarios de Castilla concedidos en época colonial por el rey de España a súbditos criollos distinguidos y de ilustre linaje. Además de este marquesado, la Capitanía General de Venezuela contó con unos tantos más marqueses, vizcondes y condes, en su mayoría de la élite caraqueña.

Los nobles titulados de la Venezuela colonial no eran, sin embargo, vástagos de antiquísimas estirpes que poseyeran territorios asociados a sus títulos, sino básicamente descendientes de altos funcionarios de la administración colonial y de las primeras y principales familias españolas asentadas en la provincia. Sus títulos habían sido concedidos por el supuesto mérito de sus antepasados en el ejercicio de alguna función pública o en la tarea pobladora, en ocasiones incluso falseando descendencia de antiguas estirpes o “limpieza de sangre”, para ocultar un origen pechero (de pechador o pagador de impuestos) o la existencia de algún ancestro judío, islámico, indígena o africano.

El devenir de la historia decidió que la mayoría de estos títulos con nombres que recuerdan lugares y familias venezolanas abandonaran sus orígenes americanos y pasasen a manos de aristócratas españoles.

Muchos nobles de la Venezuela virreinal, al buscar preservar o aumentar su estatus y linaje, abandonaron tierras indianas y se emparentaron con nobles peninsulares, de ahí resultó que hoy en día sus nada americanos descendientes luzcan títulos que hacen alusión a lugares como Perijá, Boconó o Barinas.

Otros tantos títulos fueron revertidos a la corona española cuando, tras la Independencia, la república venezolana abolió estos honores, aunque algunos fueron posteriormente rehabilitados por subsecuentes monarcas españoles. Unos pocos siguen siendo de la titularidad de venezolanos, como son los casos del Condado de Tobar y el Marquesado de Marianela.

Ese minúsculo grupo de marqueses, condes y vizcondes, que se fue desligando de Venezuela con el paso de los siglos, no era el único componente de la nobleza criolla. El grueso de esta la componían los nobles no titulados: los hidalgos. Estos eran los descendientes de los conquistadores de las provincias venezolanas o de posteriores pobladores españoles, que pudieran probar pertenencia a algún solar español, es decir, que fueran de antigua y reconocida prosapia, comúnmente de las regiones rurales de España, que fueran “hijos de algo” (de esta expresión literal viene el término hidalgo). La mayoría de los integrantes de esta baja nobleza, al igual que los titulados, se caracterizaron por vivir de las mieles del pasado, repudiar el trabajo por su supuesta indignidad, ver sus fortunas mermar con el paso de cada generación, y por estar inmersos en múltiples pleitos de reconocimiento de su hidalguía.

La creación de un estamento noble criollo tuvo sentido en su momento como una parte integral de la organización y jerarquización de una nueva sociedad que apenas estaba germinando en la América española, una manera de darle forma y sentido, de crear estructuras alineadas con las existentes en los reinos ibéricos peninsulares, y de marcar dominancia social. La Venezuela republicana y contemporánea ha hecho que ese viejo sector noble deviniera en obsoleto, pero a la vez se ha encargado de generar nuevas aristocracias informales que hacen todo lo posible por sobrevivir en tiempos de mayor apertura social.